sábado, 4 de enero de 2014

CAPITULO 94






Pedro

Sostenía la mano de Paula entre la mía y miraba por encima de su hombro mientras ella hojeaba una revista paternal. Todas las fotografías de pañales y artículos para bebés eran terroríficas. No se lo quería admitir, pero la idea de un bebé estaba empezando a asustarme. 
Los senos grandes, el sexo en medio de la noche y dulces caderas de Paula eran grandes ventajas y era fácil de olvidar exactamente por qué eso estaba sucediendo.
—Paula Chaves —La enfermera llamó su nombre y miré el diamante en su dedo. En dos semanas ese nombre iba a cambiar. 
Estaba listo para ello. No me gustaba que la llamaran Chaves. Ella ya era Paula Alfonso para mi.
—Esos somos nosotros —dijo, sonriéndome antes de ponerse de pie. Muy apenas su barriga se notaba. 
No estaba seguro cómo era que íbamos a poder ver
algo más grande que un chícharo pero Paula me aseguraba que en realidad podríamos ver al bebé. 
Que ya tenía brazos y piernas, tan loco como eso sonara.
No solté su mano mientras nos guiaban a la sala de examen. 
La enfermera me miró varias veces. Más vale que no estuviera a punto de decirme que no iba a poder entrar porque yo iba a estar presente le guste o no. Ya era hora de que viera a mi bebé.
—Aquí —dijo la enfermera, dando un paso atrás e indicándonos que entráramos a la habitación—. Adelante, quítate todo y ponte el vestido. El Doctor Nelson va a tener que hacer un examen vaginal también el día de hoy. Pero primero va a hacer el ultrasonido.
Paula no actuaba como si fuera la gran cosa el hecho de que estaba a punto de desnudarse. La enfermera me miró de nuevo. 
—¿Está bien que éste sí esté aquí?
¿Éste? ¿Qué rayos significaba eso?
Paula sonrió y me miró. —Sí, éste es el padre.
La enfermera se enderezó y me dio una sonrisa enorme y llena de alivio. 
Eso es maravillo. Odiaba la idea de que alguien tan joven como tú que pasara por esto sola.
Paula se sonrojó y se dirigió a una pequeña habitación con una cortina por delante. Una vez que la enfermera se fue me acerqué y entré en lo que parecía ser un pequeño vestidor.
—¿Qué quiso decir con “éste”? —le pregunté.
Se mordió el labio inferior y cerró los ojos con fuerza. 
—¿Tengo que responder a esa pregunta?
—Uh, sí. Especialmente después de ese comentario. 
    —Estaba preparándome para que no me gustara la respuesta.
—Antonio me acompañó a mi última cita. Ellos le dijeron que podía entrar y yo les dije que no, que él sólo era un amigo.
Casi me había olvidado de eso. Sabía por qué ella había tomado un aventón con él. Yo no estaba con ella. 
Pero saber que otro hombre había estado allí con ella
cuando me necesitaba era difícil de digerir. Me di cuenta que su rostro palideció y me incliné para besar sus labios. —Está bien. Debería haber estado aquí. No lo estuve.
Ella asintió con la cabeza. —Lo siento.
—No lo estés. Soy yo quien lo siente.
La puerta de la sala de examen se abrió de nuevo y asomé la cabeza fuera del vestuario.
La enfermera estaba sonriéndome y tirando de una máquina con una pantalla pequeña en ella. 
—¿Está ella casi lista? —La sonrisa divertida en el rostro
de la enfermera era graciosa.
—Ya casi —le dije antes de mirar a Paula quien estaba de un color rojo brillante. No pude evitar reírme—. Cámbiate, sexy. Voy a estar al otro lado.
Paula asintió y salí de detrás de la cortina.
Me acerqué a la mesa y miré a la máquina. 
—¿Así que es de esta forma en que vemos el bebé? —le pregunté preguntándome cómo lo hacían exactamente.
—Sí. Debido a que Paula sólo tiene Medicaid tenemos que usar esto. Esto es todo lo que Medicaid cubre. Tenemos una nueva en 3D que utilizan la mayoría de las mamás y realmente deseo que Medicaid cubriera ésta porque se puede ver al bebé con claridad. Pero no lo hace.
Hice una pausa y miré de la máquina a la enfermera. 
