sábado, 14 de diciembre de 2013

CAPITULO 46









—¿Quién eres tú? —pregunté mientras los recuerdos de aquel rostro poco a poco volvían a mí.
—Ten cuidado a cómo responder a eso —dijo la voz apretada de Pedro detrás de mí. Todavía estaba cerca de mí.
Sus ojos se movieron de mí a mi padre y luego a mí.
—¿Sabes quién soy Paula? Nos hemos visto antes.
—Vino a mi casa. Usted... usted hizo llorar a mi madre.
La mujer rodó los ojos.
—Última advertencia, madre —dijo Pedro.
—Dani quería conocer a su padre. Así que la llevé a él. Llegó a ver a su pequeña y agradable familia con bonitas gemelas rubias que amaba y una mujer igualmente perfecta. Estaba cansada de tener que decirle a mi hija que no tenía padre. Ella sabía que lo tenía. Así que le mostré exactamente lo que él había elegido en lugar de ella. No preguntó por él hasta mucho más tarde.

La niña de mi edad que había estado sosteniendo la mano de su madre fuertemente y estudiándome mientras estaba en la puerta. Había sido Daniela. Mi estómago se revolvió. ¿Qué había hecho mi padre?
—Paula, por favor, mírame. —La voz desesperada de Pedro llegó detrás de mí, pero no podía reconocerlo. Él sabía todo esto. Éste había sido el gran secreto de Daniela. Lo había protegido por ella. ¿No vio que este era mi secreto, también? Él era mi padre y yo no sabía nada. Las palabras de Antonio sonaron en mi cabeza. “Si él tiene que elegir entre tú y Dani, la elegirá a ella.”
Supe entonces que Pedro había elegido a Daniela. Todo el mundo en este pueblo conocía el secreto, excepto yo. Todos sabían quién era yo, pero yo no.
—Estuve comprometido con Georgina. Ella estaba embarazada de Daniela. Tu madre vino a visitarla. Ella era como nadie que hubiese conocido. Era adictiva.
No fui capaz de mantenerme alejado de ella. Georgina todavía estaba sosteniéndose mientras Pedro seguía visitando a su padre todos los fines de semana. Esperaba que Georgy dejara ir a Luca en el momento en que decidiera
que quería una familia. Ni siquiera estaba seguro de que Dani era mía. Tu madre era inocente y divertida. Ella no estaba con rockeros y me hacía reír. La perseguí y
ella me ignoró. Entonces, mentí. Le dije que Georgy estaba embarazada de otro de los hijos de Luca. Sintió lástima por mí. De alguna manera, la convencí de huir conmigo. Tirar la amistad que había tenido toda su vida.
Apreté mis manos sobre mis oídos para bloquear las palabras de mi padre.
No podía escuchar esto. Era todo mentira. Este mundo enfermo en el que vivían era para mí. Quería ir a casa. Regresar a Alabama. Volver a lo que entendía. Donde
las estrellas de rock y el dinero no fueran un problema.
—Detente. No quiero oír eso. Sólo quiero mis cosas. Sólo quiero irme. —El sollozo que siguió no tuvo remedio. Mi mundo y lo que conocía de él acababa de ser volado en mil pedazos. Tenía que ir a sentarme junto a la tumba de mi madre y hablar con ella. Quería ir a casa.
—Nena, por favor, háblame. Por favor. —Pedro estaba detrás de mí otra vez.
Estaba demasiado cansada como para empujarlo. Me aparté de él en su lugar. No lo miraba.
—No puedo mirarte. No quiero hablar contigo. Sólo quiero mis cosas. Quiero ir a casa.
—Paula, cariño, no hay casa. —La voz de mi padre me crispaba los nervios.
Alcé los ojos y lo miré. Todo el dolor y la amargura que había mantenido arrastrándose dentro desde que nos dejó me había consumido.
—Las tumbas de mi madre y mi hermana son una casa. Quiero estar cerca de ellas. He estado aquí y escuchado a todos ustedes decir que mi madre era alguien que yo sé que no era. Ella nunca hubiera hecho lo que le acusan. Quédate
aquí con tu familia, Miguel. Estoy segura de que te amarán tanto como la última lo hizo. Trata de no matar a ninguno de ellos —escupí.
El jadeo ruidoso de Georgina fue lo último que oí antes de salir de la habitación. Quería irme, pero necesitaba mi bolso y mis llaves. Subí corriendo las escaleras, eché todo lo que pude en mi equipaje y lo cerré de golpe. Levanté la
correa del bolso sobre mi hombro y me dirigí a la puerta para ver a Pedro de pie, observándome.
Su rostro estaba pálido y tenía los ojos inyectados en sangre. Cerré los ojos.
No me importaba que él estuviera molesto. Él debía estarlo. Me había mentido. Me había traicionado.
—No me puedes dejar —dijo en un susurro ronco.
—Mírame —contesté con una fría voz plana.
—Paula, no me dejaste explicar. Iba a decirte todo hoy. Llegaron a casa ayer por la noche y entré en pánico. Necesitaba contarte primero. —Dio un puñetazo
contra el marco de la puerta—. No se suponía que lo supieras de esa manera. No así. Dios, no así. —Sonaba realmente molesto.
No podía dejar que tirara de mi corazón la expresión de su rostro. Sería una idiota si lo hiciera. Además, su hermana... Daniela era su hermana. No era de extrañar que hubiera crecido protegiéndola. Había sido la hija sin un padre. Tragué la bilis en mi garganta. Mi padre era un hombre horrible.
—No puedo quedarme aquí. No puedo verte. Representas el dolor y la traición, no sólo a mí, sino el de mi madre. —Sacudí mi cabeza—. Todo lo que había se ha acabado. Murió en el momento en que bajé las escaleras y me di cuenta de que el mundo que siempre había conocido era una mentira.

