lunes, 1 de diciembre de 2014

CAPITULO 148



Bailey era sexy. No lo negaba. Usaba adecuadamente su vestido caro y ajustado y los tacones que tenía le hacían cosas increíbles en la noche, se presionó contra mí e hizo promesas increíbles con sus ojos. Cuando me dejó deslizar la mano en su vestido justo ahí en el restaurante y jugar con ella, sabía que era más que consiente del por qué la había llamado.


Daniela me aburrió con su charla sobre que Bailey es una chica buena y que se merecía más que una rápida follada. El hecho era, que era linda. También me gustaba lo suficiente. Sería grandiosa para algún chico que quisiera ese tipo de cosa. Yo no. Solo quería sacar a Paula Chaves de mi cabeza.


Bailey envolvió sus brazos a mí alrededor y comenzó a besarme y a mordisquear mi cuello mientras yo abría la puerta principal. Paula llegaría pronto. Pero no iba a llevar a Bailey a mi habitación. Miré el reloj, y supe que tenía treinta minutos. Lo comenzaría aquí y luego la llevaría a la playa a algún lugar oscuro y escondido. Paula no nos vería. Y yo no estaría pensando en cómo de cerca se encontraba.


―¿Apurada?―pregunté mientras abría la puerta. 


Bailey me sonrió y frunció los labios. ―Tal vez. He fantaseado con tenerte dentro de mí,Pedro Alfonso,por demasiado maldito tiempo ―dijo alcanzando su espalda y bajando la cremallera de su vestido, deslizándolo hacia abajo. Sus doble D cayeron libres, y unos pezones grandes y cafés me saludaron―. Quiero esa boca sucia en mí ―dijo, sacando su pecho y sosteniendo sus senos pesados en sus manos. Las uñas perfectamente arregladas largas y rojas apretaron sus pezones mientras retrocedía dentro de la casa―. Me he venido muchas veces imaginandote chupando mis pezones y deslizandote dentro de mí, mas duro y mas duro ―dijo en un susurro ronco.


No había estado duro, pero la imagen sugerente que pintaba ayudaba a tenerme muy interesado. Agarrando su cintura, me obligué a mantener mis ojos en ella. 


Para recordar con quién me encontraba. Esta no era Paula. Estaba con Bailey..


―¿Quieres esto ―pregunté levantandola, así su pezón se hallaba en mi boca y sus piernas rodeaban mi cintura. Sacando mi lengua, golpeé su pezón con el aro en que llevaba la lengua, sabiendo que esta noche mi boca complacería a una mujer.


―Sí, Dios, sí.¡Chúpalo!―gritó.


Disfruté la plenitud de su seno en mi mano mientras empujaba el duro pezón en mi boca. Abrí los ojos frecuentemente para recordarme quién era. No iba a usar a alguien más de esta forma de nuevo. Si iba a follarla, entonces iba a follarla. Solo a ella.


Comenzó a restregarse contra mi pecho. Eso era caliente. Ella iba a estallar rápido y varias veces. Bien. Yo lo necesitaba varias veces. La lancé sobre el sofá, subiendo su
vestido alrededor de su cintura, y enterré mi cara en su escote mientras gritaba mi nombre.


No olía dulce como Paula. Sus sonidos no eran suaves y sexys. ¡Maldición!


Tenía que parar esto. Separé sus piernas y deslicé mis manos dentro de sus bragas. Mirándolas, vi que eran negras. No rosadas. También eran de encaje. No de raso. Nada como Paula. No era Paula.


Deslicé mis dedos dentro de ella, y la humedad me empujó más a fondo. Estaba lista. Más que lista. Iba a agotarnos a los dos.


―Sí,Pedro,nene,justo así. Mas fuerte.¡Mamalo mas fuerte! ―gritó.


Necesitaba que se callara. Eso no me ayudaba, demonios.


―Umm,sí,por favor tócame‖―suplicó.


―Shhh―le dije,lejos de su boca.Tenía algo sobre las bocas. No confiaba en dónde habían estado. Nunca besaba fácilmente. Todos sus sonidos estaban mal. Era demasiado ruidosa  Demasiado… demasiado…


Una puerta se cerró de golpe, y me congelé. Mierda. Me alejé de Bailey y me puse de pie al instante.


―Cúbrete.Bajate el vestido―exigí, y salí de la habitación para detener a Paula  antes de que viera algo. Metí mi mano en mi bolsillo cuando pensé en el olor de Bailey en mis dedos.


―Salió corriendo. Quienquiera que sea ―dijo Bailey detras de mí, y me detuve.


