miércoles, 1 de enero de 2014

CAPITULO 88







Pedro

No había sido capaz de cerrar los ojos. Me senté en el sillón de cuero junto a la cama del hospital y miré fijamente a mi hermana menor.
Ella aún no había abierto los ojos. Los monitores parpadearon y emitieron un pitido diciéndome que estaba viva. Su forma sigue sobre la cama con una gasa envuelta alrededor de la cabeza y las agujas en sus brazos lo hacían sentir como si se hubiera ido. Las últimas palabras que le había dicho habían sido duras.
Parecían crueles ahora. Sólo había querido que madurara. Ahora eso nunca podría suceder.
La rabia que había sentido cuando llegué había sido arrancada de mí cuando puse los ojos en ella. Sólo viéndola tan rota y desválida me estaba matando. 
Yo no podía comer ni dormir. Sólo necesitaba que abriera los ojos. Tenía que decirle que la amaba y que lo sentía. Le prometí que siempre me tendría. No importara lo que pasara. Luego había tirado esto en ella. Porque no podía aceptar a Paula.
Mi estómago se anudó pensando en cómo había dejado a Paula. Sus ojos habían estado abiertos y aterrorizados. Me había alejado dejándola mal también,pero estaba asustado. No podía llamarla todavía. No mientras Dani estuviese así.
Ya había puesto a Paula antes que a Daniela y mira dónde terminé. Esta vez Daniela tenía que venir primero. Si ella sabía que estaba aquí sentado esperando, abriría sus ojos.
Sabía que lo haría.
La puerta se abrió y Federico dio un paso dentro. Sus ojos se abrieron al instante por Dani. El dolor que brilló en ellos no me sorprendió. A pesar de que actuaba como si no le cayera bien, sabía que él se preocupaba por Ella. Ella había
sido la pequeña mocosa necesitada que era imposible de no amar cuando estábamos creciendo. Esos tipos de vínculos son imposibles de romper.
—Acabo de hablar con Antonio. Paula está bien. No pudo entrar a la casa anoche, pero se quedó dónde Isabel. Llamé a Lourdes y abrió la casa para ella. —habló en voz baja como si fuera a despertar a Daniela o la molestara al hablar de Paula.
Yo la había dejado sola de pie en la calzada a altas horas de la noche.
Gracias a Dios que tenía un teléfono. La idea de ella siendo abandonada en la oscuridad era más de lo que podía manejar en estos momentos.
—¿Está enojada? —Lo que realmente quería preguntar era si estaba molesta conmigo. ¿Cómo podía no estar molesta conmigo? La había abandonado después de gritarle para que se fuera de mi coche. Cuando mamá me había dicho sobre Daniela, algo en mí había cambiado y lo había perdido.
—Él me dijo que iba a cuidar de ella... —Federico se fue apagando. Yo sabía lo que estaba pensando. Dejar que Antonio cuidara de Paula era peligroso. Él era rico,
exitoso y su familia no la odiaba. ¿Y si ella se daba cuenta que yo era un desperdicio de su tiempo?
—Está embarazada —le dije. Tenía que contárselo a alguien.
—Oh infiernos —murmuró, y se dejó caer en la dura silla de plástico que estaba recostada en un rincón de la habitación—. ¿Cuándo te enteraste?
—Me contó poco después de que volviera.
Federico cubrió su boca y sacudió la cabeza. No había sido algo que había esperado oír. Pero entonces no sabía que estábamos comprometidos tampoco. Él había dejado Rosemary ya cuando me había comprometido. No le había dicho.
—¿Es por eso que te comprometiste? —En realidad no era una pregunta. Era más bien un comunicado.
—¿Cómo sabes eso? Movió los ojos a Daniela. —Dani me dijo.
Daniela había necesitado ventilarse, estaba seguro. 
El hecho de que ella hubiese elegido a Federico para desahogarse era interesante. Normalmente, los dos
apuntaban hacia la garganta del otro. Rara vez pasaban tiempo de calidad juntos.
—Ella no estaba feliz por eso —le dije.
—No, no lo estaba —Concordó.
Miré por encima hacia ella y deseaba que Dios pudiera cambiarme de lugar con ella en ese momento. Odiaba que me necesitara, y esto era algo que no podía arreglar para ella. Había estado arreglando sus problemas durante toda su vida. Y ahora, cuando más me necesitaba todo, lo que podía hacer era sentarme aquí y mirarla fijamente con impotencia.
—Ella piensa que has perdido la cabeza. Si supiera sobre el bebé pensaría que le preguntaste a Paula sólo por el bebé.
—No le pregunté por el bebé. Le pregunté porque no puedo vivir sin ella.
Sólo necesito que Daniela entienda eso. Me he pasado la vida haciendo a Dani feliz.
Tratando de hacer lo imposible por arreglar sus problemas. Yo era su madre y su padre. Y ahora que he encontrado lo que me hace feliz, ella no lo puede aceptar. —Sentí que mi garganta se cerraba y sacudí mi cabeza. No iba a llorar—. Yo sólo quería que aceptara que Paula me hace feliz.
Federico dejó escapar un profundo suspiro.
—Creo que con el tiempo lo hará. Daniela quiere que seas feliz también. Ella cree que sabe lo que es mejor para ti. Al igual que tú crees que sabes lo que es mejor para ella. —El tono de su voz cuando dijo la última parte estaba apagado. Él había querido decir algo más profundo de lo que estaba diciendo. O yo estaba exhausto y necesitaba tomar una siesta.
—Eso espero —le contesté, y luego recosté mi cabeza contra la silla y cerré mis ojos—. Necesito una siesta. No puedo seguir con esto. Mi cabeza está confusa.
La silla en la que había estado sentado raspo a través del piso mientras se levantaba. Yo escuché mientras caminaba a través de la habitación de vuelta hacia la puerta.
—Está pendiente a Paula por mí. Por favor —pedí, abriendo mis ojos para asegurarme de que seguía allí y me escuchara.
—Lo haré —me aseguró, después salió por la puerta.

