sábado, 7 de diciembre de 2013

CAPITULO 29

CAPITULO 29



Isa le dio la dirección a Pedro de su bar favorito. Estaba a cuarenta Minutos de Rosemary. No fue exactamente sorprendente. El único entretenimiento en Rosemary era el club de campo y no era nada parecido a donde estábamos yendo.
El bar era grande y estaba completamente hecho de lo que parecían tablones de madera. Aparentemente, era famoso. Probablemente porque no había muchos
de estos lugares en la zona. Señales brillantes y fluorescentes de cerveza adornaban
las paredes exteriores e interiores. —Tendrán música en vivo en unos treinta minutos. Es el mejor momento para bailar. Tenemos un montón de tiempo para encontrar un buen lugar y beber algunos tragos de tequila —gritó Isa por encima del ruido.
Nunca había tomado tequila. Nunca había tomado ni siquiera una cerveza. Esta noche iba a cambiar. Iba a ser libre. Disfrutar la noche. Pedro se movió detrás de mí y su mano se asentó en mi espalda. Esa no era una posición amistosa… ¿o sí?
Decidí no corregirlo ya que tendría que gritar a través de la música. Pedro nos llevó hasta una cabina vacía que estaba lejos de la pista de baile. Dio un paso atrás y me deslicé dentro. Isa se deslizó por encima de mí y Pedro se sentó a mi lado.
—¿Qué quieres tomar? —preguntó Pedro, inclinándose en mi oído para no gritar.
—No estoy segura —respondí, mirando a Isa por orientación—. ¿Qué puedo beber? Los ojos de Isabel se abrieron y luego se río. —¿Nunca has bebido antes? 
Negué con la cabeza. —No soy lo suficientemente mayor para comprar mi propio alcohol, ¿y tú?
Ella aplaudió. —Esto será muy divertido. Y sí, tengo veintiuno o por lo menos eso dice mi identificación. —Posó sus ojos en Pedro—. Debes dejarla salir. La voy a llevar al bar.
Pedro no se movió. Luego me miró. —¿Nunca has bebido alcohol?
—Nop. Pero pretendo remediar eso esta noche —le aseguré.
—Entonces, necesitas ir lento. No tendrás una tolerancia muy alta. — Extendió la mano y agarró el brazo de una camarera—. Necesitamos un menú.
Isa puso las manos en sus caderas. —¿Por qué vas a ordenar comida?
Vinimos aquí para beber y bailar con vaqueros. No a comer.
Pedro giró su cabeza, no podía ver su cara pero noté que sus hombros se pusieron rígidos. —Ella nunca ha tomado antes. Necesita comer primero o vomitara sus tripas en dos horas más.
Oh. No quiero vomitar. No, en absoluto.
Isabel rodó los ojos y agitó la mano delante de su cara como si Pedro fuera un idiota. —Como sea, papá Pedro. Voy a buscarme algo de beber y le traeré algo a ella, también. Así que aliméntala rápido.
La camarera regresó con un menú antes de que Isa terminara de hablar.
Pedro lo tomó y lo abrió. —Escoge algo. No importa lo que la diva borracha diga, necesitas comer primero.
Asentí. No quería enfermarme.
—Las papas fritas con queso se ven bien.
Pedro sostuvo el menú y la camarera volvió corriendo.
—Papas fritas con queso. Dos órdenes y un vaso grande de agua.
Una vez que la camarera asintió y se alejó, Pedro se echó hacia atrás e inclinó la cabeza para mirarme. —Así que estás en un bar country. ¿Es lo que esperabas que fuera? Porque si soy honesto, la música es dolorosa.
Sonriendo, me encogí de hombros y miré alrededor. Había tipos con sombreros vaqueros, pero también había hombres normales. Algunos tenían
grandes hebillas en el cinturón y la mayoría veía como gente de mi ciudad natal.
—Acabo de llegar y no he bebido ni bailado todavía, así que te diré después de que suceda.
Pedro sonrió. —¿Quieres bailar?
Quería bailar pero no con él. Sabía lo fácil que me olvidaría de que era sólo un amigo. —Sí, quiero. Pero necesito una inyección de coraje primero, y necesito que alguien me lo pida.
—Pensé que te había preguntado —contestó.
Puse los codos en la mesa y apoyé la barbilla en mi mano. —¿Crees que es una buena idea? —
Quería que admitiera que no era una buena idea.
