martes, 2 de diciembre de 2014

CAPITULO 149




Fede se reunió conmigo en el gimnasio temprano esta mañana. Aún no habíamos obtenido una rutina para nuestros entrenamientos este verano, pero como no estaba durmiendo tan bien, con Paula frecuentando mis pensamientos, me imaginé que podría ir temprano al gimnasio con Fede antes de ir a trabajar.


Paula todavía se encontraba en su habitación cuando salí del camino de la entrada por la mañana, pero el sol aún no estaba arriba, tampoco. Tenía que expulsar un poco de esta agresión. Si el sexo no iba a suceder a corto plazo, entonces golpearía mi cuerpo en sumisión con las pesas. Tal vez podría dormir después de esto.


Fede me esperaba fuera del gimnasio en la ciudad. No era el único en el club, pero Fede dijo que el gimnasio era para maricas. Los hombres de verdad trabajaban en gimnasios reales, de acuerdo con él. —Ya era hora de que llegaras —gruñó cuando me acerqué a él.


—Cállate. El sol ni siquiera está todavía arriba —le contesté.


Fede sólo sonrió y tomó un trago de su botella de agua. —¿Te hidrataste esta mañana? —preguntó.


—No. Necesito un poco de café. ¿Tienen en este lugar?


Fede rio a carcajadas. —Es un gimnasio, Pedro. No hay Starbucks. Aquí —dijo, lanzándome una botella de agua de su bolsa—. Necesitas agua en estos momentos. Café más tarde.


—No me gusta tu elección de gimnasios —le informé.


—Deja de ser una chica.


Trabajamos por más de dos horas antes de que se me permitiera un poco de café.


Mi lección había sido aprendida para el futuro: beber una taza antes de salir de la casa.


—¿Fiesta esta noche? —preguntó Fede cuando caminamos fuera del gimnasio.


—¿Dónde?


—En tu casa. Sólo unas pocas personas. Necesitas la distracción de tu compañera de cuarto, y yo necesito una excusa para persuadir a esa amiga de Daniela, Bailey, creo,
para visitar mi cama —dijo.


Hice una mueca. —Una fiesta en mi casa no es la manera de hacer que eso suceda. Tuve a Bailey la noche pasada. No terminó bien.


Fede dejó de caminar. —¿Qué? ¿No conseguiste nada? Parecía una cosa malditamente segura para mí. Estaba seguro de que ella estaría encima de ti.


Paula nos vio antes de que se pusiera demasiado climatizada, y consiguió joderlo. Envié a Bailey a casa.


Fede dejó escapar un silbido. —Guau así que Paula te atrapó,y enviaste a la chica fuera —dijo, sacudiendo la cabeza—. Hermano. Necesitamos una fiesta.Necesitamos chicas. No a Bailey, puesto que ya fue allí, pero algunas chicas nuevas.Daniela tiene amigas. Necesitas tener tu cabeza fuera del país de las maravillas de Paula.


No puede suceder. Sabes eso.


Asentí con la cabeza. Estaba en lo cierto. No podía suceder. 


—Claro. Lo que sea. Invita a quien quieras.



***


La multitud era pequeña. Me quedé impresionado con Fede por mantenerla íntima. Mantuve la mirada hacia la puerta, esperando a que Paula llegara a casa. No estaba preparada para los huéspedes. Tenía que estar cansada después de la tarde noche de anoche. Tenía la intención de mantener la música baja y mantener a la gente fuera de las escaleras para que pudiera dormir. Consideré dejarla dormir en uno de los dormitorios de invitados sólo por esta noche para que pudiera descansar. La gente podría estar aquí hasta tarde. Podría volverse ruidoso.


No. No. No sería capaz de mantenerme alejado de ella. No es una buena idea.


Ella tenía que permanecer bajo las escaleras. Era más seguro allí. Ella podía dormir; me aseguraría de que pudiera.


—¡Pedro! —llamó Fede desde el balcón. Miré hacia la puerta antes de salir a ver lo que él quería. No podía quedarme allí mucho tiempo. Tenía que volver para mirar a Paula.


—¿Sí? —le pregunté a Fede, que se encontraba sentado en el sillón con una chica nueva en su regazo. Señaló con su botella de cerveza hacia Malcolm Henry. No lo había visto desde que llegué a la playa de Rosemary. Sus padres vivían en Seattle, y lo último que supe es que estaba asistiendo a Princeton.


