viernes, 29 de noviembre de 2013

CAPITULO 14










Esa noche cuando llegué a casa del trabajo, Pedro no estaba allí.
Abrí mis ojos y volví la mirada hacia el pequeño reloj despertador en la mesita de noche. Eran más de la nueve de la mañana. Había dormido bien.
Estirándome, extendí la mano y encendí la luz. Me había duchado anoche, así que estaba limpia. Había hecho más de mil dólares esta semana. Decidí que podía a comenzar a buscar apartamentos hoy. Si seguía así, la próxima semana podría ser capaz de conseguir un lugar propio.
Me pasé las manos a través de mi cabello y traté de domarlo antes de levantarme. Pensaba tumbarme en la playa por un rato esta mañana. No lo había hecho aún. Hoy podría disfrutar del océano y el sol por primera vez.
Saqué mi maleta de debajo de mi cama y busqué dentro por mi biquini blanco y rosado. Era el único que tenía. Para ser honesta, lo utilicé muy poco. El patrón de encaje blanco y el ribete rosado se veía bien con mi color de piel.
Colocándomelo, decidí que era más revelador de lo que recordaba. O mi cuerpo había cambiado desde la última vez que lo había usado. Saqué una camiseta sin mangas de mi maleta y la deslicé sobre el biquini y agarré el protector
solar. Lo había comprado después de mi primer día de trabajo. Era una obligación para mi trabajo.
Apagué la luz y me dirigí hacia la despensa y después entré a la cocina.
—Santo infierno. ¿Quién es esa? —preguntó un chico más joven, sorprendiéndome, cuando di un paso hacia la luz. Eché un vistazo al extraño sentado en el bar mirando boquiabierto a la nevera donde Federico estaba sonriendo.
—¿Sales de esa habitación vestida así cada mañana? —preguntó Federico.
No esperaba que alguien estuviera aquí. —Um, no. Normalmente estoy vestida para el trabajo —le contesté cuando un bajo silbido procedió del chico más joven en el bar. No podía tener más de dieciséis.
—Ignora al idiota controlado por las hormonas en el bar. Ese es Tomas.Su madre y Georgina son hermanas. Así que, de una jodida manera indirecta, es mi primo más pequeño. Vino aquí anoche después de huir por enésima maldita vez y
Pedro me llamó para venir por él y llevar su trasero loco a casa.
Pedro. ¿Por qué el sonido de su nombre hacía que mi corazón se acelerara?
Porque él era injustamente perfecto. Ese era el por qué. Sacudí mi cabeza para aclarar mis pensamientos de Pedro. —Es un placer conocerte, Tomas. Soy Paula. Pedro
se ha compadecido de mí hasta que pueda conseguir mi propio lugar.
—Oye, puedes venir a casa conmigo. No te haré dormir bajo las escaleras — Ofreció Tomas.
No pude evitar sonreír. Este tipo de coqueteo inocente si lo comprendía.
—Gracias, pero no creo que tu madre apréciese eso. Estoy bien bajo de las escaleras. La cama es cómoda y no tengo que dormir con mi pistola.
Federico soltó una risita y los ojos de Tomas se agrandaron. —¿Tienes un arma? —preguntó Tomas con una voz temerosa.
—Ahora sí que la has hecho. Será mejor que lo saqué de aquí antes de que se enamoré de ti —respondió Federico, tomando la taza que acababa de llenar de café.
Se dirigió a la puerta diciendo—: Vamos, Tomas, antes de que vaya a despertar Pedro y tengas que lidiar con su malgeniado trasero.
Tomas miró a Federico y luego a mí como si su corazón se hubiera roto. Era lindo.
—Ahora, Tomas—dijo Federico en un tono más demandante.
—Oye, Federico—Lo llamé antes que alcanzara la puerta.
Se volvió hacia mí. —¿Si?
—Gracias por la gasolina. Te lo pagaré tan pronto como llegue mi cheque.
Federico sacudió su cabeza. —No, no lo harás. Sería una ofensa. Pero de nada.
—Guiñó y luego le lanzó una mirada de advertencia a Tomas antes de dejar la cocina.
Dije adiós con la mano a Tomas. Me encargaría de cómo pagarle a Federico sin ofenderlo más tarde. Tenía que encontrar una manera. En este momento, tenía otro
plan. Hice mi camino hacia las puertas que conducían afuera. Era el momento de disfrutar mi primer día en la playa.


