miércoles, 22 de enero de 2014
CAPITULO 133
Pedro
Me incliné y apagué el monitor en cuanto escuché a Benja empezar a moverse. Esta noche Paula iba a dormir aunque tuviera que pasarme toda la noche paseando por la casa con el pequeñín para distraerlo de comer.
Bajé de la cama y me puse un par de calzoncillos y una camiseta y me apresuré escaleras abajo antes de que empezara a llorar.
Incluso con el monitor apagado, Paula sería capaz de escucharlo. Esperaba haberla agotado lo suficiente
como para que durmiera a pesar del ruido.
Encendí el móvil de la cuna cuando entré en el cuarto y dejó de quejarse. Le gustaba escucharme cantar. Paula decía que siempre paraba de chupar cuando me oía hablar y se quedaba inmóvil escuchando. Me gustaba eso.
Mientras caminaba hacia la cuna, sus pequeños ojos se mantuvieron fijos en mí, e incluso aunque todavía no sonreía exactamente, podía ver en sus ojos que estaba emocionado por algo. Normalmente los pechos de Paula lo excitaban, pero a mí también, así que no podía culparlo por eso.
—Oye, amiguito, ¿cuándo vas a entender que cuando está oscuro afuera se supone que tienes que dormir? —le pregunté, inclinándome sobre la cuna para cogerlo.
Se removió en mis brazos y luego movió la cabeza para ver mi cara.
—Estás atrapado conmigo esta noche. Mami necesita dormir, incluso si tú no lo haces. La estás agotando.
Dejé las luces del móvil encendidas y me fui a sentar con él en la mecedora.
—Vamos a observar la luz de la luna sobre el agua y las rocas hasta que decidas que es hora de dormir de nuevo.
Benja apoyó su cabeza en mi pecho cuando lo coloqué en mi regazo, y nos mecí. Me pregunté qué pensaba su pequeña mente sobre la vista. ¿Quería salir allá fuera y tocar la arena o sentir el agua? No podía esperar a que pudiera hablarme y decirme qué estaba pensando.
Nos mecimos por casi una hora, y seguí esperando a que empezara a quejarse esperando a Paula, pero nunca lo hizo. Bajé la mirada para ver sus pequeños párpados cerrados y su respiración lenta y tranquila. Habíamos pasado por este desvelo sin mami. Me sentí como si hubiera logrado algo.
Caminé suave y lentamente a la cuna y lo acosté. Cuando estuve seguro de que iba a seguir durmiendo, me dirigí a la cama. Papi había tenido éxito.
***
La siguiente vez que Benja decidió que quería atención fue después de las siete de la mañana. Paula se sentó derecha en la cama cuando escuchó su llanto y miró el reloj.
—¡Oh, Dios mío! ¿Empieza a llorar ahora? —preguntó, luchando por salir de la cama, desnuda.
Crucé los brazos por debajo de mi cabeza y observé la vista
mientras ella corría a través del cuarto buscando algo que ponerse.
Realmente estaba disfrutando de sus nuevas caderas. Se curvaban de una forma tan jodidamente sexy que era difícil pensar bien cuando caminaba a mi lado y se balanceaban.
—De hecho, no. Él y yo tuvimos un tiempo de acercamiento anoche. Le expliqué que necesitabas algo de descanso y estuvo bien con eso. Creo que lo entendió.
Paula dejó de buscar ropa y me miró con la boca ligeramente abierta. —¿Te levantaste con él y lo volviste a dormir sin que yo lo alimentara? ¿Y estuvo bien con eso? —Me encogí de hombros.
—Estuvo de acuerdo con que estabas un poco gruñona y necesitabas dormir un poco más.
Una pequeña sonrisa se colgó de sus labios y puso las manos en esas caderas que tanto me gustaban.
—¿Así que piensas que estoy gruñona, eh? Anoche no parecía muy gruñona, ¿no? ¿Cuando tenía tu polla en la mitad de mi garganta? Santa mierda.
—Maldita mujer. Tienes que alimentar a nuestro hijo. No
hables así. Voy a perder la cabeza antes de que ese médico me haya dado luz verde.
Paula rió y se inclinó para recoger el camisón que iba a ponerse anoche y que nunca llegó a tocar. Su culo se elevó en el aire y tuve que contenerme a mí mismo para no abalanzarme sobre ella.
El sedoso material se deslizó por su cuerpo y paró a mitad de muslo. Me lanzó una sonrisa sabedora y se giró hacia las escaleras.
—Ahora llevaré a mi yo gruñón escaleras abajo —respondió.
Observé sus caderas balancearse y el camisón abrazarse a ellas con cada paso que daba. Cuando finalmente salió de mi vista, salté de la cama y me dirigí a la ducha.
Necesitaba la puta ducha más fría que pudiera soportar.
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