Pedro
Con Paula a mi lado durante la cena no iba a ser capaz de
concentrarme en Daniela. Iba a estar protegiendo a Paula. Cuando Daniela despertó de su coma y supo del bebé, parecía haberse descongelado un poco con Paula. Luego se enteró que Miguel no era su padre. Que Mateo lo era.
Había estado fuera de control desde entonces. Entendía su deseo de tener un padre que la quisiera. Yo había odiado a Miguel Chaves durante años por el hecho de que mi pequeña hermana estuviera tan destrozada. Pero no había sido su culpa.
Mi madre debió haber sido honesta, y el jodido de Mateo debió haber dado un paso al frente, como mi padre, y haber hecho algo al respecto.
Paula apretó mi mano con fuerza a medida que entrábamos en el comedor.
Escaneé la habitación y me sentí aliviado de que Daniela todavía no estuviera allí.
Quería que Paula se sentara y relajara antes de que mi hermana apareciera.
—Pediste esta reunión familiar y llegas tarde. —Mateo arrastró las palabras mientras se recostaba en la silla y miraba a Paula. Estaba comenzando a odiar al tipo. Por varias razones.
—Daniela no está aquí todavía. No llegamos tarde —respondí y guié a Paula al otro extremo de la mesa, la senté junto a Luca y tomé la silla a su lado.
—Está raro. Comenzó a beber ron temprano —le explicó Luca a Paula. La mirada de disculpa en el rostro de mi padre me recordó que él no era tan cruel como su amigo.
Ya sabía eso. Él no me había ignorado. Pero Mateo no había ignorado a Carolina, tampoco. Sin embargo, me preguntaba cómo habría sido si la madre de su madre no la hubiese tomado. Mateo sólo suministraba el dinero.
Su abuela la había criado. Él sólo aparecía con ponis y promesas que nunca mantuvo.
—Sólo estoy siendo yo —gritó Mateo desde el otro lado de la mesa—. ¿Estás manteniendo a tu linda chica lejos de mí, no? —dijo con una risa—. Sólo estoy mirando, chico. No es como que si la fuera a tocar. Ella lleva a tu hijo. Me mantengo alejado de las embarazadas. No quiero que me culpen de tener más hijos.
Paula se tensó a mi lado y puse mi mano en su pierna. Esto no era algo que debía molestarla. Era bueno. Incluso si quería que él dejara de mirarla.
—Papi, deja a Pedro y Paula en paz. Molestándolos sólo haces que todo el mundo se incomode —dijo Caro. Ella había estado sentada tranquilamente al lado de Mateo. Raramente hablaba, así que no estaba acostumbrado a su suave voz.
Todavía me asombraba que este tipo la hubiese hecho. No era nada como él. Ella era la única persona que podía hacer que se calmara. Su voz parecía tranquilizarlo.
—Está bien, querida. No quiero arruinar tu cena. Sólo me estaba divirtiendo.
—Sin diversión —respondió ella en una suave orden.
Paula agachó la cabeza a mi lado. —Me agrada —susurró tan suave que casi no la escuché. Sonreí.
No había estado equivocado sobre Carolina si a Paula le
agradaba. Ella era una genuina chica buena. Daniela le iba a dar el infierno.
El fuerte sonido de tacones golpeó el suelo de mármol que llegaba al comedor. Me tensé y preparé para Daniela.
Ella se abalanzó en la habitación vistiendo
un corto y esponjoso vestido azul como el hielo y tacones, su largo cabello rojo estaba en lo alto de su cabeza con rizos que caían alrededor de su cara. Se había asegurado de verse bien para esto. Esa era Daniela. Noté como sus ojos observaban a todo el mundo en la mesa.
La mirada irritada con la que miró a Paula no era nada comparada con la llena de odio que le lanzó a Caro. Esperé a ver si decía algo que necesitara callar.
Carolina mantuvo su mirada baja y jugó con la servilleta en su regazo. La tensión en la habitación era obvia, y odiaba que Daniela pensara que tenía que hacer esto para
llamar la atención.