Suspiró. —Probablemente no.
Asentí con la cabeza.
Dos platos de papas fritas con queso se deslizaron delante de nosotros y una taza de agua con hielo se estableció enfrente de Pedro. La comida se veía
sorprendentemente buena. No me di cuenta que tenía tanta hambre. Tenía que seguir el ritmo de cuánto estaba gastando. Esto eran siete dólares. No iba a gastar
más de veinte dólares esta noche. Eso podría significar que sólo tomaría una bebida, pero Pedro dijo que primero necesitaba comer así que voy a comer.
Tomé una papa frita cubierta de queso y le di un mordisco.
—Esto es mejor que los sándwiches con mantequilla de maní, ¿no? — preguntó Pedro con una sonrisa burlona. Asentí y tomé otra papa frita.
Isa se deslizó en el otro lado con dos bebidas en pequeños vasos. Eran amarillos. —Pensé que deberías empezar con algo fácil. El tequila era una bebida de chicas grandes. No estás lista aún. Este es un caramelo de limón. Es dulce y
delicioso.
—Come más papas fritas primero —La interrumpió Pedro.
Tomé otra papa frita y la comí rápidamente seguida de otra. Luego agarré el caramelo de limón. —Bien, estoy lista —le dije a Isa y ella tomó el suyo y sonrió.
Vi como se lo llevó a los labios e inclinó la cabeza hacia atrás. Luego hice lo mismo.
Estaba realmente bueno. Sólo una pequeña quemadura en mi garganta. Me gustaba el limón. Puse el vaso vacío y sonreí por encima de Pedro, quien me estaba
observando.
—Come —replicó.
Traté de no reírme de él, pero no pude evitarlo. Me reí. Él hacía el ridículo.
Tomé otro bocado de papas fritas y Bethy se acercó y tomó unas cuantas.
—Me encontré algunos chicos en el bar. Te señalé y nos han estado viendo desde que llegamos. ¿Estás lista para hacer nuevos amigos?
Pedro se movió un poco más cerca de mí y su calor y la calidez de mi estómago me dieron ganas de quedarme aquí con mi… amigo. Razón por la cual tenía que levantarme.
Asentí.
—Déjala ir, Pedro. Puedes mantener la cabina caliente en caso de que regresemos —dijo Isa.
Pedro no se movió de inmediato y comencé a pensar que la iba a ignorar o que me haría comer un poco más. Por último, se deslizó y se levantó.
Quería decirle algo. Alguna cosa que lo hiciera sonreír y dejar de fruncir el ceño, pero no sabía qué.
—Ten cuidado. Estaré aquí por si me necesitas —dijo en voz baja mientras se acercaba. Sólo asentí. Mi pecho se apretó y quise arrastrarme de nuevo a la mesa
con él.
—Vamos, Pau. Es tiempo de conseguir bebidas gratis y hombres. Eres la compañera más sexy que he tenido. Esto deberá ser divertido. Sólo que no le digas a los chicos que tienes diecinueve. Diles a todos que tienes veintiuno.
—Bien.
Isabel me llevó hacia dos hombres que estaban obviamente mirándonos.
Uno era alto, de pelo largo y rubio escondido detrás de las orejas. Parecía que no se había afeitado en varios días y por debajo de su camisa de franela se ajustaba un
musculoso cuerpo que se veía impresionante. Sus ojos se posaron en mí, luego en Isa, y luego otra vez en mí. No había tomado la decisión todavía.
El otro tenía el pelo castaño corto con un par de rizos y una hermosa mirada azul. Del tipo azul claro que te hace suspirar. Su camiseta blanca no dejaba mucho
a la imaginación y su amplio pecho era agradable a la vista. Tenía un cuello azul.
Reconocía una camisa Wranglers en cualquier lugar y a él le quedaban bien. Sus ojos estaban en mí. No se movieron o cambiaron. Una pequeña sonrisa curvó sus labios y decidí que no sería malo después de todo.
—Chicos, ella es Paula. La alejé de su hermano y ahora necesita un trago.
El de cabello oscuro se puso de pie y me tendió la mano. —Oscar. Es un placer conocerte, Paula.
Deslicé mi mano en la suya y la sacudí. —Es un placer conocerte también, Oscar
—¿Puedo conseguirte un trago? —preguntó tenía una sonrisa de aprobación en el rostro.
