sábado, 21 de diciembre de 2013

CAPITULO 62




Paula

estaré trabajando en el club. Nos… uh… veremos en ocasiones.
Conseguiría trabajo en otro lado, pero necesito la plata que el club paga. —Explicaba esto tanto a mí como a Pedro. No estaba segura de qué iba a decir cuando lo viera. Sólo sabía que tenía que enfrentarlo. Al principio, Isa me rogó que le contara sobre el embarazo. Aunque, después de que
escuchara exactamente lo que había pasado con mi padre y Daniela y su madre ese día, ya no estaba en el equipo Pedro como antes. Acordó que no era necesario decirlo de inmediato.
Conseguir el valor suficiente para volver a esta casa luego de la forma que me había ido hace tres semanas y media fue duro. La esperanza de que mi corazón no reaccionara cuando viera a Pedro fue inútil. Mi pecho estaba tan apretado que era una maravilla que pudiera respirar. Menos hablar. Estaba embarazada con su bebé… nuestro bebé. Pero las mentiras. El engaño. Quien era. Todo eso me
mantuvo de decir las palabras que se merecía. No podía. Estaba mal. Estaba siendo egoísta. Lo sabía. Eso no cambiaba nada. Podía ser que el bebé nunca lo conociera.
No podía dejar que la forma en que me sentía sobre él nublara mis decisiones para mi futuro… el futuro de nuestro bebé. Mi padre, su madre y hermana nunca serían
parte de la vida de mi bebé. No lo permitiría. No podía.
—Por supuesto. Sí, trabajar en el club es buena plata. —Se detuvo y pasó una mano por su cabello—. Paula, nada ha cambiado. No para mí. No necesitas mi permiso. Esto es exactamente lo que quiero. Tenerte aquí de vuelta. Ver tu rostro.Dios, nena, no puedo hacer esto. No puedo fingir que no estoy jodidamente emocionado de que estés en mi casa.

No podía mirarlo. No ahora. No esperaba que dijera nada de eso. Esperaba más una charla artificial y nerviosa. Era lo que quería. Mi corazón no podía soportar nada más.
 —Tengo que irme, Pedro. No puedo quedarme más, sólo quería estar segura de que estabas bien con que estuviera en la ciudad. Mantendré mi distancia.
Pedro se movió tan rápido que no lo noté hasta que estuvo parado entre la puerta y yo. 
—Lo siento. Intenté estar tranquilo. Intentaba ser cuidadoso y me quebré. Lo haré mejor. Ve a lo de Isa. Olvida lo que dije. Seré bueno. Lo prometo. Sólo… no te vayas. Por favor.

¿Qué le contestaba a eso? Se las había arreglado para que quisiera confortarlo. Disculparme. Él era letal a mis emociones y buen sentido. Distancia.
Necesitábamos distancia. Asentí y lo rodeé. 
—Yo… uh… probablemente te veré por ahí. —Me las arreglé para graznar antes de abrir la puerta y salir de la casa.
No miré hacia atrás pero sabía que me estaba mirando ir. Era la única razón por la cual no empecé a correr. Espacio… necesitabamos espacio. Y yo necesitaba llorar.


