miércoles, 4 de diciembre de 2013

CAPITULO 24







Elena no había estado feliz con mi traslado al comedor. Me quería en el campo. También quería que supervisase a Isa. De acuerdo con ella , ya no estaba viendo a Jose. Se había reunido por café porque la había llamado veinte veces esa tarde. Le dijo que si iba a ser su secreto sucio, todo había terminado. Él le había rogado y suplicado, pero se negó a darla a conocer a su círculo de amigos, así que ella lo dejó. Me sentía muy orgullosa de ella.
El día siguiente era mi día libre y Isa ya había venido a buscarme para saber si seguía en pie nuestros planes. Por supuesto que sí. Yo necesitaba un hombre, cualquier hombre, para alejar mis pensamientos de Pedro.
Seguí a Marcos a todas partes durante todo el día. Él me entrenaba. Era atractivo, alto, carismático y muy gay. Los miembros del club no sabían esto, sin embargo. Coqueteaba con las mujeres sin pudor. Ellas se sentían halagadas. Él miraría hacia atrás y me guiñaría un ojo cuando alguna le susurrara cosas atrevidas en su oído. El tipo era un conquistador y uno muy bueno.
Una vez que su turno terminó, nos dirigimos de nuevo a la sala de descanso del personal y colgamos los largos delantales negros que teníamos que llevar sobre
nuestro uniforme. 
—Serás muy buena, Paula. Los hombres te aman y las mujeres están impresionadas por ti. Sin ofender, cariño, pero las chicas con el pelo rubio platino como el tuyo normalmente no pueden caminar en línea recta sin reírse.
Le sonreí. 
—¿En serio? Me ofende ese comentario.Marcos rodó los ojos y extendió la mano para acariciarme la cabeza. —No,
no te ofende. Sabes que eres una chica ruda.
—¿Ya estás coqueteando con la nueva camarera, Marcos? —preguntó la voz familiar de Antonio. Marcos le lanzó una sonrisa arrogante.
—Me conoce demasiado bien como para decir eso. Tengo un gusto específico. —Bajó su voz a un susurro sexy mientras arrastraba sus ojos por el cuerpo de Antonio.
Miré a Antonio, quien fruncía el ceño desagradablemente y no pude evitar reírme. Marcos se unió a mí. 
—Me encanta hacer sufrir a los chicos hetero — susurró en mi oído, luego me palmeó el trasero y salió por la puerta.
Antonio rodó los ojos y se acercó a mí una vez que Marcos se hubo ido. Al parecer, era consciente de la preferencia sexual de Antonio.
—¿Disfrutaste tu día? —preguntó cortésmente.
Había disfrutado de mi día. Inmensamente. Era un trabajo mucho más fácil que sudar en el calor todo el día, lidiando con viejos pervertidos. 
—Sí. Estuvo genial. Gracias por hacer posible para mí trabajar aquí. Antonio asintió. —De nada. Ahora, ¿Qué te parece celebrar tu promoción con la mejor comida mexicana en la costa?
Me invitaba a salir de nuevo. Debería ir. Sería una distracción. Él no era exactamente el tipo de chico normal que yo buscaba, ¿pero quién dijo que iba a casarme con él y tener a sus bebés?
Una imagen de Pedro destelló en mi mente y su expresión atormentada de anoche. No me atrevía a salir con alguien que él conocía. Si realmente quiso decir lo que dijo entonces, yo debía mantener su mundo a un brazo de distancia. No pertenecía a ese mundo.
—¿Puedo pasar? No dormí bien anoche y estoy agotada.
La cara de Antonio decayó, pero sabía que no tendría problemas en encontrar a alguien que tomase mi lugar.
—Hay una fiesta esta noche en lo de Pedro, pero supongo que lo sabías — dijo Antonio, analizando mi reacción. Yo no sabía nada de la fiesta, pero pensándolobien, Pedro nunca me advertía de ellas.
—Puedo dormir con el ruido. Me he acostumbrado —Eso era una mentira. No me dormiría hasta que la última persona pisoteara la escalera.
—¿Y si voy? ¿Podrías pasar un rato conmigo antes de que te acuestes? Antonio era determinado. Le daba eso. Iba a decirle que no cuando me di cuenta de que Pedro se estaría revolcando esta noche con alguna chica. La llevaría a
su cama y le haría sentir cosas que él nunca me permitiría sentir. Me hacía falta una distracción. Probablemente ya la tendría en su regazo para el momento en que llegase a casa.
—Tú y Pedro no parecen muy unidos. ¿Tal vez podríamos pasar el rato en la playa? No sé si es una buena idea que estés en la casa donde pueda verte. Antonio asintió. —De acuerdo. Estoy bien con eso. Pero tengo una pregunta,
Paula —dijo mirándome con atención. Yo esperé—. ¿Por qué es esto? Hasta la otra noche en su casa, El y yo hemos sido amigos. Hemos crecido juntos. Los mismos círculos. Nunca he tenido ni un problema con él. ¿Qué lo enoja? ¿Hay algo entre ustedes dos?
¿Cómo respondía a eso? ¿No, porque él no quiere ser algo más y es más seguro para mi corazón si seguimos siendo sólo como amigos?
—Somos amigos. Él es protector.
Antonio asintió lentamente, pero me di cuenta de que no me creyó.
—No me importa la competencia. Me gusta saber a lo que me enfrento.No estaba en contra de nada, porque todo lo que él y yo siempre seríamos era amigos. No buscaba a un hombre en su grupo. —No lo soy y nunca seré parte
de tu gente. No pretendo salir seriamente con nadie que sea parte de tu círculo de élite.
No esperé que discutiese. En su lugar, caminé alrededor de él y salí por la puerta. Tenía que llegar a casa antes de que la fiesta se pusiera demasiado salvaje.
No quería ver a Pedro envuelto con alguna chica.

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