sábado, 23 de noviembre de 2013

CAPITULO 2
Los ojos del tipo se abrieron y echó su cabeza hacia atrás mientras reía. ¿Por
qué era tan gracioso? Esperé a que lo explicara cuando me tendió su mano. —
Vamos, Paula, tengo a alguien que necesitas conocer. A él le va a encantar esto.
Miré su mano y cogí mi bolso.
—¿También llevas un arma en tu bolso? ¿Debo advertirles a todos que no te
molesten? —El acento burlón en su voz me detuvo antes de decirle algo grosero.
—Abriste la puerta sin tocar. Me asusté.
—¿Tu reacción instantánea al asustarte es apuntarle una pistola a alguien?
Diablos, chica, ¿de dónde eres? La mayoría de las chicas que conozco gritan y
alguna mierda de ese estilo.
La mayoría de las chicas que él conocía no se vieron obligadas a defenderse
por sí solas durante los últimos tres años. Yo tenía que cuidar de mi madre, pero
no tenía a nadie quien cuidara de mí. —Soy de Alabama —contesté, ignorando su
mano y saliendo de la camioneta por mi cuenta.
La brisa del mar golpeó mi cara y el olor salado de la playa fue
inconfundible. Nunca había visto la playa antes. Al menos no en persona. Sólo en
fotos y películas. Pero el olor, era exactamente como yo lo esperaba.
—Así que es cierto lo que dicen de las chicas de Bama —respondió y volví
mi atención hacia él.
—¿A qué te refieres?
Sus ojos recorrieron mi cuerpo de abajo hacia arriba hasta llegar a mi cara.
Una sonrisa se extendió lentamente por su rostro. —Jeans ajustados, camisetas sin
mangas, y una pistola. Rayos, he estado viviendo en el jodido Estado equivocado.
Poniendo mis ojos en blanco, metí la mano en la parte trasera de la
camioneta. Tenía una maleta y algunas cajas que necesitaba donar.
—Aquí, déjame eso a mí. —Pasó a mí alrededor y metió su mano en la caja
de la camioneta para tomar la enorme maleta que mi mamá había mantenido
guardada en su armario para el “viaje por carretera” que nunca pudo realizar. Ella
siempre hablaba de cómo conduciríamos por todo el país y luego por la Costa
Oeste. Entonces, ella enfermó.
Sacudiendo los recuerdos, me centré en el presente. —Gracias, eh… No creo
que me hayas dicho tu nombre.
El tipo sacó la maleta y se volvió hacia mí.
—¿Qué? ¿Se te olvidó preguntarme cuando tenías la nueve milímetros
apuntándome en la cara?
Suspiré. Bueno, tal vez crucé la línea con la pistola, pero él me asustó.
—Soy Federico, el, eh, amigo de Pedro.
—¿Pedro? —Ahí estaba de nuevo ese nombre. ¿Quién era Pedro?


