miércoles, 18 de diciembre de 2013
CAPITULO 54
Pedro
las olas rompiendo contra la orilla me calmaban. Había estado sentado y mirando el agua en el patio desde que era niño. Siempre me ayudaba a encontrar una mejor erspectiva de las cosas. Eso no estaba funcionándome ahora.
La casa estaba vacía. Mi madre y… y el hombre a quien quería pudrir en el infierno por toda la maldita eternidad se habían ido tan pronto como llegué de Alabama hace tres semanas. Yo había estado enojado, roto, salvaje. Después de amenazar la vida del hombre que se casó con mi madre, les exigí que se fueran. No quería ver a ninguno de ellos. Tenía que llamar a mi madre y hablar con ella, pero no quería hacerlo por el momento.
Era más fácil decir que perdonaría a mi mamá que hacerlo. Dani, mi hermana, vino varias veces y me pidió que hablara con ella. Esto fue culpa de Daniela,
pero tampoco podía con ella acerca de esto. Ella me recordaba lo que perdí. Lo que yo apenas tuve. Lo que yo nunca esperé encontrar.
Un fuerte estruendo proveniente de dentro de la casa rompió en mis pensamientos. Me giré y noté que alguien estaba en la puerta cuando el timbre sonó seguida de otro golpe. ¿Quién diablos era? Nadie había venido a excepción
de Daniela y Federico desde que Paula se fue.
Puse la cerveza en la mesa junto a mí y me levanté. Quienquiera que fuese necesitaba una buena razón para venir aquí sin invitación. Caminé por la casa que seguía limpia desde la última visita de Lourdes, la sirvienta. Sin vida social era fácil mantener las cosas ordenadas. Me gustaba mucho más esto. Los golpes comenzaron de nuevo cuando llegué a la puerta y la abrí de golpe listo para decirle a quien quiera que estuviera ahí que se fuera a la mierda cuando las palabras me fallaron. No era alguien a quien yo hubiera esperado ver otra vez. Sólo conocí al hombre una vez y al instante lo odie. Ahora estaba aquí, quería agarrarlo por los
hombros y sacudirlo hasta que me dijera como estaba ella. Si ella estaba bien.
¿Dónde vivía? Dios, esperaba que no viviera con él. ¿Y si él…? no, no, no, eso no había ocurrido. Ella no lo haría. No mi Paula.
Mis manos se apretaron en puños con fuerza a los costados.
—Necesito saber una cosa —dijo Facundo, el ex de Paula, cuándo me le quedé viendo confundido—. ¿Tu… —se detuvo y tragó saliva—, te… la jod…? —se quitó
la gorra y se pasó una mano por el pelo. Me di cuenta de los círculos oscuros bajo los ojos y la expresión cansada, muy cansada en su cara.
Mi corazón se detuvo. Lo tomé del brazo y lo sacudí.
—¿Dónde está Paula? ¿Está bien?
—Ella esta bien… quiero decir, ella esta bien. Suéltame antes de que me rompas el brazo. —espetó Facundo, apartando su brazo lejos de mí—. Paula está viva y bien en Sumit. No es por eso que estoy aquí.
Entonces, ¿por qué él estaba aquí? Teníamos una sola conexión: Paula.
—Cuando se fue de Sumit, ella era inocente. Muy inocente. Yo había sido su único novio. Sé lo inocente que era. Hemos sido mejores amigos desde que éramos niños. La Paula que regreso no es la misma que se fue. Ella no habla de ello. No
quiere hablar de ello. Solo necesito saber si tú y ella… si ustedes… Solo voy a decir esto, ¿Te la follaste?
Mi visión se tornó borrosa mientras me movía sin ningún pensamiento que no fuera asesinarlo. Había cruzado una línea. No le permitiría hablar de Paula así.
No le permitiría hacer ese tipo de preguntas o dudar de su inocencia. Pau era inocente, maldita sea. No tenía derecho.
—¡Santa mierda! ¡Pedro, hermano, bájalo! —la voz de Federico me estaba llamando. Lo oía, pero estaba demasiado lejos, como dentro de un túnel. Yo me
concentraba en el chico delante de mí conectando con mi puño y la sangre corriendo de su nariz. Estaba sangrando. Yo necesitaba hacerlo sangrar. Yo necesitaba hacer a alguien sangrar.
Dos brazos se enrollaron a mi alrededor por detrás y me apartaron cuando Facundo tropezó hacia atrás, levantando las manos hacia su nariz con una mirada de pánico en sus ojos. Bueno, uno de sus ojos. El otro ya estaba cerrado por la hinchazón.
—¿Qué demonios le dijiste? —preguntó la persona detrás de mí. Era Federico quien me tenía en una tenaza.
—Ni se te ocurra decirlo —rugí cuando Facundo abrió la boca para responder.
No podía oírle hablar así de ella. Lo que había hecho era más que sucio y equivocado. Él actuaba como si yo la hubiera ensuciado. Paula era inocente. Tan increíblemente inocente. Lo que había hecho no lo cambiaba.
Los brazos de Federico me apretaron tirándome contra su pecho. —Te tienes que ir ya. Solo puedo retenerlo por poco tiempo. Tiene seis kilos más que yo y esto no es tan fácil como parece. Tienes que salir de aquí, amigo. No vuelvas. Tienes una jodida suerte de que yo haya aparecido.
Facundo asintió con la cabeza, y luego se tambaleó hacia su camioneta. La ira se había consumido en mis venas, pero todavía se sentía. Quería herirlo más. Para eliminar cualquier pensamiento en su cabeza de que Paula no era tan perfecta como lo había sido cuando salió de Alabama. No sabía todo por lo que había pasado. Toda la mierda que mi familia le había hecho pasar. ¿Cómo iba a cuidar de
ella? Ella me necesitaba
—Si te libero, ¿Vas a perseguir su camioneta o estamos bien? —preguntó Federico mientras aflojaba su agarre sobre mí.
—Estoy bien. —Le aseguré, me encogí de hombros liberándome de sus brazos y me acerqué a la barandilla para agarrarme y tomar varias respiraciones profundas. El dolor volvió con toda su fuerza. Me las había arreglado para
enterrarlo hasta que solo latía un poco, pero al ver al cobarde me lo recordó todo.
Esa noche. De lo que nunca me recuperaría. La que me marcaría para siempre.
—¿Puedo preguntar por qué demonios me ibas a golpear a mí también? —preguntó Federico poniendo alguna distancia entre nosotros.
Él era mi hermano en todos los aspectos y propósitos. Nuestros padres se habían casado cuando éramos niños. Lo suficiente como para formar ese vínculo.
A pesar de que mi mamá tuvo más maridos, desde entonces, Fede era mi familia.
Me conocía lo suficiente para saber que se trataba sobre Paula.
—El ex novio de Pau—contesté sin mirarlo.
Federico se aclaró la garganta. —Así que, uh, ¿vino a presumir? ¿O solamente consiguió una nariz sangrante por que la toco?
Las dos cosas. Ninguna. Negué con la cabeza. —No, él vino a hacer preguntas sobre mí y Paula. Cosas que no le incumbían. Preguntó la cosa equivocada.
—Ah, ya veo. Eso tiene sentido. Bueno, pago por ello. El tipo probablemente tiene una fractura en la nariz junto con ese ojo cerrado.
Por fin levanté la cabeza y miré a Federico—Gracias por separarme de él. Perdí el control.
Fede asintió con la cabeza y abrió la puerta. —Vámonos. Veamos un juego y bebamos cerveza.
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