viernes, 3 de enero de 2014

CAPITULO 92





Pedro

La casa estaba a oscuras y en silencio cuando abrí la puerta y entré.
¿Paula habría apagado todas las luces si estuviera aquí sola? Había estado tan concentrado en llegar a casa con ella después de hablar con Daniela, que no había considerado el hecho de que podría haberme dejado. 
¿Me había dejado?
Me volví y subí de a dos escalones a la vez. Una vez que llegué al escalón más alto, empecé a correr. 
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho. No podía
haber desaparecido. Le dije que la amaba. Le había dicho que iba a venir a casa.
Tenía que estar aquí. Tenía que contarle todo. Tenía que decirle que las cosas serían diferentes. Decirle que me recordaba a su madre. 
Que me acordaba de sus panqueques de Mickey Mouse. Tenía que decirle que iba a ser el hombre que necesitaba. Iba a ser el mejor padre que el maldito mundo había conocido.
Tiré de la puerta que conducía a mi habitación y me precipité por las escaleras, necesitando verla. 
Dios, deja que esté allí. Por favor, que esté allí.
La cama estaba vacía. No. ¡NO! Recorrí la habitación en busca de sus cosas.
Algo que me dijera que no me había abandonado. No podía haberse ido. La perseguiría. Me pondría de rodillas y me arrastraría. Sería su maldita sombra hasta
que cediera y me perdonara.
—¿Pedro? —Su voz quebró el silencio y el martilleo en mi cabeza. Me di la vuelta para verla sentada en el sofá. 
Su pelo era una maraña y su rostro soñoliento
era perfecto.
—Estás aquí. —Me caí de rodillas ante ella y dejé caer mi cabeza en su regazo. Estaba allí. 
No me había abandonado.
Sus manos tocaron mi cabeza mientras pasaba las manos por mi cabello. — Sí, estoy aquí —respondió con voz insegura. 
La estaba asustando pero sólo necesitaba un minuto para asegurarme de que no me había dejado. Que no había
arruinado esto por completo. No quería ser como su padre. El hombre perdido y vacío que había visto ayer no era quien siempre quise ser. 
Y sabía que lo sería sin Paula a mi lado—. ¿Estás bien? —preguntó.
Asentí, pero mantuve mi cabeza en su regazo. Continuó tratando de calmarme, acariciándome suavemente. 
Cuando estuve seguro de poder hablar sin romperme completamente, levanté la cabeza para mirarla.
—Te amo. —La forma en que lo dije fue tan feroz que casi sonaba como si estuviera maldiciendo.
Una sonrisa triste y pequeña tiró de sus labios. 
—Lo sé y no pasa nada.
Entiendo. No voy a hacerte elegir. Sólo quiero que seas feliz. Te mereces ser feliz. He tenido mucho tiempo para pensar en ello y voy a estar bien. No tienes que preocuparte por mí. Soy fuerte.Puedo hacer esto por mi cuenta.
No estaba siguiendo lo que decía. ¿Qué hacía por su cuenta? 
—¿Qué? —pregunté, repitiendo sus palabras en mi cabeza.
—Hablé con mi papá hoy. Lo sé todo. Es difícil de comprender, pero todo tiene más sentido ahora.
¿Miguel había venido aquí? Vino y le contó todo. Ella sabía... pero lo que decía todavía no tenía sentido.
—Bebé, tal vez es porque no he dormido mucho en los últimos ocho días, o porque estoy tan aliviado de que estés aquí, pero no entiendo lo que estás tratando de decirme.
Una lágrima brillaba en sus ojos. Me levanté de un salto y tiré de ella en mi regazo. No quería hacerla llorar. Pensé que esto era una cosa feliz. 
Ella sabía la verdad, siempre la había sabido, su mamá era tan pura y sincera como creía. 
Yo estaba en casa y listo para ser todo lo que se merecía en su vida. Moriría para hacerla feliz.
—Te amo, y porque te amo te estoy dejando ir. Quiero que hagas de tu vida lo que quieres. No quiero ser una cadena alrededor de tu pierna.
—¿Qué acabas de decir? —pregunté cuando las palabras “dejarme ir” se hundieron en mí. Como el infierno que me dejaría ir.
—Ya me oíste, Pedro. 
No hagas esto más difícil de lo que es —susurró.
La miré con incredulidad. Ella realmente quería decir lo que decía. La había dejado aquí, pensando todo tipo de cosas mientras me sentaba en el hospital con Daniela. Debería haber llamado, pero no lo hice. Por supuesto, estaba confundida.
—Escúchame, Paula. Si tratas de ir a ninguna parte, voy a perseguirte. Voy a ser tu sombra. No voy a dejarte fuera de mi vista, porque no puedo vivir sin ti.
Cometí tantos malditos errores que no quiero ni contarlos, pero voy a empezar a hacer las cosas bien de aquí en adelante. Te juro que esto no volverá a suceder.
Ahora sé que aquí es donde se supone que debo estar. No más mentiras. Sólo nosotros.
Sollozó y enterró su cabeza en mi hombro. La tiré con más fuerza contra mí.
—Lo digo en serio. Te necesito. No me puedes dejar.
—Pero no encajo. Tu familia me odia. Puedo hacerte la vida difícil.
Ahí es donde se equivocaba. —No. Tú eres mi familia. Mi madre nunca ha sido mi familia. Nunca ha tratado de serlo. Mi hermana no podía venir, pero sí me dijo que te preguntara si podía ser capaz de ser parte de la vida de su sobrina o sobrino. Así que lo está intentando. Y en cuanto a hacer mi vida más difícil, tú, Paula Chaves, haces mi vida completa.
La boca de Paula cubrió la mía mientras agarraba puñados de mi camisa. Su lengua se deslizó en mi boca y la saboreó. La había extrañado tanto. Cómo pude haber pensado por un minuto que podía sobrevivir sin esto... Sin ella, no lo sé.

CAPITULO 91






Paula


No había estado durmiendo por mucho rato cuando mi teléfono sonó. Era media noche y sólo unas pocas personas tenían mi número. Mi estómago se anudaba mientras alcanzaba mi teléfono.
—Hola —dije casi asustada, temiendo lo qué había llamado para decirme.
—Hola, soy yo. —Su voz sonaba como que había estado llorando. Oh Dios… por favor no dejes que Daniela esté muerta.
—¿Ella está bien? —pregunté, esperando que esta vez Dios realmente haya oído mi plegaria.
—Está despierta. Está un poquito desorientada pero me reconoció cuando abrió sus ojos, así que su memoria está bien.
—Oh gracias a Dios. —Me senté sobre la cama y decidí que necesitaba intentar esa cosa de rezar un poco más a menudo.
—Lo siento, Paula. De verdad lo siento. —Su voz estaba ronca. Podía oír el dolor atado en sus palabras y no tenía que preguntar qué quería decir. Había llegado el momento. Simplemente no podía decirlo.
—Está bien. Sólo cuida a Dani. En serio me alegro de que esté bien Pedro.Tal vez puede que no me creas eso pero he estado rezando. Quería que estuviese bien.—Necesitaba que me creyera.
Aún si no hubo amor perdido entre Daniela y yo, ella era importante para él.
—Gracias —dijo—. Ya voy para la casa. Estaré allí a más tardar mañana por la noche.
No estaba segura si eso significaba que él quería que me fuera para entonces o si nos despediríamos en persona. Escapar sería mucho más fácil. No tener que enfrentarlo. 
Ya dolía suficiente por el teléfono. Ver su rostro iba ser muy difícil,pero no podía dejar que me destruyera. Tenía que pensar en nuestro bebé. Esto ya no era sólo sobre mí.
—Hasta entonces —respondí.
—Te amo. —Oír las palabras me lastimaba más que cualquier otra cosa.
Quería creer que lo hacía, pero no era suficiente. El amor que podría sentir por mí no era suficiente.
—También te amo —respondí y colgué el teléfono antes de hacerme un ovillo y llorar hasta quedarme dormida.

***

El timbre de la puerta sonó justo mientras salía de la ducha. Agarré la ropa que me había preparado para ponerme y rápidamente me vestí antes de envolver mi cabello en una toalla y bajar a toda prisa las escaleras.
Cuando abrí la puerta y vi a mi padre parado allí, no estaba segura de qué pensar. ¿Lo había enviado Pedro para deshacerse de mí? No. Pedro no haría eso.
Pero ¿por qué estaba aquí?
—Hola, Paula. Yo, uh, vengo para hablar contigo. —Se veía como si no hubiese dormido en días y su ropa se encontraba toda arrugada. Al ver a la hija que amaba en el hospital debía haber sido duro para él. Rechacé esa amargura. No iba a pensar eso. Era el papá de Daniela también. Al menos, él estaba allí para ella ahora aún si había jodido la primera parte de su vida.
—¿Sobre qué? —pregunté, sin moverme para dejarlo entrar. No estaba segura si había algo que tenía que decir que yo quisiera escuchar.
—Es sobre Daniela… y tú.Sacudí mi cabeza. —No me importa. No estoy de humor para escuchar cualquier cosa que tengas que decir. Tu hija despertó. Me alegra que no haya muerto. —Empecé a cerrar la puerta.
Daniela no es mi hija —dijo las únicas palabras que me habrían detenido de cerrar la puerta de un portazo en su cara. 
Dejé que sus palabras penetraran mientras lentamente abría la puerta de nuevo. ¿Qué quiso decir con que Daniela no
era su hija?
Sólo lo miré fijamente. Esto no tenía sentido.
—Necesito decirte la verdad. Pedro va a decírselo a Daniela cuando esté preparada. Pero quería ser quien te lo dijera.
¿Qué sabía Pedro? ¿Había estado mintiéndome? No estaba segura de que pudiera respirar. 
—¿Pedro? —pregunté, retrocediendo en caso de que no pudiera respirar profundamente y me desmayara. Necesitaba sentarme.
—Le conté todo a Pedro ayer. Había sido informado de la misma mentira que tú, pero ahora sabe la verdad.
La verdad. ¿Cuál era la verdad? ¿Había una verdad o mi existencia entera era una mentira? Me senté en las escaleras y miré al hombre que pensé que era mi
padre mientras entraba y cerraba la puerta tras él.
—Siempre he sabido que Daniela no era mi hija. Lo que es más importante, tu madre sabía que Daniela no era mi hija. Tienes razón, tu madre nunca me hubiera permitido dejar a mi novia embarazada y huir con ella. Por nada del mundo. Casi no me dejó abandonar a mi ex novia ,quien estaba embarazada de otro miembro de los chicos de Slacker Demon porque le preocupaba lo que pasaría con Pedro. 
Su corazón era simplemente tan grande como sabes que era. 
Nada de lo que sabías era una mentira, Paula. Nada. El mundo que conocías no era una mentira.
—No entiendo. Sé que mi mamá no estaba involucrada en nada de esto. Eso nunca fue un interrogante en mi mente. Pero no comprendo. 
Si no eres el papá de Dani, ¿por qué nos abandonaste por ellas?
—Conocí a tu mamá al tiempo que trataba de ayudar a mi ex novia a lidiar con su último problema. Tu mamá también había venido para ayudar a su amiga.
Ambos nos preocupamos por Georgina. Nos había necesitado y tratamos de ayudarla. Pero mientras ella estaba de fiesta y actuando como si no tuviera un niño
pequeño en casa para cuidar y un embarazo que ignoraba, me enamoré de tu madre. 
Ella era todo lodo lo que Georgiana no era. La adoraba, y por cualquier razón, se enamoró de mí. Cuando nos marchamos, Luca había venido para llevarse a Pedro 
y Mateo, el vocalista de Slaker Demon y el verdadero padre de Daniela,habían intervenido para ofrecer su ayuda. Georgiana se enteró sobre Alejandra y yo.
Nos envió a hacer las maletas y con gusto nos fuimos. 
Tu madre se preocupaba por Pedro y llamó a Luca para que viera cómo estaba durante un tiempo.
—¿Mamá conocía a Pedro? Imaginar a mi mamá cuidando de Pedro como un pequeño niño atascado con dos padres jodidos hizo que se me llenaran los ojos de lágrimas. 
Él había conocido cuan maravillosa era mi madre antes aún si no lo recordaba.
—Sí.La prefería a ella que a Georgiana y eso tampoco se acomodó bien con Georgina. Cuando Georgiana recuperó de nuevo a Pedro, se rehusó a dejar que tu madre viera cómo estaba. 
Tu madre lloró durante semanas preocupándose por el pequeño niño que había llegado a amar. Pero esa