¿Paula tenía Medicaid? ¿Qué rayos? Ni siquiera había pensado en el hecho de que ella necesitaba seguro. Siempre había tenido lo mejor que el dinero podía comprar; eso no era algo sobre qué pensar.
—Quiero la máquina 3D. Voy a pagar lo que sea que cueste ahora mismo, pero quiero lo mejor que este hospital pueda proporcionar.
La enfermera observó mis aretes y luego mi camiseta la cual había visto mejores días. Era una que mi papá me dio después de una de sus giras hace casi cinco años. 
Me gustaba porque me quedaba ajustada y Paula parecía gustarle las camisetas apretadas. 
—Yo…eh…no creo que entiendes cuanto los ultrasonidos
como ese cuestan. Es muy dulce de tu parte querer darle esa experiencia a Paula pero es muy…
—Puedo cubrir todo procedimiento disponible. Te dije que pagaría por él ahora. Quiero el mejor ultrasonido para Paula y mi bebé.
La enfermera comenzó a abrir la boca cuando Paula salió de la habitación llevando un vestido de algodón fino. 
—Por favor, no discutas con él. Va a causar problemas si lo haces. Sólo dame la ecografía 3D.
La enfermera se encogió de hombros. 
—Está bien, si eso quieren, pero va a tener que pagar por adelantado.
Abrí mi billetera y le entregué mi tarjeta de color negro American Express.
Sus ojos se abrieron y asintió con la cabeza antes de salir de la habitación.
—Debo decirte que estaba perfectamente bien con un ultrasonido regular pero eso sería una mentira. 
He visto las fotografías de los ultrasonidos 3D en las
revistas para futuros padres y realmente quería uno.
Paula estaba sonriendo como el niño que estaba a punto de ir a Disney World por primera vez. Diablos, para verla sonreír así compraría la máquina 3D.
—Mi chica y mi bebé van a tener lo mejor. Siempre.
La puerta se abrió otra vez y la enfermera entró mirándome como si estuviera soñando. Me entregó mi tarjeta. La tomé y la metí de nuevo en mi billetera.
—¿Eres el hijo de Luca Alfonso? —preguntó, por fin.
—Sí. Ahora vamos a ver a mi bebé —respondí.
La mujer asintió entusiasmadamente y se volvió para ver a Paula. —La máquina 3D está en una habitación especial. ¿Estás cómoda caminando a través del pasillo en eso?
—¿Alguien va a verla? —le pregunté poniéndome enfrente de Paula,porque yo no estaba cómodo con eso.
La enfermera abrió la puertita de un gabinete y tiró de una manta. —Toma, envuélveme esto alrededor de ella.
La envolví hasta que estuvo completamente cubierta. 
Paula presionó sus labios tratando de no sonreír. Le guiñé un ojo y le di un beso en la nariz.
Caminamos por un largo pasillo donde pasamos a otra pareja y al doctor de Paula,quien preguntó por qué estábamos cambiando de habitación. 
La enfermera rápidamente le dijo que yo había pagado por el ultrasonido 3D y el doctor parecía muy complacido mientras nos siguió a la habitación.
Paula se acostó en una mesa y comenzaron a prepararla mientras yo me senté a esperar pacientemente. Una vez que tuvieron su estómago descubierto, la enfermera puso un poco de gel transparente en él y luego se volvió hacia mí.
—¿Quieren saber el sexo del bebé?
—Pregúntale a la madre —le respondí, molesto porque me preguntó a mí en lugar de Paula.
—Me gustaría saberlo —dijo Paula, mirándome.
—Yo también —dije.
Luego el doctor comenzó a mover algo sobre el estómago de Paula y un ruido de latidos pequeños llenó la habitación. Era más rápido de lo normal. 
—¿Es ese el latido de mi bebé? —pregunté, poniéndome de pie porque estar sentado ya era imposible. Mi corazón latía tan fuerte como el de la pantalla.
—Sí, lo es —respondió el médico—. Y allí…allí esta él —dijo.
Me quedé mirando la pantalla mientras una pequeña vida comenzó a tomar forma.
—¿Él? —preguntó Paula.
—Sí, es definitivamente un niño —dijo el doctor.
Extendí mi mano y tomé la de Paula, incapaz de apartar los ojos de la pantalla. Ese era nuestro bebé. Iba a tener un hijo. Joder…Estaba a punto de llorar.