***


Me tumbé en la toalla que había tomado del cuarto de baño. Tendría que
lavarla esta noche. Era la única cosa que tenía para secarme y ahora estaba cubierta de arena. Pero lo valía.
La playa estaba tranquila. No estábamos cerca de otras casas, así que este tramo estaba vacío. Sintiéndome valiente, tiré de la camiseta sin mangas y la metí debajo de mi cabeza. Entonces, cerré los ojos y dejé que el sonido de las olas de mar rompiendo contra la orilla me arrullara hasta dormir.
—Por favor, dime que te aplicaste bloqueador solar —Una voz profunda me inundó y me acerqué hacia ella. La limpia fragancia masculina era deliciosa.
Necesitaba estar más cerca.
CAPITULO 13








Mantenerme alejada de Pedro no era exactamente fácil, ya a que vivíamos bajo el mismo techo. Incluso si él intentaba mantener la distancia, chocábamos entre sí. También evitó el contacto visual conmigo, pero eso solo me hacía sentirme más fascinada con él.
Dos días después de nuestra conversación en la playa, me acerqué a la cocina después de comer mi sándwich de mantequilla de maní y fui recibida por otra mujer medio desnuda. Su pelo era un desastre, pero incluso despeinada ella era atractiva. Odiaba las chicas como esas.
La chica se volvió para mirarme. Su expresión de sorpresa rápidamente cambió a molesta. Bateó sus pestañas y luego colocó una mano en su cadera. 
¿Acabas de salir de la despensa?
—Sí. ¿Acabas de salir de la cama de Pedro? —Le contesté. Salió de mi boca antes de que pudiera detenerme. Pedro ya me había informado que su vida sexual no era asunto mío. Necesitaba callarme.
La chica levantó ambas cejas perfectamente depiladas y luego una sonrisa divertida cruzó sus labios. 
—No. No es que no quisiera entrar en su cama si él me
dejara, pero no le cuentes a Federico eso. —Agitó una mano como si fuera a espantar una mosca—. No importa. Él probablemente ya lo sabe.
Estaba confundida. —Así qué, ¿acabas de salir de la cama de Federico? —Le pregunté, dándome cuenta nuevamente que no era asunto mío. Pero Federico no vivía aquí, así que tenía curiosidad.
La chica pasó la mano a través de sus desordenados rizos castaños y suspiró. —Sip. O al menos de su antigua cama.
—¿Su antigua cama? —Repetí.
El movimiento en la puerta del pasillo atrapó mi atención y mis ojos se encontraron con los de Pedro. Me observaba con una sonrisa de superioridad en sus labios. Estupendo. Me había escuchado entrometiéndome. Quería mirar hacia otro lado y fingir que no le había preguntado a la chica si ella había estado en su cama.
El conocido brillo en sus ojos me dijo que eso sería inútil.
—Por favor, no dejes que yo te detenga, Paula. Continúa interrogando a la invitada de Federico. Estoy seguro que a él no le importara —dijo lentamente Pedro.
Cruzó sus brazos sobre su pecho y se apoyó en el marco de la puerta como si estuviera poniéndose cómodo.
Agaché mi cabeza y caminé hacia la basura para limpiar las migas de pan de mis dedos mientras organizaba mis pensamientos. No quería continuar esta conversación mientras Pedro escuchaba. Me hacía parecer demasiado interesada en él. Algo que él no quería.
—Buenos días, Pedro, gracias por dejarnos dormir aquí anoche. Federico bebió demasiado como para manejar todo el camino de regreso a su lugar —dijo la chica.
Oh. Así que esa es la historia. Mierda. ¿Por qué permití que mi curiosidad se apoderara de mí?
—Federico sabe que tiene una habitación cuando él lo quiera —dijo Pedro. Pude verlo apartarse del marco de la puerta y caminar hacia la encimera por el rabillo de mi ojo. Su atención estaba en mí. ¿Por qué no dejaba pasar esto? Podría dejarlo silenciosamente.
—Bien, uh, creo que voy a ir a buscarlo, entonces —La voz de la chica sonó insegura. Pedro no respondió y yo no miré atrás a ninguno de ellos dos. La chica tomó eso como la señal para marcharse y yo esperé hasta que escuché sus pasos en las escaleras antes de mirar por encima a Pedro.
—La curiosidad mato al gato, dulce Paula —susurró Pedro mientras caminaba más cerca de mí—. ¿Creías que había tenido otra pijamada? ¿Tratabas de descubrir si estuvo en mi cama toda la noche?
Tragué saliva pero no dije nada.
—¿Con quién me acueste no es tu asunto? ¿No hemos pasado por esto antes?
Me las arreglé para asentir. Si tan solo me dejara ir, yo nunca hablaría con otra chica que estuviera en su casa.
Pedro estiró el brazo y enrolló un mechón de mi cabello alrededor de su dedo. 
—No quieres saber de mí. Puedes pensar que lo quieres, pero no es así. Te lo aseguro.
Si no fuera tan malditamente hermoso y no estuviera delante de mis narices, entonces sería más fácil creerle. Pero cuanto más me apartada de él, más intrigaba me sentía.
—No eres lo que yo esperaba. Me gustaría que lo fueras. Sería mucho más fácil —dijo en voz baja, luego soltó mi cabello, se giró y se fue caminando. Cuando cruzó la puerta que conducía hacia el pórtico trasero, dejé escapar la respiración que había estado conteniendo.
¿Qué quiso decir? ¿Que había él esperado?