lunes, 9 de diciembre de 2013

CAPITULO 34









abrí de golpe la puerta de mi camioneta, encantada de terminar el día. Mis ojos se posaron en una pequeña caja negra sobre mi asiento con una nota adjunta. Estiré la mano y la recogí.

Paula,
Es un teléfono. Necesitas uno. Hablé con tu papá y me dijo que lo consiguiera para
ti. Es de él. Las llamadas y textos son ilimitados, así que úsalo cuanto desees.
Pedro


¿Mi papá le había dicho a Pedro que me diera un teléfono? ¿En serio? Abrí la caja y un iPhone blanco completo con un estuche durable estaba metido de forma segura en el interior. Lo saqué y lo estudié un momento. Presioné el pequeño botón redondo en la parte inferior y la pantalla se iluminó. Mi padre no me había dado un regalo desde el cumpleaños antes de que él se hubiera ido. Antes de que Valeria muriera. Nos había dado un juego de motos eléctricas y cascos.
Me subí a la camioneta y sostuve el teléfono en la mano. ¿Puedo llamar a mi padre en esto? Sería bueno que me explicara por qué él no estaba aquí. ¿Por qué me había enviado a un lugar donde yo no era deseada? ¿Conocía a Dani? Sin duda,habría sabido que no me aceptaría. Además, si ella era la hermana de Pedro, entonces era mi hermanastra. ¿Por eso estaba tan enfadada? ¿Yo había crecido con menos dinero que ella? Dios, era cruel.
Pulsé en los contactos y vi que sólo tenía tres números guardados en mi teléfono. El primero era Isabel, luego Elena, y luego Pedro. Él había puesto su número aquí. Eso me sorprendió.
El teléfono comenzó a tocar una canción de Slacker Demon que había oído en la radio antes, y el nombre de Pedro apareció en la pantalla. Me estaba llamando.
—Hola —dije, todavía insegura de qué pensar sobre esto.
—Veo que tienes el teléfono. ¿Te gusta? —preguntó Pedro.
—Sí, es muy bonito. Pero ¿por qué papá quiere que lo tenga? —Él no se había preocupado mucho de cualquier otra cosa que hubiera necesitado en los últimos años. Esto parecía trivial.
—Medida de seguridad. Todas las mujeres necesitan un teléfono.
Especialmente las que conducen vehículos mayores que ellas.Podría descomponerse en cualquier momento.
—Tengo una pistola —le recordé.
Él se rió entre dientes. —Sí, la tienes, impresionante. Sin embargo, un arma no puede remolcar tu carro.
Buen punto.
—¿Vas a venir a casa? —preguntó. La forma en que dijo "casa” como si su casa fuera también mi casa me hizo sentir cálida en el interior. Incluso si él no se hubiera referido a eso de esa manera.
—Sí, si te parece bien. Puedo ir a hacer otra cosa si necesitas que me quede lejos.
—No. Te quiero aquí. Cociné.
¿Había cocinado? ¿Para mí? —Oh. Bien. Bueno, voy a estar allí en unos minutos.
—Nos vemos pronto —dijo, y la línea se cortó.
Aquí, él fue increíblemente extraño de nuevo.


