viernes, 5 de diciembre de 2014

CAPITULO 157



Besar nunca fue mi cosa. Era algo que raramente hacía. 


Pero sabiendo cuan pura era su boca y cuan jodidamente increíble sabía, me hizo enloquecer un poco cuando mis
labios tocaron los suyos. No podía obtener suficiente de ella.


Acuné su rostro y la devoré. Mi cabeza me gritaba que redujera la velocidad. Que no la asustara o presionara muy rápido, pero Dios, no podía hacer que mi boca escuchara. 


La Corona en su lengua mientras deslizaba la mía sobre la suya me hizo más hambriento. El sabor a cerveza y lima en Paula parecía maravilloso. Cuando sintió la barra en mi lengua, jaló mi cabello desde atrás y dejo salir un gemido.


Joder, debía reducir la velocidad. No podía tomarla contra el lavabo. Necesitaba una cama y mucho juego previo. No quería herirla. Nunca quise hacerle daño. Me separé una fracción de sus labios. Me gustaba sentir su cálido aliento en mi rostro. — Ven conmigo arriba. Quiero mostrarte mi habitación —Una sonrisa se formó en mis labios—, y mi cama —añadí.


Asintió, y eso fue todo lo que necesité. Soltando su rostro, alcancé su mano. Iba a llevarla arriba. No existían reglas que concernieran a Paula. Se encontraba en un plano superior, por encima de cualquier regla que tuviera en cuanto a las mujeres. Solo la quería.


Llevándola de la mano en mi emoción de volver a besar esos labios, la guié arriba en las escaleras. Mirándola cuando llegamos al segundo piso, vi el sonrojo en sus mejillas, y me rompí. Sólo una probada, me dije, luego la presioné contra la pared más cercana y mordisqueé su labio inferior antes de lamerlo y reclamar su boca de nuevo.


Se derritió en mi fácilmente, y estaba casi seguro que podía hacerlo bueno aquí mismo. Podía ponerme de mis rodillas y besarla entre sus piernas hasta que gritara mi nombre. Pero no. Íbamos a hacer esto en mi cama.


Me separé y tomé una respiración profunda, tratando de calmarme. —Un tramo más de escaleras —dije, más a mí mismo que a ella. Luego le agarré la mano y la llevé por el pasillo a la puerta que dirigía a mi habitación. Saqué la llave de mi bolsillo.


Nunca dejaba mi cuarto sin cerrar. Me gustaba mantenerlo privado. Sabiendo que nadie podría entrar a menos que los quisiera allí.


La puerta se abrió, retrocedí e le hice señas para que entrara. El deseo de verla en mi habitación, alrededor de mis cosas y compartir todo con ella era casi tan poderoso como mi deseo de verla en mi cama. Desnuda.


Se detuvo cuando alcanzó el escalón superior y jadeó. La vista del agua desde las ventanas del suelo al techo era de lo que me enamoró cuando niño.


—Es por esta habitación que mamá tuvo que comprar esta casa. Incluso a los diez años, sabía que era especial—le dije, envolviendo mis brazos a su alrededor. Amaba que
pudiera ver esto. Que la afectara, también.


—Es increíble —dijo, con asombro en su voz. Era increíble. Pero tenerla conmigo aquí lo hacía mucho más maravilloso.


—Llamé a mi papá ese día y le dije que había encontrado una casa en la que quería vivir. Le traspasó a mi madre el dinero, y la compró. Amaba la ubicación, así que esta es la casa en que hemos pasado nuestros veranos. Tiene una casa propia en Atlanta, pero prefiere esta.


—Nunca querría irme —dijo.


Sonriendo, besé la suave piel en su oído y luego susurré—: Ah, pero no has visto mi cabaña en Vail o mi piso en Manhattan. —Pero lo haría. Quería que viera eso,también.


Compartir mi vida y espacio personal con las personas era algo que siempre odié y me rehusé a hacer. Pero con Paula, ansiaba tenerla siendo parte de eso. Incluso si todo lo que podía hacer era abrazarla, la quería aquí esta noche.


La giré hacia la enorme cama que se encontraba a la derecha y cubría la mayor parte de esa pared. —Y esta es mi cama —le dije, y agarré su cadera y nos moví hacia la
cama. Podía sentirla tensa. Estaba nerviosa. Hablar acerca de eso y estar de hecho parada en mi habitación, mirando mi cama, eran dos cosas diferentes. La quería más de lo que quería respirar, pero no la forzaría—. Paula, incluso si lo único que hacemos es besarnos o simplemente yacer allí y hablar, estoy bien con eso. Sólo te quería aquí arriba. Cerca de mí.


Se giró para mirarme. —No quieres decir eso. Te he visto en acción, Pedro Alfonso.No traes chicas a tu habitación y esperas sólo hablar. —Su intento de sonar burlona falló. La intranquilidad en su voz me afectó. ¿Vino aquí conmigo pensando que era otra de esas chicas a quienes follaba y enviaba a casa? Mierda. ¿Cómo podía hacerle entender que esta cosa era más? Mucho más. Que ella significaba más.


—No traigo chicas aquí en absoluto, Paula.


—La primera noche que llegué aquí, dijiste que tu cama se encontraba llena — dijo, frunciéndome el ceño como si me hubiera agarrado con una mentira. Maldición,era linda.


—Sí, porque dormía en mi cama. No traigo chicas a mi habitación. No quiero sexo sin sentido contaminando este espacio. Me encanta aquí —le dije honestamente.


Pero la traje aquí. ¿No entendía lo que eso significaba?


—La mañana siguiente, una chica todavía se encontraba aquí. La dejaste en la cama, y vino buscándote en su ropa interior —dijo con una voz tensa.


Chica loca. No tenía ni una jodida idea lo que me hizo. 


Necesitando tocarla, deslicé mi mano bajo su camisa y acaricié la suave piel de allí. Su pequeño escalofrío me
hizo sonreír. —La primera habitación a la derecha era la habitación de Fede hasta que nuestros padres se divorciaron. La uso como mi habitación de soltero ahora. Allí es a donde llevo a las chicas. No aquí. Nunca aquí. Eres la primera. Bueno, dejo a Lourdes subir aquí una vez a la semana para limpiar, pero prometo que no hay nada de metida de manos entre nosotros —expliqué, mientras le sonreía.


—Bésame, por favor —dijo, luego agarró mis hombros y se inclinó para presionar su boca contra la mía sin esperar que respondiera.


Esto debía ser lo más dulce que alguna vez escuché. 


Bésame, por favor. Joder, esta chica iba a arruinarme. Quería que me perteneciera. Que su cuerpo me conociera.


Completamente.


Empujando su espalda, la acosté en la cama y separé sus piernas así podía ponerme entre ellas sin romper el jodido beso más dulce que tuve alguna vez. Agarró mi camisa con sus pequeños puños como si quisiera arrancarla de mi cuerpo. Si mi chica quería sus manos en mi pecho, lo haría un infierno mucho más fácil para ella.


Me separé lo suficiente para sacar mi camisa sobre mi cabeza y arrojarla antes de tomar su boca de nuevo. Podía besar su boca por jodidas horas. Debí agarrar puñados de las sabanas para evitar desnudarla mientras le permitía explorar. Cada toque de sus manos se volvía más demandante y valiente. Comenzó rozando sus dedos en mis brazos, su toque casi suave como pluma. Pero los pasaba por mi pecho ahora como si no pudiera tener suficiente.


 Cuando sus pulgares frotaron mis tetillas juro por Dios que
casi perdí el control.


