martes, 21 de enero de 2014

CAPITULO 132



Paula

Necesitaba salir de la casa. Pedro no quería llevar a Benja a ningún lugar y como yo era su fuente de alimento, entonces no podíamos estar tanto tiempo separados. Todavía se negaba a tomar del biberón. Había tratado de bombear la leche y alimentarlo, pero no estaba funcionando. 
Él sólo me quería a mí. Lo que era dulce, pero su padre era tan sobreprotector que se enojaba si la gente se acercaba y quería sostenerlo.
Estaba preocupada de que en el momento en el que mis seis semanas se terminaran y estuviera bien que tuviéramos sexo otra vez, él no fuera capaz de soportarlo. Tenía que hacer algo para llegar al límite o iba a explotar.
La primera semana fue fácil quedarse en casa. Estaba cansada y Benja no dormía mucho por la noche, así que no era físicamente capaz de salir durante el día. 
Me había sentido mal por no ir al funeral del señor Kerrington. Amigo era mi amigo y yo odiaba que hubiera perdió a su padre de forma tan inesperada. 
Pedro me aseguró que Antonio estaría bien después de que me puse a llorar cuando me enteré de la noticia. Yo no conocía al señor Kerrington, así que mi única excusa
para llorar era que estaba teniendo problemas hormonales llamados melancolía de la maternidad. O al menos eso es lo que mi médico me dijo.
La necesidad incontrolable de llorar se fue el día en que fui capaz de abrochar mis vaqueros pre-bebé sin ningún problema. 
Había entrado al cuarto de Benja y lo había arrullado durante una hora mientras dormía, que era algo que su
pediatra me había dicho que no hiciera. Lo iba a malcriar. Era tan difícil a veces.
Quería recordar estos días. Él estaría corriendo alrededor de la casa muy pronto.
Cuando Benja tenía un mes puse mi pie en el suelo y le dije a Pedro que era hora de que fuéramos a algún lugar con él. Pedro acordó que tenía que superarlo, pasamos más de una hora juntando todos sus suministros sólo para ir a cenar al club. En el momento en que llegamos a casa estaba tan cansada que pensé que tal vez no iba a funcionar. Podríamos quedarnos en casa hasta que fuera destetado.
Entonces con ese pensamiento rápidamente me eché a llorar porque era una madre horrible.
Pedro tomó a Benja y lo puso en la cama mientras yo iba a tomar una ducha.
Tenía el sueño atrasado. Tenía que dejar de amamantar a Benja en la noche al igual que su pediatra sugirió, pero había sido débil y seguía haciéndolo. Tenía que detener esto.
Salí de la ducha y me paré frente al espejo. Mis caderas eran más anchas ahora. Estaba segura de que siempre sería así. Había estado utilizando toda mi ropa de antes del embarazo pero no me veía como solía. Mi cuerpo ahora era un cuerpo madre.
—Demonios. He estado tratando de no mirarte desnuda porque estoy esforzándome para no recurrir a tomar el asunto en mis propias manos, pero joder... eres hermosa.
Oír el deseo en su voz hizo maravillas en mi autoestima. Quería sentirme atractiva de nuevo. Quería tener sexo de nuevo. Teníamos dos semanas más hasta la cita con el doctor. No estaba segura de poder durar tanto tiempo.
