sábado, 30 de noviembre de 2013

CAPITULO 16






Me senté en mi cama escuchando las risas y la música en la casa. Había cambiado de opinión acerca de asistir a la fiesta todo el día. La última vez que había decidido ir me había puesto el único vestido bonito que aun poseía. Era un
vestido rojo que abrazaba mi pecho y caderas y luego colgaba en un corte baby doll a la mitad de mi muslo. Compré este vestido cuando Facundo me invitó al baile de
graduación. Luego, él fue nominado para rey y Carla Garcia fue nominada para reina. Ella había querido ir al baile con mi novio y él me había llamado preguntándome si estaba bien si él iba con ella en vez de conmigo. Todo el mundo
había dicho que ellos ganarían y pensaba que estaría bien si fueran juntos. Yo estuve de acuerdo y colgué de nuevo mi vestido en mi armario. Esa noche alquilé dos películas e hice brownies. Mamá y yo vimos comedias románticas y comimos brownies hasta que estuvimos llenas. Esa fue una de las últimas veces que recuerdo que ella no estaba tan enferma de la quimioterapia y podía realmente
comer dulce como brownies.
Esta noche, saqué el vestido de mi maleta. No era caro para los estándares de esta gente. En realidad, era bastante simple. El material rojo era gasa suave.
Eché un vistazo abajo a los tacones plateados de mi mamá que había conservado. Fueron los que ella usó el día de su boda. Siempre los había amado. Nunca los usó de nuevo, pero los mantuvo guardados en una caja envuelta.
Me arriesgué a la gran posibilidad de salir ahí y ser humillada. Yo no encajaba con ellos. Nunca encajé en mi escuela tampoco. Mi vida era solo un gran momento incómodo. Tenía que aprender a encajar. Dejar de ser la chica torpe que había sido excluida en la escuela secundaria porque tenía asuntos más
importantes.
De pie, me pasé las manos sobre mi vestido para alisar las arrugas de estar sentada pensando sobre si debía o no unirme a la fiesta. Podría caminar por ahí.
Quizás tomar una bebida y ver si alguien me hablaba. Si era un completo desastre, siempre podía volver corriendo aquí, ponerme mi pijama y acurrucarme en la cama. Esté era un buen paso para mí.
Abriendo la puerta de la despensa, me acerqué a la cocina muy agradecida de que no hubiera nadie ahí. Salir de la despensa sería un poco difícil de explicar.
Pude oír la voz de Federico riendo en voz alta y hablándole a alguien en la sala de estar. Él podría hablarme. Me sentiría cómoda con Federico.
Tomando una respiración profunda, caminé fuera de la cocina y tomé el pasillo hacia el vestíbulo. Rosas blancas y cintas plateadas estaban en todas parte.
Me recordaba a una boda en vez de una fiesta de cumpleaños. La puerta principal se abrió asustándome. Me detuve y observé unos familiares ojos ahumados
encontrándose con los míos. Mi rostro se sintió caliente cuando los ojos de Antonio tomaron una larga y lenta apreciación de mí.
—Paula —dijo cuando sus ojos finalmente hicieron su camino de vuelta a mi rostro—. No creía que esto fuera posible ser más sexy. Estaba equivocado.
—Diablos, chica. Te arreglas bien. —El tipo con el cabello rubio rizado y ojos azules me sonrió. No podía recordar su nombre. ¿Me lo había dicho?
—Gracias —Me las arregle para hablar con voz ronca. Estaba siendo torpe de nuevo. Este era mi oportunidad de encajar. Tenía que esforzarme.
—No sabía que Pedro había comenzado de nuevo a jugar golf. ¿O estas aquí con alguien más? —Confundida, me tomó un momento entender el significado de la palabras de Antonio. Cuando comprendí que él pensaba que yo estaba aquí con alguien que conocí en el trabajo, sonreí. Ese no era el caso en absoluto.
—No estoy aquí con alguien. Pedro es umm… bien, la madre de Pedro está casada con mi padre. —Tenía que explicarlo.