***

Dos días más tarde y todavía no había señales de mejora. Daniela no estaba despertando. Me había levantado para tomar una ducha y cambiarme, porque mi madre insistió. No podía lidiar con ella y preocuparme por Dani. Sólo hice lo que me pidió para que se callara.
Hoy Federico se había sentado aquí conmigo la mayor parte del día. No habíamos hablado mucho, pero después de haber tenido a alguien más aquí,ayudó. 
Mi madre dijo que no podía manejarlo y se quedaba en el hotel la mayoría del tiempo. De vez en cuando Miguel intervendría para ver cómo estaba, pero no me esperaba nada más de él. Tampoco se preocupaba por la hija que había criado. Al hombre le faltaba un órgano vital, un corazón.
—Hablé con Paula hoy —dijo Fede, rompiendo el silencio. Sólo escuchar su nombre me hizo doler. La echaba de menos. La quería aquí, pero sólo podría alterar a todo el mundo. Necesitaba a Daniela mejor. Cuando se despertara no tenía por qué saber que Paula estuvo aquí. Sólo la trastornaría.
—¿Cómo sonaba? —¿Ella me odia?
—Bien. Supongo. Tal vez triste. Está preocupada por ti y Daniela. Pregunta por Dani antes de preguntar por ti. Ella también... también preguntó si su padre estaba bien hoy. No sé por qué le importa, pero lo hizo.
Porque Paula se preocupaba más de lo que debería por todo el mundo. Yo incluido. Era demasiado buena para mí y yo sólo iba a seguir haciéndole daño. Mi familia no la aceptaría. El padre que la abandonó a ella y a su madre se había casado con mi mamá. Yo había comenzado con esa pelota girando en toda la maldita foto. Todo lo que siempre haría es hacerle daño a largo plazo.
—Tiene cita con el médico hoy. Antonio me dijo que él la llevará. No sabe qué sé del bebé.
Otra cita del médico que me iba a perder. ¿Cuánto tiempo más ella aguantaría esto? Yo le había dicho que ella y nuestro bebé eran lo primero, pero esta era la segunda vez que mi familia vino antes de su cita con el médico. 
¿Y por qué demonios estaba Antonio llevándola?
—¿Por qué Antonio, la lleva? Tengo tres vehículos en el garaje. Federico me dio un ceño molesto.
—Sí, así es. Pero nunca le diste permiso para conducir uno y nunca le dijiste dónde podía encontrar las llaves, así que ella no puede tocarlos.Antonio ha sido su chófer durante toda la maldita semana.Joder.
—Sé que estás sufriendo a causa de Daniela. Ella es como tu hija. Tú eres el único padre verdadero que ha tenido. Pero si no te ajustas fuera de esto y te pones en contacto con Paula no estoy seguro de que ella y su bebé van a estar cerca cuando decidas ir a casa. Seguro que no quiero que mi sobrina o sobrino tenga el apellido Kerrington —espetó y salió de la habitación.

