miércoles, 22 de enero de 2014

CAPITULO 134 CAPITULO FINAL



Paula

Puse a Benja a dormir la siesta y decidí tomar un descanso para utilizar el vídeo de yoga que compré en iTunes. Necesitaba tonificar algunas partes en mi cuerpo post-parto. Isabel dijo que probara con yoga.
Encontrar tiempo para hacerlo era otra cosa. 
La última vez que Benja tomó una siesta y traté de hacer yoga, Pedro entró en la habitación, y terminamos desnudos y en el sofá nuevamente. Nos habíamos convertido en profesionales del sexo oral.
No es que Pedro necesitara ser mejor, pero era seguro decir que yo había aprendido a dar una mamada asesina.
El timbre sonó antes de que el vídeo comenzara, por lo que presioné pausa y fui a ver quién era. Pedro no se encontraba en casa, por lo tanto, no podía ser Fede.
Salieron juntos. Al abrir la puerta pensé, mientras mis ojos registraban a Daniela, que tal vez debía comenzar a mirar por la mirilla primero. Mi ritmo cardíaco se recogió y me maldije a mí misma por dejar mi teléfono tirado en el suelo de la sala de juegos. No tenía bolsillos en los pantalones de yoga.
—¿Está Pedro? —espetó. Mentalmente me encogí. Él no se encontraba acá y no me sentía segura dejándola entrar. Pero ¿cómo podría no dejarla entrar? Era la hermana de Pedro.
—Se fue con Federico hace un par de horas. Algo que ver con Antonio. —Estaba hablando demasiado. Eso no era asunto suyo.
—¿Vas a dejarme entrar? ¿O debería volver más tarde? —El tono de disgusto en su voz ante la idea de que tenía el poder para no dejarla entrar, ahora que era mi casa, fue obvio. No quería hacerlo, pero Pedro desearía verla. Lo había mencionado hacía unas noches. Se preguntaba cómo estaba y me dijo que su mamá le había dicho que se encontraba fuera de la clínica y mejor.
Fui en contra de mi mejor juicio y di un paso atrás para dejarla entrar. —Pasa —dije, odiando la idea de estar a solas con ella. 
Mi arma se encontraba en el coche, aunque realmente no creía necesitarla. Ella no era peligrosa... al menos, eso
creía.
—Entonces, ¿qué se siente ser la señora Alfonso? —preguntó. Su tono indicaba que no se encontraba feliz por ello y que no era una pregunta amistosa.
—Estupendo. Amo a tu hermano —contesté.
—No puedes mentirme. No me engañas con ese aspecto inocente. Quedaste embarazada para poder engancharlo. 
Él no haría caso omiso de su hijo. Te diste cuenta y lo usaste. Sólo espero que el niño sea suyo. —El odio atado en sus palabras me hizo estremecer.
Tenía muchas ganas de llamar a Pedro y traerlo a casa. No quería hablar con ella. No si esto iba a ser una conversación del tipo “ataca a Paula”.
—Lamento que te sientas así. Cuando veas a Benja sabrás que no hay duda de que también le pertenece. Es un mini-Pedro. —Me enojé conmigo misma por haber tomado su cebo y defenderme.
En la mención de Benja pude ver a Daniela hacer una mueca de dolor. Al parecer odiaba la idea de que tuviéramos un niño u odiaba que también fuera mi hijo y no quería sentirse conectada a eso. No lo sabía. 
—Iré a buscar el teléfono y llamaré a Pedro para decirle que estás aquí. Por favor, sírvete algo de beber o comer, si lo deseas. Sabes dónde está todo.Me dirigí a la escalera.
—Espera. No quiero ver a Fede. Dile que no traiga a Federico—dijo con voz tensa.
—Está bien. Lo haré —respondí. Sabía con seguridad que Federico no quería verla tampoco, pero no le haría saber que conocía toda su historia. No tocaría ese tema.
Corrí por las escaleras y fui a buscar mi teléfono. Llamaría a Pedro y luego iría a ver a Benja... tal vez podría matar todo el tiempo a solas con ella, aquí escondida. Tomé el teléfono y marqué el número de Pedro.