La lenta sonrisa de Antonio se hizo más grande mientras caminaba hacia mí.
—¿En serio? ¿Él está haciendo que su hermanastra trabaje en el club? —Chasqueó la lengua—. El chico no tiene modales. Si yo tuviera una hermana como tú la
mantendría encerrada… todo el tiempo —Hizo una pausa y estiró la mano para rozar su pulgar por mi mejilla—. Me quedaré contigo, por supuesto. No querrás estar sola.
Él estaba definitivamente coqueteando. Fuertemente. Me sentía fuera de mi liga con esto. Él tenía demasiada experiencia. Necesitaba un poco de espacio.
—Esas piernas tuyas deberían venir con una advertencia. Imposible no tocar
—Su voz bajo un grado y miré por encima de su hombro para ver que el rubio nos había dejado.
—¿Estas… eres amigo de Pedro o, uh, Daniela? —Pregunté
recordando el nombre que Federico usó para presentarnos la primera noche.
Antonio se encogió los hombros- —Dani y yo tenemos una amistad complicada. Pedro y yo no conocemos de toda la vida. —Antonio deslizó una mano detrás de mi espalda—. Sin embargo, apuesto todo lo que tengo a que Dani no es
una fan tuya.
No estaba segura. Nosotras no habíamos tenido algún contacto desde esa primera noche. —En realidad, no nos conocemos.
Antonio frunció el ceño. —¿En serio? Eso es raro.
—¡Antonio! Estas aquí —gritó una mujer mientras entraba en la habitación.
Él volvió su cabeza para ver a una pelirroja con largos rizos gruesos y un cuerpo lleno de curvas apenas cubierto con raso negro. Esta sería mi distracción. Comencé a caminar lejos y volver a la cocina. Mi momento de valentía se había ido.
Antonio cerró la mano sobre mi cadera, sosteniéndome firmemente en el lugar. —Lorena —Fue todo lo que dijo Antonio en respuesta. Sus grandes ojos
marrones pasaron de él a mí. Observe impotente como ella tomó su mano
establecida en mi cadera. Esto no era lo que yo quería. Tenía que encajar.
—¿Quién es ella? —replicó la chica, sus ojos estaban ahora analizándome.
—Se trata de Paula. La nueva hermana de Pedro —respondió Antonio en un tono aburrido.
Los ojos de la muchacha se entrecerraron y luego se echó a reír. —No, no lo es. Usa un vestido de mala calidad y zapatos incluso más baratos. Esta chica, quien
dice ser, está mintiéndote. Pero siempre has sido débil cuando se trata de una cara bonita, ¿no es así, Antonio?
En serio, debí haberme quedado en mi habitación.
CAPITULO 15




Abriendo mis ojos, parpadeé al brillante sol y cubrí mis ojos para ver a Pedro sentado a mi lado. Sus ojos estudiándome. Cualquier calor o el humor en su voz pude haberlo imaginado, porque él estaba molesto.
—Estás usando bloqueador solar, ¿o no?
Me las arreglé para asentir y luego sentarme.
—Bien. Odiaría ver que esa suave y cremosa piel se tornara rosa.
Él pensaba que mi piel era suave y cremosa. Sonó como un cumplido, pero no estaba segura de si dar las gracias fuera lo más apropiado.
—Yo, uh, me puse un poco antes de venir aquí.
Continuó mirándome. Luché con la urgencia de tomar mi camiseta y deslizarla sobre mi biquini. Yo no tenía el tipo de cuerpo de las chicas con las que él salía. No me gustaba sentirme como si me estuviera comparando.
—¿No te toca trabajar hoy? —preguntó.
Negué con mi cabeza. —Es mi día libre.
—¿Cómo va el trabajo?
Él estaba siendo amable, un poco. Al menos no me evitaba. Tan tonto como parecía, yo quería su atención. Había un magnetismo con él que no podía explicar.
Cuanto más mantenía la distancia, yo quería estar más cerca. Ladeó su cabeza y arqueó una ceja como si estuviera esperando que yo dijera algo.