***


Era como si nunca me hubiera ido. Ya había decidido ir directo al comedor y buscar a Marcos. Supuse que sabría donde encontrar a Antonio. Pero Antonio me estaba esperando en la puerta cuando abrí la entrada trasera del club.
—Y ella vuelve. Sinceramente, no pensé que lo harías. —El arrastró las palabras mientras la puerta se cerraba tras de mí.
—Por poco tiempo, quizás —respondí.
Antonio me guiñó y luego asintió hacia el pasillo que guiaba a su oficina. 
Vayamos a hablar.
—Está bien —dije mientras lo seguía.
—Isabel ya me llamó dos veces hoy. Queriendo saber si ya te había visto.Asegurándose de que tuvieras tu trabajo de vuelta —dijo Antonio mientras abría la puerta de su oficina y la sostenía para que pudiera pasar—, lo que no esperaba es
la llamada que recibí hace diez minutos. Me ha sorprendido. Por la forma en que te fuiste hace tres semanas y dejaste a Pedro en la miseria, no esperaba que llamara a tu favor. No es que lo necesitara, fíjate. Ya había aceptado devolverte tu trabajo.
Me detuve y lo miré. ¿Lo había escuchado bien? 
—¿Pedro? —pregunté, casi asustada de que hubiera alucinado el comentario.
Antonio cerró la puerta y caminó hasta pararse delante de su escritorio. Se inclinó contra la madera brillante que se veía costosa y cruzó los brazos sobre su pecho. La sonrisa que tenía cuando llegué se había ido. Se veía preocupado.
—Sí, Pedro. Sé que la verdad salió a la luz. Jose me contó una parte. Lo que sabe, al menos. Pero yo ya sabía quién eras. O quien Pedro y Daniela creían que eras. Te advertí que la elegiría a ella. Ya la había elegido cuando te di la advertencia. ¿De verdad quieres volver a todo esto? ¿Es Alabama tan malo?
No. Alabama no era tan malo. Aunque ser una madre soltera de diecinueve años sin familia lo era. Aunque no era algo que iba a compartir con Antonio.
—Volver aquí no es exactamente facil. Ver… verlos, tampoco ser facil. Pero necesito descubrir que voy a hacer. No hay nada para mí en Alabama. No me puedo quedar y pretender que lo hay. Es tiempo de que encuentre una nueva vida.
e Isabel es mi única amiga. Mis opciones son limitadas.
Las cejas de Antonio se dispararon hacia arriba.
—Auch. ¿Yo qué soy? Pensé que éramos amigos.
Sonriendo, caminé y me paré detrás de la silla en frente suyo.
—Lo somos pero bueno… no amigos cercanos.
—No porque no lo intentara —Una pequeña risa salió y Antonio sonrió—. Es bueno escuchar eso. Lo extrañé.
Quizás volver no sería tan difícil.
—Puedes tener tu trabajo de vuelta. Es tuyo. Tuve pesimas chicas de carritos y Marcos todavía está malhumorado. No se lleva bien con los otros meseros. Él también te extraña.
—Gracias —contesté—, lo aprecio. Aunque quiero ser honesta contigo. En cuatro meses, planeo irme. No puedo quedar aquí para siempre. Tengo…
—Tienes una vida a la que volver. Sí, te escuché. Rosemary no es donde pretendes echar raíces. Lo tengo. Por cualquier lapso de tiempo, tienes el trabajo.