—Quiere un caramelo de limón. Es lo suyo —dijo Isabel a mi lado.
—Hola, Paula, soy Carlos —dijo el rubio, tendiéndome la mano y estrechándola.
—Hola, Carlos .
—Bueno, chicos, no vamos a pelear. Somos dos. Enfríate, Carlos . La inocencia de ella puede gustarte —dijo Isabel en un tono molesto—. Baila conmigo y te mostraré como las niñas traviesas pueden gustarte.
Isa ahora tenía la atención de Carlos por completo. Cubrí mi boca para evitar reírme. Era buena. Ella me guiñó un ojo y se llevó a Carlos a la pista de baile.
—Que amiga tienes. Se estaba ofreciendo para quedarse con ambos. Le expliqué que no me gustaban ese tipo de cosas y te señaló. Todo lo que vi fue tu cabello rubio y estuve intrigado —dijo Oscar, entregándome un caramelo de limón.
—Gracias. Y sí, Isabel es muy divertida. Ella me trajo esta noche. Esta es mi primera vez en un lugar así.
Oscar asintió con la cabeza en dirección a Pedro. Una rubia de piernas largas estaba sentada en el borde de la mesa. Miré como su dedo corrió a lo largo de su muslo. Seguro que no le tomará mucho tiempo.
—¿Por qué tu hermano salió contigo esta noche?
La pregunta de Oscar me recordó por qué estaba aquí y aparté mis ojos de Pedro y las piernas de la chica. 
—Um, uh… quería conocer el lugar también.
Puse el vaso en mis labios y lo bebí rápidamente.
—Podemos… Quiero decir, ¿quieres bailar? —pregunté cuando puse el vaso sobre la barra.
Oscar se levantó para llevarme a la pista de baile. Isa ya estaba apretando su cuerpo contra el de Carlos de una manera que no debería ser legal en público. No iba a bailar así. Esperaba que Oscar no esperara lo mismo.
Oscar tomó mis manos y las puso alrededor de su cuello antes de deslizar sus manos alrededor de mi cintura y acercarme a él. Esto era agradable. Más o menos. La música era lenta y sexy. No exactamente algo que quisiera bailar con un desconocido.
—¿Vives por aquí? No te he visto por aquí antes —dijo, bajando la cabeza a mi oído para poder escucharme.
Negué con la cabeza. 
—Vivo a unos cuarenta minutos y me acabo de mudar
aquí. Soy de Alabama.
Sonrió. —Eso explica el acento sureño en tu voz. Sé que es más grueso en los habitantes de esa zona.
La mano de Oscar se deslizó más abajo por mi cintura hasta que sus dedos rozaron la parte superior de la curva de mi trasero. Eso me preocupa un poco.
—¿Estás en la universidad? —preguntó, deslizando su mano un centímetro más abajo.
Negué. —No. Yo… uh… trabajo.
Busqué en la multitud a Isa y no la encontré por ninguna parte. ¿Dónde se fue? Por mucho que lo odiara, miré en la mesa para ver si Pedro seguía allí. La rubia estaba en la mesa con él. Parecía que sus labios estaban sobre ella.
La mano de Oscar se deslizó más y ahuecó mi trasero completamente. —Maldición, chica, tu cuerpo es increíble —murmuró en mi oído.
Alerta Roja. Necesito ayuda.
Espera. ¿Desde cuándo necesito ayuda? No había confiado en alguien en años. No tenía necesidad de empezar a buscar ayuda ahora. Puse ambas manos en el pecho de Oscar y lo empujé. —Necesito algo de aire y no me gusta que hombres extraños toquen mi trasero —le informé y me giré para dirigirme a la salida. No quería volver a la mesa y ver a Pedro besarse con otra chica y tampoco quería encontrar otra pareja para bailar. Necesito aire fresco.
Al salir a la oscuridad, tomé una respiración profunda y me apoyé contra la pared del edificio. Quizás no estaba hecha para este tipo de cosas. O quizás era muy pronto. De cualquier manera, necesitaba un respiro y un nuevo compañero de baile. Oscar no iba a funcionar.
Paula? —El tono preocupado de Pedro me sorprendió, abrí mis ojos y me esforcé por verlo caminar hacia mí en la oscuridad.
—¿Sí? —le contesté.


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