sábado, 29 de noviembre de 2014

CAPITULO 144




Pasaron dos días desde que vi a Paula. Evitarla no había sido fácil. Era difícil luchar contra el impulso de bajar y verla cada mañana. Pero no era por eso que rompía mi regla hoy. 


Al menos eso era lo que me decía a mí mismo.


Federico apareció borracho con una de sus chicas habituales. No sabía si se iban a levantar temprano, pero no quería que Paula se encontrara con ellos en la cocina. Para ser honesto, no quería que recibiera una idea equivocada si la chica estaba allí sola. Ya dejó en claro sus sentimientos acerca de mi vida sexual. Debería dejarle creer que esto era otro de mis encuentros... pero me dirigí la planta baja de todos modos. Incapaz de detenerme.


—¿Acabas de salir de la despensa? —La chica, cuyo nombre no recordaba, le preguntaba a Paula en un tono confuso. Tomé pasos más largos, necesitando entrar a la maldita cocina y hacer callar a la chica. Paula no tenía que responderle.


—Sí. ¿Acabas de salir de la cama de Pedro? —preguntó Paula. Su voz suave acurrucada alrededor de las palabras, por lo que la pregunta parecía inocente. Bajé la velocidad, sorprendido de detectar un matiz territorial.


—No. No es que es que quisiera entrar en su cama si él me dejara, pero no le cuentes a Fede eso. No importa. Él probablemente ya lo sabe —dijo la chica.


Me detuve en la puerta y busqué en la cocina a Paula. Se encontraba de pie al otro lado de la isla. La chica estaba entre nosotros, estorbaba mi vista.


—Así que, ¿acabas de salir de la cama de Fede? —preguntó Paula. Contuve una sonrisa. La confusión en su voz sonaba muy parecida al alivio para mí.


—Sip. O al menos de su antigua cama.


—¿Su antigua cama? —preguntó Paula.


Luché contra la tentación de quedarme y escuchar lo lejos que iría Paula con su interrogatorio. Jodidamente me gustaba. Yo le importaba, y me gustaba. Maldita sea, esto era malo.


La chica se movió, los ojos de Paula se movieron hasta que se encontraron con los míos. Atrapado. Conversación terminada. Tiempo de arreglar lo que se estaba convirtiendo en un problema. Lidiar con mi interés por Paula era una cosa;interesándose en mí era otra. Ella no sabía nada. No podía dejar que le gustara. Ni siquiera un poco. Al final, me odiaría, nunca lograría tenerla sintiendo algo por mí que no fuera un poco de interés.


—Por favor, no dejes que yo te detenga, Paula. Continúa interrogando a la invitada de Fede. Estoy seguro que a él no le importara —dije, mientras me apoyaba contra la puerta y actuaba como si me estuviera poniendo cómodo.


Los ojos de Paula se abrieron antes de que agachara su cabeza y se sacudiera las migas de sus manos en el cubo de basura. En realidad nunca la había visto comer. Me alegré de ver señales de que comía.


—Buenos días, Pedro, gracias por dejarnos dormir aquí anoche. Fede bebió demasiado como para manejar todo el camino de regreso a su lugar —dijo la chica.


—Fede sabe que tiene una habitación cuando él lo quiera —dije, sin mirarla.


Mantuve mis ojos en Paula, entonces me dirigí a la isla.


—Bien, uh, creo que voy a ir a buscarlo, entonces. —La chica siguió hablando, pero no le hice caso. No tenía ninguna importancia para mí. Preferiría que se fuera.


Cuando escuché sus pasos desvanecerse por el pasillo, cerré la distancia entre Paula y yo.


—La curiosidad mató al gato, dulce Paula —dije, amando la manera en que sus mejillas se sonrojaron—. ¿Creías que había tenido otra pijamada? ¿Tratabas de descubrir si estuvo en mi cama toda la noche? —Joder, quería tocarla. Se movía nerviosamente, pero solo por un maldito minuto, quería sentirla cerca de mí. ¡No! Tenía que recordar quién era. Lo que hizo. Que mantenerla lejos de mí nos salvaría a ambos al final—. Con quién me acueste no es tu asunto ¿No hemos pasado por esto antes? —Se suponía que debía estar enojada conmigo. No se suponía que estuviera mirándome con esos ojos grandes, indefensos. Incapaz de mantener mis manos lejos de ella, me acerqué y envolví un mechón de su cabello alrededor de mi dedo. La textura sedosa me hizo temblar ligeramente. Estaba demasiado cerca. Esto era malo y peligroso—. No quieres saber de mí. Puedes pensar que lo quieres, pero no es así. Te lo aseguro.


Si tan solo pudiera ver eso, esto sería más fácil. Pero en vez de huir de mí, me miró como si hubiera algo más. Algo más que un idiota arrogante. ¿Cómo diablos veía a través de la persona que le proyectaba? No tenía que ver nada excepto el chico mimado que el resto del mundo asumía que era.


