martes, 7 de enero de 2014
CAPITULO 99
Paula
Entré en la cocina para ver a Luca Alfonso fritando tocino y silbando la melodía de uno de los hits de Slacker Demon. No pude evitar la sonrisa que apareció en mi cara. Volteó su cabeza y su mirada se encontró con la mía. La expresión en su rostro era una que nunca había esperado ver en una estrella de rock famosa. Me recordaba a un padre.
—Buenos días, cariño. Te estoy haciendo a ti y a ese pequeño nieto mío algo de desayuno. Tuve ayuda, pero me temo que le dije a Pedro algo que no sabía y lo sorprendió un poco. Salió a hacer una llamada telefónica.
Volverá en unos pocos minutos —dijo mientras cocinaba el tocino y ponía cada rebanada en un papel de cocina sobre un plato.
Miré a las ventanas detrás de él para ver a Pedro hablando por teléfono atentamente. —¿Qué le contaste? —pregunté, interrogándome si debería ir a ver como estaba.
—Federico y Daniela han estado en algo por un tiempo. Daniela finalmente arruinó las cosas por última vez y se acabó. Pedro no sabía nada sobre eso.
Mi boca calló abierta mientras sus palabras se hundían. ¿Daniela y Federico? ¿En serio?
—Me sorprendió como el infierno a mí también. No pensé que ese chico fuera estúpido. Supongo que aprendió de la manera difícil que no porque sea bonita significa que brilla.
Miré afuera a Pedro. Él estaba de pie y dejando caer su teléfono en el bolsillo.
Me pregunté si había llamado a Daniela o a Federico.
—¿Por qué no tomas asiento y me dejas prepararte un plato? ¿Te gusta el jugo de naranja, la leche o ambos? El bebé probablemente necesite un poco de ambos.
Volví mi atención de regreso hacia Luca mientras él estaba de pie sosteniendo un plato con tocino, huevos y waffles en él. ¿Había cocinado todo eso para mí?
—Guau, luce delicioso —respondí.
—Lo es. Hice un desayuno asesino. Ahora ve a sentarte y déjame alimentarte.
Mordí mi labio inferior para evitar sonreír como una idiota y tomé un asiento en la mesa. Pedro abrió la puerta y entró otra vez justo en el momento en que su padre ponía un plato frente a mí.
—No te preocupes por tu bonita prometida. Lo tengo todo arreglado.
Pedro sonrió con suficiencia a su padre y luego se dirigió a mí. Se inclinó y me besó en la cima de la cabeza. —Luces hermosa —susurró.
—¿Estás bien? —pregunté, incapaz de contener mi preocupación.
Necesitaba saber que no estaba molesto por Federico y Daniela.
—Sí, estoy bien. Creo que Federico entró en razón y todo va a estar bien.
Fruncí el ceño. ¿Federico entró en razón? ¿Qué quería decir?
—Hablaremos de eso más tarde. Come —dijo con un guiño y se acercó a prepararse él mismo un plato.
Luca puso un vaso de jugo de naranja y uno de leche frente a mí, y luego tomó asiento a mi izquierda.
Estaba sosteniendo una taza grande de café en sus
manos, pero eso era todo.
—¿No vas a comer? —pregunté mientras él tomaba de la humeante taza.
Sacudió su cabeza. —No. Sólo bebo en el desayuno.
Pedro puso su plato al otro lado de mí. Lo había llenado con todo lo que sobraba. Al parecer, tenía hambre.
—Lo siento, no pude ayudarte a terminar, pero gracias por cocinar.
—Me alegra haberlo hecho. Ha pasado bastante tiempo desde que te preparé el desayuno —respondió Luca.
Me gustaba ver a Pedro con su padre. Parecían normales. Estaba llegando a ser parte de su familia de esta manera. Dudaba que alguna vez pudiera obtener esta oportunidad con su madre y su hermana, pero su padre parecía aceptarme.
—Ahora que sé que puedes cocinar, voy a tomarte como voluntario para ayudarme con la cena de Acción de Gracias —le informé a Luca.
Él sonrió. —Me encantaría. Han pasado años desde que he tenido una de esas, también. Tengo muchas ganas de pasarlo con ustedes dos.
La sonrisa de satisfacción en el rostro de Pedro me hizo poner cálida. —Iré a la tienda de comestibles hoy a comprar el resto de nuestros suministros.
—Iré contigo —replicó Pedro.
—No, te quedarás aquí con tu padre. Podrían ir a jugar un partido de golf o algo. Puedo coger lo que necesitamos sola. Además, creo que Isabel quiere compañía. Va a hacer la cazuela de maíz y pastel de calabaza para mañana.
—Me niego al puto golf. Pero pasar el día poniéndonos al tanto suena bien.
Podríamos ir a Destin y ver la nueva película de James Bond. He estado esperando para verla. Incluso te llevaré a almorzar.