No. Joder, no. No en este momento. No ahora. ¡Demonios!


―¿Quién era? ―preguntó Bailey detras de mí.


―Vístete, te llevaré a casa  ―le dije, y me dirigí al baño  donde podía lavar mis manos. Paula había salido corriendo. ¿Por qué corrió? La última vez se fue a su habitación. Esta vez, salió corriendo y cerró la puerta de golpe.


Fue el beso. Yo no besaba. Follaba. Pero había besado a Paula. Sabía que su boca era limpia y dulce. La quería. Más.


Siempre más con ella. Siempre quería más.


No podía tener más.


Cuando salí del baño, me dirigí hacia a la puerta. La jalé con brusquedad para abrirla, y mi corazón se hundió cuando me di cuenta de que la camioneta de Paula no se hallaba.


 Había estado aquí y se fue. Trabajaba todo el día. Tenía que estar cansada y hambrienta. Necesitaba venir a casa y conseguir algo para comer. Probablemente querría una ducha. Pero ¿qué fue a hacer? ¿Manejar por ahí? Ni siquiera tenía un maldito celular. Joder. Le iba a dar uno. Necesitaba un maldito celular.


―¿Por qué se encontraba aquí? ¿Tenías una cita doble? ―preguntó Bailey en un tono afilado. La había molestado. 


Pero no podía seguir tocándola mientras imaginaba a
Paula viéndonos. Odiaba la idea de Paula viéndonos.


―No. Vamos ―dije. No le debía una explicación sobre Paula.


―No me importa. Sé que esto es cosa de una noche. Soy consciente de que es la  forma en la que Pedro Alfonso trabaja. Quiero esa única noche, Pedro―dijo Bailey, 
caminando hacia mí y tirando de mi  camisa―. Necesito ser  follada duro. Donde sea y como sea que quieras.


Grandioso. Ahora la tenía caliente, e iba a ser incluso más difícil librarme de ella.


―Escucha, esa chica…―Me detuve. ¿Qué iba a decir? Iba  a usar a Bailey para sacar a esa chica de mi cabeza. Ahora todo lo que podía hacer era pensar en ella―. Es…  es especial. Necesito estar pendiente de ella y traerla de regreso. Se está quedando aquí,lo que vio… no se merecía ver eso.


Bailey dio un paso atrás. Sus tacones hicieron clic contra el suelo de mármol.


―¿Estas en una relación? ―preguntó, con incredulidad.


Sacudí la cabeza. ―No.No tengo nada con nadie. Pero  ella es… ―Me detuve.


Maldición. No tenía tiempo para esto―. Necesito llevarte a  casa en este momento y encontrarla, o tengo que llamar a alguien para que venga por ti. No tengo tiempo para esto.


Bailey giró sobre sus tacones y fue hacia la puerta. ―Bien,  Alfonso. Pero ni siquiera me llames de nuevo. Esto fue todo. Tu única oportunidad. Se acabó.


Las mejores noticias que había escuchado en todo el maldito día.



*****


Llevé a Bailey a su casa y luego manejé hacia el pueblo, sin signos de Paula. Me di prisa para regresar a la casa, esperando que estuviera allí. Era casi media noche, y ya iba a llamar a la maldita policía. Podría estar herida en cualquier parte, o alguien podía tenerla, o…no. Estaba dejando que  mi imaginación se me adelantara. Se encontraba molesta. 


Yo había hecho que se molestara. Ese beso lo hizo. Nada más. Ni siquiera iba a dejar que fuera más para nosotros.


Su camioneta aún no se encontraba cuando me estacioné en la cochera y entré. La esperaría por quince minutos, pero luego iba a llamar por apoyo. Tendría un equipo para buscarla a los diez minutos de mi llamada. Era demasiado peligroso para ella salir corriendo tan tarde como ahora. Incluso en la playa de Rosemary.


Unas luces delanteras llenaron el camino, y dejé salir la respiración que sostenía.


Se hallaba en casa. Esperé hasta que salió de la camioneta y se dirigiera a la puerta principal antes de abrirla. No le iba a dar la oportunidad de huir de mí.


Se quedó de pie frente a mí y luego miró alrededor de mis pies como si esperara encontrar algo.


―¿En dónde has estado? ―pregunté, tratando de no sonar tan frustrado como me sentía.


―¿Por qué te importa? ―preguntó. No se veía enojada. Parecía confundida.


Cerré un poco el espacio entre nosotros. ―Porque estaba preocupado ―dije con honestidad. Tenía que saberlo. Me había asustado.


―Me es difícil de creer. Te encontrabas muy ocupado con  tu compañía como para notar algo. ―El disgusto en su voz era obvio.


