Pedro
Georgina se dirigía a LA. Iba a ir con Daniela a admitirla en las instalaciones que el doctor le sugirió. Nuestra madre probablemente se aseguraría de que fuera lo más moderno una vez que llegara allí.
Yo ya me había asegurado de que fuera el mejor médicamente. Georgina estaría más preocupada por las apariencias que por el bienestar mental de Daniela.
Algo estaba mal con Ella y necesitaba a alguien que la ayudara. Yo tenía una familia de la que cuidar. No podía seguir siendo responsable de mi hermana.
Una vez que Daniela había despertado y hablado conmigo, le había dicho que nuestra madre estaba en camino. Cuando se quedó dormida de nuevo, me fui a buscar mi celular. Paula me había llamado varias veces junto con Carolina. Me había preocupado por ella y tenía un montón que hacer. Di clic en el primer mensaje de Paula.
Caro me llevó con su doctor.
Estaba teniendo calambres.
Me han dado un ultrasonido
y estoy en una habitación
siendo monitoreada.
Mi estómago cayó. El bebé. Oh, Dios, no. Comencé a correr por los elevadores mientras me detenía para escribirle el siguiente mensaje.
¿Dónde estás?
¡No! Necesitaba saber si estaba bien.
¿Estás bien?
¡Joder! ¿Estaba bien? No había más mensajes de ella. Di clic en el primero de Carolina.
Paula está teniendo calambres
y está sangrando.
La llevé con mi doctor
y la están manteniendo
aquí por unas horas para
observarla y asegurarse
de que está bien. Llámame,
te diré dónde estamos.
Eso fue hace ocho horas. ¡MIERDA! También era el único mensaje de Carolina. Era por eso que había intentado llamarme. ¡YA NO MÁS! ¡NO MÁS, JODER! Iba a llevar a Paula a casa esta noche.
El siguiente mensaje que recibí de Paula fue hace cinco horas. ¿Dónde estaba? Marqué su número y fue directo al buzón de voz. ¿Estaba en el hospital? No, no, no podía estar en el hospital. Tenía que estar bien. Nuestro bebé tenía que estar bien. Marqué el número de Carolina.
—Hola.
—Soy Pedro, ¿cómo está Paula, dónde está? No tenía mi teléfono. Dios, dime que está bien. Por favor —divagué en el teléfono mientras corría saliendo del hotel a mi coche.
—Está bien. Creo que está preocupada por ti y tal vez… herida —replicó Carolina.
Un bulto se formó en mi garganta y fue difícil de tragar.
—Estoy en camino.Por favor dile que estoy en camino. Daniela tomó un montón de analgésicos y he estado en el hospital con ella. Tuvieron que hacerle un lavado de estómago —expliqué, no quería que Paula se enojara conmigo, pero más importante, no quería que estuviera dolida.
—Oh. Lo siento —replicó simplemente Caro.
—Por favor dile a Paula. Estoy en camino ahora —repetí.
—Ella no bajó para la cena. Toqué en su puerta para darle un plato pero no respondió. No quiero entrar en caso de que esté durmiendo. Ha tenido un largo día.
No estaba comiendo. No estaba respondiendo la puerta. El miedo a que algo le estuviera pasando, o de encontrarla como había encontrado a Daniela me aterrorizaba.
—Por favor, ve a abrir la puerta y compruébala. Asegúrate de que está bien—rogué.
—De acuerdo —replicó Carolina después de una pausa.
Colgué y lancé el teléfono al otro asiento y aumenté la velocidad por Sunset Drive.
***
Cuando abrí la puerta principal de la casa y encontré a Carolina parada en el vestíbulo con mi papá, me congelé.
—¿Qué? —pregunté, con miedo de moverme.
—Se ha ido. Sus maletas no están. No está en otra habitación, ya revisé —respondió Carolina.
Sacudí la cabeza y entré. —¿Se ha ido? ¡No pudo haberse ido! ¿A dónde iría?
—Probablemente a algún lugar donde no tenga que lidiar con la mierda de Daniela y su prometido que salió corriendo, dejándola y no respondiendo sus malditas llamadas. Esa sería mi suposición. Eres un estúpido cabrón, justo como
yo, hijo —dijo Luca, con repulsión en su voz, antes de alejarse.
—Tuve que decirle porqué estaba corriendo de habitación en habitación revisándolas. Me atrapó —susurró Caro.
—¿Dejó una nota? —pregunté, marcando su número otra vez sólo para llegar a su buzón de voz.
Carolina sacudió su cabeza.
Pasé junto a ella y di dos pasos a la vez antes de irrumpir en una carrera de nuevo. Este día había ido de mal a jodidamente desastroso. Dando un tirón para abrir la puerta de la habitación, el silencio que me encontré hizo que mis rodillas cedieran. Pude ver una pequeña impresión en la cama donde ella había estado acostada más temprano hoy. Carolina tenía razón. Se había ido. Cada pequeño rastro de Paula se había ido. Me había necesitado. Nuestro bebé me había necesitado y yo había estado con Daniela, otra vez. Merecía ser dejado.
Cerré la puerta detrás de mí antes de inclinarme contra la pared y deslizarme hacia al piso para llorar. El miedo de perder a Daniela había sido espantoso pero la idea de perder a Paula y mi bebé era insoportable.
No merecía a Paula. Le había prometido que siempre estaría ahí aunque mi familia siguiera alejándome. Era tiempo para dejar que eso pasara. ¿Pero qué si era muy tarde? Sacudí mi cabeza y limpié las lágrimas de mi cara. La encontraría y rogaría.
Me humillaría. Lo que sea que necesitara hacer, lo haría. Entonces, nunca la dejaría otra vez. Por nadie.