Podía decir por la mirada en el rostro de Pedro que no quería ir y sabía que sólo era porque odiaba estar tan lejos de mí. Me estiré y apreté su mano con fuerza.
—Eso suena divertido. Vayan a hacer eso, y yo voy a tener tiempo para estar con Isa.
Pedro asintió, pero me di cuenta que no había querido ceder. Tomé un bocado de mis huevos y sonreí más a Luca. —Son tan buenos. Gracias.
Él me sonrió. Me alegré de que estuviera aquí. Estas fiestas no estarían completas sin nuestros padres.
***
—Por favor, Paula. Te lo estoy rogando, por favor. —Isa se paró frente a mí rebotando en sus pies con sus manos entrelazadas delante de ella como si estuviera rezando. La mirada suplicante en sus ojos casi me hizo reír.
—¿No creciste aquí? ¿Cómo es que nunca has conocido a Luca antes? —le pregunté mientras tomaba una bolsa de papel de la parte trasera del Range Rover.
—Soy una persona pobre. ¡Lo sabes! Yo trabajo para los ricos, no me relaciono con ellos. Vamos, sé que lo veré mañana, pero quiero conocerlo ahora.
Mientras Jose no está aquí para verme desmayar.
Hice ruido de arcadas. —Él es demasiado viejo para provocar eso. ¡Qué asco!
—Estás bromeando, ¿verdad? La última novia de Luca Alfonso tenía veintiuno. Alguien como él nunca es demasiado viejo para eso.
No estaba de acuerdo. Luca estaba cerca de los cincuenta años. Tenía que estarlo. ¿Por qué estaba saliendo con alguien más joven que su hijo? Era repugnante.
—¿Planeas dejar a Jose para convertirte en una muesca en la cama de Luca? —bromeé y me dirigí a la puerta de entrada de la casa de playa.
—Por supuesto que no. Sólo quiero… —Ella se detuvo y cogió una bolsa, luego subió por las escaleras detrás de mí—. Sólo quiero conocerlo. Ver esos ojos y respirar su mismo aire.
Esta vez me reí. No pude evitarlo. Me hacía descostillar de la risa. —Es un tipo normal. También es el padre de Pedro y dudo que Pedro quiera que vengas a la casa actuando como una completa y total fanática. Así que tienes que calmarte antes de la cena de Acción de Gracias. No es un lugar para que puedas desmayarte sobre mi futuro suegro.
—Es una locura. Lo sabes, ¿verdad? ¡Malditamente loco! Tener a Luca jodido Alfonso como suegro. Las mujeres de todo el mundo quieren follarse al hombre. Tú vas a ser su familia.
Me encogí y abrí la puerta de la casa. A veces Isabel podía ser demasiado.
Esta era una de esas veces. —Vamos a descargar las provisiones y hablar del menú de mañana. Entonces puedo decirle todo acerca de cómo me voy este fin de
semana a Los Ángeles con Pedro y su padre. Daniela está causando problemas con Mateo.
Isabel se apresuró a entrar después de mí.
—¿Te vas? ¿Este fin de semana?
¡No puedes dejarme! ¡Ni siquiera por Luca! ¡No!
Por lo menos saqué de su cabeza lo de follarse a Luca. Puse mi bolso sobre el mostrador y me volví para mirarla.
—Pedro necesita ir, así que me voy con él.
Además, si no voy, no creo que él lo haga. Su padre le pidió ayuda con el problema de Daniela.
Isabel puso mala cara y se sentó en el taburete frente a mí. —Esto es una mierda. No quiero que te vayas.
Cuanto más pensaba en ello, tampoco quería irme yo. Pero no iba a dejar ir a Pedro sin mí. Lo echaría de menos como una loca. Esta también sería una oportunidad para llegar a conocer a su padre. Estábamos a punto de tener nuestra
propia familia y quería que su padre fuera parte de eso.
No había oído de mi padre desde que vino a decirme que no era el padre de Daniela. Me había llamado una semana después de que se fue para decirme que se dirigía a los Cayos de la Florida para encontrar un bote y vivir en él. Quería estar solo. También me dijo que me amaba.
Traté de no pensar más en mi padre. Sólo me hacía estar triste. Debería haberle dicho que lo quería, pero no lo hice. Lo dejé ir.
Ahora, pensando en las fiestas sin él, me sentía triste. Había encontrado mi casa, pero él había perdido la suya.
—¿Has oído algo de lo que dije? —preguntó Isabel irrumpiendo mis pensamientos.
Levanté la mirada hacia ella. —Lo siento. Estaba pensando en mi padre, — admití. Entonces agarré la lata de judías verdes y empecé a guardar.
—Oh. ¿Estás pensando en invitarlo?
Era demasiado tarde ahora. No estaba segura si Pedro estaría bien con eso si lo hiciera. No habíamos discutido mucho sobre mi padre. Sacudí la cabeza y me volví para agarrar la caja de azúcar en polvo.
—No. Sólo pensaba en él en general.
Me preguntaba qué estará haciendo —contesté.
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