—No eres lo que yo esperaba. Me gustaría que lo fueras. Sería mucho más fácil — susurré, dándome cuenta de que lo había dicho en voz alta. Dejando caer su cabello, di un paso atrás, luego me di la vuelta y salí de la cocina. 


Necesitaba estar lejos de ella.


Pero ¿cómo diablos iba a hacer eso con ella en mi casa?



***


Me llevo horas quedarme finalmente dormido, solo para ser despertado por el teléfono sonando. Dándome la vuelta, tomé mi teléfono celular de mi mesita de noche y entrecerré los ojos contra la luz de la pantalla. Era Tomas. Mi primo pequeño. Mierda. No otra vez.


—¿Qué? —gruñí en el teléfono, aunque ya sabía porque llamaba. O bien había huido de nuevo y estaba en camino a mi casa, o ya estaba en mi casa y tenía que entrar.


La hermana de mi madre era una puta. Una perra rabiosa. 


Entendí eso por completo, pero el chico no podía seguir huyendo. Especialmente aquí.


—Estoy fuera —dijo.


—Mierda, Tomas. ¿Qué es esta vez? —pregunté, arrojando las mantas y buscando un par de pantalones en el suelo para ponerme.


—Quiere hacerme ir de campamento. Todo el maldito verano —contestó—. ¡En Irlanda!


Que se traducía en: quería un verano libre de la carga de la maternidad y se preparaba para embarcarlo. Probablemente sería el mejor verano de su vida. Un verano libre de ella.


Terminé la llamada y tiré el teléfono antes de hacer mi camino hasta la puerta principal. Al abrirla, me estremecí al ver a Tomas sosteniendo una bolsa de viaje, como si no me importara dejarle mudarse aquí. Ya había criado a una niña; no iba a criar a otro.


—Te vas a casa en la mañana. Jodidamente amarás Irlanda. Ve a la habitación de Fede por esta noche. Duerme allí —me quejé, cerrando la puerta tras de él.


—Ni siquiera hablo irlandés —se quejó.


¿Cómo diablos este chico había pasado a la secundaria? —Idiota, ellos hablan inglés —dije, dándole una palmada en la coronilla—. Estoy exhausto. Me despertaste. Ahora, ve a dormir, maldita sea.


Asintió y se arrastró como si hubiera acabado con su mundo. No hice caso de su mala cara y lo seguí por las escaleras. Esta no era la primera vez para nosotros. Se escapaba a mi casa cada vez que estaba cerca. A su madre le gustaba visitar la playa de Rosemary durante los veranos, por lo que ocurría más a menudo entonces.


—¿Alguna vez has estado en Irlanda? —preguntó, al llegar a la puerta de la habitación en la que iba a pasar la noche.


—Sip. País magnífico. Ahora, ve a dormir —contesté, luego regresé a la cama.


Se iba a casa mañana, pero tendría que llamar a Fede para que viniera a buscarlo.


Tan pronto como llegara a casa de mi tía y comenzara a pelear con ella, mi voluntad se rompería y lo traería de vuelta aquí conmigo.


Federico sería capaz de llevarlo a casa. Lo había hecho por mí más de una vez.

CAPITULO 143




—¡Pedro! —gritó Jose desde un taburete de la barra cuando entré en el club. Esta no era mi escena normalmente, pero cuando recibí tres mensajes de texto de personas diciéndome que todo el mundo se encontraba reunido aquí esta noche, decidí que necesitaba la distracción.


—Alfonso está aquí —gritó alguien. Me dirigí a la barra, y Jose deslizó un chupito para mí mientras me acercaba. Jose era el mejor amigo de Antonio Kerrington. Un buen tipo. Simplemente no nos llamaría cercanos. No era cercano a nadie que no fuera Federico.
Era el único en quién confiaba.


—Bebe —dijo Jose, sonriendo. La rubia en su brazo me resultaba familiar, pero Rosemary Beach no era un lugar demasiado grande. Probablemente estuve con ella en algún momento.


—Hola, Pedro —dijo la chica con una sonrisa coqueta, y noté que la conocía. Sin embargo, no podía recordar su nombre.


Asentí y tomé rápidamente el tequila. No solía tomar chupitos, pero si iba a tener que soportar este lugar, necesitaría unos tragos de algo.


—¿Te has perdido? —me preguntó Federico con una sonrisa mientras caminaba a mi lado.


Sonreí. —Probablemente —contesté—. ¿Y tú?


Miró por encima del hombro. —No. Estoy aquí por Daniela.


Con el ceño fruncido, seguí su mirada y vi a Dani dando tumbos y riendo a carcajadas, mientras un tipo que no conocía se aferraba a su cuerpo apenas cubierto por ropa. —¿Qué diablos? —Comenzaba a moverme en torno a él cuando me agarró del brazo.


—No lo hagas. A ella le gusta. Están saliendo. Pero últimamente está bebiendo demasiado. Pensé en venir a verla, y me encontré con esto. Sólo da un paso atrás y obsérvala. Si cualquiera de nosotros hace algo antes de tiempo, se irá con el idiota, y ambos estaremos tratando con más drama del que queremos.