―Llegaste mas temprano de lo que esperaba. No era mi intención que presenciaras eso ―dije, sabiendo que sonó mal cuando lo dije. Pero no tenía ninguna excusa. Incluso si deseaba tenerla.


Movió sus pies y dejó salir un suspiro. ―Vine a casa a la misma hora que vengo  todas las noches. Creo que querías que te viera. ¿Por qué?, no estoy segura. No albergo sentimientos por ti, Pedro. Sólo necesito un lugar donde quedarme por unos días más.
Me mudaré fuera de tu casa y tu vida muy pronto.


Maldita sea. Iba a hacerme sentir. No podía malditamente sentir. No con ella.


Cerrando los ojos, mascullé una maldición y traté de calmarme.


―Hay cosas sobre mí que no conoces. No soy uno de esos tipos a los que puedes  domesticar. Tengo equipaje. Mucho. Demasiado para alguien como tú. Esperaba a alguien diferente considerando que he conocido a tu padre. No eres para nada como él.
Eres todo lo que un tipo como yo debe evitar. Porque no soy el adecuado para ti.


Se rio. Malditamente se rio. Estaba siendo honesto, y ella se reía de mí.


―¿En serio? ¿Eso es lo mejor que tienes? Nunca te pedí  nada mas que una habitación. No espero que me quieras. Nunca lo hice. Estoy consciente de que tú y yo estamos en dos ligas diferentes. Nunca estaré a tu altura. No tengo sangre azul. Uso vestidos baratos y tengo una afectuosa conexión con un par de zapatos plateados que mi madre usó el día de su boda. No necesito cosas de diseñador. Y tú sí eres de diseñador, Pedro.


Eso fue todo. Me empujó demasiado lejos. Agarré su mano y la llevé dentro de mi casa y la empujé contra la pared. Su cuerpo enjaulando con el mío se sentía bien. Eso hizo que mi cuerpo zumbara con la excitación que no necesitaba sentir.


―No soy de diseñador. Métete eso en la cabeza. No puedo tocarte. Quiero tanto hacerlo que duele no poder, pero no lo haré. No voy a arruinarlo contigo. Eres… eres perfecta e intacta. Y al final, nunca me perdonarías. ―Ahí, dejó de reírse de mí. La delicada O de sus labios me tenía ansiando su sabor de nuevo.


―¿Y si quiero que me toques? Tal vez no estoy tan intacta. Tal vez ya estoy  corrompida.


Ahora yo quería reír. ¿No sabía que me había dado cuenta de la clase de chica que era? Acaricié su rostro, necesitando tocarla en algún lado.


―He estado con muchas chicas, Paula. Créeme, nunca he conocido a alguien tan jodidamente perfecta como tú. La inocencia en tus ojos me grita. Quiero quitar cada centímetro de tu ropa y enterrarme dentro de ti, pero no puedo. Me viste esta noche.
Soy un bastardo enfermo. No puedo tocarte.


―De acuerdo ―dijo, luciendo casi aliviada. ¿Había estado asustada de que quisiera algo mas con ella?―¿Podemos al menos ser amigos?No quiero que me odies. 
Me gustaría que fuéramos amigos ―dijo luciendo esperanzada.


¿Amigos? ¿Pensaba que podía ser su amigo? Cerré los ojos así no podría ver su rostro. Así no podría perderme en sus ojos. Ser su amigo era algo que estaba seguro no podría hacer, pero sabía que no podía decirle a esta chica que no. Se hallaba debajo de mi piel y por eso me encontraba acabado, abrí los ojos y miré su hermoso rostro rompecorazones.


―Seré tu amigo.Haré todo lo posible por ser tu amigo pero tengo que ser cuidadoso. No puedo estar demasiado cerca. Me haces desear cosas que no puedo tener.
Ese pequeño y dulce cuerpo tuyo se siente increíble debajo de mí ―dije, antes de bajar mi cabeza hasta que mis labios sabes. Es adictiva. Sueño con ello.Fantaseo sobre ello. Sé que serías igual de deliciosa ‖en… otras partes.


Se inclinó hacia mí, y su respiración aumentó. ¿Cómo se suponía que iba a ser su amigo? Era muy tentadora.


―No podemos. Jódeme. No podemos. Amigos,  dulce Paula. Solo amigos  ―susurré, luego me separe de ella y me dirigí hacia las escaleras. Espacio.


Necesitábamos espacio. Iba a tocarla si no conseguía más espacio.