CAPITULO 87






Paula

La cara de Pedro se puso pálida. Cogí su mano, pero no reaccionó. Se quedó allí sentado escuchando hablar a la persona en la otra línea.
Cuanto más hablaban más blanco se volvía. Mi corazón estaba acelerado. Algo terrible había pasado. Me quede esperando a que él dijera algo. Cualquier cosa. Pero no lo hizo.
—Estoy en camino —dijo con una voz plana antes de dejar caer su teléfono en su regazo y moviendo su mano de mi agarre para sujetar el volante.
—¿Hay algún problema? —pregunté más asustada ahora de lo que había estado mientras él estuvo al teléfono.
—Entra a la casa, Paula. Me tengo que ir. Daniela ha tenido un accidente. Algún maldito velero —Cerró sus ojos fuertemente y masculló una maldición—. Solo necesito que salgas del auto y vayas adentro. Te llamare cuando pueda pero tengo que irme, ahora.
—¿Esta herida? ¿No puedo ir contigo?
—¡NO! —rugió, sin dejar de mirar hacia el frente—. No puedes venir conmigo. ¿Por qué siquiera preguntarías eso? Mi hermana está en la UCI y no responde. Tengo que ir a verla y necesito que salgas del auto.
Estaba herido y asustado. Entendía eso. Pero quería estar ahí para él. Lo amaba y no lo quería sufriendo solo. 
—Pedro, por favor déjame ir contigo…
—¡SAL DEL AUTO! —gritó tan fuerte que mis oídos escocieron. Busqué a tientas por el pomo de la puerta y agarré mi bolso.
Aceleró el motor y siguió mirando hacia el frente mientras sus nudillos se volvían tan blancos como su rostro, resultado de agarrar el volante tan fuerte.
Quería decir más pero él estaba tan alterado, que estaba asustada de lo que haría.
No quería oírme hablar ni tampoco quería mirarme.
No quería llorar en frente de él. Eso no era lo que necesitaba en este momento. Salí del auto tan rápido como pude. Antes de poder cerrar la puerta por completo, tiró el auto en reversa y dio la vuelta fuera del camino de entrada. Me quedé allí, viendo cómo se alejaba. No podía ayudarlo. No era necesaria.
Las lágrimas ahora corrían libremente por mi cara. Estaba sufriendo. Mi corazón se rompió por él. Una vez que llegará ahí y la viera, me llamaría. Tenía que creer eso. 
Quería llamarlo y obligarlo a hablarme pero mis oídos aún
zumbaban y mi corazón seguía herido por sus palabras.
Finalmente giré a mirar atrás en la casa. Era grande, extensa y oscura. Nada era acogedor en ella sin Pedro. No quería estar aquí sola, pero tampoco tenía un auto para manejar donde Isabel. No debería haberme mudado. Había sido demasiado pronto. Todo con Pedro se movía demasiado rápido. Ahora, todo estaba a punto de ser probado. No estaba segura sí estaba lista para esa prueba. Aún no.
Llamar a Isabel y decirle que necesitaba un aventón al trabajo y que Pedro se había ido no era algo para lo que estaba preparada esta noche. Ella encontraría algo malo con esto y me haría sentir incluso peor. Entendía el miedo de Pedro y el modo en que reaccionó y se fue, pero Isabel no lo haría. Al menos no creía que lo hiciera. Pedro había ganado algunos puntos a su favor cuando puso el anillo en mi dedo en frente de ella y quería mantenerlo de ese modo.
Abrí mi bolso para sacar las llaves cuando me di cuenta que no las había traído. Pedro me había llevado al trabajo. No había creído necesitarlas. Mirando hacia atrás a la oscura casa, estaba casi aliviada de que no tendría que estar allí sola esta noche. El club estaba tan solo a cinco kilómetros de aquí. Podía caminar.
Entonces el departamento de Isabel estaba a solo un corto paseo desde el club. La brisa de la tarde había calmado los ánimos y no estaba tan mal. Puse la cartera sobre mi hombro y comencé a bajar por el sendero de ladrillo pavimentado hacia la calle.
Tomó cerca una hora y cincuenta minutos llegar donde Isabel. Su auto no se encontraba en el estacionamiento. Había una gran posibilidad de que estuviera quedándose con Jose esta noche. Supongo que debería haber pensado en eso. Me detuve y miré a la puerta del departamento. No tenía la energía para caminar de vuelta. Mi terquedad de no llamar por un aventón estaba mordiéndome el trasero.
Me agaché y levanté el tapete. Ahí en la alfombra estaba la llave de repuesto. Debió haberla puesto de nuevo después que me mude. Solamente había dejado de esconderla allí porque yo se lo había pedido. 
Esta noche vino extremadamente útil. De todos modos, dudaba que ella fuera a llegar hasta mañana. No tenía que contarle sobre todo esto esta noche.
Llevé la llave adentro conmigo y luego me dirigí de nuevo hacia mi baño a tomar una ducha. Pedro insistió que ella mantuviera la cama que él había comprado en el segundo dormitorio en vez de quitarla cuando me mude. 
Otra cosa que podía agradecer por esta noche.