—Malcolm no puede conseguir entradas para Slacker Demon en Seattle para el próximo mes —dijo Fede, sonriendo.


Normalmente no conseguía boletos para que la gente vea la banda de mi padre en la gira, pero Malcolm había sido amigo de Fede cuando crecían. Él también había estado cerca de Tripp Montgomery y Tripp era mi amigo. Aunque no lo había visto desde que había escapado un par de años atrás.


—Voy a hacer una llamada—le dije, y la sonrisa de Fede creció.


—Dile a alguien, y voy a patear tu culo —le advirtió Fede a Malcolm, sin dejar de sonreír—. Él no reparte entradas por cualquiera. Está haciendo esto por mí, así que no lo arruines.


Fede ya había tenido demasiado esta noche. Él era muy generoso y alegre cuando estaba borracho. Lo que significaba que me hizo entrar en su caridad. Sacudí la cabeza y me dirigí hacia el interior.


Alguien gritó—: Hola Antonio—Y dejé de caminar y me volví bruscamente.


¿Qué demonios estaba haciendo Kerrington aquí? No lo había invitado, y Fede habría dicho algo si lo hubiese invitado. Sabía que yo no estaba contento con Antonio en estos momentos.


Aceché a la ventana y miré hacia afuera para ver la camioneta de Paula estacionada hacia la parte posterior del camino. Eso me molestó. No deberían haber bloqueado la salida. Debería haber pensado en eso.


Pero ella estaba aquí. Y también lo estaba Antonio. Mierda.


No hice caso de la gente y me moví pasando a Antonio para ir directamente a la despensa. Paula estaba allí. ¿Se estaba cambiando? ¿Había ella invitado a Antonio? ¿Qué
demonios iba a hacer si ella lo hizo? Éramos… amigos ahora. Mierda. A la mierda los amigos. Eso ni siquiera sonaba posible.


Deteniéndome en la despensa, vi como ella salía de su habitación como si la estuviera dejando. Tal vez ella iba a ver a Antonio.


—¿Pedro? ¿Pasa algo malo? —preguntó ella, mirando sinceramente.


Esperé un momento para responder. No quería asustarla o sonar duramente. — Antonio está aquí —dije finalmente, con toda la calma que pude.


—Que yo sepa él es amigo tuyo —dijo ella.


La última vez que lo comprobé, él estaba caliente por su rastro. —No. No está aquí por mí. Vino por alguien más —le dije.


La expresión confusa de Paula se cambió a defensiva y cruzó los brazos bajo sus pechos, realmente no lo tenía que hacer si quería que mantuviera mis ojos de ellos. —Tal vez sí. ¿Tienes un problema con que tus amigos estén interesados en mí?


—Él no es lo suficientemente bueno. Es un triste imbécil comemierda. No debería llegar a tocarte —le contesté sin pensar. La idea de él haciendo algo con ella hace que me hierva la sangre.


Paula parecía estar considerando lo que acababa de decir. 


Maldición, era adorable cuando estaba frustrada. —No estoy interesada en Antonio de esa manera. Él es mi jefe y, posiblemente, un amigo. Eso es todo.


No estaba seguro de qué decir a eso. No podía pedir que se quedara debajo de las malditas escaleras.


—No puedo dormir mientras que la gente está subiendo y bajando las escaleras. Me mantiene despierta. En lugar de sentarme en mi habitación sola, preguntándome con quién estás arriba follando esta noche, pensé en hablar con Antonio en la playa. Charlar con alguien. Necesito amigos.


Hijo de puta. —No te quiero fuera con Antonio —le dije. 


Quería decirle que no había ninguna posibilidad de que llevara a cualquiera arriba y follara con ellas. Ella me había arruinado de alguna manera, y lo único que había hecho era besarla.


—Bueno, tal vez yo no quiero que folles a una chica, pero lo harás —disparó ella, de nuevo, a mí. La mirada feroz en su rostro hizo que me dieran ganas de reír y besarla sin sentido, al mismo maldito tiempo.


Ella me estaba empujando. Estaba demasiado cerca de olvidar por qué esto era una mala idea. Me acerqué a ella, y retrocedió hasta que estábamos de vuelta en el interior de su pequeña habitación. A salvo de Antonio Kerrington. 


Quería mantenerla aquí. —No quiero follar a nadie esta noche —le dije. Entonces no podía mantener la diversión de mi cara. Debido a que era una mentira—. Eso no es exactamente cierto. Permíteme aclarar. No quiero follar a nadie fuera de esta habitación. Quédate aquí y habla conmigo. Charlaremos. Dije que podíamos ser amigos. No necesitas a Antonio como amigo.