Llegué a las escaleras, y la idea de ella durmiendo ahí debajo se deslizó a travésbde mí. Me molestaba más y más cada maldito día. Pero ¿cómo la movería más cerca de mí? Necesitábamos espacio. Se encontraba segura ahí abajo.


―No t|e quiero debajo de esas malditas escaleras. Lo odio. Pero no puedo traerte aquí arriba. Nunca sería capaz de mantenerme alejado de ti. Te necesito en un lugar seguro  ―expliqué, sin mirarla. Quería ver si me creía, quería verla una última vez. 


Quería… mas.


No podía. Corrí el resto del camino arriba de las escaleras y mi cuarto, cerrando la puerta de un golpe y encerrándome dentro. Tenía que alejarme de ella.

CAPITULO 147




No había dormido. En toda la maldita noche. Caminé kilómetros por la oscura playa y luego fui a mi habitación y caminé por la planta. La ducha fría tampoco fue de ayuda. 


Cada vez que cerraba los ojos veía esas bragas rosas y escuchaba los dulces sonidos de Paula. Tenía que sacarla de mi cabeza.


Necesitaba tener sexo. No había dormido con nadie desde el incidente con Anya.


Yo no era así. Esta noche tenía que sacar esto de mi sistema. Mantener a Paula a distancia era todo lo que podía hacer para evitar que saliera lastimada. Sólo era cuestión
de tiempo antes de que lo supiera y me odiara.


Tomé mi celular y escaneé los números que tenía guardados hasta que encontré uno que sabía era seguro para una noche sin ataduras. Requeriría una cena y un poco de atención al principio, pero Bailey había estado intentando llamar mi atención desde que vino a una de las fiestas de Daniela. Tomé su número y dije que alguna vez llamaría.


Una vez que dispuse de una cita para esa noche, me preparé para mi día con Daniela. Hoy íbamos a jugar golf, su petición de cumpleaños. Esperaba que no nos encontráramos a Paula, pero si lo hacíamos, podía manejar comprarle una bebida. Sólo no inhalaría su aroma cuando estuviera cerca de mí. Ni la miraría. Y no pensaría en sus bragas. Mierda. Necesitaba otra ducha fría.


***


Daniela se encontraba de pie, con los brazos cruzados sobre el pecho y un puchero en su rostro cuando llegué al club diez minutos tarde. —Lamento llegar tarde —le dije y
me incliné, dándole un beso en la mejilla para endulzarla un poco.


Empujó mi hombro. —No es por eso que estoy molesta. Acabo de llegar —dijo, rodándome los ojos—. ¿Por qué tuve que oír de Bailey que la invitaste a salir esta noche y no de ti? —me preguntó, viéndose enfadada.


Porque esta noche se trataba de follar hasta sacarme a Paula de la cabeza. Nada más. —No sabía que te importara saber a quién planeara follar esta noche —respondí con un guiño, mientras sacaba la mochila de mi Range Rover y se la alcanzaba al caddy que se apresuró a recibirme cuando llegué.


—Pedro, ¿en serio? —espetó Daniela.


—Cuando me dio su número sabía lo que hacía. Pero si quieres llamarla y advertirle sobre mis planes, entonces adelante. Preferiría mucho más si me cancelara ahora para poder encontrar un remplazo.


Daniela sacudió la cabeza y dejó escapar un suspiro. —Eres horrible.


—Me amas —le dije, luego la tomé de la mano, tirando de ella hacia el carrito de golf—. Quiero manejar y no necesito alguien que lleve mis cosas por mí. ¿Estás bien sólo conmigo o necesitamos un caddy? —le pregunté.


Subió regiamente en el asiento del pasajero y se encogió de hombros. —En tanto tengas la intención de cargar mis cosas y limpiarlas, no me importa.


—Diva —murmuré y le entregué un billete de cien al caddy por su tiempo, luego me subí y nos conduje al primer hoyo.


—Princesa,Pedro. Soy una princesa —me recordó.


—No, hermanita, no lo eres. Eres una diva malcriada. Casarte con alguien de la realeza sería la única forma en que podrías ser llamada princesa —bromeé.


Daniela me golpeó en el brazo y se rio. Esta era la hermana con la que era fácil lidiar.


La que era mi amiga, con la que podía ser yo mismo. La que no me demandaba cosas que no podía hacer.


—Bailey es muy agradable. Su papá es cirujano del corazón y ella está diseñando su propia línea de ropa. Creo que te agradaría si le dieras más que una noche en tu cama.