pedro

llamé una vez antes de abrir la puerta del condominio de Dani y caminar dentro. Su coche estaba estacionado afuera. Yo sabía que ella se encontraba aquí. Sólo quería asegurarme de que sabía que yo estaba aquí. Cometí el error de no tocar una vez y pillé a mi hermana a horcajadas
en el regazo de un tipo.
Quise llenar de cloro mis ojos y mi cerebro después de esa experiencia.
—Dani, soy yo. Tenemos que hablar —dije en voz alta y luego cerré la puerta detrás de mí.
Entré en la sala y el sonido de más de una voz apagada y pasos que venían desde el dormitorio principal casi me hizo dar la vuelta y marcharme. Pero no iba a hacerlo. Esto era más importante. Su invitado de pijamada tenía que irse a casa ahora de todos modos. Eran más de las once.
La puerta de su habitación se abrió y se cerró. Interesante. El que sea que estaba aquí, se alojaba aquí. Tendríamos que salir al balcón para hablar. Yo no hablaría de Paula delante de nadie. Probablemente conocía al hombre en ese
cuarto. Sería la única razón por la que lo mantendría oculto allí.
—¿Has oído hablar de llamar antes de venir? —replicó Dani mientras entraba en la sala de estar vestida con una bata de seda corta.
Se parecía más y más a nuestra madre mientras más mayor se hacía.
—Es casi el almuerzo, Dani. No puedes mantener al hombre en la cama todo el día —le contesté y abrí las puertas que daban a la terraza con vistas al golfo—.
Necesito hablar contigo y no quiero que tu compañero de dormitorio pueda oírnos.
Daniela rodó sus ojos y salió.
—Me parece extraño que he estado tratando de que hables conmigo durante semanas y ahora que tú quieres hablar vienes irrumpiendo como si yo no tuviera vida. Por lo menos yo te llamo primero. —Comenzaba a sonar como nuestra
madre.
—Soy propietario de este condominio, Daniela. Puedo venir en cualquier maldito momento si quiero. —Le recordé. Ella se estaría yendo de aquí a mediados de agosto para regresar a su casa de hermandad y su aún indecisa carrera. La universidad era una función social para ella. Ella sabía que yo iba a pagar sus cuentas y matrícula. Yo siempre me había preocupado de todo para ella.
—Que sarcástico. ¿De qué se trata esto? No he tenido mi café todavía. —No tenía miedo de mí.
Yo no quería que ella lo tuviera, pero ya era hora de que madurara. No iba a dejar que obligara a Paula a huir. En un mes, Daniela se habrá ido. Normalmente yo también me iría. Este año no. Me estaría quedando en mi residencia en Rosemary.
Mi madre tendrá que elegir otro lugar. Ella tendría esta casa libre para el resto del año.
—Paula ha vuelto —le dije sin rodeos.
Había tenido tiempo de ver las cosas desde otro ángulo. Yo no sentía que Dani fuera la víctima en esto, ya no. Ella era una niña, pero también lo era Paula.
Daniela se tensó mientras sus ojos brillaban con el odio que pertenecía a los ojos de su padre en lugar de Paula.
—No digas nada. Permíteme hablar primero o voy a acompañar a tu amigo de pijamada fuera de mi apartamento. Tengo el poder aquí, Daniela. Nuestra madre
no tiene nada. Las apoyo a las dos. Nunca te he pedido nada. Nunca. Pero ahora te voy a pedir... no, te voy a ordenar que me escuches y que sigas mis condiciones.
La ira de Daniela se había desvanecido y ahora la niña mimada estaba allí,
mirándome. A ella no le gusta que le digan qué hacer. No podía culpar a mi madre por su conducta, no del todo. Lo hice también. La sobrecompensación había arruinado a Daniela.
—La odio —La ira hervía.
—Te dije que me escuches. No asumas que eres inocente, Daniela. Porque esta vez has jodido algo que me importa. Esto me afecta, así que escucha y cierra la boca.
Sus ojos pasaron de la ira al shock. Estaba seguro de que nunca había hablado con ella de esa manera. Estaba un poco sorprendido de mí. Oír el odio en su voz dirigida a Paula me puso alerta.
—Paula se está quedando con Isabel. Antonio le ha regresado el trabajo a Paula. Ella no tiene nada en Alabama. No tiene a nadie. El padre que ustedes dos
comparten es un inútil. Para ella bien podría estar muerto. Ha vuelto para saber donde encaja y qué hacer después. Ella estaba haciendo eso antes, pero cuando la verdad salió, su mundo se derrumbó y tuvo que correr. Es un puto milagro que está de vuelta aquí. Yo la quiero de vuelta aquí, Daniela. Puede que no quieras oír esto, pero la amo. Nada me va a detener para asegurarme de que este a salvo.
Quiero que se sienta segura y nadie y me refiero a nadie, ni siquiera mi hermana, le hará sentirse indeseada. Tú te vas pronto. Puedes mantener tu odio fuera de lugar si quieres, pero un día, espero que madurez lo suficiente como para darte cuenta de que sólo hay una persona que odiar aquí.
Daniela se sentó en una de las sillas que colocó aquí para pasar el tiempo y leer libros. Yo también la amaba ella. La protegí de toda mi vida.
Decirle esto y amenazarla era duro, pero no podía permitir que dañara a Paula por más tiempo. Tenía que parar esto. Paula nunca me daría otra oportunidad, siempre y cuando Daniela estuviera atormentando su vida.
—Así que la estás eligiendo antes que a mí —susurró Daniela.
—Esto no es un concurso, Daniela. Deja de actuar como si lo fuera. Tienes a su padre. Ella lo perdió. Tú ganaste. Ahora supéralo.
Dani alzó los ojos y las lágrimas se aferraban a sus pestañas.
—Ha hecho que me odies.
Maldito puto drama. Daniela vivía una telenovela en su cabeza.
—Daniela, escúchame. Te quiero. Eres mi hermana pequeña. Nadie puede cambiar eso. Pero yo estoy enamorado de Paula. Puede ser un problema
importante en tus planes de conquistar y destruir, pero bebé, es hora de dejar que tus problemas sigan. Hace tres años que regresó. Necesito que lo superes.
—¿Qué pasa con la familia en primer lugar? —Espetó.
—No vayas allí. Tú y yo sabemos que yo te he puesto primero toda mi vida. Tú me necesitabas y yo estaba allí. Pero ahora somos adultos, Daniela.
Se secó las lágrimas que se habían filtrado de sus ojos y volvió a levantarse.
Nunca pude saber si sus lágrimas eran reales o falsas. Ella podía encenderlas y apagarlas a voluntad.
—Está bien. Quizás vuelva a la escuela antes de lo previsto. Tú no me quieres aquí, de todos modos. Las has escogido a ella.
—Yo siempre te quiero cerca, Daniela. Pero esta vez quiero que juegues limpio. Piensa en alguien más para variar. Tú tienes un corazón. Yo lo he visto. Ahora es el momento de usarlo.
Dani se puso rígida.
—Si terminaste aquí, ¿podrías irte de tu apartamento?
Asentí con la cabeza.
—Sí, he terminado —le contesté y me dirigí hacia el interior.
Sin otra palabra que oyera por la puerta principal. El tiempo ahora diría si yo tenía que seguir adelante con mis amenazas para enseñarle a mi hermana una lección. Realmente esperaba que no.