***
Me las arreglé para llegar al trabajo sin que Isabel supiera que había necesitado pasar la noche en su departamento. No era que pensara que le importaría, pero no estaba preparada para responder sus preguntas o escuchar sus opiniones.
Después de ponerme un uniforme limpio del cuarto de suministros me dirigí hacia la cocina. Justo antes de llegar a la puerta, Antonio salió y apunto su mirada hacia mí.
—Estaba esperándote —dijo y movió su cabeza hacia el pasillo que conducía a su oficina—. Necesitamos hablar.
Lo más probable es que supiera sobre Daniela. Estaba segura de que todos en su círculo ya sabían. 
¿Iba a preguntarme sobre ella? Realmente esperaba que no lo hiciera. Admitiendo eso sabía que nada me haría sonar como si no me preocupara.
¿Pedro pensaba que no me preocupaba? 
¿Era mi responsabilidad llamarlo? Él era el herido. Su reacción la noche anterior me había asustado, pero si me necesitaba tendría que olvidarme de eso.
—¿Has dormido? —preguntó Antonio mirando atrás hacia mí.
Asentí. En verdad no había dormido muy bien pero había logrado dormir un poco. La caminata de cinco kilómetros había ayudado a agotarme a tal punto que no pude mantener mis ojos abiertos una vez que me acosté.
Antonio abrió su puerta y la sostuvo para que yo pudiera entrar. Ingresé y caminé hasta ubicarme al lado de las sillas frente a su escritorio. Él se paró frente a éste y se sentó en el borde mientras cruzaba los brazos sobre su pecho.
Un ceño arrugó su frente mientras me estudiaba. Estaba empezando a preguntarme si esto era acerca de otra cosa. Había pensado que era sobre Daniela, pero quizás no lo era. ¿Había hecho algo mal?
—Recibí una llamada de Federico esta mañana. Está en el hospital y está preocupado por ti. Dijo que Pedro apareció en medio de la noche y estaba furioso.Viendo como por primera vez en su vida Daniela y Pedro no están en buenos términos y ahora ella está en ese estado, Pedro no se lo está tomando bien. Federico estaba preocupado en cuanto al modo en que te dejo y se preguntaba si estabas bien.
Mi corazón dolió. Odiaba saber que Pedro sentía tanto dolor y no había nada que pudiera hacer. No me llamaba y eso solo me hacía creer que no quería hablar conmigo. Yo era el motivo de su distanciamiento con Daniela. 
Era el motivo por el cual él no había hablado con ella en semanas. Yo era el motivo por el cual él pasaba por esto. Lágrimas picaron mis ojos. Por mucho que no quisiera admitirlo, yo era el motivo de que esto fuera aún más duro para Pedro. Si no hubiera causado su pelea entonces él no estaría viviendo con la culpa en la que sabía estaba nadando en estos momentos.
Esto era porque Pedro y yo nunca funcionaríamos. Pretender que los cuentos de hadas eran reales había sido increíble. Pero no había sido real. 
Habíamos estado aguardando hasta el momento que el hecho de que no encajábamos en este mundo nos desmoronará. Necesitaba a su familia en estos momentos. Yo no era su familia.
Ni siquiera era aceptada por su familia. ¿Cómo encajaba yo en todo esto?
—No… no sé qué hacer —Me ahogué, odiando que Antonio fuera a verme llorar. No quería que me viera llorar. No quería que nadie me viera.