CAPITULO 45




Di el primer paso y me detuve. ¿Podría enfrentarme a él? ¿Me pediría que me fuera? ¿Sabría que había dormido con Pedro? ¿Daniela tendría a su madre odiándome, también? No había tenido tiempo para trabajar a través de todo esto.
Mi padre dijo mi nombre y sabía que tenía que ir allí y hacerle frente a esto.
Fuera lo que fuera. Me esforcé por cada paso. Caminé a través del vestíbulo y me detuve una vez que los oí con claridad. Necesitaba saber en lo que me estaba metiendo.
—No puedo creerlo, Pedro. ¿En qué estabas pensando? ¿Sabes quién es? ¿Lo que significa ella para ésta familia? —Estaba hablando su madre. Nunca la había conocido, pero lo sabía.

—No puedes hacerla responsable. Ella ni siquiera había nacido todavía. No tienes ni idea de todo lo que ha pasado. Lo que ÉL la ha hecho pasar. —Pedro estaba enojado.
Comencé a caminar hacia la puerta, pero me detuve. Espera. ¿Qué significo para esta familia? ¿De qué estaba hablando ella?
—No vayas por ahí todo arrogante y soberbio. Fuiste tú el que fue y lo encontró para mí. Así que todo lo que él la hizo pasar —espetó—, tú lo empezaste. ¿Después vas y duermes con ella? En serio, Pedro. Dios mío, ¿en qué estabas pensando? Eres igual que tu padre.
Extendí la mano para agarrar el marco de la puerta de apoyo. No sabía lo que se avecinaba, pero mi respiración se estaba volviendo poco profunda. Podía sentir el pánico creciente en mi pecho.
—Recuerda quién es dueño de esta casa, madre. —Esa fue la clara advertencia de Pedro.
Su madre soltó una carcajada ruidosa. —¿Puedes creer esto? Se está volviendo en mi contra por una chica que acaba de conocer. Miguel, tienes que hacer algo.
Se hizo el silencio. Entonces, mi padre se aclaró la garganta. —Es su casa, Georgy. No puedo obligarlo a hacer nada. Debí haber esperado esto. Ella es tan parecida a su madre.
—¿Qué se supone que significa eso? —rugió la mujer.
Mi padre suspiró. —Ya hemos pasado por esto antes. La razón por la que te dejé por ella era porque tenía este magnetismo por ella. Me parecía que no podía dejarla ir…
—YA LO SÉ. No quiero volver a oírlo. La querías tan desesperadamente que me dejaste embarazada con un montón de invitaciones de boda para anular.
—Cariño, cálmate. Te quiero. Sólo estaba explicando que Paula tiene el carisma de su madre. Es imposible no sentirse atraído por ella. Y ella es tan ciega como su madre. No puede evitarlo.
—¡AH! ¿Nunca me dejará en paz esa mujer? ¿Siempre arruinará mi vida? Se ha ido, por el amor de Dios. Tengo al hombre que amo de nuevo y nuestra hija tiene finalmente a su padre y ahora esto. Vas y duermes con esta, ¡esta chica!