Ella me empujó hacia atrás sin mucha fuerza. —Nunca me hablas. Hago la pregunta equivocada, y te vas sin decir palabra.


Pero ella había dicho que éramos amigos. Me gustaría jugar esa carta toda la maldita noche si tuviera que hacerlo. —Ahora no. Somos amigos. Responderé y no me iré. Sólo por favor, quédate aquí conmigo.


Miró a su alrededor y frunció el ceño. —No hay mucho espacio aquí —dijo ella, sus manos todavía planas en mi pecho. Me preguntaba si podía sentir mi corazón latiendo. Latía con tanta fuerza que lo podía oír golpeando en mis oídos.


—Podemos sentarnos en la cama. No vamos a tocarnos. Sólo hablar. Como amigos —le dije. Cualquier cosa para conseguir que se quede aquí lejos de Antonio.


Se relajó y se sentó en la cama, sus manos dejándome. 
Quería llegar y apoderarme de ellas y mantenerlas en mi pecho. —Entonces vamos a hablar —dijo ella, mientras se deslizaba en la cama y cruzaba las piernas.


Me senté en la cama y me apoyé contra la otra pared. No estábamos lejos, pero era tanto como esta habitación lo permitía. La situación me hizo reír. —No puedo creer que le supliqué a una mujer para que se sentase y hablase conmigo.


—¿De qué vamos a hablar? —preguntó ella, estudiándome. Me di cuenta por su expresión que esperaba que yo disparara en cualquier momento.


—¿Qué te parece sobre cómo diablos sigues siendo virgen a los diecinueve? —le dije, antes de que pudiera detenerme. Ella era condenadamente demasiado hermosa para ser tan inocente. No tenía ningún sentido para mí.


Ella se puso rígida. —¿Quién dijo que soy virgen? —preguntó, sonando molesta.


Había sabido que era virgen desde la primera vez que la había atrapado checándome afuera. El rubor en su rostro había sido todo lo que necesitaba saber. La chica era inocente. —Conozco una virgen cuando beso a una —le dije en su lugar.


Se relajó de nuevo, luego se encogió de hombros como si no fuera gran cosa.


Cuando se trataba de una gran cosa de mierda. No conocía a vírgenes de diecinueve años, que se vieran como ella.


—Estaba enamorada. Su nombre es Facundo. Fue mi primer novio, mi primer beso, mi primer más allá de besos, aunque suene aburrido. Me dijo que me amaba y afirmó que era la única para él. Entonces, mi mamá se enfermó. Ya no tenía tiempo para ir a citar y pasar tiempo con Facundo los fines de semana. Él necesitaba salir. Necesitaba libertad para tener ese tipo de relación de otra persona. Por lo tanto, lo dejé ir. Después de Facundo no tuve tiempo para salir con nadie más.


¿Qué demonios? Ella amaba a ese idiota y, ¿el la dejó? —¿No se quedó contigo cuando tu mamá estaba enferma?


Ella se tensó de nuevo y jugueteó con sus manos en su regazo. —Éramos jóvenes.Él no me amaba. Sólo pensó que lo hacía. Tan simple como eso. —Lo estaba defendiendo. Al diablo con eso. Él necesitaba una patada en el culo.


—Todavía eres joven —le dije, pero yo estaba tratando de recordármelo a mí mismo más que nada.


—Tengo diecinueve, Pedro. He cuidado de mi madre durante tres años y la enterré sin la ayuda de mi padre. Confía en mí, me siento de cuarenta la mayor parte del tiempo —dijo. El cansancio en su voz hizo doler mi pecho. 


Estaba queriendo patear el culo de un chico que no conocía cuando esta mierda era mi culpa. Mi instinto torcido me recordó que había jugado un papel en su dolor.


Cogí su mano porque tenía que tocarla de alguna manera. —No deberías haber tenido que hacerlo sola.


Ella no dijo nada al principio. Las líneas de expresión en su frente de borraron antes de que levantara su mirada de mi mano sobre la de ella a mi cara. —¿Tienes un trabajo? —preguntó.


Me eché a reír. Ella estaba cambiando el tema y dirigiendo las preguntas hacia mí. Un movimiento inteligente. Apreté su mano. —¿Crees que todo el mundo debe tener un trabajo una vez que acaba la universidad? —le pregunté, burlándome de ella.


Ella se encogió de hombros como respuesta. Me di cuenta de que sí, ella pensaba eso. Mi vida era algo a lo que no estaba acostumbrada.


—Cuando me gradué de la universidad, tenía suficiente dinero en el banco para vivir el resto de mi vida sin tener que trabajar, gracias a mi papá. Después de unas semanas de no hacer nada además de salir de fiesta, me di cuenta de que tenía una vida.
Así que empecé a jugar con la bolsa de valores. Resulta que soy jodidamente bueno en eso. Los números siempre fueron lo mío. También dono apoyo financiero para Hábitat para la Humanidad. Un par de meses al año soy un trabajador de construcción y voy a echar una mano en el sitio. En el verano me despego de todo lo que puedo, vengo aquí y me relajo.


No tenía intención de decirle la verdad, o al menos todo esto, pero lo hice.


Acababa de salir de mi boca. Ella me tranquilizó. Las mujeres nunca me tranquilizaban.


Estaba siempre en guardia por su motivo ulterior. Paula no tenía uno.


—La sorpresa en tu cara es un poco insultante —le dije. Le estaba tomando el pelo, pero también era la verdad. No me gustaba que pensara que era un niño mimado, a pesar de que había estado empujando esa idea en ella todo el tiempo que había estado viviendo bajo mi techo.


—Simplemente no esperaba esa respuesta —respondió finalmente.


Necesitaba distancia. Podía olerla otra vez, y santo infierno, ella olía bien. Volví a mi lado de la cama. El tiempo de tocarse pasó.


—¿Cuántos años tienes? —preguntó.


Me sorprendió que no supiera ya. Todo lo que tenía que hacer era buscar en Google.


—Demasiado viejo para estar en esta habitación contigo y demasiado malditamente viejo para los pensamientos que tengo de ti.


—Te recuerdo que tengo diecinueve. Voy a tener veinte en seis meses. No soy un bebé —dijo. No parecía nerviosa en absoluto de que yo acabara de admitir que fantaseaba con ella.


—No, dulce Paula, definitivamente no eres un bebé. Tengo veinticuatro y obsoletos años. Mi vida no ha sido normal y por eso tengo algo de seria y jodida mierda. Ya te he dicho que hay cosas que no conoces. Dejarme tocarte sería un error. — Necesitaba que entendiera eso. Uno de nosotros tenía que recordar por qué tenía que mantener mis manos lejos de ella.


—Creo que te subestimas. Lo que veo en ti es especial. —Sus palabras hicieron que el dolor en mi pecho ardiera. Ella no me conocía. En realidad no. pero, maldita sea, se sentía bien oírla decir que vio en mí algo más que el hijo de la estrella de rock.


—No ves al verdadero yo. No sabes todo lo que he hecho. —Porque cuando ella supiera, momentos como este sólo serían recuerdos agridulces que me rondarían por el resto de mi vida.


—Tal vez —dijo y se inclinó hacia mí—. Pero lo poco que he visto no es del todo malo. Estoy empezando a pensar que podría ser simplemente otra capa más de ti.


Santo infierno, tenía que regresar. Ese olor y esos ojos. 


Empecé a decir algo, pero me contuve. No estaba seguro de qué decirle. Aparte de eso quería desnudarla y hacerla
gritar mi nombre una y otra vez.


Algo que vio hizo que sus ojos se agrandaran y se acercó aún más a mí. —¿Qué tienes en tu boca? —preguntó, con un toque de sorpresa en su voz.


Llevaba una barra en mi lengua esta noche. No siempre me pongo algo que se pueda ver, porque había superado la perforación, o al menos lo sentía a veces. Sin embargo, las mujeres lo disfrutaban. Abrí la boca y saqué mi lengua para que Pequeña Señorita Curiosa pudiera ver. Ella había ladeado la cabeza para mirar dentro de mi boca. Si no se lo mostraba, hubiera subido a mi regazo para acercarse.


—¿Te duele? —preguntó en un susurro, estando cada vez más cerca de mí. ¿Qué demonios? Iba a conseguir una visión personal de eso cuando lamiera su maldito cuello
si no se retiraba.


—No —le contesté, manteniendo mi lengua en mi boca por miedo a que la tocara en realidad y me hiciera perder mi mente.


—¿Qué son los tatuajes en tu espalda? —me preguntó, retrocediendo un poco. Su olor todavía se aferraba a mí. Yo inhalaba con más frecuencia de lo necesario sólo para
obtener su esencia dentro de mí. Era patético. Céntrate en algo más. Contesta sus malditas preguntas y deja de pensar en su piel. Y su sabor. Tatuajes… ella quiere saber sobre mis tatuajes.


—Un águila en la espalda inferior, con sus alas extendidas y el emblema de Demon Slacker. Cuando tenía diecisiete mi padre me llevó a un concierto en Los Ángeles y después me llevó a conseguir mi primer tatuaje. Quería su banda marcada en mi cuerpo. Cada miembro de Demon Slacker tiene uno en el mismo lugar exacto. Justo detrás de su hombro izquierdo. Papá estaba muy drogado esa noche, pero aún así es un recuerdo muy bueno. No tuve la oportunidad de pasar mucho tiempo con él mientras
crecía. Pero cada vez que lo veía, bien añadía otro tatuaje o piercing a mi cuerpo —le expliqué.


Sus ojos inmediatamente fueron a mi pecho. Joder, ella se preguntaba sobre mis pezones. Ducha de agua fría. Iba a necesitar una ducha de agua fría muy larga. O tal vez caliente, con un poco de maldito aceite de bebé y mi puño. 


Dios conocer su olor y la vista que tenía por su camisa era suficiente para enviarme al borde.


—No tengo perforaciones allí, dulce Paula. Los otros están en mis oídos. Puse un fin a los piercings y tatuajes cuando cumplí diecinueve — le aseguré. Tenía que apartar los ojos de mi maldito pecho. Ahora.


Se veía triste o preocupada. ¿Qué había dicho? Joder, no había verbalizado mis planes de ducha, ¿o sí?


—¿Qué dije para hacerte fruncir el ceño? —le pregunté, tocando su barbilla para inclinar sus ojos para poder verlos.


—Cuando me besaste anoche, no sentí la cosita con barra de plata. —¿Eso era lo que la hacía fruncir el ceño? Ella iba a matarme. No podía aguantar mucho más de esto.


—Porque no lo llevaba puesto —le dije, acercándome a ella. Su olor me estaba tirando.


—¿Cuándo tú, uh, besas a alguien con eso dentro, se puede sentir?


Santo jodido infierno. Mostrarle a la Pequeña Señorita Curiosa era tan tentador.


Ella quería experimentarlo, y estoy seguro que quería mostrarle. —Paula, dime que me vaya. Por favor —le supliqué. Era la única forma de evitar besarla—. Lo habrías sentido.En cualquier parte que quiera besarte lo sentirías. Y te gustaría —le susurré al oído y luego le di un beso en el hombro e inhalé profundamente. Joder, esto era bueno.


—¿Estas…? ¿Vas a besarme otra vez? —preguntó ella, mientras corría mi nariz hasta su cuello, empapándome de su olor. Maldito olor embriagador.


—Quiero. Quiero tan jodidamente mal, pero estoy tratando de ser bueno — admití.


—¿Podrías no ser bueno para un solo beso? ¿Por favor? —preguntó, acercándose a mí. Sus piernas se apretaron contra las mías. Un centímetro más y estaría en mi regazo.


—Dulce Paula, tan increíblemente dulce. —Estaba perdiéndolo. Mis labios estaban tocando cada centímetro de su piel suave que podía mientras luchaba conmigo mismo para no tocarla. Era inocente. Era demasiado buena para mí. Esto estaba mal.


Probé su piel con la punta de mi lengua y mi polla palpitaba. Era deliciosa. Todo en ella. Besé un sendero hasta su cuello y cuando llegué a sus labios, me detuve. Lo quería. La quería a ella. Mas. Siempre mas. Pero ella era mi… amiga. Yo había causado su dolor y ella ni siquiera lo sabía. Tenía que para esto.


Paula, no soy un tipo romántico. Yo no beso y abrazo. Sólo doy sexo. Te mereces a alguien que te bese y te abrace. No yo. No estoy hecho para eso, nena. No eres para alguien como yo. Nunca me he negado algo que quiero. Pero eres demasiado dulce. Esta vez tengo que decirme a mí mismo que no —dije. Más para mí que para ella.


Tenía que recordarme a mí mismo qué tan fuera de mi alcance estaba.


Ella gimió y me levanté de un salto, moviéndome hacia la puerta. No le haría esto. No podía.


—No puedo hablar más. No esta noche. No aquí contigo, a solas —dije y me fui antes de que me perdiera con ella. Nunca podría tener a Paula.

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