CAPITULO 61




pedro


habían pasado tres semanas, cuatro días y doce horas desde que la había visto. Desde que ella rompió mi corazón. Si yo hubiera estado bebiendo, me gustaría echarle la culpa al alcohol. Tenía que ser una ilusión, una desesperada ilusión. Pero no había estado bebiendo. Ni una gota. No había ninguna duda sobre Paula. Era ella. Ella estaba
realmente aquí. Paula estaba de vuelta en Rosemary. Ella estaba en mi casa.
Había pasado cinco horas anoche conduciendo por todo el maldito lugar buscando a Isabel, esperando que ella me llevara a Paula. Pero no había encontrado a ninguna de ellas. Llegar a casa y admitir la derrota había sido doloroso. Me convencí a mi mismo que Isabel aún seguía en Sumit con Paula. Que tal vez el texto de Isabel había sido un mensaje borracho y nada más.
Me empapé los ojos de ella. Ella estaba más delgada y no me gustaba eso. ¿No estaba comiendo? ¿Había enfermado?
—Hola, Pedro —dijo ella, rompiendo el silencio. El sonido de su voz casi me envía de rodillas. Dios, había extrañado su voz.
—Paula —Pude decir, aterrorizado de espantarla lejos solo con hablar.
Se estiró y envolvió un mechón de su cabello alrededor de su dedo y tira de él. Ella estaba nerviosa. No quiero hacer que se ponga nerviosa. Pero, ¿qué puedo hacer yo para hacer esto más fácil?
—¿Podemos hablar? —preguntó en voz suave.
—Sí. —Doy un paso atrás para dejarla entrar—. Entra
Hizo una pausa y miró más allá de mí, hacia mi casa. El miedo y el dolor destellando en sus ojos, haciéndome maldecirme en silencio. Ella había sido herida aquí. Su mundo fue destruido en mi casa. Maldita sea. No quería que se sintiera así en mi casa. No cuando había buenos recuerdos aquí también.
—¿Estás solo? —preguntó. Sus ojos volviendo hacia mí.
Ella no quería ver a mi mamá o a su papá. Lo entendía ahora. No era la casa.
—Los obligué a irse el día en que te fuiste —Le contesté, mirándola con atención.
Sus ojos se abrieron de par en par. ¿Por qué esto la sorprendía? ¿No lo entendía? Ella era lo primero. Yo le había dicho tanto en esa habitación de hotel.
—Oh, no lo sabía… —Su voz se fue apagando. Ambos sabíamos que ella no lo sabía porque me había sacado de su vida.
—Soy solo yo. A excepción de las visitas ocasionales de Federico, siempre solo yo. —Ella necesitaba saber que no me había mudado. No me estaba mudando.
Paula entró a la casa y apreté los puños cuando su dulce y familiar esencia la siguió. Tantas noches me senté aquí y soñé con ver su camino de vuelta a mi vida. Mi mundo.
—¿Puedo conseguirte algo para tomar? —pregunté, pensando que lo que realmente quería hacer era rogarle que hablara conmigo. Que se quede conmigo. Que me perdone.
Paula  negó con la cabeza y se volvió para mirarme.
—No, estoy bien. Yo… Yo solo… Estaba en la ciudad y bueno… —Arrugó la nariz y luché contra la urgencia de alcanzarla y tocar su rostro—. ¿Golpeaste a Facundo?
Facundo. Mierda. Ella sabía sobre Facundo. ¿Estaba aquí para hablar de Facundo?
—Él preguntó cosas que no debería Saber. Dijo cosas que no debería —le contesté con dientes apretados.
Paula suspiró.
—Puedo imaginarlo —murmuró y sacudió la cabeza—. Siento que viniera aquí. Él no piensa las cosas. Actúa solo por impulso.
No lo defendía. Se disculpaba por él. Ese no era su trabajo. El estúpido hijo de puta no era su responsabilidad o su culpa.
—No te disculpes por él, Paula. Eso me hace querer cazar su culo —gruñí, incapaz de controlar mi reacción.
—Es mi culpa que él estuviera aquí, Pedro. Eso es porque pido disculpas. Lo molesté y él supuso que era todo por ti, así que el vino corriendo aquí antes de hablar las cosas conmigo.
¿Hablar las cosas con ella? ¿Qué carajos tenia Facundo que hablar con ella?
—Él tiene que retroceder. Si ha…
—Pedro. Cálmate. Somos viejos amigos. Nada más. Le dije algunas cosas que necesitaba decir desde hace mucho tiempo. No le gustó. Fui cruel pero necesitaba decirlo. Estaba cansada de proteger sus sentimientos. Me presionó demasiado. Eso es todo.
Tomé una respiración profunda pero el martilleo de mi cabeza se había vuelto más fuerte.
—¿Viniste para verlo? —Necesitaba saber si esa era la razón por la cual ella estaba aquí. Si esto no tenía nada que ver conmigo, mi corazón necesitaba tratar con eso.
Paula caminó hacia las escaleras en vez de ir hacia la sala de estar. Me di cuenta. Entendí. Ella podría haber estado en mi casa, pero no podía entrar ahí y hacerle frente a las cosas. No todavía. Tal vez nunca.
—Pudo haber sido mi excusa para entrar al auto con Isabel —Hizo una pausa y dejó escapar un suspiro—, pero él se había ido cuando yo llegué aquí. Me quedé por otras razones. Yo… Yo necesito hablar contigo.
Vino a hablar conmigo. ¿Fue el tiempo suficiente? Utilicé hasta la última gota de fuerza de voluntad que poseía para no levantarme y tirarla sobre mis brazos. No me importaba lo que ella tenía que decir. El hecho de que ella quería verme era suficiente.
—Me alegro de que hayas venido —dije simplemente.
El pequeño ceño estaba de vuelta y Paula no miraba directamente hacia mí.
—Las cosas siguen siendo las mismas. No he sido capaz de dejarlo ir. Nunca seré capaz de confiar en ti. Incluso… incluso si lo quiero. No puedo.
¿Qué demonios significaba eso? El golpeteo en mis oídos se hizo más fuerte.
—Me voy de Sumit. No puedo quedarme. Tengo que hacerlo por mi cuenta.
¿Qué? —¿Te estás mudando con Isabel? —pregunté, preguntándome si yo todavía estaba durmiendo y esto era un sueño.
—No. No iba a hacerlo. Pero esta mañana hablé con Isa y pensé que si tal vez te veía y hablaba contigo y enfrentaba… esto, yo sería capaz de quedarme con
ella durante un tiempo. No sería permanente; Me iré en un par de meses. Solo hasta que tenga tiempo para decidir a donde voy a ir.
Todavía pensaba irse. Necesitaba cambiar eso. Tenía un par de meses si se quedaba aquí. Por primera vez, desde que me dijo que dejara la habitación de hotel, tenía esperanza.
—Creo que eso es inteligente. No hay razón por la cual tomar una decisión precipitada cuando se tiene una opción aquí. —Ella podía quedarse en mi casa de forma gratuita. En mi cama. Conmigo. Pero no podía ofrecer eso. Ella nunca estaría de acuerdo.