viernes, 20 de diciembre de 2013

CAPITULO 60







paula

estiré la mano y le di un codazo a Isabel en la pierna para despertarla.
Había estado dormida por las últimas dos horas. Estábamos fuera de Rosemary Beach y necesitaba que ella manejara, así yo podría buscar la camioneta de Facundo en todos los moteles baratos.
—¿Ya llegamos? —murmuró soñolienta y se sentó en su asiento.
—Ya casi. Necesito que manejes. Voy a buscar la camioneta de Facundo.
Isabel dejó escapar un suspiro de cansancio. Yo sabía que ella estaba haciendo esto sólo con la esperanza de traerme a Rosemary y mantenerme allí. No le importaba encontrar a Facundo. Pero yo necesitaba un aventón. Iba a viajar con Facundo a casa. Y nosotros íbamos a hablar. Él no tenía por qué haber venido a buscar a Pedro. Sólo esperaba que no le hubiera dicho sobre lo que me a encontró comprando.
No era que quisiera ocultárselo a Pedro. Era sólo que aún no he asimilado nada. Necesitaba procesarlo. Averiguar lo que quiero hacer. Luego contactaría a Pedro. Facundo yendo detrás de él como un loco no era lo que yo quería. Aún no podía creer que lo había hecho.
—Detente allí. Necesito entrar y tomar un café con leche primero —instruyó Isabel. Hice lo que me pidió y estacioné el auto frente a Starbucks.
—¿Quieres algo? —preguntó Isa mientras abría la puerta. No estaba segura de si la cafeína era buena para el… para el bebé. Negué con la cabeza y esperé hasta que ella saliera del auto antes de dejar escapar el sollozo en mi pecho que no había estado esperando. No había pensado sobre lo que significaban esas dos rayas de color rosa. Un bebé. El bebé de Pedro. Oh, Dios.
Salí del auto y caminé alrededor de la parte delantera para sentarme en el lado del pasajero. Para el momento en que estaba dentro y con el cinturón de seguridad, Isabel se dirigía hacia el auto. Ya se veía un poco más despierta. Alejé
los pensamientos sobre mi bebé y me concentré en la búsqueda de Facundo. Podría pensar en mi futuro, en el futuro de mi bebé, después.
—De acuerdo. Tengo cafeína. Estoy lista para buscar a este tipo.
No la corregí. Sabía que ella sabía su nombre. Yo lo había usado varias veces. Sólo estaba negándose a reconocerlo. Esta era su forma de rebelión. Facundo representaba a Sumit, y ella no me quería en Sumit. En lugar de irritarme, me gustaba. Me quería con ella y eso se sentía bien.
—Él dejó Rosemary por los precios de las habitaciones de hotel. Así que, está en algún lugar accesible. ¿Puedes llevarme a algunos de esos? —pregunté.
Asintió pero no me miró. Estaba enviando un mensaje de texto. Genial.
Necesitaba que se concentrara y ella muy posiblemente estaba diciéndole a Jose que ya casi llegamos. No quería que Jose supiera algo.