CAPITULO 93







Paula

Necesito estar dentro de ti —susurró Pedro en mi oído mientras besaba a lo largo de mi mandíbula y deslizaba sus manos debajo de mi camiseta de tirantes.
—Bien —le contesté, tratando de alcanzar su camisa y tirando de ella por encima de su cabeza. Él se rió y levantó las manos para que me fuera más fácil,después me quité la parte de arriba también.
—Maldita sea, han crecido desde que me fui —murmuró, ahuecando cada uno de mis pechos en sus manos—. ¿Hay... leche en ellos ya? —preguntó.
—No —me reí.
—Estoy tratando muy duro de no ser un hombre sobre esto, pero no puedo evitarlo. Estoy jodidamente emocionado al respecto —admitió ante mirándome a través de sus pestañas mientras ponía un pezón en su boca.
—Oh —gemí y agarré su cabeza para mantenerlo allí. De alguna manera, se habían puesto aún más sensibles. 
Con cada tirón de su boca, mi clítoris palpitaba.
Era como si hubiera una línea directa entre ambos.
—Quitemos esas bragas —dijo Pedro con la boca llena mientras tiraba de mis bragas. 
Me relajé y las deslicé hacia abajo con su ayuda. Él dejó de chupar un pezón sólo para ir al otro.
—Mierda —gruñó, deslizando un dedo dentro de mí—. Estás mojada.Siempre tan húmeda y lista.
Alcancé su hebilla y comencé a desabrochar sus vaqueros. Yo quería que estuviera desnudo también.
—Todavía no —dijo, moviéndome de su regazo, y recostándome en el sofá—. 
Necesito probarte.Lo observé mientras empujaba mis piernas y bajaba la cabeza para lamer justo a través del centro de mis pliegues.
—¡Oh Dios! ¡Pedro! —grité, levantando mis caderas para estar más cerca de su boca. La barra se deslizó sobre mi clítoris mientras él lo tiraba contra mi yema hinchada, una y otra vez. Me volvía loca.
—Me encanta cuando te retuerces —dijo con una sonrisa maliciosa. 
A mí me encantaba cuando él me hacía retorcer.
Su dedo se deslizó en mi calor mientras él continuaba la tortura en mi clítoris con el piercing de su lengua. 
Ese hombre sexy y salvaje era mío. 
Era difícil de entender a veces, pero yo estaba tan contenta de haberme presentado en su puerta hacía cuatro meses.
Se puso de pie y empujó sus pantalones y calzoncillos boxer hasta salir de ellos. Me miró a los ojos. Era hermoso. Dejé que mis ojos recorrieran su cuerpo.
Nada podía hacerlo más perfecto. Excepto... 
—¿Pedro?
—¿Sí?
—¿Podrías perforar tus pezones? —le pregunté, sorprendiéndome a mí misma por el pedido.
Pedro rió mientras volvía sobre mí. —Ahora quieres mis pezones perforados,¿cierto?
Asentí con la cabeza, deslicé las manos por su pecho y corrí mis pulgares sobre sus pezones. —Me gustan tus otros piercings.
Besó mi cuello y pasó la mano por mi pierna hasta que enganchó su brazo por debajo de la rodilla y tiró de ella. 
—¿Vas a besarlos y hacer que se sientan mejor? Porque estoy pensando que va a doler como la mierda.
—Te prometo que haré que se sientan muy bien. —Sonreí.
—Todo lo que quieras, bebé. Eso sí, no me pidas que perfore nada al sur de mi cintura.
Levanté las cejas. Yo no había pensado en eso. 
Antes de que pudiera decir nada más, Pedro estaba empujando dentro de mí, y todos los otros pensamientos se
alejaron. 
Me estaba llenando y estirando, y todo fue perfecto en el mundo otra vez.
—¡Mierda! ¿Cómo llegaste a estar tan apretada? —jadeó Pedro por encima de mí, mientras sus brazos temblaban teniendo mi espalda.
Tiré mi cabeza hacia atrás y levanté las caderas. Era mejor. No había pensado que eso podría mejorar. 
—Es más sensible —logré decir con un grito ahogado.
—¿Te duele? —preguntó, tirando hacia atrás. Me agarró el culo y me sostuvo.
—¡NO! Es bueno. Es muy bueno. Más duro, Pedro. Por favor. Se siente increíble.
Pedro gimió y se terminó de hundir en mi interior. 
—No voy a durar mucho tiempo. Estás muy apretada. Me voy a venir. —Él dejó de moverse, y poco a poco se echó hacia atrás. Yo estaba tan cerca. No quería que fuera más despacio. 
La sensación que cada embestida enviaba a través de mí era increíble. Necesitaba más de él. 
Lo empujé hacia atrás con toda la fuerza que tenía. Se sentó, mirándome mientras yo rápidamente me subía sobre él y me dejaba caer duro y rápido.
—¡Santa MIERDA! —gritó agarrando puñados de mi cabello.
Me moví hacia arriba y hacia abajo en él, mientras mi cuerpo se encontraba cada más cercano al éxtasis.
—Bebé, me voy a venir, ¡ARRRRGGGGHHHH!  gritó Pedro
Entonces, agarró mi cara y me besó con una fiereza que me envió al borde con él. Gritando en su boca, fui golpeada con la liberación mientras él me abrazaba con fuerza, saboreando y chupando mi lengua en su boca. Me dejé caer sobre él y me abracé a su cuerpo. 
Nos quedamos allí, jadeando en silencio. Mi vagina se mantenía contraída como si mi cuerpo estuviera experimentando réplicas. Cada vez que lo hacía, Pedro gemía.
Cuando estuve segura de poder hablar de nuevo, incliné mi cabeza hacia atrás y lo miré. 
—¿Qué acaba de pasar? —pregunté.
Él se rió y negó con la cabeza. —No lo sé. Sólo sacaste el jodido el infierno fuera de mí. Te lo juro, ese va directo al libro, bebé. No creía que podría ser mejor y acabas de demostrarme que estaba equivocado. Santo infierno, eres salvaje.
Enterré mi cara en su pecho y me eché a reír con él. Yo había estado un poco fuera de control.
—Más vale que esto no sea una cosa de las embarazadas, o tu pequeño culo caliente va a vivir embarazado durante los próximos treinta años.