***


Cuando entré en la casa, el olor característico de condimento para tacos encontró a mi nariz. Cerré la puerta y me dirigí a la cocina. Si esto era realmente comida mexicana casera, entonces iba a estar seriamente impresionada.
Pedro estaba de espaldas cuando entré en la cocina. Estaba tarareando una canción, que no reconocí, reproduciéndose en el estéreo. Era más suave y más lenta
de lo que normalmente él escuchaba. Una botella de Corona estaba destapada en el bar con una rodaja de limón en el borde. Había arreglado muchas al igual que esa
cuando trabajaba en el campo.
—Huele bien —dije. Pedro miró hacia atrás por encima del hombro y una lenta sonrisa se dibujó en su rostro.
—Lo es —respondió, secándose las manos en la toalla junto a él. Agarró la Corona y me la dio—. Aquí, bebe. Las enchiladas están casi terminadas. Tengo que voltear las quesadillas y necesitan unos minutos más. Debemos estar listos para comer pronto.
Puse la Corona en mis labios y bebí un pequeño sorbo. Sobre todo para el valor. Esto no era lo que esperaba para nuestro próximo encuentro. Pedro era un rompecabezas que nunca podría imaginar.
—Espero que comas comida mexicana —dijo mientras sacaba las enchiladas del horno. Pedro Alfonso no parecía alguien que perteneciera a la cocina. Pero maldita sea si no era sexy haciéndolo.
—Me encanta la comida mexicana —aseguré—. Debo admitir que estoy muy impresionada de que puedas cocinarla.
Pedro me miró y guiñó un ojo. —Tengo toda una clase de talentos que volarían tu mente.
No tenía ninguna duda. Tomé una gran trago de la Corona.
—Chica fácil. Tienes que comer algo. Cuando dije beber, no significaba que te la terminaras.
Asentí con la cabeza y me limpie la pequeña gota que se aferró a mi labio inferior. Pedro me miraba fijamente. Esto hizo que mi mano temblara un poco.
Él apartó la mirada rápidamente y comenzó a sacar las quesadillas del sartén. Las puso en una bandeja llena de tacos duros y blandos. Había incluso burritos. Había hecho un poco de todo.
—Todo lo demás ya está en la mesa. Agarra para mí una Corona de la nevera, y sígueme.
Rápidamente hice lo que dijo y me apresuré después de Pedro. No se detuvo en el comedor. En cambio, salió al pórtico trasero con vistas al océano. Dos lámparas de huracán estaban en el centro de la mesa para que pudiéramos tener la luz de las velas sin que se apagaran.
—Siéntate. Voy a arreglar tu plato —dijo, haciendo un gesto para que yo me sentara en el primer asiento al que llegamos. Aquí había sólo dos.
Me senté y Pedro comenzó a repartir uno de todo en mi plato. Luego, puso la bandeja de comida abajo y colocó la servilleta a lado de mi plato en mi regazo.
Tenía la boca tan cerca de mi oído que su cálido aliento me hizo estremecer.
—¿Puedo conseguirte otra bebida? —susurró al oído antes de pararse de nuevo.
Negué con la cabeza. No sería capaz de beber si iba a hacer las cosas de esa manera. Mi corazón ya latía como loco. No podía digerir una cosa así.
Pedro tomó su bebida y se sentó frente a mí. Vi como arreglaba su plato, luego sus ojos se alzaron a los míos. 
—Si no te gusta, no me lo digas. Mi ego no puede manejarlo.Estaba segura de que nada de lo que hizo sabia mal. Sonreí y cogí el tenedor y el cuchillo para cortar un pedazo pequeño de la enchilada que había colocado en mi plato. No había manera de que pudiera comer todo esto, pero podría probar un poco de todo.
En el momento en que tocó mi lengua, me sorprendió. Era tan buena como cualquiera que había comido en un restaurante mexicano. Sonriendo, lo miré. —Es delicioso y no puedo decir que me sorprenda.
Pedro puso un bocado en su boca y sonrió. Su ego nunca podría ser aplastado. Incluso podría tener que ser derribado por algunas clavijas. Empecé a probar otras cosas y me encontré más hambrienta de lo que había pensado. Todo
era tan bueno que no quería desperdiciar nada.
Después de mi cuarta probada de todo en el plato, sabía que tenía que parar.
Tomé un sorbo de mi Corona y me recosté en el asiento. Pedro fue acabando su comida, también. Una vez que terminó, dejó la botella y sus ojos fueron serios. Oh,
oh. Estábamos a punto de hablar de anoche. Había querido olvidar la noche anterior. Sobre todo porque esta noche había sido tan agradable.
—Lo siento, por cómo te trató Dani hoy —dijo con una voz sincera de dolor.
—¿Cómo sabes eso? —pregunté y de repente me sentía incómoda.
—Antonio me llamó. Me advirtió que a Daniela se le pediría que se fuera la próxima vez que fuese grosera con un empleado.
Antonio era un buen tipo. Él podría ser un demasiado a veces, pero era un buen jefe. Asentí con la cabeza.
—No debió haberte hablado de esa manera. He tenido una charla con ella. Me prometió que no volvería a suceder. Pero si lo hace, en otro lugar, entonces ven y dime, por favor.
Esta había sido una comida de disculpa por el mal comportamiento de su hermana menor, no una reparación de cerca entre nosotros. No estaba en una cita romántica que mi imaginación había podido inventar en mi cabeza. Esto fue sólo Pedro disculpándose por Daniela.
Empujé mi silla hacia atrás y tomé mi plato. 
—Gracias. Aprecio el gesto. Fue muy amable de tu parte. Te aseguro que no tengo la intención de hablar con Antonio si Daniela es grosera conmigo en el futuro. Él acaba de pasar a ser testigo de primera mano hoy. —Agarré mi bebida—. La cena fue encantadora. Fue bueno tenerla después de un largo día de trabajo. Muchas gracias. —No hice contacto
visual. Sólo quería alejarme de él.
Corriendo dentro, enjuagué mi plato y lo coloqué en el lavavajillas antes de enjuagar mi botella y colocarla en el contenedor de reciclaje.
—Paula —dijo Pedro a mi espalda y su cuerpo estaba allí de repente, enjaulándome. Tenía las manos a cada lado de la mesa y lo único que podía hacer era permanecer allí y mirar hacia abajo, al fregadero delante de mí. Su duro cuerpo caliente rozó mi espalda y me mordí la lengua para no hacer un gemido. No dejaría que viera cómo me afectaba.
—Este no fue un intento de disculparme por Daniela. Fue un intento de disculparme por mí. Siento lo de anoche. Me acosté en la cama toda la noche deseando estar allí, contigo. Deseando no haberte apartado. Alejo a la gente, Paula.Es un mecanismo de defensa para mí. Pero no quiero alejarte.
Caminar lejos de él y mantenerlo a una distancia era lo más inteligente por hacer. Pedro no ha sido y nunca será el príncipe encantador de nadie. No podría dejarme pensar que él podría ser alguien quien me amaría y me apreciaría. Nunca sería ese chico para mí. Pero mi corazón se había vuelto un poco atado a él. Esto no quiere decir para siempre, pero por ahora quería que Pedro fuera mi primera vez.
No sería la última. Sólo sería una parada en el camino de la vida. Una parada que nunca podría olvidar o superar. Eso era lo que me asustaba más. No ser capaz de seguir adelante.
Alzó la mano y cepilló mi cabello a un lado de mi cuello y luego me dio un beso en la curva de mi hombro. —Por favor. Perdóname. Una oportunidad más, Paula. Quiero esto. Te quiero a ti.
Pedro sería mi primera vez. Se sentía bien. Dentro de mí sabía que estaba destinado a ser el tipo que me enseñara sobre la vida. Incluso si el rompía mi corazón al final. Me giré en sus brazos y deslicé las manos alrededor de su cuello.
—Te perdono con una condición —dije, mirando a sus ojos llenos de emoción que me hicieron esperar mucho más.
—Está bien —dijo con cautela.
—Quiero estar contigo esta noche. No más coqueteo. No más espera.
La expresión de preocupación desapareció al instante y se reemplazó con un brillo hambriento. —Diablos, sí —gruñó y me jaló contra él.

CAPITULO 33









Marcos ya estaba en la sala de personal con el delantal cuando llegué. Me dedicó una sonrisa y luego hizo un puchero con los labios.
—Uh, oh, parece que alguien tuvo una mala mañana.
No podía contarle a Marcos mis problemas. Él también conocía a estas personas. Tenía que mantener mis asuntos para mí misma. —No dormí bien — contesté.
Marcos chasqueó la lengua. —Qué vergüenza. Dormir es una cosa tan bella.
Asentí con la cabeza y me registré. —¿Hoy estoy sola? —pregunté.
—Por supuesto. Tenías esto controlado después de seguirme dos horas. Deberías pasar con facilidad este día.
Me alegraba que alguien lo pensara. Tomé una libreta para las órdenes y un bolígrafo y los metí en el bolsillo de mi delantal negro.
—Hora del desayuno —dijo Marcos con un guiño y abrió la puerta que daba al comedor—. Oh, parece que el jefe y sus amigos están en la mesa ocho. Por mucho que me gustaría ir a comerme con los ojos sus hermosos culos, te preferirían a ti. Iré a atender a la mamás del tenis mañanero en la mesa diez. Dan buenas propinas.
Servirle a Antonio y sus amigos no era algo que quería hacer esta mañana.Pero no podía discutir con Marcos. Él tenía razón. Conseguiría mejores propinas de las mujeres. Lo amaban.
Me dirigí a su mesa. Antonio levantó la mirada para encontrarse con la mía y sonrió. 
—Te ves mucho mejor aquí —dijo cuando me detuve enfrente de ellos.
—Gracias. Es mucho más fresco —contesté.
—Paula ha ascendido. Voy a tener que comer más aquí —dijo el chico con el pelo rubio rizado. Todavía no sabía su nombre.
—Esto podría ser bueno para el negocio —coincidió Antonio.
—¿Cómo estuvo tu noche con Isabel? —preguntó Jose con un ligero borde en su voz. Al parecer, mantenía el asunto de Isa contra mí. No me importaba.
Era un alga en un estanque, en lo que a mí respecta.
—Nos la pasamos bien. ¿Qué puedo traerles para beber? —pregunté,cambiando de tema.
—Café, por favor —intervino el rubio.
—Bien, entendido. Fuera de límites. Código de chicas y toda esa mierda. Quiero un zumo de naranja —contestó Jose.
—Café para mí, también —respondió Antonio.
—Volveré con sus bebidas —contesté y me di la vuelta para ver dos mesas más con clientes. Marcos estaba sirviendo una de las mesas así que me dirigí a la otra. Me costó un segundo darme cuenta de quién estaba en esa mesa.
Mis pies dejaron de moverse mientras veía a Daniela echar su pelo rubio fresa sobre el hombro y luego mirarme con el ceño fruncido. Miré atrás hacia Marcos, que estaba terminando los pedidos de bebidas de su segunda mesa. Tenía que hacer esto. Estaba siendo tonta. Era la hermana de Pedro.Forcé mis pies a moverse y me acerqué a su mesa. Estaba sentada con otra chica. Una que no había visto antes. Era tan glamorosa como Dani.
— Deben dejar trabajar aquí a cualquiera estos días. Tengo que decirle a Antonio que hable con su padre acerca de ser más selectivos con sus empleados —dijo Daniela arrastrando las palabras en una voz bastante alta.
Mi cara estaba caliente y sabía que me había sonrojado. Ahora sólo tenía que demostrar que podía salir de esto. Daniela me odiaba por razones desconocidas. A menos claro que Pedro le hubiese dicho que estaba husmeando en sus secretos. No sonaba como algo que Pedro haría, pero ¿lo conozco muy bien? No.
—Buenos días, ¿qué puedo traerles para beber? —dije tan cortésmente como pude.
La otra chica se rio y bajó la cabeza. Daniela me miró como si yo fuera algo repugnante. —No puedes traernos nada. Espero un camarero con más clase cuando vengo aquí a comer. Tú no lo harás.
Busqué a Marcos una vez más, pero él se había ido. Daniela podría ser la hermana pequeña de Pedro, pero era una perra importante. Si no necesitase tanto este trabajo, le diría que me besara el culo y me iría.
—¿Hay algún problema? —La voz de Antonio salió de detrás de mí. Por una vez en mi vida, me sentí aliviada por su presencia.
—Sí, lo hay. Contrataste basura blanca. Deshazte de ella. Pago demasiado para ser miembro de aquí como para tolerar esta clase de servicio.
¿Era porque vivía en casa de su hermano? ¿Odiaba a mi padre, también? No quería que me odiara. Si me odiara, Pedro nunca se abriría a mí. Esa puerta estaba
firmemente cerrada.
—Daniela, nunca has pagado una sola vez para ser miembro de aquí. Estás aquí porque tu hermano lo permite. Paula es una de las mejores empleadas que hemos tenido y ningún otro miembro que pague se ha quejado. Desde luego, no tu hermano. Por lo tanto, esconde las garras, cariño, y sobreponte. —Antonio chasqueó los dedos y Marcos se acercó corriendo hacia nosotros. Debió haber salido durante el drama y yo lo había echado de menos
—. Marcos, ¿podrías por favor servir a Daniela y Lorena? Dani parece tener un problema con Paula y no quiero que Ella se vea obligada a atenderle.
Marcos asintió. Antonio me tomó del brazo y me llevó de vuelta a la cocina.
Sabía que estábamos llamando la atención, pero en ese momento no me importaba.
Estaba muy agradecida por alejarme de los curiosos y tener un respiro.
Una vez que la puerta de la cocina se cerró detrás de mí, solté el aliento que había estado conteniendo.
—Sólo voy a decir esto una vez, Paula. La otra noche en casa de Pedro me dejaste plantado. No tenía que preguntar por qué. Lo supe cuando me di cuenta de que Pedro estaba desaparecido. Tú hiciste tu elección y yo retrocedí. Pero lo que pasó ahí dentro es sólo una pequeña muestra. La perra tiene veneno en las venas.
Ella está amargada y enfadada, y cuando llegue el momento de elegir, Pedro la elegirá a ella.
Me volví y miré a Antonio, sin estar segura de lo que quería decir. El me sonrió con tristeza, entonces me soltó el brazo y volvió a entrar al comedor. Antonio también sabía el secreto. Tenía que saberlo. Esto me estaba volviendo loca.
¿Cuál era el gran problema?