Me di la vuelta y caminé hacia él. El sexo podría estar fuera de los límites, pero asegurar que mi hombre fuera feliz no lo estaba. Me apoyé en la punta de mis pies y presioné mis labios a los suyos y luego mordí su labio inferior. 
Estaba cansada de ser dulce y romántica. Quería ser mala.
Tiré de su camisa y besé su pecho sonriendo para mis adentros mientras su respiración se detenía y tomaba un mechón de mi cabello. Le desabroché los vaqueros y los empujé hacia abajo, alrededor de sus tobillos, junto con sus bóxers.
Su erección se levantó con orgullo y mi boca se hizo agua. Él era tan hermoso.
Incluso esta parte de él lo era. Pasando una mano alrededor de la base de su pene, me deslicé la punta en la boca y presioné hasta que la cabeza golpeó la parte posterior de mi garganta.
—Santa jodida mierda, Paula —gimió, cayendo contra el marco por apoyo.
Enterró sus dos manos en mi pelo y me mantuvo allí. Me aparté dejando su polla libre de mi boca con un sonido pop y luego tenté su cabeza con la lengua. 
Sus maldiciones y gemidos sólo me excitaron más.
—Chúpalo, Dios, por favor, nena, chúpalo profundamente otra vez — suplicó, empujando mi cabeza hacia abajo sobre él hasta que la punta una vez más se deslizó en mi garganta. Me atraganté y disfruté del gemido de placer que salió de Pedro. Estaba disfrutando escuchándome engullirlo. Me estaba excitando a mí misma.
Dejé caer mi mano para deslizarla entre mis piernas y dejar controlar a Pedro cuánto de su polla entraba en mi boca con su agarre en mi cabello. —Joder, ¿te estás tocando a ti misma? —preguntó, jadeando mientras se retiraba de mi boca.
Saqué la lengua y la dejé deslizarse por su cabeza antes de asentir. Entonces abrí la boca y lo miré fijamente mientras la dirigía de nuevo adentro. —Yo quiero jugar con ese coño —gruñó Pedro—. No te corras.
Estaba muy cerca de venirme, así que no estaba segura de que pudiera prometer eso. Él comenzó a moverse dentro y fuera de mi boca más rápido. Su respiración se aceleró y su maldecir empeoró. Estaba a punto de explotar.
—Necesito correrme —dijo, tirando de mi boca. 
Me agarré de la parte posterior de sus muslos y lo mantuve allí dentro—. Paula, nena, voy a venirme jodidamente en tu boca si no me dejas ir.
Aspiré con fuerza sobre él y lo bombeé dentro y fuera de mi boca. Lo sentí apretarse en contra de mi lengua y sus dos manos agarraron la parte posterior de mi cabeza. Oí el rugido construyéndose dentro de él justo antes de que la primera ráfaga caliente golpeara la parte trasera de mi garganta.
—Mierda, nena. Chúpalo, tómalo... sí, tómalo... hijo de puta eso es increíble — cantaba mientras su cuerpo se contraía bajo mis manos y mi boca.
Mis muslos estaban empapados de mi excitación. Empecé a deslizar una mano por allí cuando Pedro sacó su pene, me recogió y me llevó a la cama, tirándome hacia abajo. Sabía que no se suponía que tuviéramos sexo todavía, pero
ahora mismo no me importaba. Me sentía curada allí abajo. Nada se sentía diferente.
Pedro empujó mis piernas y luego su cabeza bajó, su lengua salió a lamer la humedad en el interior de mis muslos. Yo temblaba mientras se acercaba a mi calor. 
—Voy a comerme este dulce coño hasta que estés pidiendo que me detenga —amenazó justo antes de deslizar la lengua entre mis pliegues y luego movió su piercing por encima de mi clítoris. Me encantaba la forma en que lo hacía. Había pasado un tiempo. Agarré su cabello y lo sostuve sobre mi clítoris. Él se rió y la vibración me hizo gritar de placer.
—Mi codiciosa niña —murmuró presionando besos cerca de mi entrada, antes de deslizar su lengua dentro de mí y frotar mi clítoris con la yema de su pulgar. Mi primer orgasmo me golpeó duro y tiré de su cabello, lo que hizo que gruñera hambriento y siguiera lamiéndome.
—Quiero más —susurró, sonriéndome con malicia. Mis piernas se sentían como fideos mientras las dejaba caer abiertas—. Así es. Abre —me elogió. Dios, haría cualquier cosa que este hombre quisiera.
En mi estado relajado y satisfecho, su pulgar se deslizó dentro y fuera de mí.
Luego lo dejó correr hacia atrás hasta que encontró otro agujero. Uno que no estaba segura de querer que tocara.
—No te tenses. No voy a hacerte daño. Sólo quiero hacerte sentir bien — prometió. Me relajé, confiando en él mientras deslizaba la punta de su dedo en mi interior, mientras que se burlaba de mi clítoris con la lengua. 
Me sorprendí a mí misma empujando hacia el pulgar tratando de tenerlo más profundo y Pedro gimió en señal de aprobación mientras seguía trabajando con el pulgar dentro y fuera de mi culo mientras me hacia el amor con la lengua.
Hubo un nuevo tipo de orgasmo construyéndose. No lo entendía, pero era más fuerte. Lo quería. 
Pedro, necesito… —rogué, no estaba segura de lo que
necesitaba.
Deslizó el pulgar de nuevo en mi calor húmedo, luego lo llevó hacia atrás para meterlo en el agujero apretado que me estaba volviendo loca. —Sé lo que necesitas, dulce Pau, y te lo voy a dar —dijo antes que lamer mi clítoris, volviendo al pequeño agujero con el que estaba tan decidido a jugar. 
Su lengua lo rodeó antes de volver a mi clítoris y tirando de él en su boca mientras deslizaba el pulgar dentro de mí.
Exploté. Fuegos artificiales aparecieron en mi interior y grité el nombre de Pedro una y otra vez mientras mi cuerpo convulsionaba debido al placer puro que corría a través de mí. Nunca había sentido nada igual. No había palabras para describirlo.
Cuando por fin regresé a la Tierra y logré abrir los ojos, Pedro se estaba arrastrando encima de mi cuerpo, acostándose a mi lado, y apretándome contra él.
—Necesito follarte, Paula. Lo necesito tan condenadamente mal —susurró.
Lo quería dentro de mí. No estaba segura de sí lo quería dentro de mí... ahí atrás. Su pulgar era mucho más pequeño que su polla.
—Quiero entrar en tu coño, nena. Deja de preocuparte por lo otro. Eso fue sólo para ti. Sabía que te ibas a sentir bien —me aseguró, y luego nos arropó a ambos con la colcha y rápidamente me quedé dormida contra su cuerpo caliente.

