CAPITULO 27
La primera habitación no era atractiva. Tenía los colores oscuros y la vista era al patio delantero. Sin mencionar que era la más cercana a las escaleras y el nivel de ruido sería difícil de pasar por alto. Fui a la habitación de al lado y la cama de matrimonio estaba cubierta de volantes blancos y almohadas bastante rosadas.
Una araña rosa colgaba del techo. Era muy dulce. No es algo que esperaba encontrar en la casa de Pedro. Por otra parte, su madre vivía aquí la mayor parte del tiempo.
Abrí la última puerta a la izquierda. Había grandes ventanales que iban desde el suelo hasta el techo y daban al océano. Era precioso. El esquema de color azul claro y verde era acentuado con una enorme cama que parecía estar hecha de madera flotante. Por lo menos la cabecera y el pie lo eran. Tenía un ambiente muy costera. Me gustó. No, borren eso. Me encantó. Puse mi maleta en el suelo y me acerqué a la puerta que conducía a baño privado. Grandes toallas blancas mullidas y jabones caros decoraban el mármol blanco. Pinceladas de color azul y verde se encontraban en la habitación, pero en su mayor parte era blanca.
La bañera era grande y redonda. A pesar de que nunca había visto una antes, sabía que era un jacuzzi. Tal vez entré en la habitación equivocada. Sin duda, esta no era una habitación de invitados. Querría está habitación si viviera aquí.
Sin embargo, estaba en el lado izquierdo del pasillo. Tenía que ser una de las habitaciones que él mencionó. Volví a salir del baño. Me gustaría ir a decirle que había escogido esta habitación y si no le parecía bien que me lo dijera. Dejé mi maleta contra la pared justo detrás de la puerta y luego me dirigí a la planta baja.
Cuando entré a la cocina, Pedro estaba sentado a la mesa con un plato de tocino y unos huevos revueltos. Sus ojos se encontraron de inmediato con los míos.
—¿Has elegido una habitación? —preguntó.
Asentí y me dirigí al otro lado de la mesa. —Sí. Creo que sí. La que dijiste que tenía una gran vista es... ¿la verde y azul?
Sonrió. —Sí, lo es.
—¿Y estás de acuerdo que me quedé en esa habitación? Es muy bonita. Me gustaría tener esa habitación si esta fuera mi casa.
La sonrisa de Pedro se ensanchó. —No has visto mi habitación todavía.
La suya debía ser aún más agradable. —¿Tu habitación está en el mismo piso?
Cogió un trozo de tocino. —No, la mía ocupa toda la planta superior.
—¿Quieres decir que todas esas ventanas… es toda una gran habitación? —
Parecía que el último piso estuviera hecho de cristal desde el exterior. Siempre me pregunté si era una ilusión o si se trataba de varias habitaciones.
Asintió. —Sip.
Quería ver su habitación. No se ofreció a mostrármela, así que no se lo pregunté.
—¿Has guardado ya tus cosas? —preguntó, y luego le dio un mordisco a su tocino.
—No, quería comprobarlo contigo antes de deshacer todo. Probablemente no debería desempacar. A finales de la semana que viene voy a estar lista para mudarme. Mi sueldo en el club es bueno y he ahorrado bastante.
Dejó de masticar y sus ojos se endurecieron mientras miraba algo en el exterior. Seguí su mirada, no vi nada, la playa estaba vacía.
—Puedes quedarte todo el tiempo que quieras, Pau.—
¿Cómo? Me dijo que tenía un mes.
No le respondí.
—Siéntate a mi lado y come algo de tocino. —Tiró de la silla de su lado y me senté sin discutir. El tocino olía bien y estaba lista para algo más que la mantequilla de maní.
Movió su plato hacia mí. —Come.
Cogí un trozo de tocino y le di un mordisco. Era crujiente y grasiento, como a mí me gusta. Terminé el pedazo y Pedro empujó el plato hacia mí otra vez. — Come más.
Luché contra una risita ante su repentina necesidad de alimentarme. ¿Qué le pasaba? Tomé otro pedazo de tocino y me lo comí disfrutando del sabor.
—¿Cuáles son tus planes para hoy?—preguntó, una vez que me lo tragué.
Me encogí de hombros. —No lo sé todavía. Pensé en buscar un apartamento tal vez.
Su mandíbula se marcó y su cuerpo se tensó de nuevo.
—Deja de hablar de mudarte, ¿de acuerdo? No quiero que te mudes hasta que nuestros padres vuelvan a casa. Tienes que hablar con tu padre antes de salir corriendo y empezar a vivir sola. No es exactamente seguro. Eres demasiado joven.
Me eché a reír. Él estaba haciendo el ridículo. —No soy demasiado joven. ¿Qué pasa con tu edad y la mía? Tengo diecinueve. Soy una chica mayor. Puedo vivir por mi cuenta de forma segura. Además, puedo darle a un blanco en
movimiento mejor que la mayoría de los oficiales de policía. Mis habilidades con un arma son bastante impresionantes.
