miércoles, 26 de noviembre de 2014
CAPITULO 137
Le dije a Daniela que no quería a nadie esa noche, pero hizo la fiesta de todos modos. Mi hermana pequeña no aceptaba un no por respuesta. Recostándome en el sofá, estiré las piernas frente a mí y tomé un sorbo de mi cerveza.
Necesitaba quedarme aquí el tiempo suficiente para asegurarme que las cosas no se iban a salir de control. Los amigos de Daniela eran más jóvenes que los míos. Eran un poco ruidosos algunas veces.
Pero no me oponía porque esto la hacía feliz.
Mamá huyó a París con su nuevo esposo, el aun irresponsable padre de Dani, eso no ayudaba a su humor últimamente. Esta era la única manera que podía pensar para animarla. Por una vez en su vida, deseé que mi madre pensara en alguien más antes que en sí misma.
—Pedro, conoce a Paula, creo que ella te pertenece. La encontré afuera un poco perdida. —La voz de Federico irrumpió mis pensamientos. Miré a mi hermanastro y luego a la chica de pie al lado suyo. Vi ese rostro antes. Era mayor, pero la reconocí.
Mierda.
Era una de ellas. No sabía sus nombres, pero recordaba que eran dos. Ella era…Paula. Posé mis ojos en Daniela, encontrándola no muy lejos con un ceño fruncido en su rostro. Esto no iba a ser bueno. ¿Acaso Federico no notó quién era esta chica?
—¿Ah, sí? —pregunté, mi cerebro buscando velozmente alguna manera de sacarla de aquí, y rápido. Daniela iba a explotar en cualquier momento. Estudié a la chica que fue fuente de dolor para mi hermana la mayor parte de su vida.
Era hermosa. Su rostro en forma de corazón destacaba con un par de grandes ojos azules con las pestañas naturales más largas que vi jamás. Rizos platinados caían sobre un par de buenas tetas que ocultaba en una ajustada blusa de tirantes. Maldición. Sí, ella debía irse—. Es linda, pero joven. No puedo decir que es mía.
La chica se estremeció. Si no la estuviera observando tan de cerca, no lo hubiera notado. La expresión perdida en su rostro no tenía sentido. Entró en esta casa sabiendo que era territorio de no bienvenida. ¿Por qué parecía tan inocente?
—Oh, sí que es tuya. Ya que su papi huyó a París con tu mamá por las próximas semanas. Yo diría que ahora te pertenece a ti. Yo con mucho gusto le puedo ofrecer una habitación en mi casa, si quieres. Eso es, claro, si se compromete a dejar su arma mortal en su camioneta. —Fede encontró eso divertido. El cabrón. Sabía quién era todo este tiempo. Amaba el hecho de que eso molestara a Dani.
Federico haría cualquier cosa que cabreara a Daniela.
—Eso no la hace mía —contesté. Ella necesitaba pillar la indirecta e irse.
Federico aclaró su garganta. —Es una broma, ¿verdad?
Tomé un trago de mi cerveza, luego nivelé mi mirada con la de Fede. No me encontraba de humor para su drama con Dani. Esto iba demasiado lejos. La chica debía irse.
Parecía lista para huir. Esto no era lo que esperaba. ¿En serio creyó que su querido padre se hallaría aquí, esperándola? Esa historia sonaba a basura. Vivió con el hombre por catorce años. Yo tenía tres de conocerlo, y sabía que era un pedazo de mierda.
—Tengo una casa llena de invitados esta noche y mi cama ya está llena —le informé, y luego miré de regreso a mi hermano—. Creo que es mejor si la dejamos ir a buscar un hotel hasta que pueda ponerme en contacto con su papi.
Paula cogió la maleta que Federico sostenía. —Él tiene razón. Debo irme. Esto fue una mala idea —dijo con un nudo en la voz. Federico no soltó la maleta fácilmente. Ella tiró con fuerza para liberarla de su agarre. Podía ver las lágrimas contenidas en sus ojos, y sentí un pinchazo de culpabilidad. ¿Había algo que me perdía? ¿En serio creía que la esperábamos con los brazos abiertos?
Paula se apresuró hacia la salida. Vi la mirada de satisfacción en el rostro de Daniela mientras pasó a su lado.
—¿Te vas tan rápido? —le preguntó Daniela. Paula no respondió.
—Eres una mierda sin corazón. ¿Lo sabías? —gruñó Federico a mi lado.
No me encontraba de humor para lidiar con él. Daniela se pavoneó hacia nosotros con una sonrisa triunfante. Disfrutó esto. Entendía el porqué. Paula le recordaba todo lo que ella careció mientras crecía.
—Se ve exactamente como la recuerdo. Pálida y simple —ronroneó Daniela, hundiéndose a mi lado en el sofá.
Federico resopló. —Eres tan ciega como malvada. Puedes odiarla, pero me hace agua a la boca.
—No comiences —le advertí a Fede. Daniela podría parecer feliz, pero sabía que si la presionabas demasiado, se venía abajo.
—Si tú no vas detrás de ella, yo lo haré. Voy a llevar ese sexy trasero a mi casa.No es lo que ustedes dos asumen. Hablé con ella. No sabe nada. Ese tonto padre suyo le dijo que viniera aquí. Nadie es tan buen mentiroso —dijo Federico mientras miraba a Daniela.
—Papá nunca le hubiera dicho que viniera a casa de Pedro. Vino aquí por avariciosa. Olió el dinero. ¿Viste lo que usaba? —Daniela arrugó la nariz con disgusto.
Federico rio. —Diablos, sí, vi lo que llevaba puesto. ¿Por qué crees que quiero llevarla a mi departamento? Es jodidamente sexy, Dani. No creo una mierda de lo que me dices. Es una chica inocente, perdida y malditamente caliente.
Federico se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta. Iba a ir detrás de ella. No podía permitirle hacer eso. Era tan fácil de engañar. Aceptaba que la chica parecía inocente a simple vista, pero él pensaba con su polla.
—Alto. Yo iré tras ella —dije, poniéndome de pie.
—¿Qué? —preguntó Daniela con la voz horrorizada.
Federico dio un paso atrás y me permitió pasar a su lado.
No me volví hacia atrás para ver a mi hermana. Federico tenía razón. Necesitaba ver si esta chica era una actriz o si
realmente el cabrón de su padre le dijo que viniera aquí. Por no mencionar que quería echarle otro vistazo sin audiencia.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario