viernes, 13 de diciembre de 2013

CAPITULO 43







guau, chica —dijo Marcos sosteniendo sus brazos para agarrarme cuando llegué disparada a la cocina.
Un hipo escapó y tragué el sollozo que le siguió.
—Eso fue brutal ahí, pero podría haber sido peor. Al menos Pedro fue al rescate. —Marcos me dio unas palmaditas en la espalda y me abrazó.
No quería que Marcos supiera lo increíblemente barata que era. No podía decirle que estas lágrimas eran porque me había convertido en un sucio pequeño secreto de un chico rico. No porque alguna perra hubiese tirado comida por todo
mi cuerpo delante de una sala llena de gente.
—¡Vuelve ahí, Marcos! Necesitamos más ayudantes. Voy a hablar con Paula — dijo Antonio cuando entró en la cocina.
Marcos me abrazó fuerte una vez más y luego le frunció el ceño a Antonio antes de tomar su bandeja y dirigirse a la puerta. —Se bueno con mi chica —dijo Marcos al pasar a Antonio.
El  no dijo nada. En su lugar, me estudió. Pensé que esto era. El gran momento de "es tu culpa, así que puedes irte ahora."
—Voy por la molestia de advertirte acerca de Daniela y ni siquiera es culpa de Pedro que la perra celosa te atacara —gruñó Antonio y sacudió la cabeza con disgusto—. Lo siento, Paula. Esto es todo sobre mí. No me esperaba eso de ella. Es la ex novia loca de la que parece no puedo librarme.
¿No me estaba despidiendo? Me apoyé en el mostrador detrás de mí para tomar una respiración profunda.
—Debido al drama, no quiero que vuelvas allí. Puedes quedarte aquí y ayudar a preparar las bandejas, sin embargo. Me aseguraré de que hagas la misma cantidad de dinero que habrías hecho por ahí.
—Gracias. Pero, ¿puedo cambiarme? —pregunté, necesitando sacarme el caracol de encima.
Antonio, sonrió. —Sí. Ve a coger uno de los uniformes de la oficina. Tenemos todos nuestros uniformes adicionales en uso esta noche. —Me aparto del mostrador y me dirijo a la puerta—. Tómate tu tiempo. Estamos bien aquí si necesitas un descanso —dijo Antonio cuando salí de la cocina.
Pedro y Daniela estaban en el pasillo, en lo que parecía una fuerte discusión cuando salí. Ella disparó su mirada gélida hacia mí. Pude ver la frustración en la expresión de Pedro. Sólo le estaba causando dolor. No me importaba ver esto.
Podrían tener su pelea de familia y superarlo. Después de esta noche, tendría suficiente dinero para mudarme. Mañana encontraría un lugar para dormir porque con Pedro sería imposible. Di media vuelta y abrí la puerta que conducía fuera.
—Paula, espera —llamó Pedro.
—Deja que se vaya, Pedro —exigió Daniela.
—No puedo —respondió.
La puerta se cerró detrás de mí y traté de apartar lo que había oído. No tenía necesidad de pensar o siquiera considerar que Pedro lucharía por mí.
La puerta se abrió y Pedro salió corriendo de la misma. —Paula, por favor, espera. Habla conmigo —suplicó.
Me detuve y lo observé mientras corría a pararse frente a mí. No tenía nada que decirle. Lo había dicho todo.
—Lo siento. Pero te equivocas, no te ignore ahí. Pregúntale a cualquiera. Mis ojos nunca te dejaron. Si había alguna duda en la mente de alguien de lo que sentía por ti, el hecho de que no pudiera apartar la mirada de ti mientras caminabas alrededor de esa habitación, debería haberlas disipado.
Hizo una pausa y se pasó la mano por el pelo y murmuró una maldición.
—Entonces, vi la mirada en tu rostro cuando viste a Isabel con Jose. Algo dentro de mí se desgarró. No sabía lo que estabas pensando, pero sabía que te estabas dando cuenta de lo erróneo de esta noche. Nunca deberías de haber estado allí, sirviendo a todos. Debías haber estado a mi lado. Te quería a mi lado. Estaba tan malditamente tenso esperando a que alguien hiciera un movimiento en falso
hacia ti que me olvidé de respirar la mayor parte del tiempo.
Pedro extendió la mano y pasó un dedo por mi puño cerrado.
—Si me puedes perdonar, prometo que esto nunca volverá a suceder. Amo a Daniela. Pero estoy cansado de complacerla. Es mi hermana y tiene algunos problemas que necesita resolver. Le he dicho que voy a hablar contigo acerca de todo. Hay algunas cosas que necesitas saber. —Cerró los ojos y respiró profundamente—. Estoy lidiando con el hecho de que puedes alejarte de mí una vez que las conozcas y nunca mirar a atrás. Eso me asusta como el infierno. No sé qué es esto que está pasando entre nosotros, pero desde el momento en que puse mis ojos en ti supe que ibas a cambiar mi mundo. Estaba aterrorizado. Cuanto más te miraba, más te acercabas. No parecía acercarme lo suficiente.
Estaba dispuesto a abrirse a mí y dejarme entrar. No estaba simplemente usándome. No era una chica más con la que se había equivocado y arrojado a un lado. Estaba dispuesto a dejarme entrar en su mundo de secretos. Quería
mantenerme. Mi corazón se rindió. Me había contenido y luchado con él para que no sucediera. Aun así, había logrado poseerlo. Verlo vulnerable era la guinda del
pastel. No podía contenerme más.
Había caído demasiado lejos. Estaba enamorada de Pedro Alfonso.
—Está bien —dije. No había nada más que decir. Me tenía.
Pedro frunció el ceño. —¿Está bien?
Asentí con la cabeza. —Está bien. Si realmente quieres mantenerme tan desesperadamente que estás dispuesto a abrirte a mí, entonces está bien. —No le diría que lo amaba. Era demasiado pronto. Podría pensar que era porque yo era
muy joven. Eso era algo que mantendría cerca de mi pecho hasta que supiera que era el momento. Tal vez era porque era muy joven. Sentí que daba lo mismo.
Una pequeña sonrisa tiró de sus labios. —¿Te enseño mi alma y lo único que consigo es un “esta bien”? —preguntó.
Me encogí de hombros. —Has dicho todo lo que necesitaba oír. Ahora estoy enganchada. Me tienes. ¿Qué vas a hacer conmigo?



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