—Siéntate, chica, y deja de estar parada ahí gruñendo. Queremos comer —dijo Mateo con ligereza y los ojos de Daniela lo miraron airadamente.
Observó al otro lado del asiento de Mateo y luego caminó para sentarse al lado de Luca.
La pequeña niña en ella todavía tenía miedo de ser rechazada. Sabía que mi padre no la iba a rechazar.
—No sabía que la habías traído —respondió Daniela.
Paula estaba tan tensa a mi lado que quería abrazarla hasta que se relajara.
—Por supuesto que lo hice. Va a donde yo voy.
Daniela rodó los ojos. —Extraño al viejo Pedro.
—Yo no —respondí.
—Este es un asunto familiar. ¿Crees que puedes mantenerte unos momentos lejos de él o planeas asfixiarlo por el resto de su vida? —El dolor de Daniela se estaba
convirtiendo en amargura rápidamente. Sin embargo, no iba a desquitarse con Paula.
Me incliné sobre la mesa y nivelé su mirada fija.
—Nunca más le hables de esa manera. Si ella no hubiera aceptado venir conmigo, no habría venido. No subestimes su importancia. Ella es mía. Respeta eso.
Daniela se erizó y se recostó en su silla. Odiaba hablar de esa manera cuando sabía que le estaba haciendo daño. Pero Paula estaba primero. Siempre.
—Me muero de hambre. ¿Dónde está la maldita comida? —gritó Mateo fuertemente. Dos mujeres en sus veinte llegaron corriendo con bandejas.
Normalmente no había camareras por aquí. Luca y Mateo no iban a lo grande en cenas formales. Pero Luca había llamado a una empresa de catering para manejar
la cena de esta noche. La mujeres tenían una mirada de fascinación en sus ojos mientras ponían los aperitivos en la mesas y tomaban las órdenes de las bebidas.
—Mírate —dijo Mateo mientras deslizaba una mano por la pierna de una de las mujeres.
—Papi, no —susurró Carolina.
Mateo dejó escapar una risa dura y guiñó un ojo a la camarera. —Más tarde.
—Dios. No puedo creer que mi madre haya dormido con ese hombre —dijo Dani un poco demasiado alto.
—No vayas ahí, Daniela —advirtió Luca. Ya era demasiado tarde. Pude ver la molesta diversión en los ojos de Mateo.
—¿Por qué no? Soy un jodido Dios del rock, niña. Un jodido. Dios. Del. Rock. —Tomó un sorbo de su bebida y sonrió—. Todas las mujeres quieren una probada. Tu mami no fue la excepción.
—Papi, por favor —dijo Carolina, estirando la mano y tocando su brazo ligeramente.
—Mi madre era demasiado joven para ser más sabia —disparó Daniela en respuesta.
—No era tan joven. Sólo estaba intentando hasta lo imposible dormir con cada uno de nosotros. Creo que se puede decir que oficialmente puede aclamar el récord de “Se ha follado a todo Slacker Demon” y esa no es una tarea fácil. Luca es más exigente que la mayoría.
El rostro de Daniela palideció y sabía que tenía que intervenir antes que esto se saliera de control.
—Gracias, Mateo, por asegurarte de que fuéramos conscientes de los hábitos sexuales de nuestra madre cuando era más joven. Ahora, ¿podemos pasar de eso y tratar de llevarnos bien?
Asintió. —Por supuesto. Vamos a comer algo de esta mierda.
Las meseras rápidamente comenzaron a caminar alrededor de la mesa con bandejas de comida y preguntándonos qué queríamos. Paula rechazó casi todos los aperitivos. Sólo tomó una rebanada de pan.
—¿Por qué no estás comiendo más que eso? —pregunté, preocupado.
Se inclinó hacia mí para que nadie más pudiera oírla
—Porque no puedo comer carne cruda o quesos con leche sin pasteurizar mientras estoy embarazada.
Mierda. Algo más que no sabía. Empujé mi silla y me dirigí a la cocina. Iban a hacer algo que ella pudiera comer.