viernes, 28 de noviembre de 2014

CAPITULO 142




Un texto de Anya dijo que dos docenas de rosas amarillas no eran necesarias. Eso era todo. Nada más. Sabía que era el final a nuestras folladas ocasionales. Mi culpa se desvaneció, así que puse mi teléfono en mi bolsillo y seguí corriendo.


Corría cuando necesitaba pensar y aclarar mi mente. 


También corría cuando bebía mucho la noche anterior. Esta noche sólo necesitaba correr. No quería estar en casa cuando Paula entrara. No quería hacerle frente. No quería oír su voz. Sólo quería distancia.


Se merecía mi ayuda. Pero eso era todo. No quería llegar a conocerla. Seguro que no quería ser su amigo. El día que se fuera, sería capaz de respirar tranquilo de nuevo.


Tal vez ir a visitar a mi padre. Alejarme de aquí y disfrutar un poco de la vida.


Pero el destino tenía una manera de reírse de mis planes.


Bajé la velocidad cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad, y fácilmente se creó la silueta de Paula bajo la luna. No me jodas.


No me vio... todavía. Miraba hacia el agua. Su largo cabello rubio volaba hacia atrás de su cara y bailaba alrededor de sus hombros. La luz de la luna hizo que el color de sus sedosos mechones lucieran plateados.


Volvió la cabeza, y esos ojos suyos se encontraron con los míos. Mierda.


Debería haber asentido solamente. No decir nada.


 Simplemente seguir mi camino. La dejaba vivir aquí; no tenía que hablar con ella. Pero, maldita sea, no iba a ser capaz de hacer eso.


Me detuve frente a ella y vi como su mirada se centró en mi pecho. El hecho de que de repente me sentía contento por estar sin camisa no era bueno. No debería importarme que mirara mi pecho como si quisiera una lamida. Mierda. Mierda. ¡No! No quería lamer mi pecho. ¿De dónde diablos había venido esa idea? Ella jodía mi cabeza.


Maldita sea. Necesitaba conseguir que sus ojos se apartaran de mi pecho. Ahora.


—Has vuelto —dije, rompiendo el silencio y sacándola de sus pensamientos.


—Acabo de salir de trabajar —respondió, levantando la mirada hacia mi cara.


—¿Así que conseguiste un trabajo? —pregunté, necesitando mantener su atención en mi cara.


—Sí. Ayer.


—¿Dónde? —Ya sabía la respuesta, pero quería oír cómo lo había conseguido.Qué hacía y sí le gustaba. Espera... ¿llevaba puesto maquillaje? Santo infierno, tenía rímel. Esas pestañas en realidad podrían ser más largas.


—En el Kerrington Country Club —dijo.


No podía dejar de mirar sus ojos. Eran increíbles sin el puto maquillaje. Pero, maldita sea, con sólo un poco, eran irreales. Deslicé mi mano bajo su barbilla y levanté su cabeza para que pudiera tener una mejor visión. —Estás usando rímel —dije como explicación de mi extraña conducta.


—Sí —dijo, moviendo su cabeza de modo que se liberó de mis caricias. Dejé caer mi mano lejos. No debí haberla tocado. Ella tenía razón en detener eso. No tenía derecho a tocarla de esa manera.


—Te hace parecer más de tu edad —dije, dando un paso hacia atrás y bajando la mirada a su uniforme.


Conocía ese uniforme bien. A lo largo de los años me había acostado con más chicas del carrito de lo que quería admitir. Fue la razón por la que elegí el golf en mi adolescencia. Una vez que las chicas universitarias en trabajaban allí averiguaron quién era mi papá, estaban muy interesadas en llevarme a pasear en sus carritos. En muchas maneras.


—Eres la chica del carrito del club de golf —dije, levantando los ojos para volver a mirarla. Ya sabía eso, pero al verla con el uniforme me hizo sonreír. Lo vestía bien.


—¿Cómo lo sabes?


—El atuendo. Pequeños pantalones blancos estrechos y un polo. Es el uniforme.Estás consiguiendo un jodido éxito financiero, ¿verdad? —En realidad no era una pregunta; se trataba de una declaración.


Se encogió de hombros, luego los enderezó, moviéndose hacia atrás un poco más de mí. Sintió la necesidad de mantener su distancia de mí. Buena chica. Ella podría ser
más dura de lo que pensaba. —Estarás aliviado de saber que estaré fuera de aquí en menos de un mes.


Debería haber estado aliviado. Infierno, jodidamente deseaba que eso fuera justo lo que sentía. Significaría que tenía un problema menos. Pero me gustaba ella aquí. Me gustaba saber que podía mantenerla a salvo. O que hacía algo para compensar el daño que ya le había hecho. Incapaz de detenerme, di un paso hacia ella. —Probablemente debería estarlo. Aliviado, quiero decir. Jodidamente aliviado. Pero no lo estoy. No estoy aliviado, Paula. —Me incliné hacia abajo hasta que mi boca estaba sólo a un suspiro de distancia de su oído—. ¿Por qué es eso? —le pregunté en un susurro, antes de inhalar su dulce olor a limpio. ¿Olería así entre sus piernas? ¿Sería tan dulce y fresca? Un nuevo tipo de sudor estalló en mi cuerpo, y retrocedí. Divagaba—. Mantén tu distancia conmigo, Paula. No quieres acercarte demasiado. Anoche…—Joder, ¿por qué hablaba de esto con ella? Necesitaba olvidar lo que sucedió—. La noche pasada está obsesionándome. Sabiendo que estabas viéndome. Me vuelve loco. Así que mantente alejada. Estoy haciendo mi mejor esfuerzo para mantenerme alejado de ti —dije en un tono duro destinado para mí, más que nada. Pero no podía explicarle eso a ella. Sólo me di la vuelta y corrí. Tenía que escapar.


Una vez arriba en mi habitación, me acerqué a la ventana y bajé la mirada a la playa. Paula todavía se encontraba allí. Pero no miraba las olas en esta ocasión. Miraba hacia la casa. ¿Qué pensaba? ¿La asusté completamente? ¿O esperaba a que yo cambiara de opinión y volvería? Extendí la mano y toqué el frío cristal con la palma y la observé.


Parecía como interminable y no suficiente tiempo antes de que ella regresara a la casa.


Esa noche, soñé con ella por primera vez. Imágenes vívidas de ella debajo de mí.


Sus dos largas piernas envueltas alrededor de mí, y su cabeza echada hacia atrás cuando la llevé a la liberación que ambos sentíamos.


Estaba tan jodido.

3 comentarios:

  1. Me encanta la novela!!! Divinos los caps

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  2. Muy buenos capítulos! Me gusta leer la historia así, aunq sé de qué se trata, pareciera que la leo por primera vez!

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