—Él te ama —dijo Antonio suavemente. No estaba segura siquiera si él creía esas palabras. No ahora. Tal vez Pedro había pensado que me amaba pero ¿Cómo podría seguir amándome? Lo había provocado a volverse en contra de Daniela y ahora él podría perderla.
—¿En verdad es así? —Era una pregunta que yo necesitaba responder, no Antonio.
—Sí, nunca lo había visto de la manera que es contigo con alguien más.
Ahora mismo… No obstante, los próximos días o semanas, el tiempo que esto dure, es probable que no lo parezca. Pero lo hace. No estoy diciéndote esto por Pedro. Él es un imbécil y no le debo nada. Estoy diciéndote esto por ti. Es la verdad y necesitas oírla en este momento.
Sacudí la cabeza. No necesitaba escucharlo. Pensar claramente y decidir qué era lo mejor para mí y mi bebé era lo que necesitaba hacer. ¿Podía traer un bebé a una familia que podría nunca aceptarlo? ¿Si yo nunca encajé entonces como lo haría mi bebé?
—No puedo decirte que creer. Pero si necesitas cualquier cosa, estoy aquí. Sé que Pedro tiene un garaje lleno de autos pero si no puedes manejar uno entonces puedo llevarte al médico o a la tienda. Solo llámame si me necesitas.
Mi próxima cita con el medico era en 5 días. ¿Cómo iba a lograr entrar a la casa? Y él nunca me había mostrado donde estaban las llaves de su auto o dado permiso para manejarlos.
—Me quede fuera de la casa. Él pensó que tenía mi llave cuando se fue —Le dije.
—¿Dónde te quedaste anoche? —Me preguntó bajando sus manos de su pecho y poniéndose de pie. Parecía enfadado. No tenía intención de hacerlo enojar.
Solamente estaba exponiendo que tenía un problema. Todas mis ropas estaban en la casa de Pedro.
—Donde Isabel.
—¿Cómo llegaste ahí?
—Caminé.
—¡Mierda! Paula, eso son al menos cinco kilómetros. Estaba oscuro anoche cuando Pedro te dejo. Tienes un teléfono ahora, úsalo —Estaba gritando.
—Quería caminar. Necesitaba caminar. No me grites —Levanté la voz y le di una mirada enojada.
La tensión en los hombros de Antonio se fue y suspiró. 
—Lo siento. No debería haberte hablado de ese modo. Es que estas tan jodidamente determinada a ser independiente. Déjame explicarme. Llámame si alguna vez necesitas un
aventón. Me gusta pensar que somos amigos. Ayudo a mis amigos.
Necesitaba amigos. —También me gusta pensar que somos amigos —contesté.
Él asintió —Bien, pero como tu jefe no te voy a dejar trabajar hoy. Te quiero en la casa de Pedro dentro de una hora. Te llevaré allí.
Antes de que pudiera preguntarle cómo, ya tenía su teléfono en su oreja.
—La tengo en mi oficina. No puede entrar a la casa —Hizo una pausa.
—No, mierda. Camino hasta el departamento de Isabel anoche. Voy a llevarla allí si puedes conseguir que la empleada de la limpieza vaya a abrir el lugar —Hizo una pausa otra vez.
—No hay problema. Feliz de ayudar. Mantenme informado. Estoy pensando en todos —Colgó y me miró—. 
Fede mandará a la empleada a abrir la casa. Ve a buscar algo para comer de la cocina y luego podemos dirigirnos hacia allá. Dijo que le daría cerca de veinte minutos.
No tenía hambre pero asentí.
 —Está bien—Emprendí camino hacia la puerta, entonces paré y me giré para volver a mirarlo—. Gracias.
Antonio hizo un guiño. —Es un placer.

