viernes, 6 de diciembre de 2013

CAPITULO 28 







Podría no tener la ropa adecuada para las fiestas de Pedro, pero tenía todo lo que necesitaba para ir un bar de música country. Ha pasado un largo tiempo desde que usé mi falda de jean azul. Era más corta de lo que recordaba, pero seguía quedándome bien. Especialmente con mis botas.
Pedro se había ido esta mañana mientras yo tomaba un baño y no ha regresado desde entonces. Me pregunté si mi habitación estaba fuera de los límites de sus amigos si tenía una fiesta aquí. No me agradaba la idea de extraños
teniendo sexo sobre mi cama. En realidad, no me gustaba la idea de nadie teniendo sexo en la cama donde se suponía que yo dormía. Quise preguntarle pero no estaba segura sobre cómo encarar algo así.
Marcharme antes de que regresara significaba que no sabría qué esperar. ¿Debería planear lavar mis sabanas cuando volviera a casa? La idea me hizo estremecer. Cuando mi pie golpeó el último escalón de la puerta del frente, la puerta se abrió y Pedro entró. Cuando sus ojos me encontraron se quedó paralizado y lentamente asimiló mi apariencia. No estaba vestida para impresionar a sus amigos, pero había otro tipo de público afuera del que podría conseguir un poco
de atención.
—Maldición —murmuró y cerró la puerta detrás de él.
No me moví. Intenté resolver cómo insinuar la cosa de extraños teniendo sexo sobre mi cama.
—Tú, uh, ¿usarás eso para salir a la discoteca? —preguntó.
—Iré a un bar de música country. Estoy bastante segura que es una cosa completamente diferente —Lo corregí.
Pedro pasó sus manos sobre su corto cabello y dejó salir un suspiro que sonó tanto frustrado como divertido. Si estaba a punto de hacer uno sus chistes acerca de mi ropa, le arrojaría una bota.
—¿Puedo ir con ustedes esta noche? Nunca he estado en un bar de ese estilo.
¿Qué? ¿Acabo de escucharlo correctamente?
—¿Quieres venir con nosotros? —pregunté en confusión.
Pedro asintió y sus ojos recorrieron mi cuerpo una vez más. —Sí, eso quiero.
Supongo que podría ir también. Si éramos amigos, entonces deberíamos ser capaces de salir juntos.
—Está bien. Si realmente quieres ir. Sin embargo, necesitamos irnos en diez minutos. Isa está esperando que la recoja.
—Puedo estar listo en cinco —dijo, y subió las escaleras de dos en dos corriendo hacia arriba.
Eso no era completamente lo que había esperado. Extraño giro de acontecimientos.
Siete minutos después, Pedro bajó las escaleras y vestía un par de jeans ceñidos y una playera negra ajustada que tenía Slacker Demon escrito en la parte del frente con una impresión blanca gótica. El emblema que tenía en su hombro también se apreciaba. El anillo plateado estaba de nuevo en su mano, y por primera vez desde que lo conocí, tenía un par de aretes de argolla en su oreja.
Parecía más el hijo de una famosa estrella de rock de lo que nunca lo ha sido. Sus negras pestañas risadas hacían parecer como si estuviera usando delineador y eso
solamente aumentaba su atractivo.
Cuando mis ojos hicieron su camino hasta su rostro, sacó la lengua para mostrar su piercing de plata y me guiñó. —Me imaginé que si voy a ir a un bar sureño con chicos en botas y sombreros vaqueros, necesito permanecer fiel a mis
raíces. El Rock and Roll está en mi sangre. No puedo fingir encajar en ningún otro lugar.
Me reí mientras él me sonreía. —Esta noche estarás tan incómodo y como yo me siento en tus fiestas. Esto será divertido. Vamos, engendro del rock —bromeé y me dirigí hacia la puerta.
Pedro la abrió y retrocedió, así yo pude salir. El chico podía ser tan extraño cuando quería. —Dado a que tu amiga viene con nosotros, ¿por qué no tomamos uno de mis autos mejor? Estaríamos más cómodos que en tu camioneta.
Me detuve y lo miré en respuesta. —Pero encajamos mejor si vamos en mi camioneta.
Pedro sacó un pequeño control remoto y una de las puertas de sus cuatro garajes se abrió. Un Range Rover negro con llantas metálicas y un trabajo perfectamente reluciente de pintura quedó en el centro de la atención. No podía
estar en desacuerdo con él. Estaríamos mucho más cómodos en ese vehículo.
—Eso es ciertamente impresionante —respondí.
—¿Eso significa que podemos tomar el mío? No me emociona compartir asiento con Isa. A la chica le gusta tocar las cosas sin permiso —dijo Pedro.
Sonreí. —Sí, le gusta. Es un poco coqueta, ¿verdad?
Pedro arqueó una ceja. —Coqueta se queda corto.
—Bien. Seguro. Usaremos el auto de Pedro Alfonso si tanto insiste. Pedro me lanzó una mirada arrogante y se dirigió hacia el garaje. Lo seguí de cerca.
Abrió la puerta para mí, lo cual fue dulce pero hizo sentir más como una cita. No lo necesitaba confundiéndome más. Tenía firmemente claro que éramos sólo amigos. Debía jugar el juego correcto. 
—¿Abres la puerta de todas tus amigas?—le pregunté, de pie y mirándolo. Quería que notara el error que cometía.
Su tranquila sonrisa desapareció y una expresión seria tomó su lugar. 
—No—contestó, retrocediendo para dirigirse a la puerta del conductor. Me sentí como una completa idiota. Debí sólo haberle dicho gracias y pasarlo por alto. ¿Por qué
tenía que ser quien le recuerde sus propias reglas?
Una vez que estuvimos dentro del Range Rover, Pedro arrancó y condujo sin decir una palabra. Odié el silencio. Lo hacía incomodo. —Lo lamento. No quise ser grosera.
Pedro dejó escapar un suspiro y sus hombros se relajaron. Luego sacudió la cabeza. —No. Tienes razón. No tengo ninguna amiga, por lo tanto no soy bueno para equilibrar lo que debo o no hacer.
—Así que, ¿abres las puertas para tus citas? Es algo muy caballeroso. Tu madre te crió bien.
Sentí una punzada de celos. Hay chicas ahí fuera que consiguen ese tipo de trato por parte de Pedro. Aquellas con las que él quiere salir y ser más que amigos.
—En realidad, no. Yo… tú… pareces el tipo de chica que merece que le abran la puerta. Tuvo sentido en mi cabeza al momento. Pero comprendo tu punto.
Si vamos a ser amigos, necesito dibujar una línea y permanecer detrás de ella. Mi corazón se derritió un poco más.
—Gracias por abrirla para mí. Fue dulce.
Se encogió y no dijo nada más.
—Necesitamos recoger a Isa. Estará en la parte trasera de la oficina del campo de golf. Tenía que trabajar hoy. Se duchará y vestirá allí.
Pedro giró hacia el club de campo. —¿Cómo se volvieron amigas Isabel y tú?
—Trabajamos juntas un día. Creo que ambas necesitábamos una amiga. Es divertida y un espíritu libre. Todo lo que yo no.
Dejo escapar una risa. —Lo dices como si fuera una cosa mala. No quisieras ser como Isabel. Confía en mí.
Tenía razón. No quería ser como Isa pero era divertido tenerla cerca.