Oh, esperen. Me había hecho una pregunta. Maldición, esos ojos plateados suyos. Era difícil concentrarse. —Um, ¿Qué? —Le pregunté, sintiendo mi rostro calentarse. Se rió. —¿Cómo te está yendo en el trabajo? —preguntó suavemente.
Tenía que dejar de ponerme en ridículo cerca de él. Enderecé mis hombros.
—Va bien. Me gusta.
Pedro sonrió con suficiencia y miró por encima del agua. —Apuesto a que sí.
Me detuve y pensé sobre ese comentario y luego pregunté—: ¿Qué se supones que significa eso?
Pedro dejó que su mirada siguiera la Vista abajo por mi cuerpo y luego subió.
Lamenté no ponerme de nuevo mi camiseta.
—Sabes cómo te ves, Paula. Por no mencionar tu maldita sonrisa dulce. Los golfistas te están dando buenas propinas.
Tenía razón sobre las propinas. También él me incomodaba con su mirada sobre mí. Yo quería que le gustará mirarme, pero también me aterrorizada cuando lo hacía. ¿Qué si lo hacía cambiar de opinión acerca de mantener su distancia?
¿Podía seguirle el ritmo?
Nos sentamos en silencio durante un rato mientras él mantenía su mirada fija al frente. Noté que pensando acerca de algo. Su mandíbula estaba apretada y había una línea arrugándose en su frente. Volví a pensar todo lo que yo había dicho. No podía pensar en algo que pudiera haberlo molestado.
—¿Cuánto hace que tu mamá murió? —preguntó, volviendo su mirada hacia mí.
No quería hablar acerca de mi mamá. No con él. Sin embargo, respondí ignorando que su pregunta era ruda. —Hace treinta y seis días.
Su mandíbula se apretó como si estuviera enojado por algo y su ceño se hizo más profundo. 
—¿Tu papá sabía que ella estaba enferma?
Otra pregunta que no quería responder. 
—Sí. Él sabía. Además, lo llamé el día en que ella murió. No me respondió. Le dejé un mensaje. —El hecho de que
nunca me devolvió la llamada me dolía mucho de admitir.
—¿Lo odias? —preguntó Pedro
Quería odiarlo. Solo había causado dolor en mi vida desde el día que mi hermana murió. Pero era difícil. Él era la única familia que tenía. —A veces —respondí.
Pedro asintió y extendió la mano y enganchó su dedo meñique con el mío.
No dijo nada, pero no tenía que hacerlo. Esa pequeña conexión decía demasiado.
Quizás yo no conocía a Pedro bien, pero él estaba metiéndose bajo mi piel.
—Habrá una fiesta esta noche. Es de Dani, el cumpleaños de mi hermana. Siempre le doy una fiesta. Puede que no sea tu lugar pero estas invitada a asistir si así lo quieres.
¿Su hermana? ¿Él tenía una hermana? Pensé que era hijo único. ¿No era Dani la chica que había sido tan grosera la noche que llegue?
—¿Tienes una hermana?
Pedro se encogió de hombros. —Sí.
¿Por qué Federico dijo que él era un hijo único? Esperé a que me lo explicara,pero no dio más detalles. Así que me decidí a preguntar.
—Federico dijo que eras hijo único.
Pedro se tensó. Luego sacudió su cabeza mientras su dedo dejaba el mío y se volvió para mirar el agua. —Federico no debería contarte mis asuntos. No importa que tan condenadamente mal quiera entrar en tus bragas —Pedro se puso de pie y no me miró, y se dirigió hacia la casa.
Algo sobre Pedro estaba fuera de mis límites. No tenía idea que era, pero estaba definitivamente fuera de estos. No debí haber sido tan entrometida. Me puse de pie y me dirigí hacia el agua. Estaba caliente y necesitaba algo que sacara
de mi mente a Pedro. Cada vez que dejaba que mi guardia bajara un poco cerca de él, me recordaba porque necesitaba mantenerme firme en mi lugar. El tipo era
extraño. Sexy, esplendido y delicioso pero extraño.