Pedro arqueó una ceja. —¿Así que realmente tienes un arma? Asentí.
—Pensé que Federico sólo bromeaba. Su sentido del humor apesta a veces.
—Nop. Le apunté con ella cuando me sorprendió mi primera noche aquí.
Pedro se rió y se recostó en su silla cruzando los brazos sobre su amplio pecho. Me obligué a mantener los ojos en su cara y no mirar hacia abajo.
—Me hubiera gustado ver eso.
No respondí. Había sido una mala noche para mí. La adaptación no era algo que se me diera fácilmente.
—No quiero que te quedes aquí sólo porque eres joven. Sé que puedes cuidar de ti misma o por lo menos creo que puedes. Te quiero aquí porque... me gusta tenerte aquí. No te vayas. Espera hasta que tu padre vuelva. Parece que
ustedes deben hablar. Luego puedes decidir lo que quieres hacer. Pero ahora, ¿puedes subir y deshacer las maletas? Piensa en todo el dinero que puedes ahorrar viviendo aquí. Cuando te mudes tendrás una cuenta de banco acolchada y
agradable.
Me quería aquí. No pude evitar la sonrisa tonta que tiraba de mis labios. Él tenía razón, podría ahorrar dinero. Una vez que papá regresara hablaría con él y luego me mudaría. No había ninguna razón para irme si Pedro me quería aquí.
—De acuerdo. Si realmente lo dices en serio, gracias.
Asintió y se inclinó para poner los codos sobre la mesa. Su mirada plateada se niveló a mi altura. —Lo digo en serio. Pero eso también significa que la cosa de
amigos entre nosotros tiene que permanecer en plena vigencia.
Tenía razón, por supuesto. Conviviríamos más e involucrarnos de alguna manera sería difícil. Además, una vez que este verano terminara él se irá a vivir a otra casa de algún otro lugar. No necesito ese tipo de dolor.
—Bien —le contesté. Sus hombros no se relajaron y su cuerpo permaneció tenso.
—Además, comenzarás a comer la comida de esta casa cuando estés aquí.
Negué con la cabeza. No, no lo haría. No lo permitiría.
—Pau, esto no está a discusión. Lo digo en serio. Come mi maldita comida.
Empujé mi silla hacia atrás y me levanté. —No. Voy a comprar mi comida y me la comeré. Yo no soy... no soy como mi padre.
Pedro murmuró algo y echó la silla hacia atrás y se levantó. —¿Crees que no sé eso a estas alturas? Has estado durmiendo en un maldito armario de escobas sin
quejarte. Limpias la casa más que yo. No comes correctamente. Soy consciente de
que no te pareces en nada a tu padre. Pero eres un invitado en mi casa y quiero que comas en mi cocina y sientas como si fuera tuya.
Esto iba a ser un problema. —Pondré mi comida en la cocina y comeré aquí. ¿Te parece mejor?
—Si todo lo que vas a comprar es mantequilla de maní y pan, entonces no. Quiero que comas adecuadamente.
Empecé a sacudir la cabeza cuando se acercó y me agarró de las manos.
— Pau, me hará feliz saber que estás comiendo. Lourdes compra los comestibles una vez por semana y las reservas de este lugar están esperando mucha compañía.
Hay más que suficiente. Por favor. Come. Mi. Comida.
Me mordí el labio inferior para contener la risa por su mirada suplicante.
—¿Te estás riendo de mí? —preguntó con una pequeña sonrisa tirando de sus labios.
—Sí. Un poco —admití.
—¿Eso significa que vas a comer mi comida?
Suspiré. —Sólo si me dejas pagarte semanalmente.
Empezó a mover la cabeza y quité mis manos de él y empecé a alejarme.
—¿A dónde vas? —preguntó detrás de mí.
—Ya he terminado de discutir contigo. Voy a comer tu comida si pago por mi parte. Ese es el trato, sólo estaré de acuerdo con eso. Así que lo tomas o lo dejas. Gruñó. —Está bien. Págame.
Lo miré de nuevo. —Voy a ir a desempacar. Luego tomaré un baño en esa gran bañera y luego no lo sé. No tengo planes hasta la noche.
Frunció el ceño. —¿Con quién?
—Isa —contesté.
—¿Isa? ¿La chica del carrito con la que se junta Jose?
—Corrección. La chica del carrito que Jose utiliza para perder el tiempo. Ella es inteligente y está superando eso. Esta noche vamos a un bar de música country a buscar chicos normales.
No esperé a que me respondiera. Corrí hacia las escaleras y las subí corriendo. Una vez que llegué a mi nueva habitación, cerré la puerta tras de mí y suspiré con alivio.
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