miércoles, 11 de diciembre de 2013
CAPITULO 38
Me saqué mi camisa y luego alcancé la suya. Levantó sus brazos para mí y saqué la camisa por su cabeza. Él hizo un rápido trabajo con mi sujetador y se había ido, con nada entre nosotros. Sus manos ahuecaron mis pechos mientras el pasaba el pulgar sobre cada cima dura.
—Eres tan jodida e increíblemente hermosa. Por dentro y por fuera —susurro—. Por mucho que no lo merezco,
quiero estar enterrado en ti. No puedo esperar. Necesito estar tan cerca de ti como sea posible.
Me deslicé detrás de él y me levanté. Después de deslizar mis zapatos, me desabroché los pantalones cortos y los bajé junto con mi ropa interior y luego salí de ellos. Él se quedó ahí sentado, mirándome como si fuese la cosa más fascinante que jamás hubiese visto. Se sintió poderoso. La vergüenza que esperaba al estar de pie, desnuda frente a él, no estaba allí.
—Desnúdate —dije, mirando la erección presionando sus pantalones. Pensé que obtendría una risita divertida de él, pero no hubo ninguna. Se puso de pie, rápidamente salió de sus pantalones, y luego se dejó caer en el sofá jalándome hacia él.
—Ponte a horcajadas sobre mi —ordenó. Hice lo que me dijo—. Ahora — Trago saliva—, tranquilamente baja sobre mí. —. Me agarré a sus hombros y, poco a poco, bajé
mientras él manejaba todo lo demás.
—Tranquila, bebé. Lento y fácil. Vas a estar dolorida.
Asentí con la cabeza y me mordí el labio interior mientras la punta comenzaba a entrar en mí. Él movió la punta hacia atrás y adelante sobre mi abertura, burlándose. Le apreté los hombros y jadeé. Se sentía bien. Muy bien.
—Es todo. Te estás poniendo tan jodidamente húmeda. Dios, quiero probarlo —gruñó.
Ver la expresión animal en sus ojos tocó un interruptor en mí. Quería hacer que me recordara. Recordar esto. Sabía que nuestro tiempo era limitado y sabía que yo nunca lo olvidaría. Sin embargo, quería saber que cuando él se fuera, nunca me olvidara. No quería ser esa chica cuya virginidad sólo tomaba.
Inclinándome hacia delante, esperé hasta que él frotó la punta contra mi entrada. Luego, me dejé caer duro con un fuerte grito mientras me llenaba.
—MIERDA —gritó Pedro. No esperaba que se preocupara por mí. Lo iba a montar. Ahora entendí la terminología. Tenía el control de esto. Él empezó a abrir la boca para decir algo, pero lo paré metiendo mi lengua en su boca mientras
levantaba mis caderas y volvía a sentarme sobre el más fuertemente. La sensación del gemido y hundimiento de su cuerpo me aseguraron que estaba haciendo algo
bien.
Me aparté, para que así pudiera gritar mientras lo cabalgaba más rápido y más duro. La sensibilidad en mi interior estaba gritando con el estiramiento de mi entrada, pero era un dolor bueno.
—Paula, oh mierda santa, Paula —gruñó cuando sus manos agarraron mis caderas y se dejó a si mismo liberarse y disfrutar del paseo. Sus manos comenzaron a tomar el control. Me levantó y me golpeó sobre él de nuevo con embestidas duras y rápidas. Cada maldición y gemido que escapaba de él me hicieron sentir más salvaje. Necesitaba esto con él.
El orgasmo se estaba construyendo y supe al cabo de unos cuantos golpes más que iba a acabar sobre él. Quería que él se viniera, también. Comencé a mecerme en él y dejé salir los gritos que estaba tratando de controlar.
—Me voy a venir —gemí mientras la sensación se construía.
—Joder bebe, tan bueno —gruñó y luego ambos caímos juntos. Su cuerpo resistió debajo de mi y luego se calmó. Mi nombre fue arrancado de sus labios al mismo tiempo que mi cuerpo llegaba a su clímax.
Cuando los temblores se hicieron más lentos y pude respirar de nuevo, envolví mis brazos alrededor de su cuello y colapsé sobre él.
Ambos brazos me abrazaron con fuerza mientras su respiración se volvía lenta. Me gustaba el sexo dulce que habíamos tenido la noche anterior, pero había algo que decir sobre follar. Sonreí para mis adentros ante la idea y me giré para besar su cuello.
—Nunca. Nunca en mi vida —jadeó, pasando su mano por mi espalda y ahuecando mi trasero con un suave apretón
—. Eso fue... Dios, Pau. No tengo palabras.
Sonreí contra su cuello y sabía que había hecho mi marca en este perfecto, herido, confuso y misterioso hombre.
LEAN EL SIGUIENTE
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario