lunes, 25 de noviembre de 2013

CAPITULO 6









Incluso sin ventanas en la habitación para decirme si el sol estaba alto,sabía que había dormido hasta tarde. Había estado agotada, un viaje de ocho horas por la carretera y pasos en la escalera durante horas después de que ya me había establecido, no me dejaron dormir. Me estiré, me senté y alcancé el interruptor de la luz en la pared. La pequeña bombilla iluminó la habitación y metí la mano bajo la cama para sacar mi maleta.
Necesitaba una ducha y tenía que ir al baño. Tal vez todo el mundo todavía dormía y podría entrar y salir del cuarto de baño sin que nadie se diera cuenta.
Federico no me había mostrado dónde estaba anoche. Esto era todo lo que me habían ofrecido. Con suerte, una ducha rápida no estaría presionando el límite.
Agarré bragas limpias y un par de pantalones cortos de color negro con una camiseta blanca sin mangas. Si tenía suerte, entraría y saldría de la ducha, limpia,antes de Pedro hiciera su camino a la planta baja.
Abrí la puerta que conducía a la despensa y luego caminé a través de las filas de estanterías que contenían más alimentos de los que nadie podía necesitar.
Poco a poco, giré el pomo de la puerta y me alivié al abrirlo. La luz de la cocina estaba apagada y la única luz era el sol brillante que entraba por las ventanas grandes con vista al océano. Si no hubiera tenido tanta necesidad de orinar hubiera disfrutado de la vista por un momento. Pero la naturaleza me estaba llamando y tenía que ir. La casa estaba en silencio. Bebidas vacías esparcidas por el lugar, junto con restos de comida y algunas piezas de ropa.
Podría limpiar esto. Si demostraba ser útil, tal vez podía permanecer hasta conseguir un trabajo y un sueldo o dos.
Lentamente, abrí la primera puerta a la que llegué, temiendo que fuera un dormitorio. Era un closet de entrada. Lo cerré y de nuevo me dirigí por el pasillo hacia las escaleras. Si los baños sólo se adjuntaban a los dormitorios estaba jodida.
Salvo... tal vez había uno afuera, uno que la gente utilizaba después de estar en la playa todo el día. Lourdes tenía que ducharse y usar el baño también. Dando la vuelta, me dirigí a la cocina y hacia las dos puertas de cristal que habían quedado abiertas la noche anterior. Mirando a su alrededor, me di cuenta de una serie de escalones que iban hacia abajo.Los seguí.Había dos puertas. Abrí una. Chalecos salvavidas, flotadores, y tablas de surf cubrían las paredes. Me fui y abrí la otra. Bingo.
Un inodoro estaba en un lado y una pequeña ducha ocupaba hasta el otro lado de la habitación. Champú, acondicionador y jabón junto con un toallón fresco
y una toalla estaban en el pequeño taburete a su lado. Qué conveniente.
Una vez que estuve limpia y vestida colgué la toalla y la ropa de baño en la barra de la ducha. El cuarto de baño no era de uso frecuente. Podría usar la misma toalla y toallón toda la semana y luego lavarlos los fines de semana.
Como si fuera a estar allí tanto tiempo.
Cerré la puerta detrás de mí y me dirigí escalones arriba. El aire olía a mar maravilloso. Una vez que llegué a la cima, me paré en la barandilla y miré hacia el agua. Las olas se estrellaban en la playa de arena blanca. Era la cosa más hermosa que jamás había visto.
Mamá y yo habíamos hablado de ver el mar juntas algún día. Ella lo había visto de niña y sus recuerdos no eran tan claros, pero me contó las historias toda mi vida. Cada invierno cuando hacía frío, nos sentábamos en el interior junto al fuego y planeábamos nuestro viaje de verano a la playa.
Nunca fuimos capaces de hacerlo. Primero porque mi mamá no había sido capaz de pagarlo y luego porque enfermó. Todavía lo planificábamos de todos modos. Me ayudaba a soñar en grande.
Ahora, aquí estaba yo, mirando las olas que sólo habíamos soñado. No era el cuento de hadas de vacaciones que habíamos planeado, pero yo podía ver por las dos.
—Esta vista no pasa de moda. —El acento profundo de Pedro me sorprendió.
Me di la vuelta para verlo apoyado contra la puerta abierta. Sin camisa. Oh. Dios.
No podría formar palabras. El único pecho masculino desnudo que había visto en mi vida era el de Facundo. Y eso fue antes de que mi mamá se enfermara, cuando yo había tenido tiempo para tener citas y diversión. El pecho de Facundo, con dieciséis años de edad, no tenía músculos grandes. Él tenía un lavadero en el estómago.
—¿Estás disfrutando de la vista? —Su tono divertido no se me escapó.
Parpadeé y levanté la mirada para ver la sonrisa en sus labios.
Diablos. Notó que me lo comía con los ojos.
