sábado, 28 de diciembre de 2013

CAPITULO 78







Pedro

te llamé para preguntarte si podrías desayunar conmigo. ¿Por lo menos podrías darme treinta minutos de tu atención? Hace semanas que no nos hemos visto. 
Te echo de menos—. Me afectó el dolor en la voz de Dani Tenía razón. La estaba ignorando. Incluso no estaba 
seguro de lo me había dicho desde que Paula entró en el comedor. Estaba tan concentrado en que no cargara nada pesado y que nadie la estuviera molestando… o coqueteando con ella, que no me quedaba mucho tiempo en el almuerzo con mi hermana.
—Sí, lo siento —le dije, viendo la puerta por donde había visto a Paula entrar.
—Otra vez cuéntame del torneo de navegación que estabas haciendo con el chico nuevo… me dijiste que su nombre era Carlos.
Dani sonrió cuando le mencioné el nombre del chico y luego asintió. Me recordó a la pequeña niña que se entusiasmaba hablando de algo que le interesaba.
No como un adulto enojado cuando crecía. —Sí. Es el nieto de los Kellars. Es de Cape Cod y es un experto en navegación. Navegó hasta aquí durante el verano.
Como sea, entró a un torneo y quiere llevarme con él. Sólo será por unos días.
Escuché mientras hablaba de Carlos y su velero, pero era muy difícil no mirar alrededor y buscar a Paula. Necesitaba encontrar un balance entre estas dos mujeres en mi vida. Primero estaba Paula, pero amaba a mi hermana y 
me necesitaba. Incluso si en el desayuno la escuchaba hablar acerca de su última conquista. No tenía con quien hablar. Dejó de hablar y frunció su ceño por algo que pasaba detrás de mi hombro.
—Necesita concentrarse en su trabajo y dejar de mirarte. Dios, no sé por qué Antonio no la despide.
Miré hacia atrás para ver a Antonio, Jose y Matias sonriendo y bromeando con Paula, que se encontraba sonrojada.
—No está mirando ahora. Está demasiado ocupada coqueteando con los chicos. Sólo le importa el dinero. Realmente es patético. Me gustaría que vieras lo ridículo que es su intento. Quiero decir, los estoy viendo y…
—Daniela, cállate —gruñí. No quería escuchar todas las tonterías que Dani decía respecto a Paula, tampoco quería ver a los chicos coquetear con ella, y que la hicieran sonrojar era más de lo que podía manejar. Iba a asegurarme de cada uno de esos hijos de puta comprendieran que era mía.
—¿Vas a dejarme por ella? Está coqueteando con ellos, Pedro . No puedo creer que simplemente te levantarás durante el desayuno para ir con el público que tiene esa puta barata. —El ataque de celos que había tenido inmediatamente me había distraído y me había olvidado de mi hermana. Una neblina roja se apoderó de mí, y me giré hacia ella.
—¿Qué demonios acabas de  decir?—le pregunté susurrando y levantándome sobre ella. Abrió la boca para hablar, pero sabía que si decía algo malo de Paula iba a perder el control.
—No lo hagas. Si es que quieres salir de aquí con un poco de dignidad. Si alguna vez vuelves a decir algo malo acerca de Paula ya no voy a volver a verte. Maldita sea, ¿lo entiendes?
Los ojos de Daniela se abrieron. Nunca le había hablado de esa manera. Pero Esta vez había llegado demasiado lejos. Se levantó de un salto y tiró su servilleta a la mesa.
—No puedo creerlo. Soy tu hermana. Ella sólo… ella sólo…
—Es la mujer de la que estoy enamorado. Necesitas recordarlo —dije terminando su oración.
Los ojos de Daniela destellaron odio mientras se daba la vuelta y salía del club.
No me importaba. Necesitaba que se fuera antes de que dijera alguna otra estupidez. No quería hacerle daño. La amaba, pero odiaba cada una de las palabras que salían de su boca. Una mano me tocó el brazo y me sacudió, antes de que lo hiciera, sabía que era Paula. Sus ojos azules estaban llenos de preocupación. Esto era a lo que tenía miedo. El odio de Daniela hacia ella. No podía culparla, pero no podía vivir sin Paula. Pero en este momento necesitaba estar solo.