***


Manejamos por treinta minutos, yo revisaba los estacionamientos de los moteles baratos en la ciudad. Esto estaba volviendo frustrante. Él tenía que estar aquí en algún lado. —¿Puedo usar tu teléfono? Voy a llamarlo de nuevo y hacerle saber que lo estoy buscando. Me dirá dónde está cuando sepa que he conducido hasta aquí.
Isabel me dio su teléfono y rápidamente marqué el número de Facundo. Sonó dos veces.
—¿Hola?
—Facu . Soy yo. ¿Dónde estás? Estoy en las afueras de Rosemary y no puedo encontrar tu camioneta.
Hubo un silencio, luego—: Maldita sea.
—No te enojes. Necesitaba ver cómo estabas. Vine aquí para llevarte a casa.—Sabía que estaría frustrado de que hubiese venido tan cerca de Rosemary nuevamente.
—Te dije que estaría en casa una vez que durmiera, Paula. ¿Por qué no podías quedarte donde estabas? —La irritación en su voz me enojó. Pensarías que él no estaba feliz de que hubiera venido a ver cómo estaba.
—¿Dónde estás, Facundo? —pregunté de nuevo. Luego lo escuché. Una voz femenina de fondo. El teléfono fue tapado. No hacía falta ser un genio para darse cuenta que Facundo estaba con una chica y trataba de esconderlo. Esto me molestó. No porque pensaba que Facundo y yo teníamos una oportunidad, si no porque él me había dejado pensar que estaba herido y solo en una ciudad extraña. Idiota.
—Escucha. No tengo tiempo para más de tus estúpidos juegos, Facundo. Ya he pasado de ellos. La próxima vez, intenta no fingir como si me necesitaras cuando es obvio que no.
—Paula, no. Escúchame. No es lo que piensas. No pude dormir después de que llamaste así que volví a la camioneta y regresé a casa. Quería verte.
Un grito de enojo por parte de la chica vino del otro lado del teléfono.
Estaba cabreando a quien sea que estaba con él. El chico era un idiota.
—Haz que tu compañía se sienta mejor. No necesito una explicación. No necesito nada de ti. Nunca lo necesité.
—¡PAULA! ¡NO! Te amo, nena. Te amo mucho. Por favor, escúchame —suplicó, y la chica con él se puso más histérica—. ¡Cállate, Carla! —rugió y supe entonces que estaba de vuelta en Sumit. Estaba con Carla.
—¿Fuiste con Carla? ¿Volviste a casa, dejándome preocupada, y fuiste a ver a Carla? Eres ridículo, Facundo. ¿En serio? Esto no me lastima. Ya no puedes hacerme
daño. Pero detente y piensa sobre los sentimientos de otros, para variar. Sigues arrastrando a Carla con tu comportamiento y eso está mal. Deja de pensar con tu
pene y madura.
Terminé la llamada y le di a Isa su teléfono. Sus ojos estaban muy abiertos mientras me miraba. —Él volvió a Sumit —le dije en forma de explicación.
—Sí… escuché esa parte —dijo Isabel lentamente. Ella esperaba que agregara más. Merecía más. Me había traído hasta aquí. También era la única amiga verdadera que tenía. Facundo no era un amigo. No uno verdadero. Un amigo
verdadero no seguiría haciendo cosas estúpidas como las que él hacía.
—¿Puedo dormir en tu casa esta noche? No creo que vaya a volver allí. Iba a irme pronto de todos modos. Averiguaré a dónde voy a ir mañana y luego, cuando llegué allí, haré que Carmen me envíe el resto de mis cosas. No es que tenga
mucho, de todos modos. Mi camioneta está en el cementerio. Nunca haría el viaje de nuevo.
Isabel asintió y arrancó el auto, luego salió hacia la carretera. —Puedes quedarte conmigo todo el tiempo que necesites. O más —respondió.
—Gracias —dije antes de apoyar mi cabeza hacia atrás en el asiento y tomar una respiración profunda. ¿Qué iba a hacer ahora?


