domingo, 7 de diciembre de 2014

CAPITULO 162






Daniela llegó acechando del salón de baile. Sus ojos me encontraron de pie allí solo, y la furia que sabía que hervía bajo la superficie explotó. —¿Cómo pudiste hacerme esto? —demandó—. Esta era mi noche. Sólo necesitaba que la ignoraras por una noche, y no pudiste hacerlo. ¡Ni siquiera por una hora! 


—Solo para —dije, levantando mi mano. No me encontraba listo para esto. Tenía que encontrar a Paula.


—No me digas que pare. Me humillaste ahí. Amenazaste a mi amiga, un miembro de este club, ¡porque una camarera fue torpe!


Di un paso hacia Daniela—Lorena arrojó esa bandeja sobre ella. Lo sabes. Paris lo vio.Isabel lo vio. No me corrijas.


Pasos me interrumpieron antes de que pudiera decir algo más. Me giré para ver a Paula, aun cubierta de esa mierda, luciendo como si quisiera meterse en el hoyo más cercano. 


Se alejó rápidamente hacia la puerta de salida.


Paula, espera —llamé. Tenía que hablar con ella.


—Deja que se vaya, Pedro—exigió Daniela.


—No puedo —respondí, y corrí tras de ella.


La puerta se cerró detrás de Paula, pero la abrí y la seguí.


Paula, por favor, espera. Habla conmigo —supliqué.


Dejó de caminar, y la alcancé. Me estaba dando una oportunidad.


—Lo siento, pero te equivocas. No te ignoré ahí. Pregúntale a cualquiera. Mis ojos nunca te dejaron. Si había alguna duda en la mente de alguien de lo que sentía por ti, el hecho de que no pudiera apartar la mirada de ti mientras caminabas alrededor de esa habitación, debería haberlas disipado. —Tenía que decir esto bien. No podía joderlo.
Necesitaba que entendiera cómo me sentía—. Entonces, vi la mirada en tu rostro cuando viste a Isabel con Jose. Algo dentro de mí se desgarró. No sabía lo que estabas
pensando, pero sabía que te estabas dando cuenta de lo erróneo de esta noche. Nunca deberías de haber estado allí, sirviendo a todos. Debías haber estado a mi lado. Te quería a mi lado. Estaba tan malditamente tenso esperando a que alguien hiciera un movimiento en falso hacia ti que me olvidé de respirar la mayor parte del tiempo.


Mi mirada cayó a sus puños cerrados a los costados. Odiaba verla así. Pasé un dedo por su mano.


—Si me puedes perdonar, prometo que esto nunca volverá a suceder. Amo a Daniela. Pero estoy cansado de complacerla. Es mi hermana y tiene algunos problemas que
necesita resolver. Le he dicho que voy a hablar contigo acerca de todo. Hay algunas cosas que necesitas saber. —No quería decir eso, pero tenía que hacerlo. Iba a perderla
si no se lo decía ahora. Le diría que la amaba en primer lugar. Quería que lo supiera—. Estoy lidiando con el hecho de que puedes alejarte de mí una vez que las conozcas y
nunca mirar atrás. Eso me asusta como el infierno. No sé qué es esto que está pasando entre nosotros, pero desde el momento en que puse mis ojos en ti supe que ibas a cambiar mi mundo. Estaba aterrorizado. Cuanto más te miraba, más te acercabas. No parecía acercarme lo suficiente.


—Está bien —dijo simplemente.


¿Qué significaba eso? —¿Está bien? —pregunté.


Asintió. —Está bien. Si realmente quieres mantenerme tan desesperadamente que estás dispuesto a abrirte a mí, entonces está bien.


Una sonrisa tocó mis labios. Maldición, siempre me hacía sonreír. —¿Te enseño mi alma y lo único que consigo es un “esta bien”? —pregunté.


—Has dicho todo lo que necesitaba oír. Ahora estoy enganchada. Me tienes. ¿Qué vas a hacer conmigo?


El alivio que corrió a través de mí hizo que mis rodillas se debilitaran. Tenía que mantener la calma. No podía asustarla con mi intensidad. Demonios, a mí me asustaba.


—Estoy pensando que sexo en el hoyo dieciséis junto al lago estaría bien.


Paula ladeó su cabeza y actuó como si estuviera considerándolo. —Mmm… el  problema es que tengo que cambiarme e ir a trabajar en la cocina por el resto de la
noche.


No es lo que quería escuchar. —Mierda.


Se acercó a mí y presionó un beso en mi mandíbula. —Tienes una hermana a quien acompañar —dijo.


No iba a soportarlo esta noche. —Todo en lo que puedo pensar es estar dentro de ti. Tenerte apretada contra mí y oírte haciendo esos pequeños gemidos sexis.


El deseo brilló en los ojos de Paula mientras sus pupilas se dilataban.


Decidí seguir hablando, ya que eso le gustaba. —Si pudiera alejarme de ti, fácilmente te llevaría a esa oficina y te presionaría contra la pared y me enterraría profundamente dentro de ti. Pero no puedo tener un rapidito contigo. Eres demasiado adictiva.


Las manos de Paula seguían en mis hombros. Los apretó, y su respiración se dificultó.


—Cámbiate. Estaré aquí, así no estaré tentado. Luego, te acompañaré de regreso a la cocina —dije.


Tomó una respiración profunda, luego retrocedió y fue a cambiarse.


La tentación de entrar ahí con ella y hacerle el amor antes de enviarla de vuelta al trabajo era difícil de ignorar. Pero quería terminar de trabajar esta noche. Era importante para ella. Quería demostrarle que lo que era importante para ella era importante para mí.


Cuando volvió a salir, llevaba un uniforme limpio y me sonreía.


—¿Segura que no quieres llevarme de vuelta al hoyo dieciséis? Prometo que seré rápido. Sólo déjame lamer tu coño hasta que te corras.


Paula tembló y dejó escapar un suspiro tembloroso. —Pedro, no digas eso. No puedo. Tengo que volver al trabajo, y no quiero a Marcos preguntándose por qué soy un revoltijo de nervios.


Sonriendo, alcancé su mano y pasé mis dedos sobre ella. —Estás limpia —le dije bromeando.


Paula se rio. —Estoy segura que huelo mejor ahora, también —dijo.


La tiré a mi lado y agaché la cabeza para inhalarla. —Siempre hueles increíble, dulce Paula.


Se inclinó hacia mí, y moví mi mano para pasarla sobre sus hombros mientras la acompañaba de vuelta al edificio y a la puerta de la cocina.


—Voy a besarte. Sé que estás en el trabajo, pero ahora mismo, simplemente no me importa. Necesito probarte. —Me agaché para presionar mis labios contra los suyos.


Lamí su labio inferior, tiré de él en mi boca y lo chupé, luego lo solté con un renuente besito.


Paula me lanzó una última sonrisa antes de dejarme ahí de pie, sin ella.



* * *


Atravesar las propuestas y terminar la noche había sido un infierno. Pero lo había hecho, y Daniela parecía feliz. Habló todo el camino de regreso a casa sobre un viaje de compras que quería hacer a París y me preguntó si tenía contacto con mamá últimamente.


Cuando Daniela se marchó, dejé escapar un suspiro de alivio y entré a la casa. Paula estaría en casa pronto, y le daría ese masaje. Ella lo necesitaba más ahora. Había estado corriendo todo el maldito día.


Pasé por la cocina en mi camino a las escaleras. La botella vacía de cerveza y la copa de vino en el bar me detuvo. En ese momento, el mundo se sentía como si hubiera dejado de girar, y se moviera en cámara lenta hacia el cristal.


El familiar lápiz labial rojo en el cristal me revolvió el estómago. Joder, no. Aún no. Dios, todavía no. Necesitaba esta noche. Hijo de puta. Necesitaba una noche más.


Ella no se encontraba lista. Tenía que planear esto. ¡Mierda!


Me dirigí a las escaleras y las subí de dos peldaños a la vez, necesitando verlo por mí mismo. Mientras caminaba por el pasillo, vi que la puerta de la habitación de mi madre estaba cerrada. Se encontraban ahí. Sabía que lo estaban. Esa puerta por lo general quedaba abierta. No toqué la puerta. Tenía miedo de verlos. Tenía miedo de que destruyeran esto. Le dirían todo y la alejarían de mí.


No.


Dios, no.


No, no, no.




CAPITULO 161




Abriendo los ojos contra la brillante luz del sol, bizqueé, dándome cuenta de que me había olvidado cerrar las persianas la noche anterior. Luego la esencia de Paula me
golpeó, y rodé sobre una cama vacía. Mierda. Se había ido.


Había estado durmiendo cuando se fue para el trabajo. 


Maldita sea. Había querido besarla para desearle una buena mañana. ¿Se acordó de tomar desayuno?


Frustrado, me quité las cubiertas y me senté. Paula tenía un trabajo. Tenía que aceptarlo. No me permitiría no aceptarlo. Incluso si apestaba. No me gustaba que trabajara tanto, especialmente después de que la mantuve ocupada casi toda la noche.


Había dormido muy poco.


Iba a estar tan cansada hoy. Cuando saliera del trabajo, la alimentaría, le daría un masaje y la bañaría. Esa noche la compensaría por el hecho de haberla follado como un
demente toda la noche. Nos acostaríamos temprano. Conseguiría descansar. Podía evitar follármela por una noche. Pero probablemente me comería su coño. Sólo tenía
cierto autocontrol.


Decidí saltarme la ducha. Podía oler a Paula en mi piel, y no me sentía dispuesto a quitarme su olor aún. Quería recordar por el resto del día cuán jodidamente afortunado era.


Para el momento que en bajé a comer algo, era casi mediodía. El timbre sonó, y un urgente golpeteo le siguió. —¡Pedro! ¡Abre la puerta! ¡Tengo las manos ocupadas! — gritó Daniela desde el otro lado.


Mierda.


Abrí la puerta, y mi hermana se quedó allí, con el cabello en grandes rulos, varias bolsas de‖compras, y un porta trajes que decía “Marc Jacobs”. ¿Qué diablos?


—Dani, ¿por qué estás en mi puerta con bolsas de compras? Y la última vez que comprobé, no había una tienda de Marc Jacobs o… —Miré las bolsas en sus manos—,Burberry o Chanel o Saks en Rosemary Beach. ¿De dónde salió toda esta mierda?


Daniela dejó caer las bolsas y levantó la mirada como si yo fuera el único que había perdido la cabeza. —Manhattan. 
Las compré cuando estuve allí el mes pasado. Tengo
dos vestidos de Marc Jacobs de los que no estoy segura. Y luego estan los zapatos… esa  es otra historia. Ni siquiera puedo comenzar a decidirme. Necesito saber qué planeas
usar, y necesito usar el baño en la habitación de mi madre para que mi estilista me arregle el cabello y me ponga maquillaje. Hay más espacio aquí que en mi departamento. Aparte, de esta forma, podemos irnos juntos —dijo, como si cualquier cosa de lo que dijo tuviera sentido.


No tenía idea de qué diablos pensaba que hacía, pero si una Paula desnuda no estaba incluida, yo tampoco. —¿De qué hablas? —pregunté, deseando haberme tomado al menos una taza de café antes de que Dani hubiera llegado con su loco despotrique.


Se congeló a medio camino en las escaleras y se giró para mirarme. Su rostro decía que el drama estaba a punto de comenzar. Mierda. —Esta noche, Pedro. ¿Lo olvidaste? ¿En serio? —La voz de Daniela se hizo una octava más fuerte, y supe que estaba a punto de estallar.


Joder, necesitaba algo de café.


—¡Oh, por Dios! Lo olvidaste. Estás tan metido en ella que ni siquiera recuerdas algo que es importante para mí. —Daniela gritaba ahora.


Cerré los ojos y me froté las sienes, esperando no terminar con un dolor de cabeza. Sólo quería beber café y planear mi tarde con Paula. No este desastre. —Daniela, acabo de despertar. Por favor, deja de gritarme —dije.


—¿Que deje de gritar? ¿En serio estás diciéndome que deje de gritar cuando mi propio hermano se olvidó que esta noche es el baile de debutante? He estado planeando
este baile desde que tenía cinco. Lo sabes. Sabes cuán importante es esta noche. ¡Pero lo olvidaste!


Mierda. No quería llevar a mi hermana a un baile con un puñado de consentidas y arregladas niñitas y tratar de superar las siguientes horas. Paula no cuadraba en esa
ecuación, y quería estar con Paula.


—No quieres ir —dijo Daniela con un ruidoso chillido. Sonaba como una niña.


—Lo olvidé. Lo siento. Pero no has hablado de ello en meses, y ya sabes que esto no es lo mío.


Daniela tiró la bolsa en su mano.


Genial. Íbamos a tener una rabieta con artículos de ropas que me costaban una jodida fortuna. Paula trabajaba un montón a diario, y mi hermana se compraba zapatos con mi dinero, zapatos que costaban más de lo que Paula podría hacer en dos semanas.


Era jodidamente injusto. Odiaba esto. Odiaba no ser capaz de darle a Paula todo lo que quería.


—¿Estás diciendo que no me llevarás, Pedro? No tengo un padre que me lleve. Eres el único hermano que tengo. Mi escolta tiene que ser un miembro de la familia que también sea miembro del club. No tengo a nadie más. Sólo a ti. —Ya no gritaba. Sonaba herida. La pequeña niña perdida que necesitaba a su hermano mayor para salvar el día.


—Por supuesto que voy a llevarte, Daniela. Sólo lo olvidé. Y comenzaste a gritarme antes de que hubiera tomado mi jodido café —dije, sin querer ver la tristeza en sus ojos.


Sorbió y asintió rígidamente. —Vale. Gracias —dijo, luego se arrodilló para recoger la bolsa que había botado—. Después de que te tomes tu café y estés menos mezquino, ¿podrías, por favor, subir las bolsas? —pidió mientras subía las escaleras.


No necesitó que respondiera. Sabía que lo haría. Fui a la cocina. Tenía que controlarme. Ir enojado esta noche no era justo para Daniela. Sólo era una noche. Se lo explicaría a Paula. Ella entendería, pero era… Paula. No esperaba que hiciera nada. No  requería nada de mí. Era la primera persona en mi vida que sólo me quería por mí. No por favores.


Mi pecho se apretó. Probablemente estaría durmiendo para cuando llegara a casa. La quería en mi cama. No quería que durmiera en otra habitación. No iba a dormir sin ella.



Me serví un café y lo bebí, luego me serví otra taza, antes de dirigirme de regreso al vestíbulo para recoger toda la mierda que Daniela compró. Bajaba las escaleras cuando empecé a subir.


—¿Te sabes la combinación de la caja de joyas de mi madre? Quiero usar el collar de zafiros que compró en  Tiffany’s esa navidad.


—La abriré para ti. —No iba a permitir que llamara a mamá. Había una buena probabilidad de que mamá le dijera que no, y entonces Daniela haría una rabieta, y también tendría que solucionar ese desastre.


Daniela sonrió con suficiencia. —¡Gracias! Voy a usar uno de los vestidos de Marc Jacobs, y el collar combinará perfectamente. Creo que también compró los aros a juego.
O los pidió prestado. —Dani hizo un gesto con la mano como si no importara—. No importa. El collar se verá increíble con las gotas de diamante.


La dejé parloteando sobre joyas, llevé las bolsas a la habitación de mamá, y las dejé en la cama. Tenía algunos trajes allí; sólo escogería uno. Lo que usaría no era un
problema. Pero necesitaba hablar con Paula primero. 
Hacerle saber dónde estaría esta noche.


Resultó que estaría trabajando. Mis llamadas fueron directo a su buzón de voz, lo que significaba que su teléfono estaba en silencio o se había descargado, lo cual no era una sorpresa, conociendo a Paula y la importancia que le daba a su teléfono. Cuando tenía que llamar al club, llamaba a Antonio. Me informó que Paula estaba ocupada.


Estaban atochados alistándose para esa noche. Luego me dijo que Paula estaría trabajando y me advirtió que si Daniela le decía una cosa a Paula, la echaría. Luego me colgó.


Idiota.


Llegaba al club en un esmoquin y con mi hermana enganchada a mi brazo, vestida como una princesa. Tratar con el hecho de que Paula estaría sirviendo esa noche mientras yo permanecía allí, vestido así, señalando nuestras diferencias, me estaba matando. Odiaba esto, joder. Quería que Paula usara un vestido por el que hubiera pagado una ridícula cantidad de dinero y sonriera con emoción. Quería que el mundo viera que era mía. Que estaba conmigo. Pero esa noche era de mi hermana. Si podía superar esto, entonces nunca tendría que estar en esa posición de nuevo. Paula nunca serviría en otro evento al que estuviera yendo. Estaría cogida a mi jodido brazo, donde pertenecía.


—Recuerda lo que dije sobre Paula. No le dirás nada a menos que sea algo agradable. Antonio te echará si lo haces, y yo le ayudaré. ¿Me entiendes? No estoy
bromeando, Dani.


Daniela asintió rígidamente. —No le diré nada. Lo juro. Ahora, ¿podrías, por favor, dejar de hablar sobre ella y dejarme disfrutar mi noche? Ni siquiera has dicho algo
sobre cómo luzco.


Lucía hermosa, pero ella siempre lucía así. Daniela tenía una elegante belleza que era imposible de ocultar. —Luces preciosas. Nadie podría compararse contigo —le
aseguré.


Me sonrió, y me sentí culpable por no pensar en el hecho de que no le había dicho cómo lucía más temprano. Estuve tan concentrado en Paula que no pensé en ello.


Dani me necesitaba esa noche. Tenía que pensar en ella. 


Por unas cuantas horas. Esto era por Daniela—Gracias —dijo, sonriendo como la princesa que sabía que era.


—Vamos —dije, extendiendo mi codo para que lo cogiera. Caminamos hasta la entrada, y un hombre en un esmoquin nos sonrió y asintió. Anunció nuestros nombres mientras entrábamos a la habitación. Todos los ojos se volvieron hacia nosotros. Este era el momento de Dani. Quería impresionar a las otras chicas, y lo hizo. No tenía ninguna duda.


Cuando Dani vio a unas de sus amigas, me apretó el brazo y fue a unirse a ella. Si sólo eso fuera todo. Tenía que soportar tres horas más de esta mierda.


—¿Le dijiste? —dijo Antonio, parándose junto a mí.


Asentí. —Se comportará. Si dice algo, te ayudaré a echarla. Lo sabe.


Antonio le echó un vistazo a la habitación y asintió. Comenzó a irse, pero se detuvo y movió nerviosamente sus colleras antes de mirarme. —Espero que sepas lo que haces —dijo simplemente, luego se alejó para saludar a algunos de los miembros más antiguos parados cerca. Antonio estaba allí como un anfitrión esa noche. No estaba con nadie.


No dejé que sus palabras me molestaran. Estaba molesto, porque había sido a quien escogió Paula. No permitiría que sus comentarios me jodieran. Tenía que prepararme para ver a Paula trabajando. Sirviéndole a estos presuntuosos idiotas y a sus mimadas hijas.


Me dirigí hacia la pared más lejana y esperaba no tener que hablar con muchas de esas personas. Varios se detuvieron y hablaron conmigo, y asentí con una sonrisa forzada.


Echando un vistazo a mi teléfono, me di cuenta que aún quedaban dos horas y cuarenta y cinco minutos.


Entonces la vi. Entró en la sala, sosteniendo una bandeja con copas de champán y con una sonrisa en su rostro. Toda la habitación parecía iluminarse con su presencia.


Los miembros o bien no le hicieron caso y tomaron una copa o hablaron con ella con una sonrisa amistosa. Me di cuenta que la mayoría de los golfistas mayores querían hablar con ella. Sin duda, era popular entre ellos. Sus esposas incluso le sonreían cariñosamente.


Una vez que terminó rodeando la habitación, se fue, y me sentí perdido. No me había visto, ni me había buscado. Tenía la esperanza de que me buscara entre la multitud. Pero no lo había hecho. Ni una sola vez. ¿No quería verme? ¿Pensaba que no quería verla? Mierda... ¿No sabía que estaba aquí? ¿Podría ser que verme con Daniela había sido una sorpresa? ¿Antonio no le había dicho que yo estaría aquí?


Antes de que pudiera alterarme, Paula volvió a entrar a la habitación con una bandeja de Martini. Hizo otra ronda. Cuando por fin se volteó y sus ojos se encontraron con los míos, sentí cómo mi aliento me dejó. Una pequeña sonrisa apareció en sus labios, y luché contra el impulso de tomar la maldita bandeja de sus manos y empujarla a las personas que llegaban a ella por las bebidas. Forcé una sonrisa que no sentía, y entonces alguien le habló, y se giró a sonreírle. No miró hacia mi camino de nuevo antes de que saliera de la habitación.


—Pedro—llamó Daniela. La vi hacerme señas desde donde yacía parada. Estaba con Drummond y su hija, Paris. Daniela y Paris habían ido a un internado juntas. Estaba seguro de que en algún momento, había estado con Paris cuando estuvo en nuestra casa. No estaba seguro de que en realidad hubiéramos tenido sexo. Ella todavía tenía diecisiete años, y no me metía con ilegales.


Daniela agarró mi brazo mientras me acercaba y me volvió a presentar a la gente que ya había conocido. Asentí y escuché a Dani y Paris hablar de su último viaje de esquí
juntas. Cuando Daniela se tensó a mi lado, me di la vuelta para mirar a la puerta, sabiendo que Paula debió haber entrado a la habitación. Isabel hablaba con Paula, pero Isabel no trabajaba ahora. Ella estaba vestida. Confundido, vi como Jose dio un paso entre la multitud para unirse a ella.


Había traído a Isabel como su cita.


No me esperaba eso. Dejaba claro que era más que una follada para él. La sonrisa en el rostro de Paula me sorprendió. No tenía celos. Estaba feliz por la gente. Isabel
estaba aquí como invitada porque Jose la había llevado, pero Paula servía a la gente, mientras yo vestía un maldito esmoquin.


¿Pensaba que no quería reconocerla como nada más que una follada? Mi estómago se sentía enfermo. Tenía que saber la vedad. Paula nunca miró en mi dirección, pero sabía que yo la miraba. El conjunto de sus tensos hombros me dijo que me estaba ignorando. Mierda. Hijo de puta.


Malentendía esto. Yo no había querido venir. Estaba aquí para escoltar a mi hermana. No estaba no reconociéndola. La protegía de Daniela, pero no podía mantenerme haciéndolo si significaba que hería a Paula.


—¿No es así, Pedro? —dijo Dani, su voz sonaba demasiado brillante y aguda.


Estaba enojada. No quería verme mirando a Paula, y eso me hizo enojar. Me hallaba aquí con Daniela como quiso. Estaba bastante seguro de que llevaba un valor aproximado
de diez mil dólares de ropa y accesorios que yo había pagado, sin contar el collar de nuestra madre. ¿E iba a controlar a quién miraba y con quién hablaba? Diablos, no. No lo haría.


—Discúlpenme —dije, con la intención de alejarme, pero Daniela clavó sus uñas en mi brazo.


—Sólo decía que mamá y Miguel deben estar en casa pronto desde Paris. No pueden tener una luna de miel por siempre —dijo con una sonrisa falsa.


No los quería en casa. —Espero que no —dije. Las uñas de Daniela cavaron más profundo en mi brazo. Tiré de su agarre de muerte.


Se rio y dio una palmada en mi brazo. —Es un gruñón en estas cosas. Los esmóquines no le hacen bien.


—Es el hijo de una estrella de Rock. Dudo que requieras llevar un esmoquin muy a menudo —dijo el Sr. Drummond en un tono divertido.


No señalé que mi padre estrella de rock podía comprarlo a él y su compañía varias veces. No iba a perder mi aliento. —No. No tengo muchas razones para usar uno.


—¿Qué está diciendo Lorena a esa camarera? Ella se ve como si estuviera a punto de... —Paris puso su mano sobre su boca, y me volteé para ver lo que pasaba.


Paula se encontraba de pie en medio de la habitación con caracoles en todo el frente de su vestido, y la bandeja que había estado llevando resonó ruidosamente a sus pies. Estaba congelada por la sorpresa y el horror. Lorena, la amiga de Daniela, cacareaba de risa.


—Ah y mira que es torpe. Antonio debería ser más selectivo acerca de sus empleados —dijo Lorena en voz alta.


La mano de Daniela agarró mi brazo, pero lo quité y salí hacia Paula. Esa perra de Lorena pagaría por esto.


—Muévanse. —Rugí, empujando a Lorena y sus amigas de mi camino para que pudiera llegar a Paula. Agarrándola por la cintura, la miré fijamente—. ¿Estás bien? — pregunté, comprobando cualquier daño causado a su cuerpo que no sea la mantequilla por todas partes. Asintió, pero sus ojos brillaban con lágrimas no derramadas, y estaba listo para comenzar a rasgar las extremidades de los cuerpos. Nadie tenía permitido tocarla. Nadie. No pude girarme por completo para mirar a Lorena. Estaba demasiado cerca de hacerle daño. —No te acerques ni a mí ni a ella de nuevo. ¿Entendido?—dije con voz destinada a Lorena y cualquier otra persona de pie quién pensaba que jugar con Paula era aceptable.