—No dejes que te interrumpa. También yo lo estaba disfrutando —respondió, y luego tomó un sorbo de la taza de café en su mano.
Mi rostro se calentó y yo sabía que tenía tres tipos de rojo. Volviendo a mí alrededor, miré hacia el océano. Qué vergüenza. Yo quería que este tipo me dejara quedarme un poco de tiempo. Babear no era la mejor jugada.
Una risita detrás de mí sólo empeoró las cosas. Se estaba riendo de mí.Fantástico.
—Ahí estás. Te he extrañado en la cama esta mañana. —Un suave arrullo de una mujer salió de detrás de mí. La curiosidad pudo más que yo y me di la vuelta.
Una chica, en nada más que su sujetador y bragas, se acurrucó al lado de Pedro y pasó una larga uña de color rosa por su pecho. No podía culparla por querer tocar eso. Yo estaba bastante tentada.
—Es hora de que te vayas —le dijo él, tomando la mano de su pecho y alejándose de ella. Vi como apuntaba en la dirección de la puerta de entrada.
—¿Qué? —La expresión confusa en su rostro me dijo que no había esperado eso.
—Conseguiste lo que querías, nena. Me querías entre tus piernas. Ya lo tienes. Ahora he terminado.
La llanura fría y dura en su voz me sobresaltó. ¿Hablaba en serio?
—¡Me estás tomando el pelo! —espetó la chica y dio un pisotón.
Pedro negó con la cabeza y tomó otro trago de su taza.
—No vas a hacerme esto. Anoche fue increíble. Lo sabes. —La chica alargó su brazo y él rápidamente la sacó del camino.
—Anoche, cuando viniste a mendigar quitándote la ropa, te advertí que sólo sería una noche de sexo. Nada más.
Cambié mi atención de nuevo a la chica. Su rostro estaba contraído de rabia
y abrió la boca para protestar, pero la cerró de nuevo. Con otro pisotón volvió al interior de la casa.
Yo no podía creer lo que acababa de ver. ¿Era esa la forma en la que esta gente se comportaba? La única experiencia que había tenido en una relación había sido con Facundo. Aunque nunca dormimos juntos, él había sido cuidadoso y dulce conmigo. Esto era duro y cruel.
—Así que, ¿cómo dormiste anoche? —preguntó Pedro como si nada hubiera pasado.
Aparté mi mirada de la puerta por la que la chica había pasado y lo estudié.
¿Qué había poseído a esa chica para dormir con alguien que le había dicho que no sería nada más que sexo? Claro, él tenía un cuerpo del que los modelos de ropa interior debían tener envidia, y esos ojos podían lograr que una chica hiciera cosas locas. Pero aun así. Era tan cruel.
—¿Lo haces a menudo? —pregunté antes de que pudiera detenerme.
Pedro arqueó una ceja. —¿Qué? ¿Preguntarle a la gente si durmió bien?
Él sabía lo que estaba preguntando. Lo estaba evitando. No era asunto mío.
Tenía que permanecer fuera de su camino para que él me dejara quedarme.
Abrir la boca para regañarlo no era una buena idea.
—Tener sexo con chicas y luego tirarlas como basura —repliqué. Cerré la boca, horrorizada mientras las palabras que acababa de decir se hacían eco en mi cabeza. ¿Qué estaba haciendo? ¿Tratando de que me echen?
Pedro dejó la taza sobre la mesa a su lado y se sentó. Se echó hacia atrás estirando sus largas piernas. Entonces, me devolvió la mirada. 
—¿Siempre metes la nariz donde no te incumbe? —preguntó.
Quise enojarme con él. Pero no podía. Él tenía razón. ¿Quién era yo para señalarlo con el dedo? No lo conocía.
—Normalmente no, no. Lo siento —dije, y me apresuré a entrar. No quería darle la oportunidad de echarme también. Necesitaba esa cama debajo de las escaleras por lo menos durante dos semanas.
Me puse a trabajar en recoger los vasos vacíos y botellas de cerveza. Aquel lugar necesitaba una limpieza y podía hacerlo antes de irme a buscar un trabajo.
Sólo esperaba que él no hiciera fiestas como ésta todas las noches. Si así fuera, no me podía quejar, y quién sabe, después de unas cuantas noches podría ser capaz
de dormir sobre cualquier cosa.
—No tienes que hacer eso. lourdes estará aquí mañana.
Dejé caer las botellas que había recogido en la basura y luego me volví hacia él. Estaba de pie en la puerta, mirándome.
—Sólo quería ayudar.-Pedro sonrió. —Ya tengo un ama de llaves. No estoy buscando contratar a otra si eso es lo que estás pensando.
Negué con la cabeza. —No. Ya lo sé. Sólo estaba tratando de ser útil. Tú me dejaste dormir en tu casa anoche.
Pedro se acercó y se paró frente a la barra, cruzando los brazos sobre su pecho. 
—Acerca de eso. Tenemos que hablar.

1 comentario:

  1. Qué pedante que es Pedro!! Espero que no la eche y le de una mejor habitación!! Muy buenos capítulos!! @AmorPyPybb

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