La sonrisa de Federico se hizo más grande. —¿No sabes quién es Pedro? —
Parecía extremadamente maravillado—. Estoy jodidamente contento de haber
venido esta noche.
Asintió con la cabeza en dirección a la casa. —Vamos. Te voy a presentar.
Caminé junto a él mientras me guiaba a la casa. La música se hizo más
fuerte mientras nos acercábamos. Si mi padre no estaba aquí, ¿entonces quién?
Sabía que Georgina era su nueva esposa, pero eso era todo. ¿Era una fiesta de sus
hijos? ¿Cuántos años tenían? Sí tenía hijos, ¿verdad? No podía recordarlo. Papá
había sido vago al respecto. Sólo dijo que me gustaría mi nueva familia, pero no
dijo quién exactamente era esa familia.
—Así que, ¿Pedro vive aquí? —le pregunté.
—Sí, por lo menos en el verano. Se traslada a sus otras casas de acuerdo a la
temporada.
—¿Sus otras casas?
Federico rió. —No sabes nada acerca de esta familia con la que tu padre se ha
casado, ¿verdad, Paula?
Él no tenía la menor idea. Negué con la cabeza.
—Una rápida lección antes de entrar a la locura —respondió deteniéndose
en las escaleras de la puerta principal y me miró—. Pedro Alfonso es tu hermanastro.
Es el único hijo del famoso baterista de Slacker Demon, Luca Alfonso. Sus padres
nunca se casaron. Su madre, Georgina, era una groupie. Esta es la casa de Pedro.
Su madre vive aquí porque él se lo permite. —Se detuvo y miró a la puerta,
mientras ésta se abría—. Y estos son sus amigos.
Una chica alta y esbelta con pelo rubio fresa, quien llevaba un corto vestido
azul y un par de zapatos de tacón, en los cuales yo me rompería el cuello si trataba
de usarlos, se quedó mirándome. No pasé por alto su ceño fruncido en disgusto.
No sabía mucho sobre esta gente, pero sabía que mi ropa barata no era algo que
ella aprobaba. Era eso o yo tenía un bicho en mi cara.
—Bueno, hola, Daniela —dijo Federico en tono molesto.
—¿Quién es ella? —preguntó la chica, desplazando su mirada a Federico.
—Una amiga. Quita esa mueca de tu cara, Dani, no te hace ver linda —le
respondió, estirando su mano para tomar la mía y guiarme a la casa detrás de él.
La habitación no estaba tan llena como pensaba. Pasamos por el vestíbulo
hacia una puerta grande en forma de arco que conducía a lo que supuse era la sala
de estar. Era más grande que mi casa entera o mejor dicho, la que fue mi casa. Dos
puertas de cristal estaban abiertas con una impresionante vista al mar. Quería verlo
de cerca.
—Por aquí —Indicó Federico mientras se hacía camino a un… ¿bar? ¿En serio?
¿Había un bar en esta casa?
Miré a las personas alrededor. Todos se detuvieron por un momento,
dándome una mirada rápida. Sobresalía demasiado.
—Pedro, conoce a Paula, creo que ella te pertenece. La encontré afuera un
poco perdida —dijo Federico y giré mi mirada de los curiosos para conocer al tan
mentado Pedro.
Oh.
Oh. Mi.
—¿A sí? —respondió Pedro en un acento perezoso y se inclinó hacia adelante
desde su posición relajada en el sofá blanco con una cerveza en la mano—. Es
linda, pero joven. No puedo decir que es mía.
—Oh, sí que es tuya. Ya que su papi huyo a París con tu mamá por las
próximas semanas. Yo diría que ahora te pertenece a ti. Yo con mucho gusto le
puedo ofrecer una habitación en mi casa, si quieres. Eso es, claro, si se compromete
a dejar su arma mortal en su camioneta.
Pedro entrecerró los ojos y me estudió con atención. Eran de un color
extraño. Increíblemente inusuales. No eran de color marrón. Tampoco eran de
color avellana. Eran de un color cálido y algo de plateado en ellos. Nunca había
visto nada igual. ¿Podrían ser contactos?
—Eso no la hace mía —respondió finalmente y se recostó en el sofá donde
había estado reclinando cuando entramos.
Federico se aclaró la garganta. —Es una broma, ¿verdad?
Pedro no contestó.En su lugar, tomó un trago de la botella en sus manos. Su
mirada se desplazó hacia Federico y pude ver la clara advertencia en ellos.Me iba a decir que me marchara. Eso no era bueno. Tenía exactamente veinte dólares en mi
cartera y estaba casi sin gasolina. Ya había vendido cada cosa de valor que tenía.
Cuando llamé a mi padre le expliqué que sólo necesitaba un lugar para quedarme
hasta que consiguiera un trabajo y ganar el dinero suficiente para poder rentar mi
propio lugar. Él rápidamente aceptó y me dio esta dirección diciéndome que le
encantaría que viniera a vivir con él.
Pedro volvió su atención a mí. Esperaba a que yo hiciera algo. ¿Qué quería
que le dijera? Una sonrisa tocó sus labios y me guiñó un ojo.
—Tengo una casa llena de invitados esta noche y mi cama ya está llena. —
Movió su mirada a Federico—. Creo que es mejor si la dejamos ir a buscar un hotel
hasta que pueda ponerme en contacto con su papi.


