lunes, 2 de diciembre de 2013

CAPITULO 20




No había mucho que contar. Me encogí de hombros y me acerqué para subir en el lado del conductor una vez que el carro estuvo cargado. 
—Fui a la fiesta porque estoy durmiendo bajo las escaleras de Pedro hasta que tenga el suficiente dinero para mudarme, lo cual puede ser muy pronto. Fue un error. Él no quería que yo apareciera. Eso es todo.
Isa se dejó caer en el asiento a mi lado y cruzó sus piernas. —Eso no es para nada lo que he oído. Jose dijo que Pedro vio a Antonio tocándote y que enloqueció.
—Jose lo malentendió. Créeme. A Pedro no le importa quién me toca. Isa  suspiró. —Es una mierda ser alguien pobre ¿no? Los chicos lindos
nunca nos miran seriamente. Solo somos otra follada más.
¿Realmente así eran las relaciones para ella? ¿Sólo se entregaba y luego la abandonaban? Era demasiado linda para eso. Los chicos de donde yo vengo babearían por ella. Puede que ellos no tengan millones en el banco, pero eran
buenos chicos de buenas familias.
—¿No hay algún chico atractivo que no sea inmensamente rico por allí? La gente que viene aquí no puede ser todo lo que hay para elegir. Seguro que puedes encontrar a un tipo que no te abandone a la mañana siguiente.
Isa frunció el ceño y se encogió de hombros. —No lo sé. Siempre hequerido echarle el lazo a un millonario ¿sabes?, vivir la buena vida. Pero comienzo a creer que no está escrito en mi destino.
Me dirigí hacia el primer hoyo. —Isa, eres hermosa. Te mereces más de lo que estás recibiendo. Comienza a buscar a un hombre en otro lugar. Encuentra uno que no te quiera solo para sexo. Encuentra a uno que te quiera. Solo a ti.
—Diablos, puede que me enamore de ti también —respondió en broma y se rió. Apoyó sus pies en el salpicadero mientras yo me detenía donde estaban los
primeros jugadores de golf de la mañana.
Por ningún lugar vi a ningún chico. Por lo general, no eran madrugadores.
Durante un rato no tendría que preocuparme de cuidar que Isa no tuviera sexo en los arbustos o donde sea que ella lo hiciera durante el trabajo.
Cuatro horas más tarde, cuando llegamos al tercer agujero por tercera vez, reconocí a Antonio y compañía. Isa se enderezó en el asiento y la expresión emocionada de su cara me puso en alerta máxima. Ella era como un pequeño
cachorro esperando a que alguien le lanzara un hueso. Si no me gustara tanto ni siquiera me molestaría en ayudarla para que se quedara en este trabajo. Ser su niñera no estaba en la descripción de mi trabajo.
Antonio frunció el ceño cuando nos detuvimos junto a ellos. —¿Por qué estás conduciendo junto con Isa? —preguntó en el momento en que nos estacionamos.
—Porque me está ayudando a evitar que folle a tus amigos y que te irrite.¿Por qué no vas y le dices a tía Elena? —Hizo un puchero, cruzando sus brazos sobre su generoso pecho. No tenía ninguna duda que todos los chicos a nuestro
alrededor se concentraron en sus grandes tetas.
—Yo no le pedí que hiciera eso. Le pedí que promoviera a Paula, no que la juntara contigo. —Le espetó y sacó su teléfono de su bolsillo. ¿Qué estaba haciendo?
—¿A quién llamas? —preguntó Isa en un tono de pánico mientras se sentaba con la espalda recta.
—Elena —gruñó.
—No, espera —dijimos Isa y yo al mismo tiempo.
—No la llames. Estoy bien. Me gusta Isa. Es una buena compañía —Le aseguré.
Me estudió un momento pero no colgó el teléfono.
—Elena, soy Antonio. He cambiado de opinión. Quiero a Paula los cuatro días de la semana adentro. Puedes usarla para que esté en los campos los viernes y sábados, ya que esos días está más lleno y ella es lo mejor que tienes, pero el resto del tiempo la quiero dentro. —No esperó por una respuesta antes de finalizar la llamada y dejó caer de nuevo el teléfono en el bolsillo de sus almidonados pantalones cortos a cuadros. En cualquier otra persona usar eso se vería de los más ridículo, pero un tipo como Antonio podía lucirlo. El polo blanco que llevaba también estaba impecablemente planchado. No me sorprendería si fuera nuevo.