Mi cuerpo estaba entumecido. No me podía mover. No podía tomar un respiro profundo. Todavía estaba soñando. Eso era todo. No había despertado todavía. Cerré los ojos con fuerza, obligándome a despertar de este sueño enfermo
y retorcido.
—Una palabra más contra ella y tendrás que irte. —El tono de Pedro era frío y duro.
—Georgy, cariño, por favor, cálmate. Paula es una buena chica. Su estancia aquí no es el fin del mundo. Ella necesita un lugar donde quedarse. Ya te lo expliqué. Sé que odias a Alejandra, pero ella era tu mejor amiga. Ambas habían sido
amigas desde que eran niñas. Hasta que llegué y arruiné todo lo de ustedes, eran como hermanas. Esta es su hija. Ten un poco de compasión.
No. NO. No. No. No. No acabo de oír eso. Esto no es real. Mi madre nunca había separado la boda de alguien. Nunca hubiera dejado a mi padre abandonar a una mujer que estaba embarazada de su hijo. Mi madre era una mujer compasiva, dulce. Ella nunca, nunca hubiese dejado que eso sucediera. No podía estar aquí y escucharlos hablar de ella de esa manera. Estaban equivocados. No la conocían. Mi padre había estado fuera tanto tiempo que había olvidado lo que realmente sucedió.
Solté el agarre de muerte que tenía en el marco de la puerta y me dirigí a la habitación donde estaban deshonrando el nombre de mi madre.
—¡NO! Todos ustedes cierren la boca —grité. La sala quedó en silencio.
Encontré a mi padre y estabilicé mi mirada enojada sobre él. No había nadie más por aquí que importara en estos momentos. No la mujer que escupió mentiras sobre mi madre o el hombre que amaba. Al que le había dado mi cuerpo. El que me había estado mintiendo.
—Paula—La voz de Pedro sonó lejos. Tendí la mano para detenerlo. No lo quería cerca de mí.
—Tú —Señalé con mi dedo a mi padre—, sólo estás dejándolos mentir sobre mi madre —grité. No me importaba si parecía una lunática. Odiaba a todos en estos momentos.
—Paula, déjame explicarte…
—¡Cállate! —rugí—. Mi hermana, mi otra mitad, murió. Ella murió, papá.En un coche de camino a la tienda, contigo. Era como si mi alma hubiera sido tomada de mí y partida en dos. Perderla fue insoportable. Vi a mi madre lamentarse, llorar y afligirse, y entonces vi a mi padre alejarse. Para no volver
jamás. Mientras su hija y su esposa estaban tratando de recoger los pedazos de su mundo sin Valeria en él. Entonces, mi madre se enferma. Te llamo, pero no
contestas. Por lo tanto, tengo un trabajo extra después de la escuela y me pongo a hacer los pagos para la atención médica de mamá. No hago más que cuidar a mi madre e ir a la escuela. Excepto mi último año, ella se pone tan enferma que tengo que abandonar los estudios. Porque tenía a la única persona en el planeta que me amaba muriendo mientras estaba sentada y miraba sin poder hacer nada. Sostuve su mano mientras ella tomó su último aliento.
Organicé su funeral. Los vi bajarla a la tierra. Nunca llamaste. Ni una sola vez.
Luego, tuve que vender la casa que la abuela nos dejó y todo de valor en ella sólo para pagar las facturas médicas. —Me detuve y tomé un ruidoso y jadeante respiro, un sollozo se me escapó.
Dos brazos me rodearon y grité, lanzando mis brazos y alejándome.
—¡NO ME TOQUES! —No quería que me tocara. Me había mentido. Él lo sabía y me había mentido—. Ahora estoy siendo forzada a oírte hablar de mi madre, que era una santa. ¿Me oyes? ¡Ella era una santa! Todos ustedes son unos mentirosos. Si alguien es culpable de esta mierda que oigo saliendo de tu boca es ese hombre. —Señalé a mi padre. No podía llamarlo así. No ahora—. Él es el
mentiroso. No vale la tierra bajo mis pies. Si Daniela es su hija. Si estabas embarazada... —Abrí los ojos a la mujer que aún no había visto y las palabras se congelaron en mis labios. La recordaba. Me tambaleé hacia atrás y sacudí la cabeza.
No. Eso no era lo que parecía.