—¿Tú estás enojado conmigo? Ella es la torpe, se arrojó la bandeja a sí misma — dijo Lorena con voz aguda y molesta. Dios, era una perra.


—Si pronuncias una palabra más, voy a retirar todas mis contribuciones a este club hasta que seas escoltada fuera. Permanentemente —le advertí.


—Pero soy amiga de Daniela, Pedro. Su amiga más antigua, no puedes hacerme eso a mí, especialmente por el personal contratado. —Lorena sonaba sorprendida. Estaba a punto de darle algo para sorprenderse.


—Pruébame —dije, nivelando mi mirada furiosa sobre ella para que supiera que no debía ir allí conmigo. Me volteé hacia Paula —Tú vienes conmigo —dije.


Miré hacia atrás para ver a Isabel allí de pie, lista para derribar a Lorena justo en frente de todos. —La tengo, Isabel. Está bien. Vuelve con Jose —dije. Entonces me volví
hacia Paula—. Cuidado con los caracoles, son resbaladizos. —Tenía que sacarla de aquí.


Segura. Había salido herida. De nuevo no la había protegido. Debí haber estado aquí con ella. La jodí. Fue mi culpa. Siempre le fallaba.


Cuando salimos del salón y al pasillo oscuro que conducía a la cocina y las oficinas, Paula se liberó de mi agarre y se alejó de mí. Cruzó los brazos sobre su pecho en un movimiento defensivo. Estaba molesta. Había permitido que esto pasara.


Paula, lo siento. No esperaba que algo así sucediera. Ni siquiera sabía que ella tenía problemas contigo. Voy a hablar con Daniela acerca de esto, tengo la sensación de que tiene algo que ver con esto.


—La pelirroja me odia por el interés de Antonio en mí. Daniela no tiene nada que ver con esto y tú tampoco.


Eso no tenía sentido. ¿Por qué Lorena estaba molesta con Antonio? —¿Antonio sigue molestándote? —Los ojos de Paula se abrieron, y se dio la vuelta, dispuesta a salir. Extendí la mano y agarré su brazo. No fue lo que debí decir. Malditos celos. Tenía que controlarme—. Paula, espera, lo siento. No debería haber preguntado eso. Ese no es el problema ahora mismo. Quería asegurarme de que estabas bien y ayudarte a limpiarte. —Sonaba como si estuviera rogando, que lo hacía, hasta cierto punto.


Dejó escapar un suspiro, y sus hombros se desplomaron. —Estoy bien. Tengo que ir a la cocina y ver si aún tengo trabajo. Me había advertido esta mañana que algo así podría suceder por Antonio y que sería culpa mía. Así que, ahora mismo tengo problemas más grandes que tu repentina necesidad de ser posesivo conmigo. Lo cual es ridículo, ya que estabas haciendo lo mejor que podías para ignorarme hasta que ocurrió este incidente. O me conoces o no, Pedro. Elige. —Sacó su mano de la mía y se dirigió hacia la cocina. ¿Estaba enojada porque la había ignorado? Había visto cada movimiento suyo, maldita sea.


—Tú estabas trabajando. ¿Qué querías que hiciera? —pregunté. Se detuvo y tuve la oportunidad de defenderme de mis acciones—. Reconociéndote le había dado una razón a Daniela para atacarte. Estaba protegiéndote.


Los hombros de Paula se hundieron. —Tienes razón, Pedro. Tú ignorándome mantendrá a Daniela lejos de atacarme. Yo sólo lo soy la chica que te follaste las últimas dos noches. A fin de cuentas, no soy tan especial. Soy una de tantas —entonces se alejó de mí.


Me quedé allí, congelado, tan condenadamente confundido. 


El sonido de los portazos hacía ecos por el pasillo. Estaba herida. Había estado haciendo lo que creía que quería que hiciera, y la había dañado.


¿Realmente pensaba que era sólo una chica que follé? 


Dios, ¿cómo no iba a ver lo que significaba para mí? Estaba tan completamente obsesionado con ella que controlaba
todas las decisiones que hacía. ¿Qué diablos esperaba de mí? ¡La amaba, maldita sea!