CAPITULO 86








Pedro

Paula se encontraba decidida a elaborar un aviso de dos semanas con Antonio. No iba a discutir con ella. Ya había accedido a todo lo que le pedí. Y no estaba dispuesto a empujar mi suerte. 
Me senté a la mesa con mi ordenador portátil y una taza de café esperando a que ella terminara su turno.
Antonio había dejado de hablar conmigo durante unos minutos, pero aparte de eso había sido una tarde tranquila. Casi todo el mundo se había ido de la ciudad. Jose estaba dando vueltas por Isabel pero no estaba seguro de que lo fuera hacer por mucho tiempo más. Había visto la mirada inquieta de sus ojos, el otro día cuando habíamos jugado una ronda de golf. 
No estaba acostumbrado a estar en esta ciudad más de un verano.
—¿Este asiento está ocupado? —Miré hacia arriba para ver a Emilia ocupar el asiento frente a mí. No la había visto mucho desde el torneo de golf. Miré hacia atrás para ver a Paula recargar el agua de alguien, pero sus ojos estaban sobre mí.
—Sí, lo está —contesté sin mirar a Emilia.
—Sé que estás comprometido con la rubia. Todo el mundo lo sabe. No estoy aquí para joderte —respondió ella.
Paula me sonrió y luego se volvió para caminar de regreso a la cocina. Mierda. ¿Qué significaba esa sonrisa?
—Tiene un gran maldito diamante en su mano. No tiene nada de qué preocuparse y ella lo sabe. Cálmate, amigo. Estás volviéndote loco por nada.
Enfoqué mi atención en Emilia. —Ella sabe que tú fuiste mi primera. Le molesta.
Emilia se rió entre dientes. —Puedo asegurar que los recuerdos que tengo de nuestra experiencia y de la realidad que ella está viviendo son completamente diferentes. Tuve el virgen cachondo. Ella tiene el profesional experimentado.
Miré hacia atrás para ver si Paula estaba de vuelta aquí. No quería que escuchara esto. 
—Sólo tienes que sentarte en otro lugar. Está bastante emocional en estos momentos. No quiero molestarla.
Nadie sabía que estaba embarazada todavía. Había estado dejando que Paula decidiera cuándo decirle a la gente.
—Ella no está hecha de porcelana. No se romperá. ¿Sabe que la tratas como a una maldita muñeca?
—Sí, lo sé. Estamos trabajando en eso —dijo Paula mientras se acercaba a nuestra mesa y me sirvió más café en mi taza—. No creo que hayamos sido oficialmente presentadas. Soy Paula Chaves.
Emilia dio un rápido vistazo asustado hacia mí y luego se volvió a Paula —Emilia.
—Es un placer conocerte al fin, Emilia. ¿Puedo ofrecerle algo de beber?
Esto no era lo que yo había estado esperando. No es que no me gustara, porque lo hacía. Significaba que estaba haciendo que se sintiera más segura conmigo.
—¿Si pido una coca-cola light él va a tomar un oscilación en mí? —se preguntó Emilia.
Paula se rió y negó con la cabeza. —No. Va a ser un buen chico. Te lo prometo. —Entonces ella me miró—. ¿Tienes hambre?
—Estoy bien —le aseguré.
Ella asintió con la cabeza y se dirigió a la cocina.
—Yo podría estar un poco enamorada de ella. Es ardiente. Pero entonces, si alguien te va a atar a ti tendría que ser un paquete completo.
Sonriendo tomé un sorbo de mi café. Luego volvió a mirar a la puerta esperando a Paula que caminara de regreso. No podía esperar a llegar a casa para tener su pequeño y sexy culo.

