CAPITULO 2
Los ojos del tipo se abrieron y echó su cabeza hacia atrás mientras reía. ¿Por
qué era tan gracioso? Esperé a que lo explicara cuando me tendió su mano. —
Vamos, Paula, tengo a alguien que necesitas conocer. A él le va a encantar esto.
Miré su mano y cogí mi bolso.
—¿También llevas un arma en tu bolso? ¿Debo advertirles a todos que no te
molesten? —El acento burlón en su voz me detuvo antes de decirle algo grosero.
—Abriste la puerta sin tocar. Me asusté.
—¿Tu reacción instantánea al asustarte es apuntarle una pistola a alguien?
Diablos, chica, ¿de dónde eres? La mayoría de las chicas que conozco gritan y
alguna mierda de ese estilo.
La mayoría de las chicas que él conocía no se vieron obligadas a defenderse
por sí solas durante los últimos tres años. Yo tenía que cuidar de mi madre, pero
no tenía a nadie quien cuidara de mí. —Soy de Alabama —contesté, ignorando su
mano y saliendo de la camioneta por mi cuenta.
La brisa del mar golpeó mi cara y el olor salado de la playa fue
inconfundible. Nunca había visto la playa antes. Al menos no en persona. Sólo en
fotos y películas. Pero el olor, era exactamente como yo lo esperaba.
—Así que es cierto lo que dicen de las chicas de Bama —respondió y volví
mi atención hacia él.
—¿A qué te refieres?
Sus ojos recorrieron mi cuerpo de abajo hacia arriba hasta llegar a mi cara.
Una sonrisa se extendió lentamente por su rostro. —Jeans ajustados, camisetas sin
mangas, y una pistola. Rayos, he estado viviendo en el jodido Estado equivocado.
Poniendo mis ojos en blanco, metí la mano en la parte trasera de la
camioneta. Tenía una maleta y algunas cajas que necesitaba donar.
—Aquí, déjame eso a mí. —Pasó a mí alrededor y metió su mano en la caja
de la camioneta para tomar la enorme maleta que mi mamá había mantenido
guardada en su armario para el “viaje por carretera” que nunca pudo realizar. Ella
siempre hablaba de cómo conduciríamos por todo el país y luego por la Costa
Oeste. Entonces, ella enfermó.
Sacudiendo los recuerdos, me centré en el presente. —Gracias, eh… No creo
que me hayas dicho tu nombre.
El tipo sacó la maleta y se volvió hacia mí.
—¿Qué? ¿Se te olvidó preguntarme cuando tenías la nueve milímetros
apuntándome en la cara?
Suspiré. Bueno, tal vez crucé la línea con la pistola, pero él me asustó.
—Soy Federico, el, eh, amigo de Pedro.
—¿Pedro? —Ahí estaba de nuevo ese nombre. ¿Quién era Pedro?
La sonrisa de Federico se hizo más grande. —¿No sabes quién es Pedro? —
Parecía extremadamente maravillado—. Estoy jodidamente contento de haber
venido esta noche.
Asintió con la cabeza en dirección a la casa. —Vamos. Te voy a presentar.
Caminé junto a él mientras me guiaba a la casa. La música se hizo más
fuerte mientras nos acercábamos. Si mi padre no estaba aquí, ¿entonces quién?
Sabía que Georgina era su nueva esposa, pero eso era todo. ¿Era una fiesta de sus
hijos? ¿Cuántos años tenían? Sí tenía hijos, ¿verdad? No podía recordarlo. Papá
había sido vago al respecto. Sólo dijo que me gustaría mi nueva familia, pero no
dijo quién exactamente era esa familia.
—Así que, ¿Pedro vive aquí? —le pregunté.
—Sí, por lo menos en el verano. Se traslada a sus otras casas de acuerdo a la
temporada.
—¿Sus otras casas?
Federico rió. —No sabes nada acerca de esta familia con la que tu padre se ha
casado, ¿verdad, Paula?
Él no tenía la menor idea. Negué con la cabeza.
—Una rápida lección antes de entrar a la locura —respondió deteniéndose
en las escaleras de la puerta principal y me miró—. Pedro Alfonso es tu hermanastro.
Es el único hijo del famoso baterista de Slacker Demon, Luca Alfonso. Sus padres
nunca se casaron. Su madre, Georgina, era una groupie. Esta es la casa de Pedro.
Su madre vive aquí porque él se lo permite. —Se detuvo y miró a la puerta,
mientras ésta se abría—. Y estos son sus amigos.
Una chica alta y esbelta con pelo rubio fresa, quien llevaba un corto vestido
azul y un par de zapatos de tacón, en los cuales yo me rompería el cuello si trataba
de usarlos, se quedó mirándome. No pasé por alto su ceño fruncido en disgusto.
No sabía mucho sobre esta gente, pero sabía que mi ropa barata no era algo que
ella aprobaba. Era eso o yo tenía un bicho en mi cara.
—Bueno, hola, Daniela —dijo Federico en tono molesto.
—¿Quién es ella? —preguntó la chica, desplazando su mirada a Federico.
—Una amiga. Quita esa mueca de tu cara, Dani, no te hace ver linda —le
respondió, estirando su mano para tomar la mía y guiarme a la casa detrás de él.
La habitación no estaba tan llena como pensaba. Pasamos por el vestíbulo
hacia una puerta grande en forma de arco que conducía a lo que supuse era la sala
de estar. Era más grande que mi casa entera o mejor dicho, la que fue mi casa. Dos
puertas de cristal estaban abiertas con una impresionante vista al mar. Quería verlo
de cerca.
—Por aquí —Indicó Federico mientras se hacía camino a un… ¿bar? ¿En serio?
¿Había un bar en esta casa?
Miré a las personas alrededor. Todos se detuvieron por un momento,
dándome una mirada rápida. Sobresalía demasiado.
—Pedro, conoce a Paula, creo que ella te pertenece. La encontré afuera un
poco perdida —dijo Federico y giré mi mirada de los curiosos para conocer al tan
mentado Pedro.
Oh.
Oh. Mi.
—¿A sí? —respondió Pedro en un acento perezoso y se inclinó hacia adelante
desde su posición relajada en el sofá blanco con una cerveza en la mano—. Es
linda, pero joven. No puedo decir que es mía.
—Oh, sí que es tuya. Ya que su papi huyo a París con tu mamá por las
próximas semanas. Yo diría que ahora te pertenece a ti. Yo con mucho gusto le
puedo ofrecer una habitación en mi casa, si quieres. Eso es, claro, si se compromete
a dejar su arma mortal en su camioneta.
Pedro entrecerró los ojos y me estudió con atención. Eran de un color
extraño. Increíblemente inusuales. No eran de color marrón. Tampoco eran de
color avellana. Eran de un color cálido y algo de plateado en ellos. Nunca había
visto nada igual. ¿Podrían ser contactos?
—Eso no la hace mía —respondió finalmente y se recostó en el sofá donde
había estado reclinando cuando entramos.
Federico se aclaró la garganta. —Es una broma, ¿verdad?
Pedro no contestó.En su lugar, tomó un trago de la botella en sus manos. Su
mirada se desplazó hacia Federico y pude ver la clara advertencia en ellos.Me iba a decir que me marchara. Eso no era bueno. Tenía exactamente veinte dólares en mi
cartera y estaba casi sin gasolina. Ya había vendido cada cosa de valor que tenía.
Cuando llamé a mi padre le expliqué que sólo necesitaba un lugar para quedarme
hasta que consiguiera un trabajo y ganar el dinero suficiente para poder rentar mi
propio lugar. Él rápidamente aceptó y me dio esta dirección diciéndome que le
encantaría que viniera a vivir con él.
Pedro volvió su atención a mí. Esperaba a que yo hiciera algo. ¿Qué quería
que le dijera? Una sonrisa tocó sus labios y me guiñó un ojo.
—Tengo una casa llena de invitados esta noche y mi cama ya está llena. —
Movió su mirada a Federico—. Creo que es mejor si la dejamos ir a buscar un hotel
hasta que pueda ponerme en contacto con su papi.
ooo linda nove que pasara en el proximo
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