—Lo siento —le dije susurrando, luego aparté mi mano para sacar el dinero y ponerlo en la mesa antes de salir a perseguir a Daniela fuera del comedor.
Pasé las siguientes tres horas en el gimnasio. Mi cuerpo estaba físicamente listo para golpear a quien sea para el momento en que llegué allí. Pero ahora mi ira se había desvanecido. En este momento sólo quería ver a Paula. Su turno ya había terminado y quería abrazarla. Se merecía una disculpa. Nunca debí haber permitido que Dani escogiese el club para desayunar. Me había pedido que me encontrara con ella en el club, así que fui. Incluso me había asegurado que estaríamos en la sección de Marcos. 
No había querido incomodar a Paula. Pero de todos modos 
había fracasado. 
Esta es la última vez que le permitía a Dani acercarse
a ella. No lo hará y Paula no se lo merece.
Toqué la puerta y esperé. Nadie vino. Metí la mano en mi bolsillo y saqué mi teléfono sólo para recordar que Paula no tenía celular. Maldita sea. Iba a coger el teléfono de mi casa e iba a obligarla a tomarlo de nuevo. ¿Y si estaba herida? ¿Y si se había ido de aquí y no pensaba regresar?
—Salió con Marcos—dijo Isabel detrás de mí. Me di la vuelta para ver a Isa caminando desde el campo de golf—. Me la encontré después de que terminó su turno y me dijo que ella y Marcos tenían una cita caliente.
—¿Por qué no me lo dijo? —Porque no sabía en dónde encontrarme, eso si es que me hubiera querido decir. Había huido de ella—. ¿A qué hora llegará? —le pregunté cuando Isabel se puso delante de mí y abrió la puerta.
—No lo sé. Estaba enojada. ¿Sabes algo de eso? —preguntó Isa con voz agria, mientras empujaba la puerta.
No le pregunté si podía entrar, sólo seguí adentro. 
—Daniela y yo fuimos a desayunar hoy al club. Y no nos fue muy bien.
Isabel arrugó la nariz con disgusto. —¿Eso crees? ¿Para qué? No puedo imaginar a la perra de tu hermana haciendo algo para disgustar a Paula —Isa arrojó su bolso y murmuró una maldición—. No necesita que la estresen, lo sabes
muy bien. Está embarazada y está decidida a permanecer de pie la mayoría del tiempo y a llevar bandejas todo el día. Tú estás añadiendo más drama familiar, y no necesita eso. La próxima vez que quieras tener una reunión familiar con la
malvada bruja, asegúrate de que sea en otro sitio.
Tenía razón. No debería haber dejado que Paula viera a Dani. Nunca debí haber creído en la amabilidad de Ella. O por lo menos en que se hubiera querido comportar. Esto fue mi culpa y necesitaba encontrar a Paula.
—¿En dónde está? —le pregunté Isabel se dejó caer en el sofá. —Consiguiendo un descanso de esta vida de mierda en la que ha vivido últimamente —si Isabel quería hacerme daño, estaba haciendo un excelente trabajo. Estaba dispuesto a rogarle cuando la puerta se abrió.
—Siento llegar tarde. Fuimos a… —se detuvo cuando sus ojos se encontraron con los míos—. Hola.
—Hola —le dije acercándome para quedar enfrente de ella, pero con miedo a tocarla—. De verdad lo siento. Por favor vamos a tu cuarto y déjame explicártelo
—hizo el primer movimiento y envolvió sus brazos alrededor de mi cintura.
—Está bien, no estoy molesta —me iba a consolar. Otra vez. Esto es lo que siempre hace: preocuparse por lo demás.
—No, no lo está —le respondí y tomé su mano para llevarla a su cuarto. Lejos de Isabel que en estos momentos no era mi mayor fan.
—Ve y deja que se arrastre. Lo necesita. Mierda. Necesito que lo haga —dijo Isa desde el sofá, tomando el control remoto de la televisión.