***

Paula se mantuvo inclinada sobre el asiento presionando besos en mi cuello y mordisqueando mi oído. Fue realmente muy duro para mí mantener la concentración al conducir de vuelta a casa.
—Estoy a punto de parar y coger a mi caliente novia si no se detiene —le advertí pellizcando su labio inferior cuando me besó muy cerca de la boca.
—Eso suena más como una promesa que una amenaza —bromeó ella,deslizando su mano entre mis piernas y ahuecando mi erección.
—Mierda nena, me estás volviendo loco —gruñí, apretándolo en su mano.
—¿Si lo chupo te puedes concentrar lo suficiente para conducir? —preguntó ella mientras empezaba a desabotonar mis pantalones vaqueros.
—Lo más que probable es que nos estrellemos contra una palmera, pero me importa una mierda en estos momentos —le contesté mientras su mano se deslizó por la parte delantera de mi ropa interior.
Por suerte, no tendríamos que averiguarlo. Entré en la calzada y frené el coche en el aparcamiento justo cuando Paula llegó a mi pantalón desabrochado. 
Mi teléfono se disparó por tercera vez. Lo tenía en vibrador y en privado para que no nos molestase por el parpadeo en la pantalla. Mi madre me había llamado más temprano, mientras yo había estado esperando por Paula, y no estaba de humor para contestar. Una vez que se detuvo empezó de nuevo. Maldita sea.
Iba a tener que apagarlo o lidiar con ella. Paula tenía mi polla en sus manos, así que estaba pensando que apagarlo funcionaría mejor. Al mirar hacia abajo me di cuenta de un número de la ciudad a través de mi pantalla, parpadea. El código de área era familiar, pero no podía ubicarlo.
—¿Quién es? —Preguntó Paula.
—No estoy seguro, pero están determinados.
Paula dejó de tocarme. —Responde. Me portaré bien durante unos minutos.
Apreté respuesta. Tenía que deshacerme de ellos y tener a mi chica dentro.
Pero antes de que pudiera saludar a mi madre, empezó a hablar y mi mundo fue arrancado debajo de mis pies.

CAPITULO 85







Paula

La escuela había comenzado. Los turistas y los visitantes del verano se habían ido a casa. El club tenía mucho menos tráfico y debido a esto las propinas también decayeron. Lo más importante era que Pedro no había mencionado lo del matrimonio de nuevo desde la noche en el 
apartamento,cuando me había contado que era lo que había dicho a su madre, su hermana y mi padre. Ni siquiera los mencionó de nuevo. A veces me preguntaba si había cambiado de opinión o si me lo había imaginado.
Si no fuera por Isabel preguntándome cada semana si Pedro había sacado el tema a colasión, volvería a pensar que había sido un invento de mi imaginación.
Cada vez que le decía que no lo había hecho, se ponía más y más agitada. Por no hablar de que mi corazón dolía un poco más. Tenía miedo de que lo hubiese pensado y decidido que era un error. Antes de que lo hubiese mencionado esa noche ni siquiera me había dejado creer que querría casarse conmigo. 
Pensé que criaría al bebé desde dos casas diferentes. Si mis pensamientos volaban hacia el futuro, los bloqueaba. No era algo que quería esperar.
Mis horas se estaban reduciendo debido a la cada vez más lenta temporada, y me preguntaba si necesitaría conseguir un segundo trabajo. No había mucho para elegir por aquí. Y también era muy probable que Pedro no se lo tomara bien.
Cuando entré en mi habitación había dos cosas que me llamaron la atención.
Había pétalos de rosa sobre la cama y en el centro de ellas había un sobre con mi nombre escrito claramente en la parte delantera. Lo cogí y lo abrí. El papel se sentía
caro y tenía un Alfonso en relieve sobre la parte superior.


Encuéntrame en la playa.
Con amor
Pedro

Su letra anormalmente perfecta me hizo sonreír. Fui a mi armario y saqué un vestido blanco que tenía dos rayas negras a lo largo del dobladillo. Si había planeado algo romántico en la playa no iba a usar mi ropa de trabajo.
Después de cepillar mi pelo y retocar mi maquillaje me dirigí hacia las puertas francesas que daban al abismo y me dirigí a la playa. Pedro estaba vestido con unos pantalones cortos color caqui y una camisa de botones. Me alegró haberme cambiado. Estaba de espaldas a mí y tenía las manos en los bolsillos mientras miraba el mar. Quería detenerme y admirarlo mientras observaba el agua, pero también estaba ansiosa por verlo. 
Se había ido cuando me desperté esta mañana.
Bajé por el camino hacia la arena. Estaba extrañamente desierta excepto por nosotros dos. A pesar de que las multitudes se redujeron, aún estábamos a treinta y un grados, y era soleado fuera. Al mirar hacia abajo me di cuenta de algo en la arena. Alguien había escrito en ella. Había un palo acostado a un lado.
Me detuve y leí en voz alta
 —Paula Chaves, ¿quieres casarte conmigo? —
Mientras las palabras me calaban, Pedro caminó a través de ellas, y se arrodilló sobre una rodilla delante de mí.
Una pequeña caja apareció en su mano y la abrió lentamente, mostrando un anillo de diamante que capturaba los rayos del sol. Parecía que cobraba vida, ya que brillaba. Estaba sucediendo. 
¿Quería esto? Sí. 
¿Confiaba en él?... Sí.
¿Estaba él preparada? No estaba segura. No quería que esto fuera algo que hacía porque se sentía presionado. Sería fácil llegar abajo y poner el anillo en mi dedo. Pero ¿era lo que Pedro realmente quería?
—No tienes que hacer esto —me obligué a decir con la mirada fija en él. No había hablado con su hermana o su madre en las últimas semanas. Por mucho que me disgustaran... no las odiaba y no quería ser lo que se interpusiera entre él y su familia.
Pedro negó con la cabeza. —No, no tengo que hacer nada. Pero quiero pasar el resto de mi vida contigo. Nadie más que tú.
Sus palabras eran las adecuadas. Todavía sentía como que algo andaba mal.No podía realmente querer esto. Era joven, rico y hermoso. No tenía nada que ofrecerle. Lo ataría. Cambiaría su mundo. 
—No puedo hacer esto. No puedo arruinar tu futuro. Puedes ir a hacer cualquier cosa. Te prometí que dejaría que
formaras parte de la vida de nuestro bebé. Eso no va a cambiar cuando sientas que estás listo para irte. Siempre te dejaré.
—No digas una palabra más. Lo juro Paula, estoy a segundos de tirar tu culo en ese océano. —Se levantó y su mirada firme sostuvo la mía—. Ningún hombre ha amado a una mujer tanto como yo te amo. Nada vendrá antes que tú.
No sé qué más tengo que hacer para demostrarte que no te fallaré de nuevo. No voy a hacerte daño. No tienes que estar sola nunca más. Te necesito.
Tal vez esto no estaba bien y tal vez estaba cometiendo un error, pero sus palabras tiraron de los rincones de mi corazón que de alguna manera no había logrado tocar hasta ese momento. Tomé la caja de su mano y levanté el anillo libre.
—Es hermoso —le dije. Debido a que lo era. No era demasiado llamativo o exagerado. Era perfectamente simple.
—Nada menos que eso sería digno de tu dedo —respondió y tomó el anillo de mi mano. Luego volvió a arrodillarse y sus ojos se encontraron con los míos.
—Por favor, Paula Chaves, ¿quieres ser mi esposa?
Quería esto. A él.
—Sí —le dije y puso el anillo en mi dedo.
—Gracias a Dios —susurró cuando se puso de pie de nuevo y capturó mi boca en un beso hambriento. Esto era real y tal vez no sería para siempre, pero era mío por ahora. Me gustaría encontrar una manera de dejarlo ir si quería. Pero lo amaba. Eso nunca iba a cambiar.
—Múdate conmigo —rogó.
—No puedo.
 Tengo que pagar mi mitad del arrendamiento —le recordé.
—He pagado el contrato de arrendamiento en su totalidad durante un año.
Cada centavo que has dado, Antonio lo ha metido en una cuenta de ahorros con tu nombre en él. Lo mismo para Isabel. Ahora, por favor, vive conmigo.
Quise enojarme, pero ahora mismo no podía. Apreté otro beso en sus labios y asentí.
—Y por favor, deja de trabajar —agregó.
—No —le contesté. No haría eso.
—Eres mi prometida ahora. Vas a ser mi esposa. ¿Por qué quieres trabajar en un club de campo? ¿No quieres hacer algo más? ¿Qué pasa con la universidad?
¿Quieres hacerlo? ¿Existe algún título que quieras? No estoy tratando de quitarte tus opciones, quiero darte más.
Iba a ser su esposa. Esas palabras se hundieron en mí mientras lo miraba a los ojos. No tenía que renunciar a la universidad como había hecho con la secundaria. Podría obtener un título y tener una profesión.
—Quiero eso. Es sólo que... déjame acostumbrarme. Es mucho, demasiado rápido —le dije, envolviendo mis brazos a su alrededor.