—Hola, nena, ¿todo bien? —preguntó cuándo contestó.
—Em... depende de lo que consideres bien —dije—. Tu hermana está aquí.
—Da la vuelta, hombre. Tengo que ir a casa ahora —dijo Pedro a Federico—.Estoy en camino. ¿Estás bien? ¿Está siendo amable? ¿La dejaste entrar?
 —Sí, no realmente, y sí —contesté.
—No está siendo amable. Mierda, Paula. Lo siento. ¿Por qué la dejaste entrar?
—Bueno, porque es tu hermana. No iba a negarme a dejar entrar a tu familia en tu casa.
Pedro respiró hondo. Sabía lo que eso significaba. Se sentía frustrado. 
Paula. Si alguna vez escucho que la llames mi casa de nuevo me pondré furioso. Esa es nuestra casa. Nuestra maldita casa. Si no quieres dejar a alguien entrar, entonces no lo hagas. Llámame y pueden esperar en las malditas escaleras hasta que llegue. Sólo quiero que te sientas cómoda en tu hogar.
—Está bien. Bueno, la dejé entrar porque la amas y te amo. ¿No es eso una buena razón?
Pedro soltó una risa baja. —Daniela es, y probablemente será siempre, la única persona que amo y no espero que seas agradable con ella. Tiene que ganarse esa mierda y no lo ha hecho. Puedes echarla, patearle el culo, lo que quieras. No te pongas a soportar su boca diciendo mierda.
Decidí no decirle sobre su acusación, de que Benja podría no ser suyo. Se volvería loco. —Sólo date prisa —supliqué.
—Cinco minutos —prometió.
Colgué el teléfono y lo metí en mi sostén deportivo antes de ir a ver a Benja.
Abrí la puerta y me asomé para encontrarlo dando patadas y balbuceando con las criaturas marinas que colgaban del móvil. Sonriendo, me acerqué y sus pequeños ojos se movieron hasta fijarse en mí. Dio una patada más dura en cuanto me vio y mi corazón se apretó.
—Esta no fue una muy buena siesta —dije, inclinándome para recogerlo—. Ni siquiera llegué a hacer algo de yoga y la parte inferior de mamá necesita un poco de ejercicio.
Su pequeña cabeza trató de esconderse en mi pecho. No era el momento para darle de comer, pero cuando despertaba, él siempre quería meterse en mi camisa. Al igual que su padre. Sonriendo, lo acerqué al mudador para cambiarle pañal y ponerle uno limpio mientras lloraba. Odiaba que lo cambiara.
Lo levanté y besé sus labios fruncidos. Las lágrimas se detuvieron y abrió la boca tratando de conseguir algo de comer nuevamente. —Ahora no, señor. Acabas de comer hace una hora —dije antes de salir por la puerta.
No quería llevarlo abajo. Tenía miedo de lo que Daniela dijera sobre él. No creía poder lidiar con eso, si ella era mala con mi bebé. 
La puerta sonó y deje escapar un suspiro de alivio. Pedro había llegado a casa.
—Papá está en casa —susurré.
Llevé a Benja abajo y escuché las voces de Pedro y Daniela. No fue difícil. Ella ya elevaba su voz. Pedro debió haber empezado a regañarla por hacerme sentir incómoda. 
Decidí no llevar a Benja a la cocina para oír a su padre gritar. Salimos por la puerta principal. Él amaba ir afuera y mirar las olas. El viento marino ahogaría todas las palabras molestas de Daniela.
Caminamos bajo la casa y salimos hacia la playa.
—Paula, ¿podrías traer a Benja? —preguntó Pedro mirándome desde el porche. Al parecer, quería que su hermana conociera a Benja y estuviera a su alrededor. 
Lo entendía, pero ella me odiaba, por lo que podría no ser conveniente.
Me detuve y miré a Benja.
La mamá en mí quería tomarlo y correr al segundo piso y encerrarnos con seguridad dentro de su habitación. Pero él era hijo de Pedro también. Le di un beso en la sien. 
—La hermana de papi, Daniela, no es muy agradable. Vas a tener que aprender a pasar por alto eso —susurré en su oído, más para mí, puesto que no tenía idea de lo que decía.

***

Cuando llegué al escalón más alto, Pedro me esperaba. 
—Si quieres que lo lleve y no entrar ahí, lo comprendo. Pero si quieres entrar, te juro que ella se comportará o la echaré de esta casa.
No enviaría a mi bebé solo para afrontar al lobo feroz. Si tenía que enfrentarse a Daniela, yo también lo haría. Lo mantuve apretado a mí y sacudí la cabeza. 
—Quiero estar con él.
Pedro asintió. Pude ver en su mirada que entendía. Abrió la puerta para nosotros y dio un paso atrás para que pudiera entrar con Benja.
Daniela se encontraba sentada en un taburete con una expresión enojada en su rostro. Giró y sus ojos fueron directo a Benja. 
Pude ver el momento en que se dio cuenta de cada rasgo, que era un pequeño Pedro
Ni siquiera tenía mis ojos. Él era todo Pedro.
 —Supongo que es tuyo, después de todo —dijo. Me detuve y di un paso atrás chocando contra el pecho de Pedro. Su brazo se deslizó a mi alrededor,manteniendome allí.
—Querías verlo. Ten cuidado con lo que le dices a su madre. Discúlpate por el último comentario tonto o te acompaño a la puerta.
Los ojos de Daniela estallaron de furia y tuve la sensación de que acababa de comenzar algo que realmente no necesitábamos en nuestra casa. Pero respiró hondo y alzó los ojos llenos de odio hacia mí. —Lo siento —espetó. No quiso decirlo realmente, pero que Pedro la obligara a hacerlo, valió la pena.
—¿Puedo cogerlo? —preguntó Daniela, levantando la mirada hacia a Pedro.
Me puse tiesa como una tabla. Si le decía que sí, iba a huír con Benja. Había muchas otras cosas que podía pedirme, no esa.
—Probablemente no sea una buena idea. Contigo mirando a su mamá de esa forma, no creo que vaya a sentirse segura.
Daniela frunció el ceño. —Él es tu hijo, también.
—Lo es. Pero Paula es su madre. No la haré hacer algo con lo que no se sienta cómoda.
—Dios, Pedro, ¿dónde están tus bolas?
—Es la segunda, hermana.
Daniela rodó los ojos y se levantó del taburete. Volvió a mirar a Benja y sus ojos se suavizaron un poco. Era difícil no amarlo. Él era tan hermoso como su padre. 
A mamá le encantaría conocerlo —dijo Daniela, tirando la correa de su bolso hacia arriba por el brazo—. Al menos deberías enviarle una foto.
—Mamá no le importaban una mierda sus propios bebés, Daniela. Ya lo sabes. ¿Por qué iba a preocuparse por el mío?
Daniela no se inmutó. Se encogió de hombros. 
—Buen punto.
Benja comenzó a quejarse en mis brazos. Trataba de llegar a su alimento otra vez. Lo cambié de brazo y Pedro estiró las manos hacia él. —Dámelo. No estará pensando en la leche cuando lo sostenga.
Se lo entregué e inmediatamente se calmó y observó a Pedro. Estaba fascinado con su padre.
—Eres bueno con él. No me sorprende. Has estado jugando al papá desde que tengo memoria —dijo Daniela. Fue lo único agradable que dijo desde que llegó.
—Sólo soy bueno en esto porque he visto a Paula. Me enseñó todo.
A Daniela no le gustó esa respuesta, y no era verdad. 
Él había sido innato desde el primer día. Empecé a discutir cuando Daniela apartó el taburete raspando por el suelo.
 —Sólo quería ver al niño y hacerte saber que estoy mejor. Si quieres verme, estaré en la ciudad por unos días. No estoy de humor para más unión con tu pequeña familia, así que tenlo en cuenta.
Observé cómo salía de la cocina, por el pasillo hacia la puerta, sin decir nada más. Pedro no respondió.
—Y ella sigue siendo una perra —murmuró Pedro.
Giré para mirarlo y fruncía el ceño. 
—Siento que te hablara esa manera —dijo.
—Ignoré todo lo que dijo. Quiere que sea la villana y temo que siempre lo hará. Está bien. No me casé con ella —contesté.
Benja oyó mi voz, y movió la cabeza para mirarme antes de comenzar a llorar. Me quería por mis pechos. Sonreí y extendí las manos para tomarlo. 
— Tendré que alimentarlo, está decidido a comer otra vez. No debe haberse llenado la última vez.
Pedro me lo entregó. —Mierdecilla con suerte.
Le di una patada y comenzó a reír, con esa sonrisa llena que me encanta.
—¿Tienes hambre? —preguntó.
—Sí. Muero de hambre. ¿Puedes hacerme un sándwich? —pregunté antes de caminar hacia la sala de estar para sentarme más cómoda en el sillón.
—Cualquier cosa por ti —respondió.




Fin

3 comentarios:

  1. muy linda la nove me encanto buen final

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  2. Qué lindo final! son unos hermosos papás, y más unidos que nunca! aunque tenía la esperanza q la relación con Daniela cambie cuando lo viera a Benja, pero no! ella y su madre son un desastre!
    Pero lo importante es q él entendió q ellos están primero!
    Hermosa Nove!

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