—La tía Elena se va a poner histérica. Asignó a Isa como mi niñera por las próximas semanas. ¿Quién me va a mantener bajo control ahora? —preguntó ella echándole una mirada sensual a Jose.
—Por favor, hombre, si te gusto siquiera un poco, gira tu cabeza y déjame llevarla a la casa del club solo unos minutos. Por favor. —Rogó Jose mientras disfrutaba la vista que daba Isa estando sentada con sus piernas arriba del
tablero, ligeramente abiertas para que su entrepierna estuviera a la vista. Los pantalones cortos que llevábamos eran demasiados cortos y apretados, dejaban poco a la imaginación en una posición como esa.
—Me importa un demonio lo que hagas. Fóllala si quieres. Pero si papá se entera que una vez más lo hizo tendré que despedirla. Él está muy enojado por las denuncias.
Sabía que Jose no la defendería si ella fuera despedida. La dejaría irse y seguiría adelante. No había amor en su mirada, solo lujuria.
—Isa, no —Le rogué en silencio estando a su lado—. En mi noche libre tú y yo saldremos y encontraremos algún lugar donde haya chicos que sean dignos de tu tiempo. No pierdas tu trabajo por él. —susurré en una voz muy baja que solo Isa podía oírme. Los otros sabían que yo le decía algo, pero no sabían qué.
Isa volvió su mirada hacia mí y juntó sus piernas. —¿En serio? ¿Saldrías conmigo a buscar chicos? ¿En tu territorio?
Asentí y una sonrisa apareció en su rostro. —Es un trato. Iremos a un bar de música country. Espero que tengas tus propias botas. Soy de Alabama, tengo botas,
jeans ajustados y una pistola —Le respondí con un guiño.
Ella se rió a carcajadas y puso sus pies en el suelo. —Bueno, muchachos, ¿Qué quieren tomar? Tenemos que ir a otro hoyo —dijo ella saliendo del carrito y retrocediendo. Yo la seguí y repartimos bebidas y tomamos el dinero.
Jose trató de agarrarle el trasero unas cuantas veces y susurrarle al oído. Al final, ella se dio la vuelta y le sonrió—. Se acabó el ser tu compañera de sexo. Saldré con mi chica este semana para buscar hombres de verdad. Del tipo que no tiene mucho dinero, pero tienen callos en las manos por saber trabajar. Tengo la sensación de que saben cómo hacer que una chica se sienta muy especial.
Tuve que ocultar la risa que brotaba dentro de mi pecho al ver la expresión sorprendida de Jose. Encendí el carro mientras Isa de un salto se sentaba al lado mío.
—Demonios, eso se sintió bien. ¿Dónde has estado toda mi vida? —preguntó ella mientras aplaudía y yo manejaba sonriendo y me despedía de Antonio para dirigirnos hacia el siguiente hoyo.
Seguimos vendiendo durante el resto del camino y después paramos para reabastecernos. No más problemas. Sabía que veríamos a Antonio y a sus amigos de nuevo pero tenía fe en que Isa sería firme. Ella había hablado alegremente de
todo, desde el color de su cabello hasta el último susto de embarazo que habían tenido en la ciudad con un trabajador y un miembro del club.
No le prestaba atención a los miembros del primer hoyo. Conducía y trataba de concentrarme en las charlas sin fin de Isa. El murmuro de mierda de Isa llamó mi atención.
CAPITULO 19








La casa una vez más estaba destrozada cuando desperté la mañana siguiente. Esta vez dejé el desorden y me apresuré para ir a trabajar.
No quería llegar tarde. Necesitaba este trabajo ahora más que nunca.
Mi padre aún no había llamado para ver cómo me encontraba y yo estaba bastante segura que Pedro no había hablado con su madre o mi padre, ya qué él no los había
mencionado. No quería preguntarle por ello porque no quería que su ira hacia mi padre fuera dirigida hacia mí.
Existía una buena probabilidad de que Pedro me dijera que me fuera cuando regresara hoy a casa. No parecía muy contento conmigo cuando salí anoche de mi habitación. Y yo le devolví el beso y lamí su labio. Oh, Dios, ¿en que había estado pensando? En realidad, no pensé en nada. Ese era el problema. Pedro olía demasiado bien y también sabía muy bien. Yo no fui capaz de controlarme. Ahora, había una buena probabilidad de que encontrara mi equipaje en el pórtico cuando volviera a casa. Por lo menos, tenía dinero para quedarme en un motel.