Quería tocar sus pezones, también. Sus duros pequeños pezones. Alejé mi boca de la suya y desabotoné la camisa que usaba, empujándola hacia atrás. No tenía paciencia para quitársela. La necesitaba en mi boca. Ahora. Cuando bajé su sujetador, ambos senos, seductores y atractivos cayeron libres de sus confines, me alimenté como un hombre hambriento. Los lamí sólo para escucharla gemir, luego succioné fuerte. Se sacudió contra mí.


No se encontraba lista para eso ahora, temblé y luché por recuperar mi aliento cuando gritó de placer al sentir mi polla presionada contra su necesitado coño. Estaría hinchada y caliente. Quería probarla. Sabía tan dulce en mi dedo. 


Desabroché su falda y la bajé junto con sus bragas mientras mantenía mis ojos en su rostro. Si se ponía nerviosa, debía disminuir la velocidad. No iba a asustarla. Su boca se abrió mientras respiraba fuerte y me tocaba. La completa confianza en sus ojos me deshizo. Quería todo fuera.


Doblé mi dedo para que se sentara. Lo hizo con ganas, y rápidamente me deshice de la camisa y sujetador, dejando su dolorosamente hermoso cuerpo desnudo. Era toda mía. Esto era todo mío. Ningún hombre había tocado esto…o visto esto. Joder. La  emoción me abrumó mientras la tomaba. —Desnuda en mi cama eres incluso más increíblemente hermosa de lo que pensé que serías… y créeme que he pensado en ello. 


Mucho.


Sus ojos se abrieron, y me sonreí a mí mismo. Le gustaba que le hablara.


Necesitaba el elogio. Por supuesto que lo hacía. Se encontraba insegura de sí misma.


Esto era nuevo para ella. Me aseguraría que supiera cuan maravillosamente perfecta era. Bajando, presioné mi palpitante erección sobre su ahora desnudo coño.


—¡Sí! ¡Por favor! —gritó, y arañó mi espalda. Se encontraba lista para que hiciera más. Iba a entrar en pánico cuando se diera cuenta en donde estaba a punto de poner mi
boca. La necesitaba caliente y necesitada, así me dejaría entrar.


Bajando, besé su estómago plano y el casi desnudo montículo, que olía jodidamente increíble. Mirando hacia arriba, mantuve su mirada antes de sacar mi lengua y pasar mi piercing directamente sobre su muy hinchado clítoris. Su grito hizo a mi polla vibrar mientras se arqueaba y agarraba las sabanas con puños apretados.


—Dios, eres dulce —susurré en su contra. Iba a volverme adicto a su sabor. Santa mierda, era bueno.


—Pedro, por favor —gimoteó.


Dejé de lamer. —¿Por favor qué, bebé? Dime lo que deseas. —Sacudió su cabeza.


Sus ojos cerrados fuertemente como si estuviera luchando por recuperar su aliento—. Quiero oírte decirlo, Paula —le dije. Quería esas palabras sucias viniendo de su boca.
No debería hacerlo, pero maldición, quería escucharlas tanto.


—Por favor, lámeme otra vez —dijo con un sollozo desesperado.


Maldición, eso fue mejor de lo que podía haber esperado. 


No sabía si duraría un segundo una vez que me hundiera en su cuerpo. Comencé deslizando mi lengua a través de sus pliegues con emoción pura. Si tan sólo supiera el poder que tenía. Se lo di todo. Podía tenerme en mis rodillas y entre sus piernas con un sólo puchero de sus lindos labios. Iba a ansiar esto.


Se estremeció y gritó mi nombre mientras sostenía mi cabeza contra su cuerpo como si quisiera dejar esto. Una vez que obtuvo su liberación y ya no me necesitaba, alcancé el condón al lado de mi cama y lo abrí. Sus ojos comenzaron a abrirse. Quería dejarla disfrutar la emoción, pero no podía. Debía estar dentro de su cuerpo. Y eso aliviaría su dolor, tener el nirvana de su orgasmo aun flotando a través de ella.