CAPITULO 1


Camionetas con lodo en los neumáticos era a  lo que estaba acostumbrada a ver estacionadas afuera de una fiesta. No costosos automóviles extranjeros. Este lugar tenía como veinte de ellos cubriendo el largo de la entrada. Estacioné la camioneta FORD sobre la hierba para no bloquear la salida de nadie. Papá no me había dicho que habría una fiesta. En realidad, no me había dicho mucho.
Tampoco se presentó para el funeral de mi madre. Si no necesitara un lugar para vivir, no estaría aquí. Tuve que vender la casita que mi abuela nos había dejado para pagar las últimas facturas médicas de mamá. Todo lo que me quedaba era mi ropa y la camioneta. Llamar a mi padre, después de no haber venido ni una sola vez durante los tres años que mi madre batalló contra el cáncer, Fue difícil. Sin embargo, era necesario; Él era la única familia que me quedaba.
Me quede mirando la casa de tres pisos, la cual estaba sobre la arena blanca de Rosemary beach, Florida. Este era el nuevo hogar de mi padre. Su nueva familia. Yo no iba a encajar aquí.
La puerta de la camioneta fue abierta de repente. Por instinto, metí la mano bajo el asiento y agarre mí nueve milímetros. La levanté y apunté directamente al intruso, sosteniéndola con ambas manos listas para jalar el gatillo.
      -Guau… Iba a preguntarte si estabas perdida, pero te diré lo que sea que quieras para que guardes esa cosa.- Un chico con pelo marrón lanudo que caía detrás de sus orejas se encontraba en el otro lado de la pistola, con las manos en el aire y los ojos muy abiertos.
Levante una ceja y sostuve mi pistola fijamente. Aún no sabía quién era este tipo. Abrir la puerta de la camioneta de un extraño no era una manera común de presentarse.- No, no creo estar perdida. ¿es esta la casa de Miguel Chaves? 
el chico tragó saliva nerviosamente.- he,no puedo pensar con esa cosa apuntándome a la cara.me estás poniendo muy nervioso,corazón.¿podrías ponerla abajo antes de que tengas un accidente?
¿Accidente? ¿En serio? Este tipo comenzaba  a enfadarme.-No te conozco.Está oscuro afuera y estoy en un lugar desconocido,sola.Así que perdóname si no me siento muy segura en este momento.Puedes confiar en mí cuando te digo que no habrá ningún accidente.Puedo manejar un arma.Demasiado bien.    
El chico no parecía creerme y ahora que lo miraba bien,Realmente no parecía ser una amenaza.Sin embargo,yo no estaba lista para guardar el arma.
-¿Miguel?-Repitió lentamente comenzando a sacudir la cabeza y luego se detuvo-Espera,Miguel es el nuevo padrastro de Pedro.Lo conoci antes de que el y Giorgina se fueran a Paris 
¿París? ¿Pedro? ¿Qué? Esperé por una explicación, pero el tipo siguió
mirando el arma y conteniendo la respiración. Manteniendo mis ojos en él, bajé el
arma y puse el seguro antes de volverla a meter debajo de mi asiento. Tal vez con
la pistola ya guardada el chico se enfocaría.
—¿Tienes un permiso para esa cosa? —preguntó con incredulidad.
No estaba de humor para hablar sobre mi permiso de portar armas.
Necesitaba respuestas. —¿Miguel está en París? —pregunté, necesitando
confirmación. Él sabía que yo iba a venir hoy. Hablamos la semana pasada después
de que vendí la casa.
El tipo asintió con la cabeza y relajó su postura. —¿Lo conoces?
En realidad, no. Lo había visto dos veces desde que nos abandonó a mi
madre y a mí hace cinco años. Recordaba al padre que iba a mis partidos de fútbol
y hacía hamburguesas a la parrilla fuera de las fiestas del vecindario. El padre que
tuve hasta el día en que mi hermana gemela Valeria murió en un accidente
automovilístico. Mi padre iba detrás del volante. Él cambió totalmente ese día. El
hombre que no llamaba y se aseguraba de que yo estaba bien mientras cuidaba de
mi madre enferma, a ése no lo conocía. Nada en lo absoluto.
—Soy su hija, Paula.
SINOPSIS

Querer lo que se supone no debes tener…
Sólo tiene 19 años
Es la hija de tu nuevo padrastro
Sigue siendo ingenua e inocente por pasar los últimos 3 años cuidando de su madre enferma
Pero sin embargo, para Pedro Alfonso de 24, ella es la única cosa que ha estado fuera de sus límites. El dinero de su famoso padre, la desesperación de su madre por ganar su amor, y su encanto son las tres razones por las que nunca se le ha dicho que no.
Paula Chaves dejo su pequeña granja en Alabama después que su madre murió, para vivir con su padre y su nueva esposa en una casa de playa en Florida. No está preparada para el cambio de estilo de vida y sabe que nunca va a encajar en este mundo. Luego esta su sexy  hermanastro con quien su padre la deja durante el verano mientras el sale corriendo a Paris con su esposa. Pedro es tan mimado como precioso. También se está metiendo bajo su piel. Sabe que él no es bueno para ella y que nunca le será fiel a nadie. Él es obsoleto y tiene secretos que Paula sabe que nunca podrá descubrir, pero aun sabiendo todo eso…
Puede que Paula haya caído demasiado lejos

PRESENTACIÓN



TRILOGÍA TOO FAR DE Abbi Glines
adaptación de los tres libros
FALLEN TOO FAR
NEVER TOO FAR
FOREVER TOO FAR