miércoles, 8 de enero de 2014
CAPITULO 103
Paula
Decir adiós a mi padre no fue tan fácil como debió serlo. Tenerlo aquí ayudó a sanar muchas heridas. Lo seguí afuera y bajé junto a él las escaleras. Tenía la maleta en la mano y regresaba hacia el sur de Florida, donde estaba viviendo en un bote.
—Es bueno verte feliz. Será más fácil dormir por la noche sabiendo que estás siendo cuidada y amada como se debe. Nunca conté con que ese chico estuviera tan enrollado contigo, pero lo está y yo no podría estar más feliz.
—¿Volverás para la boda y después de que nazca el bebé? Te quiero aquí.
Papá asintió. —No me lo perdería por nada del mundo.
Me negué a llorar frente a él. No era justo. Ya estaba completamente solo.
No necesitaba que mis emociones lo confundieran.
—Ve decidiendo cómo vas a querer que te llame. Luca ya ha dicho que quiere ser Papá Luca. Necesitas escoger
un nombre, también.
Papá sonrió. Me gustaba verlo verdaderamente emocionado por algo. —Voy a pensar en eso para decírtelo. Tiene que sonar mejor que el de Luca.
Envolví mis brazos alrededor de su cintura y lo abracé.
—Gracias por venir.Te he extrañado.
—También te extrañé, osito Pau, pero esa es mi culpa. Estoy agradecido de que Pedro me haya llamado.
También lo estaba. Pedro estaba en el centro de todo lo bueno que me ha pasado. Creía que siempre lo estaría. Extraño, teniendo en cuenta que empezó todo de una manera muy diferente.
—Qué tengas un buen vuelo y llama cuando llegues para hacerme saber que estás bien.
Papá asintió y me aparté de él. —Te amo —dijo con lágrimas sin derramar brillando en sus ojos cansados.
—También te amo, papá.
Abrió la puerta del coche de alquiler y me quedé allí mientras se alejaba.
Esta vez no tenía el corazón destrozado. Sólo esperaba que él pudiera encontrar la felicidad algún día. Ya era hora de que así fuera.
La puerta de la casa se abrió y me volví para ver a Pedro mirándome de pie en el porche. Puedo decir que estaba preocupado de que estuviera triste por la partida de mi papá. Comencé a caminar en su dirección y él bajó las escaleras para reunirse conmigo a mitad de camino.
—¿Estás bien? —preguntó al minuto que estuvo lo suficientemente cerca para tocarme.
—Sí. Gracias de nuevo por eso. Significó más de lo que podrías imaginarte —le dije.
—Cuando quieras verlo, me lo dices. Haré que vuelva. Sólo di la palabra.
—Lo quiero aquí para la boda y cuando nazca el bebé. Quiero darle la oportunidad de conocer a su nieto. No tiene a nadie más que a mí. Nuestro hijo va a ser su familia, también.
—Hecho. Ya tengo un billete de avión comprado y listo para el momento en que lo necesitemos.
Me quedé allí y miré a Pedro. La primera vez que puse mis ojos en él me había quedado impresionada por su belleza. Nunca llegué a pensar que ese playboy malhumorado podría tener un corazón de tal tamaño debajo de toda esa
arrogancia.
—¿Qué te ha cambiado? Eres tan completamente diferente de aquel tipo que conocí en junio —dije, sonriendo ante su cara confundida.
Pedro extendió la mano y la deslizó por mi cabello y enredó sus dedos alrededor de los mechones.
—Esta rubia dulce, decidida y sexy como el infierno
entró en mi vida y me dio una razón para vivir.
Mi pecho se tensó y comencé a decirle de nuevo lo mucho que lo amaba cuando lo sentí... al bebé.
Extendí la mano y agarré el brazo de Pedro.
—Pedro . Me está pateando —dije con asombro. Me preguntaba hace semanas si el pequeño aleteo en mi estómago era él moviéndose. Quería creer que así era. Pero ahora podía sentirlo. No lo dudaba.
Pedro movió su mano de mi cabello hacia mi estómago.
Lo sostuvo con ambas manos con la mirada gacha y asombrada.
—Puedo sentirlo —dijo en un susurro suave, como si tuviera miedo de que el bebé dejara de moverse. En cambio, al sonido de su voz, pateó de nuevo.
—Háblale, Pedro —dije, mirando la imagen más hermosa que jamás había visto. Pedro cayó de rodillas para estar más cerca de mi vientre.
—Hola a ti —dijo, y el bebé de inmediato se movió debajo de la mano de Pedro . Levantó la cabeza y me miró con una sonrisa emocionada.
— Me escucha —dijo con asombro en su voz.
Asentí. —Sí, lo hace. Háblale.
—Entonces, ¿cómo es ahí dentro? ¿Es la pancita de mamá tan linda por dentro como lo es por fuera?
Me reí y él pateó.
—Eso pensé. Tuviste suerte. Mamá es hermosa, pero la verás muy pronto. Seremos los dos chicos más afortunados del planeta. Se movió de nuevo, esta vez con menos fuerza.
—Pórtate bien ahí. Estamos preparando las cosas para ti aquí afuera. Disfruta de ese lugar acogedor por el momento. —Pedro pasó las manos por encima de mi vientre y luego me miró—. Está realmente allí. Nos oye.
Me reí y asentí. —Pensé que lo había estado sintiendo por un tiempo, pero nada como esto.
—Dios, Paula, es increíble —dijo, antes de presionar un beso en mi estómago y ponerse de pie.
—Lo es, ¿verdad? —contesté, todavía maravillada por saber que esto era mío. Este hombre frente a mí y la vida en mi interior.
—Dime cuando lo haga de nuevo. Quiero sentirlo —dijo, bajando su mano para agarrar la mía.
Caminamos juntos por las escaleras tomados de la mano.
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