CAPITULO 77








Paula

Pedro se encontraba de espaldas, tirándome hacia él cuando me vine en un orgasmo que estaba bastante segura, me había hecho desmayar. Me acurruqué en sus brazos y suspiré de alivio. Había hecho muy felices a mis necesitadas partes. Más que felices. 
Estaba dolorida por todas partes y me encantaba.
—Creo que puede que me hayas roto. —Ahogó una risa contra mi sien y colocó allí un beso.
—Espero que no, porque cuando tenga energía para moverme, me gustaría hacerlo de nuevo —le contesté tan dulcemente como pude.
—¿Porque de pronto me estoy sintiendo utilizado? —preguntó.
Pellizqué la piel que cubría sus abdominales. 
—Lo siento si te sientes utilizado, pero con un cuerpo como el tuyo, ¿qué esperas?
Pedro rió y me puso de espaldas antes de cubrirme con su cuerpo. Sus ojos plateados brillaron al mirarme.
—¿Eso crees?
Solo asentí. Temía que diría algo más si hablaba. Como el hecho de que estaba enamorada de él.
—Eres tan hermosa —susurró mientras bajaba la cabeza para besar mi rostro, como si fuera algo para adorar.
No era hermosa. Él lo era, pero no señalé ese dato. Si quería pensar que lo era, entonces lo dejaría. Sus manos corrieron bajo mi cuerpo haciéndolo zumbar de placer. 
—¿Despiertas así cada mañana? —preguntó con un brillo en sus ojos. Podría mentir, pero había tenido suficiente de eso. 
—Sí. A veces en medio de la noche también.
Pedro levanto una ceja. 
—¿En medio de la noche?Asentí.
Extendió la mano y peinó los mechones fuera de mi rostro. —¿Cómo se supone que te ayude en medio de la noche 
si no estás conmigo? —su voz sonaba realmente preocupada.
—No me quieres despertándote cada noche por 
sexo —le dije.
—Nena, si te despiertas caliente quiero estar listo y disponible —su voz bajó y deslizo una mano hacia 
abajo para ahuecarla entre mis piernas—. Esto es 
mío, yo cuido de lo que me pertenece.
—Pedro —advertí.
—¿Si?
—Voy a montarte aquí mismo y exprimir tus sesos 
si no dejas de decir cosas como esa.
Pedro sonrió.
—Eso no es una gran amenaza, dulce Pau.
Volví la cabeza para sonreír y el reloj en mi mesita 
de noche me llamo la atención. ¡Oh mierda! Empuje a Pedro. 
—Tengo que estar en el trabajo en diez minutos —le 
grité a modo de explicación.
Pedro se apartó de mí y salté fuera de la cama, sólo 
para darme cuenta que me encontraba bastante 
desnuda, y que Pedro estaba tendido en la cama 
con una sonrisa, viéndome entrar en pánico.
—Por favor, no me importa. La vista es estupenda 
desde aquí —dijo con una sexysonrisa.
Negué con la cabeza y agarré un par de bragas 
limpias y un sujetador, luego corrí al baño.

***

—Parece que alguien tuvo suerte o ¿esa sonrisa de 
felicidad es por todas esas donas que te llevé? —Marcos arrastré las palabras mientras entraba a la cocina con un minuto de retraso.
Mi cara se sentía como si estuviera en llamas —Me encantan las donas. Gracias, y lo siento, lo olvide 
anoche. Fue un uh… día loco —contesté, eligiendo un
delantal, asustada de hacer contacto visual con él.
—Nena, si acabara de salir de la cama de Pedro 
Alfonso estaría sonriendo como loco también. De 
hecho, estoy terriblemente celoso. Sé que mis donas no pusieron ese brillo de satisfacción en tus ojos.
Comencé a reír y cogí un lápiz y una libreta. 
—Es bastante asombroso.
—Oh, por favor, dame detalles. Pondré atención a 
cada palabra —rogó
Marcos saliendo hacia el comedor junto a mí.
—Ve a coquetear con mujeres y deja de fantasear 
con mi… mi…—¿Qué era Pedro? No era mi novio. 
Era el padre de mi bebé y eso apenas sonaba justo.
—Es tu hombre. Dilo porque es verdad. El chico 
adora tu altar.
No respondí. No estaba segura de que contestar. Ya 
había mesas llenas y tenía trabajo que hacer. Antonio, 
Jose y Matias, el rubio con cabello rizado de cuyo 
nombre me había enterado hace poco, estaban 
sentados en una de mis mesas. Fui a tomar las 
órdenes de bebidas del señor Lovelady y de su acompañante de hoy.
Siempre tenía chicas con él que parecía que podían 
ser sus nietas, pero nunca lo eran. Según Marcos, 
el señor Lovelady era más rico que Dios. A pesar 
de ello, era viejo. Lo que era sencillamente asqueroso.
Después de tomar sus órdenes de bebidas me dirigí 
a la mesa de Antonio.
Los tres chicos me sonrieron cuando me acerqué, 
y Matias me guiñó un ojo. Era el chico guapo a quien le gustaba coquetear, y todos lo sabían. Por lo que ignorarlo fue fácil. —Buenos días, muchachos. ¿Qué 
puedo traerles para beber? —pregunté mientras 
colocaba sus vasos de agua en frente a ellos.
—Luces alegre esta mañana. Es bueno verte sonreír 
otra vez —dijo Matias mientras tomaba su vaso de 
agua y bebía un sorbo.
El sonrojo volvió a mis mejillas. Podía sentirlo. Eché 
un vistazo hacia Antonio, quien me observaba con una mirada cómplice. Era lo suficientemente listo para entenderlo. 
—Quiero un café —fue la única respuesta de Antonio. Estaba muy agradecida de que no estuviera de humor 
para tomarme el pelo.
—Isabel no me dejó tocar las donas que Marcos trajo 
esta mañana. No me di cuenta que las donas te ponían 
de tan buen humor —la sonrisa de satisfacción en el 
rostro de Jose dijo que sabía exactamente qué había sucedido. ¿Acaso, ahora todo el club iba a saber 
sobre mi vida sexual? ¿Era así de interesante?
—Sucede que me encantan las donas —respondí, estudiando mi libreta en vez de mirar a cualquiera 
de ellos.
—Apuesto que lo haces —Jose se rió entre 
dientes—. Tráeme una Honey Brown, por favor.
—Siento como que me estoy perdiendo de algo 
aquí y odio sentirme excluido —dijo Matias apoyándose 
en la mesa e inspeccionándome más de cerca.
—Aléjate y pide tu maldita bebida —le espetó Antonio.
Matias rodó los ojos y se echó hacia atrás en su asiento. 
—Todos están tan sensibles. Quiero una botella de agua mineral.
Lo anoté y luego miré hacia Antonio. —¿Les gustaría 
que les traiga frutas frescas a la mesa? Asintió. 
—Por favor.Contenta de haber terminado con esos tres,
 me dirigí a la cocina luego de haber sido detenida por la Sra. Higgenbotham, la cual quería una Mimosa para ella
y su hija, quien parecía tener unos dieciocho años.
Marcos estaba cargando su bandeja cuando entré a la cocina. Me miró por encima de su hombro. 
—Sé que estoy siendo entrometido pero tengo que preguntar, ¿quién es la chica que Pedro dejo aquí 
ayer al salir corriendo?
Emilia. No sabía nada más sobre ella. Solo Emilia, una 
vieja amiga. De hecho había olvidado que Pedro la había dejado aquí. —Es una vieja amiga suya. No sé mucho 
más.
—Antonio la conoce bien también. Fue y habló con ella después de que ustedes salieran corriendo. Supuse que 
no era nueva si ambos la conocían.
Me recordé a mí misma que era parte de su pasado. No tenía razón para sentir celos de ninguna manera. Eran 
viejos amigos. Solo porque era una de ellos no 
significaba que tuviera que sentirme inferior.
Puse las frutas de Antonio en mi bandeja y cogí las
bebidas que todos habían pedido antes de volver a 
entrar al comedor.
Me concentré en la entrega de bebidas a mis mesas 
antes de hacer un barrido mientras caminaba hacia la 
mesa de Antonio. Vi a Antonio entrecerrar sus ojos 
desde mi dirección hacia una mesa a mi izquierda.
 Estaba en el área de Marcos.
Miré hacia atrás para ver si eso era una pista para que ayudara a alguien, cuando mis ojos se encontraron con
los de Pedro. Me detuve. Estaba aquí. Una sonrisa 
comenzó a formarse en mis labios cuando mis ojos se movieron para ver a Daniela sentada a su lado, con una mueca de enfado en su rostro. Giré mi atención de nuevo hacia Antonio y decidí pretender que no estaban aquí.
—Aquí está su fruta —podía oír el tono nervioso en mi 
voz y rogué que los chicos no se dieran cuenta—. Y aquí están sus bebidas. ¿Todos listos para ordenar ahora? —pregunté, forzando una sonrisa. Los tres se me 
quedaron mirando,haciendo todo aún más incómodo. 
Era algo que iba a tener que aprender a superar.
Dani era su hermana. Estaría en mi vida si Pedro lo 
estaba. Aprender a vivir con alguien odiándome era una parte de la vida que necesitaría saber aceptar.
—Es su hermana. Haces esta cosa con él y tienes que 
lidiar con ella también —me dijo Jose como si no lo 
supiera. No me gustaba sentir como si cada emoción 
que tenía estuviera a la vista. Siempre había sido una persona reservada. Esto era demasiado.
Lo ignoré, sacando mi libreta y mirando deliberadamente 
a Antonio. Aclaró su garganta y ordenó. Los otros 
también lo hicieron sin más palabras de sabiduría.