Cuando el Range Rover se detuvo frente a la oficina, abrí mi puerta y salí.
Isa no estaría buscando este vehículo. Estaría esperando mi camioneta.
La puerta del despacho se abrió y ella se paseó en un par de diminutos shorts de cuero rojos, un top de cuello halter y unas botas blancas de cuero hasta las rodillas.
—¿Qué diablos estás haciendo en uno de los coches de Pedro? —preguntó, sonriendo.
—Viene con nosotras. El quiso ir con nosotras al bar, también. Así que…—Me fui callando y miré hacia el Range Rover.
—Esto limitará tus oportunidades de ligar. Sólo digo —dijo Isa mientras bajaba las escaleras y le daba un rápido vistazo a mi atuendo—. O no. Luces caliente. Quiero decir, sé que eres hermosa pero luces realmente caliente con eso.
Quiero unas botas vaqueras para mí. ¿De dónde sacaste esas?
Su elogio fue agradable. No he tenido amigas en largo tiempo. Cuando Valeria fue asesinada, las chicas que habían sido cercanas  a nosotras desaparecieron de mi vida. Era como si no pudieran estar cerca de mí sin
recordarla. Facundo se había convertido en mi único amigo.
—Gracias, y por lo de las botas, las conseguí en navidad dos años atrás por parte de mi mamá. Eran suyas. Las he amado desde que las compró y después de que se puso, después… después de que enfermo… me las dio a mí.
Isa frunció el ceño. —¿Tu mamá se enfermó?
No estaba de humor para hablar de esas cosas esta noche. Asentí y forcé una sonrisa. —Sip. Pero esa es otra historia. Vamos a buscar a nuestros vaqueros.
Me devolvió la sonrisa y abrió la puerta de mi lado del Range Rover. —Te dejaré ir adelante porque tengo un fuerte presentimiento de que es donde el conductor te quiere.
No tuve tiempo para responder antes de que Isabel saltara al Range Rover y cerrara la puerta detrás de ella. Entré y sonreí hacia Pedro, quien me miraba fijamente. —Es hora de buscar nuestro vaquero interior —le dije.

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