—El condón está puesto. Tengo que estar adentro —susurré en su oído mientras me movía entre sus piernas y rozaba mi punta contra su calor—. Santa mierda, estás tan
mojada. Va a ser difícil no caer directo dentro de ti, voy a tratar de ir despacio. Te lo prometo. —No quería que esto la hiriera. Joder, quería que fuera bueno para ella, porque iba a ser otro nivel del cielo para mí.


No se tensó como esperé. En cambio, gimió y se movió contra mí mientras lentamente comencé a entrar. Su cuerpo me sujetaba y jalaba como una succión. Santo infierno.


—No te muevas. Por favor, bebé, no te muevas —le rogué. Dios, no podía hacerle daño, pero quería golpear dentro completamente. Encontré la barrera que esperaba, y me detuve. Lo sintió y finalmente se puso tensa debajo de mí—. Eso es todo. Voy a hacerlo rápido, pero luego voy a parar una vez que esté dentro y dejaré acostumbrarte a mí.


Envolviendo mis brazos alrededor de su cintura, cerré mis ojos, incapaz de mirarla. No podría controlarme si veía su rostro. Control. Necesitaba el jodido control.


Dios, quería estar dentro completamente. Con una sola embestida, rompí la fina pared y me hundí en un aterciopelado calor que nunca antes conocí. Mi polla era apretada tan malditamente fuerte que no podía respirar. Jadeando por aire, me mantuve quieto.


Necesitaría adaptarse a mí. Pero quería moverme tan jodidamente mucho; quería llenarla.


—Está bien. Estoy bien —susurró.


Forzándome a abrir los ojos, la observé. Debía estar seguro que no sólo lo decía.


No podía hacerle más daño. —¿Estás segura? Porque, bebé, quiero moverme malditamente tanto.


Asintió, y miré su rostro mientras me movía hacia atrás y luego me impulsé hacia adelante dentro de su cuerpo.


—¿Duele? —pregunté, usando cada pizca de fuerza que tenía para quedarme quieto y esperar.


—No. Me gusta —dijo con emoción en sus ojos.


No estaba seguro si creerle, pero comencé a moverme. Debía moverme. Mi condenada polla gritaba que me moviera. Nunca sentí este tipo de placer. Gimió, y mi corazón golpeó contra mi pecho. Santa mierda, lo disfrutaba. —¿Te gusta eso? — pregunté.


—Sí. Se siente tan bien.


Dios, sí. Se encontraba bien. No tenía que controlarme. 


Echando mi cabeza para atrás, dejé salir un gemido de placer que rasgó desde mi pecho mientras comencé a
moverme dentro de ella. Bombeando dentro y fuera en la apretada succión, la cual me jalaba como si estuviera jodidamente hambrienta de mí.


Levantó sus caderas y agarró mis manos, buscando mis embestidas. ¿Cómo diablos sabía hacer eso?


—Sí. Dios, eres increíble. Tan apretada. Paula, estás tan jodidamente apretada. — La alabé. Necesitaba saber cuan increíble esto era para mí.


Sus piernas se levantaron y se colocaron cerca de mis costados, abriéndola más para mí. Mi cuerpo se hundió más profundo dentro de su calidez, y comencé a temblar.
Iba a acabar. Alcancé mi límite. Sólo existía una cantidad que un hombre podía soportar.


—¿Estas cerca, nena? —le pregunté. Quería que acabara conmigo.


—Creo —dijo, jadeando mientras su agarre en mis brazos se tensaba.


No iba a acabar sin ella, maldición. Quería que sintiera esto conmigo. Moví mi mano para rozar mi pulgar contra su clítoris. La sensible parte se hinchó bajo mi toque.


—¡Ah! ¡Sí, justo allí! —gritó, mientras su cuerpo se apagaba debajo de mí.


No me encontraba seguro de que grité, pero un rugido salió de mi pecho mientras la más épica sensación de mi vida sacudía mi cuerpo, enviándome a algún lugar que no sabía que existía.

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