Se hallaba en lo cierto. Daniela era adulta. No era su papá, y tenía que dejar que cometiera sus propios errores. Aclarar su camino era agotador, y no la ayudaba. — ¿Preguntaste por ahí acerca de él? —dije.


Fede puso una cerveza en mi mano. —Vamos a sentarnos y esperar. Creo que ella está muy bien. Él es Charles Kellar, el nieto del viejo Morrison. Va a Harvard. Está aquí visitando a sus abuelos durante esta semana.


Siquiera era de su edad. Tomé un trago de la cerveza y vi como Dani tiraba del chico a la pista de baile y se quitaba los tacones de aguja. Al menos no se le rompería el maldito tobillo.


—No está tomando bien el asunto de Paula, ¿verdad? —preguntó Federico.


Me encogí de hombros. Quería no tener razones para que Dani estuviera disgustada. Necesitaba crecer de una puta vez y darse cuenta de que no era la única persona en el planeta. Pero no podía hacer que no me importara. —No. Pero tiene que aceptarlo. No es como si estuviera durmiendo con Paula. Sólo estoy dándole un lugar para quedarse —contesté.


—Pero quieres dormir con ella —dijo Fede, sonriendo.


—Cállate —gruñí, y le lancé una mirada de advertencia.


—Maldita sea, Pedro, yo quiero dormir con ella. No, retiro lo dicho. Quiero follarla hasta que pierda la razón. Ella es…


Me encontraba fuera de mi asiento y en su rostro tan rápido que me sorprendí a mí mismo. —¡No lo hagas! —grité. Tomé una respiración profunda para controlar la repentina ira hirviendo dentro de mí—. Mantente alejado de ella. ¿Entiendes?


Federico no se contrajo ni asintió asustado por haberme hecho enojar. En cambio, mi hermano se rio entre dientes. —Santa mierda —murmuró, y sacudió la cabeza—.Ella te tiene.


Eso me hizo retroceder y sacudir la cabeza. No sabía lo que decía. Simplemente no me gustaba que hablaran así de alguien indefenso y dulce.


—Pedro, no pensé que vendrías esta noche —dijo Dani arrastrando las palabras mientras paseaba a nuestra mesa y se agarraba del taburete vacío delante para no perder el equilibrio—. ¿Has conocido a Charles? ¿O no? No me acuerdo —dijo, y se tiró sentándose en el taburete.


—No, no lo he hecho —respondí, contento por la interrupción, incluso si se trataba de Daniela borracha.


—Charles Kellar —dijo el hombre, tendiéndome la mano—. ¿Eres Pedro... Alfonso? —preguntó, sus ojos ampliándose un poco cuando dijo mi apellido, con un tono casi
reverente. Era un fan de mi padre. Conocía esa mirada.


Asentí y tomé un sorbo de mi cerveza mientras ignoraba la mano. No estrecharía la mano del hijo de puta. Conocía a su tipo. Averiguó la conexión de Daniela con Slacker Demon e hizo su camino congraciándose con ella. Ella no comprendía que él era uno de muchos. Estuve en esta situación antes. 


Una Daniela sobria hubiese visto esta basura de inmediato.


—Es un gran fan de Luca —dijo Daniela, rodando los ojos y moviendo la mano hacia Foster—. Lo sé. Me está utilizando para conocerte, y lo estoy usando porque es un muy buen polvo —dijo demasiado alto.


Federico se encontraba fuera de su asiento y moviéndose antes de que pudiera decir nada. —La tengo —me dijo. 


Asentí en su dirección antes de mirar a Foster. Daniela chilló y se agitó sobre Fede, pero usó sus encantos para calmarla mientras la llevaba hacia la salida.


—No me llevo bien con idiotas que usan a mi hermana. Hazte un favor y quédate jodidamente lejos de ella. Me gustan tus abuelos, pero no me importa una mierda quienes son. No juegues con mi familia. ¿Entendido? —Mantuve mi voz baja y uniforme, mientras los ojos de Foster se abrían y asentía. Bajando de golpe mi cerveza, me levanté y seguí la misma ruta que Federico tomó con Daniela.


La camioneta de Federico se había ido cuando finalmente llegué a los estacionamientos. Llevaba a Daniela a casa. No tenía que llamarlo para comprobar eso. Me dirigí a mi auto y decidí que era seguro ir a casa ahora. Paula debía estar en la cama. No tendría que verla.


El alivio que sentí al ver a su camioneta destartalada estacionada de manera segura en el camino de entrada fue algo que no me encontraba con ánimos de admitir en ese momento. Sí, me ponía obsesivo sobre su seguridad, pero eso era porque era un jodido protector. Mi madre me obligó a cumplir ese rol a una temprana edad, y se encontraba en mi maldita sangre ahora. No podía evitarlo. Nada más.
Si teníamos suerte, Paula estaría dormida.