***


El olor del tocino se hizo más espeso cuando más lo inhalaba. Era como si el tocino estuviera apoderándose de mis sentidos. Mi garganta se estrechó. Mi estómago gruñó por el delicioso olor de éste. La grasa chisporroteaba en algún lugar a la distancia. Antes de que pudiera abrir los ojos completamente, mis pies estaban en el suelo y corría hacia el baño.
Por suerte, el apartamento de Isa no era tan grande y no tenía mucho que correr.
—¿Paula? —llamó la voz de Isabel desde la cocina, pero no podía detenerme.
Cayendo sobre mis rodillas en frente del inodoro, agarré el asiento de porcelana con ambas manos y comencé a vomitar todo en mi estómago hasta que nada más que nauseas sacudían mi cuerpo. Cada vez que pensaba que había terminado, olía la grasa del tocino mezclada con mi vómito y comenzaba de nuevo.
Estaba tan débil que mi cuerpo temblaba cuando trataba de vomitar y nada más salía. Un paño frío estaba en mi cara y Isabel se encontraba de pie junto a mí para tirar de la cadena y luego recostándome contra la pared.
Sostuve el paño sobre mi nariz para bloquear el olor. Isabel lo notó y cerró la puerta del baño. Después de encender el ventilador, colocó sus manos en las caderas y me miró. La incredulidad en su cara me confundía. Me enfermé. ¿Qué
tenía de extraño eso?
—¿Tocino? ¿El olor del tocino te hace vomitar? —Negó con la cabeza, aún mirándome como si no pudiera creerlo—. No me lo ibas a decir, ¿cierto? Ibas a poner tu loco culo en algún maldito autobús y largarte. Tú sola. No te lo puedo
creer, Paula. ¿Qué pasó con la chica lista que me enseñó a no dejar que un hombre me usara, eh? ¿A dónde diablos se fue? Porque tu plan apesta. Mucho. No puedes huir. Tienes amigos aquí. Vas a necesitar amigos… y yo esperaría que tuvieras la intención de decirle a Pedro sobre esto también. Te conozco lo suficientemente bien como para saber que ese es su bebé.
¿Cómo lo sabía? Sólo vomité. Muchas personas se contagian de virus. —Es un virus —murmuré.
—No me mientas.Era el tocino,Paula. Estabas durmiendo tan
pacíficamente en el sofá y al minuto que comencé a cocinar el tocino comenzaste a hacer sonidos extraños y a dar vueltas en el sofá. Luego saliste disparada como una
bala para vomitar hasta las tripas. No es ciencia espacial, nena. Quita esa mirada de sorpresa de la cara.
No le podía mentir. Ella era mi amiga. Posiblemente la única ahora. Tiré de mis rodillas hasta mi barbilla y envolví mis brazos alrededor de mis piernas. Esta era mi manera de mantenerme en una pieza. Cuando sentía que el mundo estaba quebrándose a mí alrededor y no podía controlarlo, siempre me mantenía unida de esta manera.
—Por eso Facundo vino aquí. Me encontró comprando pruebas de embarazo ayer. Sé que es por eso que vino aquí. Para preguntarle a Pedro… para preguntar sobre la relación entre El y yo. Es algo de lo que me niego a hablar con Facundo. En lo absoluto. Luego tuve un retraso. Dos semanas de retraso. Pensé que compraría un par de pruebas y saldrían negativas y todo estaría bien. —Detuve la explicación y apoyé la mejilla contra mis rodillas.
—Las pruebas… ¿fueron positivas? —preguntó Isa.
Asentí pero no la miré.
—¿Ibas a decirle a Pedro? ¿O en serio ibas a escapar?
¿Qué haría Pedro? Su hermana me odiaba. Su madre me odiaba. Odiaban a mi madre. Y yo odiaba a mi padre. Para que Pedro sea parte de la vida de este bebé él tendrá que dejarlas. Yo no podía pedirle que deje a su mamá y su hermana.
Incluso si ellas son malvadas. Las amaba. Y no dejaría a Daniela. Ya había aprendido que cuando se trataba de mí o de Dani, él elegiría a Dani. Lo había hecho al final.
Cuando yo había descubierto todo. Él guardó su secreto. Él la había escogido a ella.
—No se lo puedo decir —dije en voz baja.
—¿Por qué no? Él querría saberlo y su culo necesita ser un hombre y estar allí para ti. Esa mierda de escapar es estúpida.
Ella no lo sabía todo. Sólo sabía un poco. Había sido la historia de Daniela la que se contó, y la de nadie más a los ojos de Pedro. Pero yo no estaba de acuerdo.
También era mi historia. Daniela aún tenía a sus padres y su hermano. Yo no tenía a nadie. Mi madre estaba muerta. Mi hermana estaba muerta. Y mi padre podría también estar muerto. Así que esta historia era tanto mía como de ella. Tal vez hasta más.
Levanté mi cabeza y miré a Isabel. Ella era mi única amiga en el mundo y si yo iba contar esta historia, entonces era ella a quién quería contársela.

