miércoles, 15 de enero de 2014
CAPITULO 118
Pedro
Necesitaba llegar a Paula.
Necesitaba abrazarla y asegurarme de que no la había perdido y que ella y el bebé estaban bien.
Luego la convencería de ir a casa y que se casara conmigo inmediatamente.
No quería esperar más. No debería haber esperado tanto tiempo.
Mi avión aterrizó treinta minutos antes de lo programado. Habíamos salido antes de lo planeado. No quería esperar hasta el momento en el que le había dicho que llegaría y no quería que viniera al aeropuerto. Cogí un taxi y le dije que me llevara al puerto deportivo. Iba a encontrar el bote de Miguel yo mismo. Key West no era un lugar muy grande.
La encontraría antes de que ella se marchara.
Caminando hacia el muelle, fui por las filas de barcos atracados, buscando alguna señal de Paula o Miguel.
La había llamado, pero había ido directamente al buzón de voz.
Había barcos de vela, de pesca, e incluso casas flotantes atracadas en ese lugar. Varios de ellos tenían personas viviendo a bordo. Estaba cerca del final cuando vi a un hombre de pie cerca de la parte atrás de su bote. Tenía los brazos cruzados sobre su desnudo pecho mientras miraba por encima del bote junto a él.
Empecé a preguntarle si sabía dónde estaba el bote de Miguel Chaves cuando seguí su mirada.
Largo cabello rubio caía por su espalda y se movía descuidadamente con el viento. El familiar vestido que llevaba era uno de sus favoritos últimamente, ya que era una de las pocas cosas que aún le quedaban. El pequeño estómago que se le había desarrollado durante las últimas semanas estaba ocupando más espacio y la longitud de él era más corto de lo que yo preferiría. Asimilando su costado, sentí todo de nuevo… hasta que me di cuenta de que era lo que el hombre sin camisa estaba mirando.
Ella no se había dado cuenta porque estaba de espaldas y estaba observando la cristalina y azulada agua mientras el sol poniente encendía una diversidad de colores. Pero yo sí lo vi.
Mi cavernícola interior quería ir a su bote y lanzar su culo al agua. Sin embargo, no podía hacerlo. Tan cabreado como estaba de que estuviera mirando lo que era mío, entendí por qué lo hacía. Era impresionante.Quería detenerme y mirarla, también.
Tomé la otra ruta cavernícola, dirigiéndome directamente hacia el bote de su padre y salté dentro, tirándola a mis brazos antes de que pudiese girarse para ver quién era.
—Pedro —dijo con un suspiro de satisfacción y el cavernícola se sintió como si estuviera golpeando su pecho. Sabía que era yo. Me encantó eso. Enterré mi nariz en el hueco de su cuello y respiré profundamente. Olía tan condenadamente bien. Hoy su dulce olor estaba mezclado con el mar. Quería desnudarla y averiguar si también olía en todas partes como el mar.
Puse mis manos sobre su estómago sólo para recordarme a mí mismo que nuestro bebé estaba todavía bien. Estaba sano y Paula estaba bien. Cada vez que pensaba en ella sangrando y con calambres, mi corazón se sentía como si se hubiese detenido. Básicamente la había abandonado en los últimos días, tratando de tener bajo control a Daniela así podía irme. Mis últimas palabras a Paula habían sido duras y eso era todo lo que había podido pensar cuando supe que se había ido. ¿Mis palabras le habían provocado los calambres? No la merecía, pero no la dejaría ir.
—Lo siento. Dios, Paula, estoy tan malditamente arrepentido. Te amo. Nunca va a suceder de nuevo —le prometí, incluso aunque las palabras sonaban familiares a mis oídos. Hice una mueca, dándome cuenta que había dicho esto antes. Nunca debí haber ido a Los Ángeles.
—Te amo —respondió ella simplemente.
—Yo también te amo —le contesté, sosteniéndola mientras estábamos de pie allí, observando la puesta de sol en el agua.
Cuando el anochecer nos rodeó finalmente, me incliné hacia su oído. —¿Hay un hotel en el que podamos dormir esta noche? Te necesito y no seré silencioso.
Paula se dio la vuelta en mis brazos y deslizó sus brazos alrededor de mi cintura. Sus verdes ojos brillaban con diversión. —Puedo ser silenciosa — respondió.
Extendí mi mano y metí un mechón de su cabello detrás de su oreja, luego tracé la línea de su mandíbula antes de sentir su suave labio inferior.
—Yo no.
Una sonrisa de satisfacción alzó las esquinas de su boca y se puso de puntillas para presionar un beso en mi boca.
—Puedes susurrar tus obscenas palabras en mi oído —contestó.
Tiré de su labio inferior en mi boca y lo chupé antes de meter mi lengua dentro de su boca para saborearla.
Se aferró a mis brazos y gimió suavemente, moviéndose hacia mí. Joder, no había ninguna manera de que fuese silencioso esta noche.
—A menos que quieras que tu padre me oiga gemir por el dulce sabor de tu coño y gritar tu nombre cuando me venga dentro de ti, entonces necesitamos un maldito hotel.
Paula presionó su cuerpo al mío y otro gemido escapó de ella.
—Dios, Pedro.Te juro que si sigues hablando así voy a tener un orgasmo aquí.
Ahuequé su culo y la alcé contra mí antes de cubrir su boca con la mía de nuevo. Si estaba hinchada y encendida por esas palabras como para correrse,entonces lo haría.
Una fuerte tos hizo que Paula se congelase en mis brazos, luego se volvió lentamente y miró por encima de mi hombro. Se sonrojó e inclinó su cabeza en mi pecho. El hecho de que estuviese escondiéndose en mí fue lo único que evitó que me volviera loco. No me gustaba la idea de que la avergonzara el que él nos viera juntos.
Eché un vistazo por encima de mi hombro para ver al tipo que la había estado observando cuando me acerqué. Tener a Paula en mis brazos nuevamente me había hecho olvidar todo lo que nos rodeaba. No es que hubiera importado.
Quería que supiera que ella era mía. Quería que todos lo supieran.
—Pensé que podrían querer conseguir una habitación —dijo el tipo,sonriendo mientras encendía un cigarrillo.
—Estamos realmente bien. Tal vez necesitas mirar hacia otro sitio —respondí. Me aseguré de que la advertencia estuviese en mi voz.
Él se rió y soltó una bocanada de humo.
—Ver la puesta de sol es lo mío. Es una lástima que un hombre no pueda ver algo tan hermoso desde su propio bote.
El parpadeo en sus ojos mientras miraba a Paula en mis brazos hizo que mi sangre hirviera. Paula debió haber sentido cómo me tensaba porque instantáneamente se pegó a mí y presionó un beso en mi pecho.
—Entremos.Quiero un poco de tiempo a solas contigo —dijo, lo suficientemente alto como para que sólo yo escuchara.
La miré nuevamente y me relajé. Era mía. Necesitaba calmarme de una puta vez. —Muéstrame el camino.
Paula agarró mis brazos y me llevó a la pequeña cocina. Podía ver la puerta que conducía hacia el bote y la idea de esconderme allí con ella era demasiado jodidamente atractiva.
—¿Cuánto tiempo falta para que tu padre llegue? —le
pregunté, caminando detrás de ella hacia las escaleras.
—No estoy segura —respondió con una risita.
—¿Esa habitación tiene una puerta con cerradura?
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