Vestida con mis pantalones cortos y mi polo, subí las escaleras de la oficina hacia la puerta principal. Necesitaba fichar mi entrada y conseguir las llaves para el carrito de bebidas.
Elena ya estaba dentro. Comenzaba a pensar que vivía allí. Estaba aquí cuando me iba y cuando llegaba todos los días. Sin embargo, su pequeña e impetuosa personalidad asustaba. Apenas quieres saludarla y ya está ladrándote
órdenes. Ella tenía el ceño fruncido hacia una chica que había visto antes. Estaba apuntándola con su dedo y casi gritando.
—No puedes acostarte con los miembros del club. Esa es la primera regla.
Tú firmaste los papeles, Isabel; sabes las reglas. El señor Antonio llegó aquí esta mañana haciéndome saber que su padre no estaba contento con este giro de los acontecimientos. Solo tengo tres chicas en los carritos. Si no puedo confiar en que dejes de acostarte con los miembros, entonces tendré que despedirte. Esta es la
última advertencia. ¿Me entiendes?
La chica asintió. —Sí, tía Elena. Lo siento —murmuró. Su largo cabello oscuro estaba recogido en una cola de caballo y su polo azul mostraba unos pechos muy grandes. Luego estaban sus largas piernas bronceadas y su trasero redondo. Y era sobrina de Elena. Interesante.
La mirada enfadada de Elena se desplazó hacia mí y dejó escapar un suspiro de alivio. —Oh, que bien que estés aquí, Paula. Quizás puedas hacer algo con esta sobrina mía. Ella está en periodo de prueba porque al parecer no puede dejar de enredarse con los miembros del club mientras está trabajando. No estamos en un burdel. Somos un club de campo. Será tu compañera durante la próxima semana
para que la vigiles de cerca. Ella debe aprender de ti. El señor Antonio canta alabanzas sobre ti. Está muy contento con el trabajo que estás haciendo y me pidió que te permitiera trabajar en la comedor por lo menos dos días a la semana. Ahora estoy buscando a otra chica para el carrito, así que no puedo darme el lujo de despedir a Isabel —dijo el nombre de su sobrina con un gruñido y la miró nuevamente.
La chica bajó la cabeza avergonzada. Sentí pena por ella. Me aterraba alterar a Elena. No podía imaginarme ser gritada así.
—Sí, señora —Le contesté mientras ella sostenía las llaves del carrito hacia mí. Las tomé y esperé a que Isabel  se acercara a mí.
—Ve con ella ahora, niña. No te quedes aquí haciendo pucheros. Debería llamar a tu papá y decirle lo que estás haciendo, pero no tengo el valor de romper el corazón de mi hermano. Así que ve allí y aprende algunos buenos modales —Elena señaló la puerta y no esperé más tiempo.
Corrí hacia la puerta y bajé las escaleras. Me gustaría ir a buscar el carrito de bebidas para alistarlo y esperar allí a Isabel.
—Oye, espera—Llamó la chica detrás de mí. Me detuve y le devolví la mirada mientras ella corría para alcanzarme—. Lo siento, fue brutal allí. Me gustaría que no hubieras visto ni escuchado eso.
Ella era… agradable. —Está bien—Le contesté.
—Por cierto, me gusta más Isa. No Isabel. Así es como me llama mi papá, así que mi tía Elena también me llama así. Y tú eres la infame Paula Chaves de quien he oído tanto hablar —La sonrisa en su voz me dijo que su comentario no
era malintencionado.
—Lamento que tu tía te haya forzado a estar conmigo —Aparté mis ojos de ella y sus brillantes labios gruesos y rojizos se curvearon en una sonrisa.
—Oh, no hablaba de mi tía. Estaba hablando de los chicos. A Antonio, en especial, le gustas mucho. He oído que anoche causaste un revuelo en la fiesta de
cumpleaños de la perra de Dani. Me hubiera gustado haber visto eso, pero el personal contratado no es invitado para esas cosas.
Cargué el carro mientras Isa se quedaba allí, mirándome. Ella giraba un mechón castaño de su largo cabello alrededor de su dedo y me sonreía. —Tú estabas allí. Cuéntame todo lo que pasó.