CAPITULO 59











Pedro

Fede por fin se había dado por vencido conmigo y se fue a bailar con una de las chicas que había estado coqueteando con nosotros desde que entramos al club. Él había venido aquí por un poco de diversión y yo necesitaba la distracción, pero ahora que estaba aquí, sólo quería irme.
Tomando un trago de mi cerveza, traté de no hacer contacto visual con nadie.
Mantuve la cabeza baja y el ceño fruncido. No fue difícil hacerlo.
Las palabras de Jose siguieron repitiéndose en mi cabeza. Tenía miedo…
No, estaba aterrorizado de permitirme creer que ella volvería. Había visto su cara aquella noche en la habitación del motel. Estaba vacía. La emoción en sus ojos había desaparecido. Había acabado, conmigo, con su padre, con todo. El amor era cruel. Tan malditamente cruel.
El taburete junto a mí chirrió contra el suelo mientras era movido hacia atrás. No lo miré. No quería que nadie me hablara.
—Por favor, dime que esa fea mueca en tu bonita cara no es por una chica. Podrías romper mi corazón. —La suave voz femenina me era familiar.
Incliné la cabeza hacia un lado lo suficiente como para ver su cara. Aunque ahora era mayor, la reconocí de inmediato. Hay algunas cosas que un hombre no olvida en la vida y la chica con quien perdió la virginidad es una de ellas. Emilia. Había sido tres años mayor que yo y estaba visitando a su abuela el verano que cumplí catorce años. No había sido una relación amorosa. Más bien una lección de vida.
—Emilia —contesté, aliviado de que no era otra mujer desconocida que estaba aquí para arrojarse sobre mí.
—Y recuerdas mi nombre. Estoy impresionada —dijo ella y luego miró al camarero y le sonrió—. Jack con Coca-cola, por favor.
—Un chico no olvida a su primera.
Se movió en su taburete, cruzando las piernas e inclinando la cabeza para mirarme haciendo que su largo cabello oscuro cayera sobre un hombro. Todavía lo llevaba largo. En aquel entonces me había fascinado.
—La mayoría de los chicos no, pero tú has llevado una vida diferente a la de la mayoría de los chicos. La fama ha tenido que cambiarte a lo largo de los años.
—Mi padre es famoso, no yo —espeté, odiaba cuando las mujeres querían hablar de algo sobre lo que no sabían nada. Emilia y yo habíamos follado un par de veces, pero no sabía mucho acerca de mí en aquel entonces.
—Umm, lo que sea. Entonces, ¿por qué estás tan triste?
No estaba triste. Yo era un desastre. Pero ella no era alguien con la que pretendía desahogarme.
—Estoy bien —contesté y miré a la pista de baile con la esperanza de captar la atención de Fede. Estaba listo para irme.
—Te ves como si tuvieras el corazón roto y no supieras qué hacer con él— dijo ella alcanzando su Jack con Cola.
—No voy a hablar contigo de mi vida personal, Emilia. —Dejé que el borde de advertencia en mi voz es escuchara alto y claro.
—Para ahí, guapo. No intento molestarte. Solo tenemos una pequeña charla.
Mi vida personal no era una pequeña charla. —Entonces, pregúntame sobre el jodido clima —dije con un gruñido.
No respondió y me alegré. Tal vez se iría. Me dejaría en paz.
—Estoy en la ciudad cuidando a mi abuela. Está enferma y yo necesitaba hacer algo con mi vida. Acabo de pasar por un divorcio problemático. Necesitaba un cambio de escenario de Chicago. Estaré aquí por lo menos durante seis meses. ¿Crees que serás intratable todo el tiempo que yo esté aquí o vas a volverte más agradable en un futuro próximo?
Quería verme. No. No estaba preparado para eso. Empecé a responder cuando mi teléfono me alertó de un mensaje de texto. Aliviado de tener una interrupción para poder pensar cómo iba a responderle, lo saqué de mi bolsillo.
No reconocí el número. Pero el “Hola, soy Isabel” me llamó la atención y dejé de respirar cuando abrí el mensaje para leer todo el asunto:

Hola, soy Isabel. Si no eres un estúpido cabrón, entonces te despertarás y seguirás el plan.


¿Qué demonios significaba eso? ¿Qué me estaba perdiendo? ¿Paula estaba en Rosemary? ¿Eso es lo que significaba? Me puse de pie y dejé suficiente dinero
en la barra para pagar mi cerveza y la bebida de Emilia.
—Me tengo que ir. Fue agradable verte. Cuídate —le dije como un pensamiento tardío mientras acechaba a través de la multitud hasta que encontré a Federico casi follando con alguna pelirroja en la pista de baile.
Sus ojos se encontraron con los míos y asentí hacia la puerta.
—Ahora —dije, y me volví para dirigirme hacia la puerta. Lo dejaría aquí si no me había alcanzado para cuando llegase a mi Range Rover. Ella podría estar aquí. Iba a averiguarlo. Preguntarle a Isabel que quería decir con ese jodido
mensaje era inútil.