domingo, 1 de diciembre de 2013

CAPITULO 18 




Él no dijo nada y dejé que mis manos cayeran a mis costados. No me quitaría mi vestido todavía. Dio un paso adentro y cerró la puerta detrás de él. Era muy grande para esta pequeña habitación. Tuve que retroceder y me senté en la cama para así no tocarnos.
—¿Cómo es que conoces a Antonio? —gruñó.
Confundida, levanté la vista hacia él y me pregunté porque no le gustaba que conociera a Antonio. ¿No eran amigos? ¿Era eso? No me quería alrededor de sus amigos. —Su padre es dueño del club de campo. Él juega golf. Yo sirvo las bebidas.
—¿Por qué usaste eso? —preguntó con voz fría y dura.
Esa fue la gota que derramó el vaso. Me puse de pie otra vez luego me levanté de puntillas para así estar a la altura de su cara. —Porque mi madre me lo compró para usarlo. Fui plantada y nunca tuve la oportunidad. Esta noche me
invitaste y yo quise encajar. Así que usé lo mejor que tenía. Lo siento si no fue lo suficientemente lindo. ¿Sabes qué? Me importa una mierda. Tú y tus arrogantes y malcriados amigos todo lo que necesitan es dejar de pensar en ustedes mismos al menos un minuto.
Empujé su pecho con mi dedo y lo miré retándolo a decir una palabra más sobre mi vestido.
Pedro abrió su boca y luego sus ojos se apretaron y sacudió su cabeza.
—¡Joder! —gruñó. Entonces abrió de golpe sus ojos y sus manos estuvieron repentinamente en mi cabello y su boca sobre la mía. No sabía cómo reaccionar.
Sus labios eran tan suaves pero demandantes mientras lamía y mordisqueaba mi labio inferior. Luego tiró de mi labio superior en su boca y la chupó gentilmente.
—He deseado probar este dulce labio carnoso desde que entraste en mi sala—murmuró antes de deslizar su lengua en mi boca mientras yo suspiraba con sus palabras. Él sabía como a menta y a algo delicioso. Mis rodillas se debilitaron y
me estiré y agarré sus hombros para mantenerme firme. Luego su lengua acarició la mía como si me pidiera que me uniera a él. Pasé mi lengua por su boca y entonces mordisquee gentilmente su labio inferior. Un pequeño gruñido salió de su garganta y la siguiente cosa que supe es que estaba recostada en la pequeña cama detrás de mí.
El cuerpo de Pedro cayó sobre el mío y la dureza que sabía era su erección presionó entre mis rodillas. Mis ojos se rodaron detrás de mi cabeza y oí un indefenso gemido que salía de mis labios.
—Dulce, muy dulce —susurró Pedro contra mis labios antes de retirar su boca y saltar alejándose de mí. Sus ojos se enfocaron en mi vestido. Noté que ahora estaba por mi cintura y mis bragas estaban a la vista—. Carajo —Maldijo,
entonces golpeó una mano contra la pared antes de abrir la puerta y salir como si el diablo lo estuvieran persiguiendo.
La pared se sacudió con la fuerza que usó al cerrarla. No me moví. No podía. Mi corazón latía rápidamente y tenía un familiar dolor entre mis piernas.
Me había excitado antes cuando veía sexo en la televisión, pero nunca tan intensamente. Estaba tan cerca. Él no quería que esto le gustara, pero le gusto. Sentí eso pero también le había visto teniendo sexo con otras. Sabía que ayer en la noche tuvo sexo con otra chica y luego se deshizo de ella. Conseguir que Pedro se pusiera duro no era un gran reto. De hecho, yo no había conseguido nada. Él solo estaba molesto porque habia sido yo quien lo excito.
Dolía Saber que él me despreciaba tanto que no quería pensar que yo era atractiva. El latido entre mis piernas lentamente desapareció cuando la realidad se instaló. Pedro no quería tocarme. Él había estado furioso porque le guste. Aun excitado fue capaz de alejarse de mí. Tenía la sensación que yo estaba en una minoría. La mayoría de las chicas que lo querían lo conseguía. No podía permitirse
ensuciarse conmigo. Yo era la pobre basura blanca con quien él estaba atascado hasta que yo consiguiera el dinero suficiente para mudarme.
Rodé en la cama y me acurruqué en una bola. Tal vez usaría este vestido otra vez. Ahora me traía más recuerdos tristes. Era hora de empacarlo para siempre. Esta noche, sin embargo, dormiría usándolo. Esta sería mi despedida en
un sueño. Uno donde yo era lo suficiente para que un chico me deseara.

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