era tu mamá. Siempre preocupándose demasiado. 
Su corazón era más grande que el de cualquiera que jamás haya conocido… hasta ti. Eres como ella, cielo.
Levanté mis manos para detenerlo. No nos uniría esto. 
No lloraba porque sabía que mi madre era inocente de las mentiras que había escuchando antes.
Estaba llorando porque ella había querido a Pedro antes también, su niñez entera había sido solitaria.
—Casi he terminado. Déjame terminar, luego me iré y nunca me veras de nuevo. Lo juro.
Él sabía que también me iba. Que esta cosa con Pedro y yo había terminado.
El dolor agudo en mi pecho era casi demasiado.
—La muerte de Vale fue mi culpa. Pasé esa luz roja. 
No había estado prestando atención y perdí una de mis niñas ese día. Pero te perdí a ti y a tu madre también. Fueron heridas demasiado y fue todo mi culpa. 
No fui lo suficientemente hombre para quedarme y soportar verlas a las dos en tanto dolor. Así que huí. Dejé
que te encargaras de Ale cuando debí haber sido yo pero era demasiado débil.
No podía soportar la idea de ver a mi Ale enferma. Me acabaría. Me emborraché hasta quedar inconsciente. 
Era la única manera de permanecer insensible. Luego
llamaste y dijiste que había muerto. Mi Ale no estaba más en esta tierra. Iba a decirle a Dani la verdad sobre su padre e iba a marcharme. 
No estaba seguro de a donde iría pero no me importaba si vivía o moría.
Entonces llamaste y me necesitaste. No era ni siquiera un hombre. Era despreciable. Pero no podía defraudarte. Ya te había hecho sufrir tanto sola. Te envié hacia Pedro. 
No era exactamente el tipo de chico que un hombre quiere
alrededor de su hija pero sabía que vería en ti lo que vi en Ale. Un sustento. Una razón para vivir. Una razón para luchar. Una razón para cambiar. Él era fuerte.
Podía protegerte y sabía que si lo presionaba lo haría.
Todo esto era demasiado. No podía hacer que tuviera sentido. ¿Me había enviado hacia Pedro? 
¿El chico que adoraba a su hermana que me odiaba y me
culpaba por todo lo malo en su vida?
—Él me odia —le dije—. Odiaba lo que yo era.
La sonrisa de mi padre era triste. —Sí, odiaba a quien pensaba que eras, pero luego te conoció. 
Estaba a tu alrededor y eso fue todo lo que se necesitó. Eres excepcional, Paula. Justo como lo era tu madre. 
No hay muchas personas en este mundo tan fuerte como lo eres tú. Tan llena de amor y dispuesta a perdonar.
Siempre envidiaste la forma en que Vale podía cautivar una habitación. Pensaste que ella tenía lo mejor de las dos. Pero lo qué Vale sabía y lo qué yo sabía era qué éramos afortunados porque teníamos a personas como tú y tu madre en nuestras vidas. Vale te adoraba. Vio que tú eras quien tenía el espíritu de tu madre. 
Nosotros estábamos asombrados con las dos. Aún lo estoy y aunque todo lo que he hecho es lastimarte desde el día que perdimos a tu hermana, te he amado. Siempre lo haré.
Eres mi pequeña niña. Mereces lo mejor en este mundo y no soy lo mejor. Voy a irme y jamás voy a molestarte otra vez. Necesito vivir por el resto de esta vida solo.
Recordando lo que alguna vez tuve.
El dolor en sus ojos destrozaba mi alma. Tenía razón. Nos había abandonado a mí y a mamá cuando más lo necesitábamos. Pero tal vez nosotras lo habíamos abandonado también. No habíamos ido detrás de él. Sólo lo habíamos dejado irse. El día que perdimos a Valeria había marcado todas nuestras vidas.
Mamá y Vale se habían ido ahora y nosotros nunca podríamos recuperarlas. Pero estábamos aquí. 
No quería vivir el resto de mi vida sabiendo que mi padre se
encontraba ahí afuera en algún lugar solo. Mi mamá no querría eso. Nunca quiso que estuviera solo. Lo amó hasta que inhaló su última respiración. Vale no querría
eso. Había sido una niña de papi.
Me puse de pie y di un paso hacia él. Las lágrimas contenidas en sus ojos comenzaron a correr lentamente por su rostro. Era una sombra del hombre que una vez fue pero era mi papá. Un sollozo corrió por mi pecho y me lancé en sus brazos. Cuando me envolvieron y me sostuvieron firmemente dejé en libertad todo el dolor. Lloré por la vida que habíamos perdido. 
Lloré por él porque no era lo suficientemente fuerte 
y lloré por mí porque era el momento.