CAPITULO 131





Pedro

El era perfecto. Conté los diez dedos de sus pies y manos, mientras que Paula besaba cada uno. También era tan condenadamente pequeño. No me había dado cuenta de lo pequeños que eran los bebés.
—Tenemos que decidir el nombre ahora —dijo Paula, mirándome después de que finalmente se las arregló para sostener a nuestro hijo con cuidado.
Habíamos lanzado varias ideas en torno a los últimos tres meses, pero nada había parecido bien. Paula había dicho que era difícil nombrar a alguien que nunca habías visto por lo que accedimos a esperar hasta que él naciera para nombrarlo.
—Lo sé. Ahora que lo vimos, tenemos que darle un nombre. ¿En qué piensas? —pregunté, rezándole a Dios que ella no sugiriera Luca Horacio otra vez. Amaba a mi padre, pero no iba a nombrar a mi hijo como él.
—Creo que luce como a Joaquin —dijo, sonriéndole. Yo no era un fan de ese nombre.
—¿Aún estas en contra de Alfonso? —Pregunté.
Sonrió. —Quiero poner Alfonso en su nombre, pero si lo nombramos Alfonso, no podremos hacerlo. Alfonso Alfonso suena tonto.

—¿Qué tal Benjamin? ¿Podríamos llamarlo Benja? —preguntó. Él dejó de mamar y la miró como si lo hubiese llamado por su nombre. Supongo que habíamos tomado a una decisión.
—Benjamin Alfonso suena bien —concordé.
Ella sonrió hacia mí con alegría y bajó la cabeza para darle un beso en la nariz al bebé. —Hola, Benjamin. Bienvenido al mundo.
Quería abrazarlo, pero parecía que había decidido ir a dormir en vez de socializar. Paula lo levantó y lo puso sobre su hombro y le palmeó la espalda suavemente. Me quedé allí y observé con asombro. 
Ésto era mío. Mi familia. Y eran perfectos.
Cuando Paula estuvo satisfecha con su intento de que eructara, lo envolvió apretadamente en su manta y me miró. —Es tu turno, papi. Necesito descansar.Mis ojos se sienten pesados.
Estiré las manos y tomé a mi hijo de los brazos de su madre. Lo sostuve firmemente apoyado sobre mi pecho y aspiré su dulce olor a bebé. 
—Ven, pequeño. Vamos a ponernos cómodos allí y ver si podemos encontrar algo de baloncesto para ver en la televisión.

***

Benja durmió contento en mis brazos y Paula se había dormido muy rápidamente después de que me lo entregara. Podría quedarme en esta habitación con ellos dos así para siempre. El solo hecho de que estuvieran cerca de mí y
sabiendo que estaban seguros hacia todo perfecto.
Un suave golpe en la puerta interrumpió mis pensamientos. Me volví hacia ella para verla abierta, y entraron varios globos azules antes de ver la cabeza de Isa detrás de ellos. Se había quedado el mayor tiempo que pudo.
—Está bien, papá, me doy cuenta de que lo estás pasando genial, pero tienes que compartir. Ambos abuelos están en la sala de espera aguardando pacientemente —susurró después de ver a Paula dormir.
—No quiero molestar a Paula. Está exhausta. Llevare al bebé al ventanal en el cuarto de enfermeras. Haz que todos nos vean allí.
Isabel miró al bebé con nostalgia. Sabía que quería abrazarlo, pero todavía no estaba listo. No estaba tan seguro de que no lo dejaría caer. No estaba tan seguro de poder confiar en nadie para sostenerlo. Acurrucándolo más cerca de mí me pregunté cómo diablos se suponía que debía dejar que la gente viniera a mi casa y sostuviera a mi hijo.
—La enfermera me dijo que lo llamaron Benjamin. Me gusta —dijo.
—Le vamos a decir Benja.
Asintió y luego se dirigió de nuevo a decirle a todo el mundo dónde ir. No me importaba mostrarles a Benja a través de la seguridad de una ventana, pero no iba a dejar que todos respiraran sobre él y lo tocaran. Demasiados gérmenes. 
Era demasiado pequeño para esa mierda. Él necesitaba un poco más de carne antes de que tuviera que hacer frente a los microbios.
Entré en el cuarto de niños y nos registramos con una enfermera. Le expliqué que estaba allí para mostrar al bebé a sus familiares a través del cristal.
Cuando se dio la vuelta y vio a Luca de pie en la ventana quedó boquiabierta.
—Oh, Dios mío. ¿El bebé Alfonso es familiar de Luca Alfonso? Luca Alfonso de Slacker Demon? Asentí. —Sí. Es su nieto y realmente necesito mostrarle a Benja a su abuelo.
Ella se apresuró a hacer un camino para mí y me siguió hasta la ventana para mirar boquiabierta a mi padre. 
Luca, sin embargo, se centró por completo en Benja. Levantó el pulgar y me guiñó un ojo. Miguel tenía lágrimas en los ojos y asintió.
Federico estaba justo allí al lado de mi padre sonriéndole a Benjamin. Isabel estaba efusiva acerca de mi niño y Jose estaba asintiendo en acuerdo.
Marcos se abrió paso entre la multitud para conseguir una mirada de él y puso su mano en su cadera y sonrió a Benja. Entonces me miró y me dio el visto bueno como aprobación. Esta era nuestra gran familia. Puede que no tuviéramos
hermanos o madres aquí con nosotros, pero había gente que nos amaba y que amaría a Benja.
—¿Crees que podría conseguir un autógrafo de Luca? —preguntó la enfermera a mi lado.
—Ve ahí y pregúntale. Lo estás atrapando en un muy buen estado de ánimo —dije antes de girar y llevar a Benja de vuelta con su mamá.