jueves, 12 de diciembre de 2013

CAPITULO 42











—Ah y mira que es torpe. Antonio debería ser más selectivo acerca de sus empleados —susurró odiosamente.
—¡Oh, dios mío! Paula, ¿estás bien? —La voz de Isabel vino detrás de mí y me sacudió de la sorpresa.
Me las arreglé para deshacerme de los caracoles que todavía se aferraban a mi ropa.
—Muévanse —ordenó una voz profunda que reconocí al instante. Mi cabeza se disparó para encontrar a Pedro empujando a la pareja con la que la pelirroja parecía estar riéndose del lío en el que estaba. Estaba enojado. No había duda de eso. Pedro me agarró por la cintura y estudió mi rostro un momento. No estaba segura de por qué.
—¿Estás bien? —preguntó en voz baja.
Asentí con la cabeza, sin saber todavía cómo reaccionar. Las venas de su cuello comenzaron nuevamente a pulsar contra su piel mientras tragaba saliva.
Apenas giró la cabeza para colocar sus ojos en la pelirroja.
—No te acerques ni a mí ni a ella de nuevo. ¿Entendido? —dijo con una calma mortal.
Los ojos de la pelirroja se agrandaron. —¿Tú estás enojado conmigo? Ella es la torpe, se arrojó la bandeja a sí misma.
Las manos de Pedro apretaron con fuerza mis caderas.
—Si pronuncias una palabra más, voy a retirar todas mis contribuciones a este club hasta que seas escoltada fuera. Permanentemente.
La chica se quedó sin aliento.
—Pero yo soy amiga de Dani, Pedro. Su amiga más antigua, no puedes hacerme eso a mí, especialmente por el personal contratado. —Fue un puchero infantil y una voz extraña viniendo de una mujer de veintiún años.
—Pruébame —respondió. Me miró de nuevo—. Tú vienes conmigo.
No tuve tiempo de responder antes de que girara la cabeza para mirar por encima de mi hombro.
—La tengo, Isabel. Está bien. Vuelve con Jose. —Pedro deslizó su mano alrededor de mi cintura—. Cuidado con los caracoles, son resbaladizos.
Dos de los ayudantes se apresuraron a la sala, con suministros para limpiar el desorden. La música no había cesado, pero el lugar se había quedado en silencio.
Poco a poco, la gente comenzó a hablar de nuevo. Mantuve mis ojos en la puerta, esperando poder salir del salón de baile y deshacerme de los brazos de Pedro.
Si todos los de allí no sabían que estábamos teniendo sexo, ahora lo sabrían. Pedro acababa de demostrarles a todos que se preocupaba por mí hasta cierto punto, pero no quería exactamente caminar conmigo de su brazo. Mi pecho dolía, necesitaba tener espacio. Hubo un tiempo en el que aprendí a recluirme en mi pequeño mundo en el que confiaba en mí y sólo en mí. Nadie más. Una vez que
estuvimos fuera del salón de baile y lejos de miradas curiosas, me liberé de Pedro y puse algo de distancia entre nosotros. Crucé los brazos sobre el pecho y me quedé
mirándome los pies. No estaba segura de si mirarlo era una buena idea. No había tenido tiempo para disfrutar de lo guapo que se veía en un esmoquin negro. Había
estado esforzándome al máximo para no mirarlo. Ahora que estaba aquí mismo, delante de mí, vestido como iba, mientras yo iba vestida de camarera, cubierta de
aceite de caracol, la enorme diferencia entre nuestros mundos era evidente.
—Paula, lo siento. No esperaba que algo así sucediera. Ni siquiera sabía que ella tenía problemas contigo. Voy a hablar con Daniela acerca de esto, tengo la sensación de que tiene algo que ver con esto.
—La pelirroja me odia por el interés de Antonio en mí. Daniela no tiene nada que ver con esto y tú tampoco.
Pedro no respondió de inmediato. Me preguntaba si sólo debiera girarme y caminar de regreso a la cocina.
—¿Antonio sigue molestándote?
¿En serio estaba preguntándome eso? Yo estaba allí de pie, cubierta de caracoles con mantequilla, ¿y estaba preguntándome si otro chico estaba coqueteando conmigo? Ni siquiera sabía si todavía tenía un trabajo. Eso fue todo.
Había tenido suficiente. Me di la vuelta y me dirigí a la cocina. Pedro no me dejó llegar muy lejos. Su mano salió disparada y agarró mi brazo.
—Paula, espera, lo siento. No debería haber preguntado eso. Ese no es el problema ahora mismo. Quería asegurarme de que estabas bien y ayudarte a limpiarte. —Su voz fue quebrándose en la última parte.
Suspiré, me di la vuelta y esta vez lo miré a los ojos.
—Estoy bien. Tengo que ir a la cocina y ver si aún tengo trabajo. Me habían advertido esta mañana que algo así podría suceder por Antonio y que sería culpa mía. Así que, ahora mismo tengo problemas más grandes que tu repentina necesidad de ser posesivo conmigo. Lo cual es ridículo, ya que estabas haciendo lo mejor que podías para ignorarme hasta que ocurrió este incidente. O me conoces o
no, Pedro. Elige. —El dolor en mi voz no había sido fácil de enmascarar. Tiré de mi brazo, liberándolo de su mano y me dirigí hacia la cocina.
—Tú estabas trabajando. ¿Qué querías que hiciera? —gritó y me detuve—. Reconociéndote le había dado una razón a Daniela para atacarte. Estaba protegiéndote.
El hecho de que llegara a admitir eso decía mucho. Daniela iba primero. Estaba ignorándome y así manteniendo feliz a Dani. Por supuesto, lo había esperado. Yo sólo era la cita de sexo. Ella era la hermana. Él hizo bien en elegirla por encima de mí. ¿Cómo podía verme como algo más cuando había caído tan fácilmente en su cama?
—Tienes razón, Pedro. Tú ignorándome mantendrá a Daniela lejos de atacarme. Yo sólo soy la chica que te follaste las últimas dos noches. A fin de cuentas, no soy
tan especial. Soy una de tantas.
No esperé a que dijera más. Corrí por las puertas de la cocina chocando contra ellas antes de que las lágrimas en mis ojos se liberaran.



4 comentarios:

  1. llore con la última parte, pobre Pauli !! veremos cual es el secreto de Dani ! gracias

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  2. Qué triste el final d este cap!!! Pobre Pau: Estaría bueno que se empiece a desquitar con Pedro

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  3. Ay no que triste pobre Pau esa Daniela siempre en el medio metiendose o no la odio! Me intriga su secreto espero el próximo Carme!

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