viernes, 27 de diciembre de 2013

CAPITULO 76








Pedro

me senté en una de las sillas de piel al otro lado del escritorio de Antonio. Él estaba estudiándome y eso me molestaba. Yo había sido quien lo llamó y arregló este encuentro. ¿Porque estaba tan malditamente divertido?
—Voy a pagarte la cantidad completa por el alquiler del condominio. Yo sé cuál es la tarifa y te hice un cheque por todo un año de alquiler. Aunque, Paula probablemente no va a estar viviendo allí mucho tiempo. Al lograr que confíe en
mi, voy a hacer que se mude conmigo —Deslicé un cheque por su escritorio.
Antonio miró abajo hacia él y luego de vuelta a mí. —Asumo que esto es porque tú no quieres que me esté haciendo cargo de lo que es tuyo.
—Eso es correcto.
Antonio asintió y recogió el cheque. —Bien. Yo no debería tener que hacerme cargo de Paula o tú bebé. Pero lo haría. Tú podrías no creerme, pero estoy feliz de que estés enterado del embarazo. Solo no jodas las cosas. Tú tendrás que asegurarte de que Daniela mantenga sus garras dentro.
No necesitaba a Antonio diciéndome lo que hice y lo que no necesitaba hacer.
Nada de esto era asunto suyo. Sin embargo, aún no había terminado con él, así que hacerlo enojar era mala idea.
—No quiero que trabaje turnos dobles o afuera en el calor. Se niega a dejar de trabajar pero sus horas necesitan ser acortadas.
Antonio  se cruzó de brazos sobre su pecho y se inclinó hacia atrás en su asiento. —¿Ella sabe sobre esto? Porque lo último que supe, necesitaba todas las horas que pudiera conseguir.
—Lo último que supiste era que yo no sabía que ella estaba cargando mi bebé. Nada puede sucederle, Antonio. No puedo permitir que nada más le pase.
Él asintió y dejó salir un profundo suspiro. —Bien. Estoy de acuerdo. No me gusta que me digan que hacer pero estoy de acuerdo.
—Una cosa más —dije antes de levantarme—. Marcos es gay, ¿Cierto?
Antonio soltó una carcajada y entonces asintió. —Si, lo es, pero guárdate eso para ti mismo. A las mujeres les gusta venir solo para mirarlo. Recibe buenas propinas solo por eso.
Bien. Yo creí que él lo era pero su fijación a Paula me molestaba. —Entonces supongo que él puede revolotear sobre mi chica.
Antonio esbozó una sonrisa maliciosa. —No creo que pudieras detenerlo aún si lo intentaras.
Mi teléfono sonó mientras caminaba hacia mi Range Rover. Esto me recordó que Paula no tenía teléfono. Así que no sería ella llamándome. Iba a visitarla ahora.
Hablaríamos del asunto entonces. Sacando mi teléfono, vi el nombre de mi madre en la pantalla. La había ignorado durante cuatro semanas. Yo tenía a Paula de vuelta pero aún no me encontraba listo para hablar con mamá. Presione el botón de Ignorar y guarde mi teléfono de vuelta en mi bolsillo.
Una vez que estuve en lo de Paula revisé debajo del tapete y estuve feliz de ver que no había una llave escondida. Había hablado con ella y Isabel la noche
anterior sobre lo inseguro que era eso. Golpeé la puerta y escuche los pasos en el otro lado. El auto de Isa había estado en el club cuando me fui, así que sabía que Paula estaba sola. Solo pensar en tener algo de tiempo a solas con ella me hizo sonreír.
La puerta se abrió y una “recién arrastrada de la cama” Paula se asomó en el otro lado sosteniendo una dona. El rubor en sus mejillas era adorable. La pequeña diminuta camiseta sin mangas cubriendo esas grandes y hermosas tetas suyas y los pequeños shorts bóxer tomaban lo adorable y la convertían en ardiente.
Entré y cerré la puerta detrás de mí. —Maldición, nena —murmuré mientras la regresaba al sofá—. Por favor, no vuelvas a abrir la puerta luciendo de esta
manera.
Ella bajó la mirada y una sonrisa tiro de sus labios. —Continúan volviéndose más grandes. Yo creo que es por el embarazo —dijo a modo de explicación—. Olvide que se veían así…
Envolví un mechón de su cabello alrededor de mi dedo. —No es solo la diminuta camiseta sin mangas pero esto del cabello “recién salido de la cama” es sexy y… —deslicé mi mano hacia abajo sobre su trasero apenas cubierto—. Esto
necesita ser más cubierto también.
—Las personas normalmente no se detienen en esas cosas por las mañanas —Paula se escuchó sin aliento. Me gustaba saber que la afectaba.
—Bien —repliqué—. ¿Cómo fue dormir en tu cama? —le pregunté dando una mordida al lóbulo de su oreja.
—Uh… yo uh… dormí bien —dijo, nerviosa. Tire de vuelta y la miré. ¿Por qué se escuchaba nerviosa?
—¿Solo bien? —pregunté, mirando como sus mejillas se volvían rojo brillante.
Paula cambio su pie y bajo su mirada al suelo. —Los sueños de embarazada pueden ser um…
—¿Sueños de embarazada? ¿A qué te refieres? —ahora tenía curiosidad. El hecho de que su rostro entero era de un rojo brillante y ella se veía lista para arrastrarse debajo de la mesa y esconderse de mí, solo me hizo querer saber más.
Comenzó a moverse y tomé sus caderas para mantenerla mantuve atrapada entre mí y el sofá. —Oh, no, no lo harás. No puedes decirme cosas como esa y no explicarte.
Blaire dejó salir una corta risa insegura y sacudió su cabeza. —Puedes mantenerme aquí todo el día pero no voy a decirte.
Deslicé mis manos debajo de su camiseta y comencé a hacerle cosquillas.
Intente realmente fuerte no concentrarme en los senos perfectamente abultados justo a mi alcance. No quería que Paula pensara que sólo me importaba por el sexo. Antes había basado nuestra relación en sexo. Quería probarle que era más que eso. Incluso si estaba tomando duchas frías y masturbándome pensando en lo dulce ella había sabido el otro día.
Paula se reía y retorcía mientras le hacía cosquillas —¡Para! —chilló y empujó contra mí. Cuando intentó de revolverse lejos de mí, mi mano se deslizo arriba y masajeó su seno izquierdo, haciéndola congelarse. Un pequeño sonido vino de su garganta, que se escuchó realmente cercano a un gemido. Froté la yema de mi pulgar sobre su pezón y ella se presionó contra mí. A la mierda la cosa de nada de sexo. ¿Cómo se suponía que ignorara esto?
—Por favor, Pedro. Yo te necesito, para —rogó.
¿Ella me necesitaba? Espera… eran sus sueños… —Paula, nena, ¿Tus sueños son sobre sexo?
Ella gimoteó y asintió mientras yo pinchaba su pezón entre mis dedos. —Sí, y estoy cansada de despertarme cachonda —murmuró.
Mierda. Tome la dona de sus manos y la recosté en la mesa, luego chupé el glaseado de sus dedos. Su respiración se detuvo. La tomé y la levanté. Ella envolvió sus piernas alrededor de mi cintura y yo devoré su boca mientras nos
encaminaba de vuelta a su dormitorio. En esta ocasión había una gran cama para mí para que la pusiera y la mantuviera en ella todo el día, haciéndole el amor si eso
era lo que ella necesitaba.
La recosté en la cama y tire sus pequeños shorts y bragas fuera antes de arrastrarme encima de ella. —Quítate esa camiseta —dije mientras tiraba de ella hacia arriba y sobre su cabeza. Me detuve y la miré. Solo la semana pasada creí que nunca la volvería a ver así otra vez. Sostenerla era algo con lo que soñaba al dormir. Ahora ella estaba allí y yo quería apreciar cada pequeña porción de su cuerpo.
—Pedro, por favor. Te necesito dentro de mí —Se retorció y declaró. Por mucho que quería adorar su cuerpo parecía como que no iba a conseguirlo. No iba a ser capaz de rechazar a una Paula necesitada.
—¿Puedo probarte primero? —le pregunté, besando su boca otra vez y entonces corriendo besos por todo su cuerpo.
—Sí, lo que sea. Solo necesito que me toques —suspiró cuando mi mano encontró sus pliegues húmedos y deslice un dedo al interior
—. ¡Oh Dios! ¡Sí! Ahhhh —gritó mientras comenzaba a tocarla.
Paula loca por el sexo iba a ser divertida. Era como si hubiera ganado la jodida lotería. Empuje sus muslos más separados y baje mi boca para besar el pequeño clítoris escondido allí. Ella se disparó y comenzó a rogar otra vez.
Pegando mi lengua afuera, la corrí por encima de su dulce e hinchado sexo. Sus dos manos tomaron mi cabello y me sostuvieron. No pude evitar sonreír.
—Por favor, Pedro, por favor. Tú lo haces sentir tan bien. Por favor —sus sexys, pequeñas suplicas estaban a punto de hacerme explotar. La quería tan o más como ella me quería a mí pero yo también estaba disfrutando esto. Me concentré en hacerla venirse con mi boca mientras ella comenzaba a retorcerse y gemir en la cama. Cuando finalmente gritó mi nombre y se comenzaba a venir, salté y me quité la ropa en un tiempo récord.
Ya no necesitábamos más un condón. Me recosté sobre ella y con una simple estocada ya estaba dentro. Paula sujetó mis hombros y yo tiré de su cabeza hacia abajo. Si así era como todas las mujeres embarazadas eran, ¿Por qué carajos los hombres no las mantenían embarazadas? Esto era ardiente. Tan ardiente que no me importaría hacerlo mucho tiempo.
—Cógeme, Pedro. Realmente duro —Paula jadeó.
—Nena, sigue diciendo cosas así y me voy a correr antes de que tú quieras que lo haga.
Ella sonrió maliciosamente hacia mí. —Te tendré duro otra vez. Lo prometo.
Ahora, hazlo duro. En mis sueños, tú me cubrías y me cogías hasta que me encontraba gritando y arañando en la cama, rogándote para que nunca pararas.
Justo antes de que me viniera, me desperté.
No solo había estado teniendo sueños sexuales sobre mí, sino sueños sucios sobre mí. Me tiré fuera de ella y la volteé sobre su estómago, luego alce sus caderas al aire —¿Quieres coger, dulce Paula? Yo hare a mi chica sentirse mejor —Susurré mientras corría mis manos gentilmente sobre su trasero desnudo. Ella comenzó a retorcerse y nalgueé su coño, haciéndola boquear con sorpresa—. Si lo quieres duro nena, entonces te lo voy a dar duro —le prometí.
Tomando su cadera, arremetí dentro de ella y casi disparo mi carga.
Estaba tan jodidamente apretada. Los desesperados lloriqueos de placer viniendo de Paula no estaban ayudando. Recordando que necesitaba hacer que
Paula se viniera de nuevo era difícil cuando mis bolas estaban volviéndose apretadas y mi miembro palpitaba.
—Más fuerte —Paula gimió y lo perdí. Comencé a golpear dentro de ella con la misma salvaje necesidad desenfrenada que la consumía. Cuando su ceñido calor comenzó a apretarme y mi nombre vino rasgando fuera de su boca, cerré los ojos y me deje llevar.

CAPITULO 75




Paula

no necesitaba más que una cama de tamaño completo. Sin embargo,Pedro se negó a comprar cualquier cosa que no fuera una cama tamaño King, dos mesas de noche y un tocador con un espejo a juego precioso. Cometí el error de mirar demasiado tiempo una manta lavanda y fundas a juego.
Antes de que supiera lo que estaba pasando, él estaba comprando el juego de cama completo con sábanas y almohadas nuevas. Discutí durante todo el tiempo, pero él actuaba como si yo no estuviera hablando. Sólo me guiñó un ojo y siguió haciendo sus órdenes y dando instrucciones al vendedor.
Para el momento en que volvimos de cenar, ya que también estuvo decidido a darme de comer, los muebles ya estaban siendo entregados. Isabel se encontraba sonriendo junto a la puerta cuando llegamos. Le encantaba todo esto.
—Gracias por permitirme hacer eso hoy. Lo necesitaba. No puedes entenderlo, pero tenía que hacerlo —dijo Pedro antes de abrir la puerta del coche.
Lo miré. —¿Necesitabas comprarme un dormitorio completo y ropa de cama costosos? —le pregunté confundida.
—Sí, lo necesitaba.
No entendía, pero asentí. Si tenía que hacerlo, entonces iba a apreciarlo.
Todavía no podía creer que todo era mío. Me iba a sentir como una princesa en mi habitación. —Bueno, gracias por todo. No esperaba nada más que un colchón. No estaba dispuesta a ser consentida.
Pedro se inclinó hacia adelante y me dio un beso al lado de la oreja. —Eso no es ni siquiera cerca de ser mimada. Pero tengo la intención de mostrarte exactamente lo que es consentirte.
Me estremecí y apreté el pomo de la puerta. No iba a permitirle comprarme nada más. Tenía que parar esto, pero los besos alrededor de mi oreja hacían difícil concentrarse.
—Vamos a ver cómo se ve —dijo mientras se inclinaba hacia atrás.
Espacio. Teníamos que conseguir un poco de espacio. Estaba lista para saltar sobre él en estos momentos. No era algo bueno. Control. Las hormonas del embarazo querían tomar el control.
Pedro pasó corriendo frente de la Rover cuando abrí la puerta y comencé a salir. Estaba frente de mí tomando mis manos y ayudándome a bajar, como si estuviera indefensa y no pudiera hacer un movimiento para bajar por mi cuenta.
—Puedo salir por mí misma, sabes —le dije.
Él sonrió. —Sí, pero ¿qué hay de divertido en eso?
Riendo, pasé junto a él y me dirijí a Isa, que nos miraba como si fuéramos una de sus series de televisión favoritas.
—Parece que la mueblería decidió descargar su último embarque en tu dormitorio —dijo ella, sonriendo como un niño en una tienda de dulces—. ¿Puedo dormir contigo en la gran cama esta noche? ¡El colchón es increíble!
—No. Ella necesita descansar. No hay compañeros de cama —dijo Pedro,
caminando detrás de mí y envolviendo un brazo protector alrededor de mi cintura.
Los ojos de Isa se quedaron en mi cintura y luego de vuelta a Pedro. —Lo sabes —dijo ella, mirando muy contenta.
—Sí, lo sé —respondió. Y se puso tenso.
Me sentí horrible. Una persona más a la que le había dicho de mi embarazo antes que a él. Tenía todo el derecho a estar lastimado. Era una mentirosa. ¿Se daría cuenta y me dejaría?
—Bien —dijo Isabel y dio un paso a un lado para que pudiéramos entrar.
—¿Por qué no vas a asegurarte de que están colocando todo donde tú quieres? —me dijo Pedro cuando entramos.
—Buena idea. —Lo dejé allí para ir a ver los muebles. Si estaba enojado conmigo tendría tiempo para calmarse.

Los chicos de entrega estaban haciendo un buen trabajo con la instalación,así que no me molesto. Estaba feliz con el lugar donde se estaban poniendo las cosas.
Caminando de regreso a la sala oí susurrar a Isabel y me detuve.
—Ella está mejor. Ha estado bastante enferma, pero no ha vomitado estas últimas dos mañanas.
—Me llamas al segundo que parezca que podría enfermarse. —Pedro incluso llegó a hacer sonar su susurro como una demanda.
—Sí, yo te llamo. No fue del todo mi idea “no se lo digas a Pedro”. Tú le hiciste esto. Tienes que estar ahí para ella.
—No voy a ninguna parte —respondió.
—Será mejor que no.
Pedro se rió. —Si ella no quiere vivir conmigo entonces por lo menos tengo que protegerla.
—Maldita sea. No creas que no la ayudaré a desaparecer si te vuelves una mierda de nuevo. La lastimas y se irá.
—Nunca voy a hacerle daño otra vez.
El pecho me dolía. Quería creerle. Quería confiar en él. Este era nuestro bebé. Había tantas cosas que eran difíciles de olvidar, pero necesitaba aprender. Lo amaba. Estaba segura de que siempre lo haría.
Entré en la habitación y sonrío. —Sí, están instalando las cosas justo donde las quiero.
Pedro se acercó y me llevó a sus brazos. Estaba haciendo mucho eso últimamente. No dijo nada. Sólo me sostuvo. Isabel  salió de la habitación y envolví mis brazos alrededor de él y nos quedamos así durante mucho tiempo. Era la
primera vez que no me sentía sola en un largo tiempo.

***
Pedro no me había preguntado si podía quedarse en la noche. Estaba un poco sorprendida. No había hecho nada más que darme un beso antes de irse. Eso no había hecho mucho para refrescar mis sueños. Me desperté de nuevo justo antes de un orgasmo, muy frustrante. Eché atrás mis sábanas y me senté sobre la cama. Hoy tenía que cambiar el turno del almuerzo otra vez.
Anoche había llamado a Antonio y me disculpé por dejarlo guindando, pero entendió y me preguntó si las cosas estaban bien. Pedro había estado allí escuchando todo lo que dije, por lo que había tenido prisa por colgar el teléfono.
Hoy me gustaría encontrar a Antonio a solas y hablar con él. Estaba siendo muy comprensivo.
Me puso en el comedor el resto de la semana. El único día que me tenía en el campo era el sábado por el torneo. Se espera que todo el mundo trabajara fuera.
Cuando por fin me dirigí a la cocina, una caja de donas me dio la bienvenida. Una pequeña nota estaba incluida en la parte superior. Sonriendo, la recojí y leí.


Te perdiste anoche. No podía comer esto solo. Espero que las cosas estén mejor. 
Con
cariño, Marcos.

¡Mierda! Me había olvidado de la cita de donas. Otra persona con la que tenía que disculparme. Pero primero, quería un poco de leche y donas.