Aparqué el carrito y salí. —No estará en mi cama. Nunca las llevo a mi cama. Mi sofá, tal vez, posiblemente la mesa de mi cocina. Infiernos, tal vez intente en la lavadora esta noche. Una vez que descubra en dónde demonios está. ¿Alguna vez has lavado algo en mi casa? —Intentaba cambiar el tema. No quería escuchar sobre Bailey y sentirme culpable por usar su cuerpo esta noche.


—¡Eres imposible! —Daniela caminó hacia el soporte, esperando que yo llevara sus cosas. Hablaba en serio sobre eso. Le gustaba jugar, pero no tenía idea qué palos usar para cada tiro.


—Estoy caliente, y Bailey tiene unas buenas tetas —le dije.


Daniela me frunció el ceño. —Le voy a advertir que eres un perro. Necesita saberlo.


Le entregué a Daniela su palo y sonreí maléficamente. —Lo sabe, hermanita. Lo sabe o no me habría dado su número.


Daniela me hizo un gesto con la mano y tomó su palo.


Me había volteado para agarrar mi propio palo cuando el carrito de golf que venía en nuestra dirección llamó mi atención. Noté el cabello rubio de Paula. Sus ojos se hallaban enfocados en mí. Mierda. Sabía que había una fuerte posibilidad de que la viera, pero esperaba que hablar sobre el sexo que esperaba tener con Bailey esta noche
me enfriaría.


Alejé la mirada de ella. No iba a dejarla llegar a mí. Podía ignorarla. Comprar una bebida y actuar como si fuera la chica del carrito promedio.


Isabel, otra de las muchachas de los carritos, se encontraba en el asiento delantero con Paula. Miraba a Daniela mientras hablaba. Hice una mueca, pensando en lo que Isabel podría saber para decirle a Paula. No sabía cuán cercanas eran. 


Seguramente no muy cercanas. Isabel no era nada parecida a Paula. La inocencia dejó a Isabel hace mucho.


—Me estás tomando el pelo. ¿Antonio la contrató? —siseó Daniela. Miré hacia mi hermana y vi que había notado el carrito de bebidas que se acercaba.


—No —le advertí y me acerqué lo suficiente a Daniela para controlarla si era necesario.


—¿Van a querer algo de beber? —La dulce voz de Paula envió escalofríos por todo mi cuerpo.


—Por lo menos sabe su lugar —dijo Daniela. Estaba siendo cruel y necesitaba detenerla, pero eso sólo haría que Paula pensara que yo era bueno. No era bueno. 


Ella tenía que ver eso.


—Voy a tomar una Corona. De limón, por favor —dije en vez de eso.


La mirada de Paula voló hacia la mía, pero rápidamente la aparté de ella—. Pide una bebida. Está haciendo calor —le dije a Daniela.


A Daniela le gustaba que estuviera ignorando a Paula como si fuera alguien que no conociera.


—Agua con gas. Límpialo bien porque no me gusta la forma en que sale todo mojado por el hielo —indicó Daniela.


Isabel se movió para agarrar el agua antes de que Paula pudiera hacerlo. Qué interesante. Parecía estar protegiendo a Paula —No te he visto por aquí últimamente, Daniela —dijo Isabel mientras limpiaba la botella con una toalla 


—Probablemente porque estás muy ocupada en los arbustos, abriéndole las piernas a Dios sabe quién en vez de trabajar —dijo Daniela.


Podía sentir la tensión saliendo de Paula mientras abría mi Corona. Sus hombros estaban rectos, y su espalda lucía tensa como una pizarra.


—Ya es suficiente, Daniela —le dije, esperando terminar esto para que pudieran irse.


Paula me alcanzó la botella y entonces no pude ignorarla. Se enfocaba en cualquier cosa excepto en mí en ese momento, pero sólo por un segundo, quería que me viera. Que me mirara. Sus ojos se levantaron y encontraron los míos, y me golpeó fuerte.


—Gracias —dije, entonces deslicé un billete en su bolsillo. Era una excusa para tocarla y esconder de Daniela lo mucho que le daba de propina.


Me alejé y tomé el hombro de mi hermana. Hora de alejarla de ellas. —Ven y muéstrame cómo aún puedes patear mi trasero jugando —bromeé.


Ella cayó en mi juego. —Estás acabado —dijo y se alejó de las chicas.


Escuché a Isabel murmurarle algo a Paula y miré hacia atrás para verla mirándome. Una sonrisa tocó mis labios. No pude evitar sonreír cuando la miré. Alejé la mirada de ella y regresé a hablar con Daniela. Discutía sobre el palo que le di.


Me gustaba una bebida fría mientras jugaba al golf, pero por primera vez en la vida, esperaba que el carrito de bebidas no nos encontrara de nuevo en esta ronda.