Pedro
Luca se acercó al sofá y se sentó antes de sacar un paquete de cigarrillos. Mierda. No quería enfrentarlo en este momento.
—No se puede fumar aquí o cerca de Paula, para el caso. Es malo para el bebe.
Luca arqueó una de sus cejas. —Demonios, chico, estoy malditamente seguro de que tu mamá fumó cigarrillos cuando estaba embarazada de ti.
No tenía ninguna duda de que hizo eso y más. De ninguna manera expondría a mi hijo a eso.
—Eso no significa que sea saludable.Paula no es para
nada como mamá.
Ante la mención de su nombre, Paula entró en la sala de estar con dos cervezas. No le había pedido que las buscara. No quería que lo hiciera. Pero lo hizo de todos modos.
Me acerqué y la encontré a mitad de camino. —No tenías que hacer esto —le dije tomando las botellas de sus manos y depositando un beso en su sien.
—Lo sé. Pero tenemos un invitado. Quiero que se sienta bienvenido.
La dulce sonrisa en sus labios hacía difícil concentrarse en mi padre. Quería llevarla al dormitorio.
—Tráeme la cerveza, chico, y dejar de ser tan malditamente arrogante. Vas a ahogar a la chica. No sé qué coño se ha metido en ti.
Una pequeña risa salió de los labios de Paula y decidí pasar por alto sus palabras ya que la hizo reír.
—Ten —le dije, acercándole la cerveza—. Ahora, ¿por qué está aquí?
—¿Qué? ¿No puede un padre venir a ver a su hijo cuando quiere?
—Es Rosemary. Nunca vienes aquí.
Luca se encogió de hombros y tomó un trago de su cerveza, y luego pasó un brazo sobre el respaldo del sofá y apoyó sus dos pies sobre la mesa de café.
—Tu hermana es una puta demente. Está jodidamente loca. Necesitamos ayuda.
Se trataba de Daniela. Supuse que lo sería. Me senté en la silla frente a él y le tendí la mano a Paula. No quería que ella estuviera de pie, y quería que se sintiera bienvenida en nuestra conversación. Se acercó y tiré de ella para que se sentara en mi regazo.
—¿Qué ha hecho Dani? —le pregunté, casi con miedo de oír la respuesta.
Luca tomó otro largo trago de su cerveza. A continuación, se pasó la mano por el lanudo pelo largo.
—La pregunta es, ¿qué no ha hecho? La maldita chica
está provocando un infierno. No podemos ni descansar. Terminamos la gira hace dos semanas y volvimos a Los Ángeles para disfrutar de un tiempo de inactividad.
Ella se presentó y desató el infierno. Nadie está relajándose. Mateo no sabe qué hacer con ella. Necesitamos un poco de ayuda.
Sabía que Daniela había estado tranquila, pero no esperaba que fuera a Los Ángeles y buscara a Mateo. Ella sabía que mi padre y Mateo compartían una mansión de Beverly Hills. Habían estado viviendo en ella cuando no estaban de gira. Mateo se había casado un par de veces y se había mudado durante esos tiempos, pero después de cada divorcio, volvía. Era conocida como la mansión Slacker Demon.
Nadie nunca estaba realmente seguro de que los miembros de la banda estuvieran en la residencia en un momento dado.
—¿Se está quedando en la mansión? —le pregunté.
Papá levantó las cejas. —¿Me veo como un idiota para ti? Joder, no, ella no se queda ahí. Sólo aparece todo el maldito tiempo.
Está haciendo exigencias y mierda. Mateo ha tratado de suavizar las cosas y formar algún tipo de relación con
ella, pero Daniela no lo deja. No quiere escuchar y... bueno, se enteró que él tiene otra hija. No le sentó muy bien.
Al parecer, ella no sabía sobre el hijo de Mateo todavía, pero Maxi nunca estaba alrededor.
—Debe estar tan molesta —dijo Paula con preocupación real en su voz.
Cómo Paula podía sentir simpatía alguna por Dani, no lo sabía—. Necesitas ir a verla. Ayudarle a lidiar con esto y ver si puedes ayudarla a formar algún tipo de relación con Mateo.
Empecé a protestar, pero Luca me cortó.
—Ya me gusta esta chica. Eso es exactamente lo que necesitas hacer.
Tu habitación está vacía y sabes que es cómoda. Trae a Paula contigo y así me dará la oportunidad de conocerla y pasar tiempo con ustedes. Si no lo haces, Mateo puede
terminar matando a Daniela.
Paula me apretó el hombro. —Creo que deberíamos ir. Daniela te necesita.
Eché la cabeza hacia atrás y alcé la vista hacia ella.
—¿Por qué te importa lo que Daniela necesite? —le pregunté con asombro.
—Porque la amas —fue su simple respuesta.
—Eso es lindo. Ahora, basta de Daniela. Quiero saber para cuándo tiene fecha el bebé y cuándo es la boda —dijo Luca con un tono alegre. Muy diferente al que estaba usando cuando habló de Daniela.
Paula miró a mi padre y le sonrió. —Tengo veinte semanas de embarazo.
El bebé no se espera hasta mediados de abril. En cuanto a la boda, nos íbamos a casar en dos semanas, pero no quiero que estrese a Pedro. Prefiero posponer la boda y
lidiar con los problemas familiares primero. No hemos enviado las invitaciones ni nada. Así que el cambio de fecha no es un problema.
—No. No voy a esperar más tiempo para cambiar tu
apellido —discutí, pero
Paula puso su dedo sobre mis labios.
—Shhh. No quiero discutir sobre esto. No podré disfrutar de nuestra boda sabiendo que hay problemas familiares que atender. Vamos a gozar de Acción de Gracias con nuestros amigos como habíamos planeado y luego iremos a Los
Ángeles y ayudaremos a Daniela. Una vez que todo esté resuelto, entonces podremos concentrarnos en nuestra boda.
No quería esperar. Odiaba la idea de que ella siguiera siendo Paula Chaves mientras nuestro bebé crecía en su interior.
Quería que tuviera mi apellido, para que el mundo supiera que la quería a ella y a mi bebé. Pero el brillo determinado
de sus ojos me dijo que no iba a ganar esta discusión.
—Sólo quiero que seas feliz —respondí finalmente.
Paula me besó la punta de la nariz.
—Ya lo sé. Esa es una de las muchas razones por las que te amo.
—Si van a esperar hasta después de Acción de Gracias para ir a Los Ángeles y hacerle frente a esa hermana tuya, entonces yo también. Además, hace años que
no paso Acción de Gracias contigo —anunció mi padre.
No estaba seguro de cómo me sentía sobre eso.
—Nos encantaría tenerle aquí, señor Alfonso —le informó Paula , sonriendo alegremente como si lo dijera en serio. Joder. Iba a tener que dejar que sucediera.
—Sólo llámame Luca, cariño. Ya somos familia.
La mirada complacida en sus ojos me hizo sonreír. Tal vez tener a mi padre en Acción de Gracias no sería tan malo, después de todo. Si puede hacer que Paula
sonría así, entonces lidiaré con ello.