lunes, 13 de enero de 2014
CAPITULO 114
Pedro
En el momento en que llegué a la habitación de Daniela, ya estaba enojado. Había dejado mal a Paula y todo era la maldita culpa de Daniela. Si no fuera tan condenadamente egoísta, yo ni siquiera estaría aquí.
Necesitaba decirle que tenía que madurar y hacerle frente a las cosas. Estaba harto. No podía seguir haciéndolo. Ella tenía que resolver esto. Yo era su soporte.
Llamé a la puerta de su habitación de hotel y esperé. Había hablado con el portero y Daniela había regresado hace unos quince minutos, así que sabía que estaba aquí. Esperé unos minutos y luego volví a llamar y nada ocurrió. Más juegos
malditos.
Empecé a golpear la puerta más fuerte. —Daniela, abre la puerta. —dije en voz alta.
Un botones se detuvo cuando me vio golpear a la puerta de Daniela. —Mi hermana está aquí y no contesta. Estoy preocupado por ella. —Mentí—. ¿Podría abrir la puerta?
El hombre todavía no parecía muy seguro de mí. Podía decir por la mirada en su rostro que estaba cerca de llamar a seguridad. A Daniela le encantaría eso.
Alcancé mi bolsillo trasero y saque la billetera. —Verifique mi licencia. Soy Pedro Alfonso. Mi hermana Daniela está en esa habitación. Tenerme afuera es realmente una mala idea.
—Sí, señor. —Respondió el botones. Había reconocido mi apellido. En Los Ángeles pasaba mucho más de lo que lo hacía en Florida.
Abrió la puerta y yo entré a la suite, a punto de gritarle a Daniela por ser una niña cuando vi su cuerpo desplomado en el sofá. Yacía allí en una posición poco natural. Corrí hacia ella y le busqué el pulso para encontrarlo, lo sentí débil contra mis dedos. Quería llorar de alivio. —Necesito paramédicos, AHORA —rugí mientras el botones se quedaba parado en la enorme puerta de Daniela.
—Sí, señor —respondió y tomó el teléfono de su cintura y empezó a decirle a cualquiera que estuviera en el otro extremo exactamente lo que estaba pasando.
—¿Qué hiciste, Daniela? —pregunté mientras mi corazón golpeaba dolorosamente contra mi pecho. Tenía la garganta apretada y no podía conseguir respirar profundamente.
No le había creído. Había pensado que estaba tratando de
llamar la atención. Me había vuelto como todos los demás en su vida. La había ignorado. Era un hermano horrible.
La abracé contra mi pecho cuando mi teléfono vibró en mi bolsillo. Lo saqué, vi el nombre de Carolina en la pantalla y lo arrojé a un lado. No estaba de humor para hablar con Caro. Ella era parte de lo que atormentaba a Daniela.
No tenía nada que decirle en este momento. La mecí en mis brazos suavemente. Esto era culpa de Mateo. Pagaría por ello.
Si algo le pasaba, pagaría por ello. —Te tengo, Dani. No te voy a dejar, pero no puedes irte —le susurré mientras esperábamos para obtener ayuda.
Se sintió como una eternidad antes de que oyera pies golpeando en el pasillo y al portero al decir—: Aquí.
Tres paramédicos llegaron corriendo a la habitación y les entregué a Daniela.
Comenzaron a revisar sus signos vitales mientras estaba allí y observé impotente.
Oí el timbre de mi celular desde donde lo tiré en el suelo. Debía tomarlo.
—Ella ha tomado algo. ¿Sabe lo que es? —me preguntó uno de los hombres.
—No, acabo de llegar —le contesté, paralizado. Tenía una sobredosis.Mierda. Corrí al baño y encontré dos frascos de medicamentos vacíos en el fregadero.
Demasiados analgésicos—. ¡JODER! —rugí. Un paramédico llegó a mi lado, sacándome las botellas.
—Tenemos que hacerle un lavado de estómago. ¿Es usted de la familia? — preguntó.
—Hermano —me las arreglé para decir.
—Está bien. Vamos a sacarla de aquí. Puede irse en la ambulancia —respondió.
Vi en un aturdimiento de incredulidad cómo ponían el cuerpo inerte de Daniela en una camilla y empezaban a sacarla de la habitación.
La seguí. Mi teléfono sonó a la distancia, pero lo dejé. En este momento, tenía que salvar a mi hermana.
***
Seis horas más tarde, me senté junto a la cama de Daniela en el hospital. No había despertado todavía, pero los médicos dijeron que creían que tendría una recuperación completa. Al parecer, la había encontrado a tiempo. Acababa de perder el conocimiento por las píldoras cuando había llegado.
No tenía mi teléfono y tenía que llamar a Paula. Estaría preocupada por mí, a estas alturas. No había estado listo para hablar con ella por el momento. Esto no era culpa de Paula, pero yo estaba demasiado sensible como para hablar con alguien. Necesitaba que me dijeran que Daniela viviría antes de que pudiera pensar en nada ni nadie más. Ahora, me sentía culpable por no llamar a Paula.
Dejar mi teléfono en el hotel de Daniela no había sido inteligente. Sólo había estado en un estado de shock y nada tenía sentido en ese momento. Iba a tomar a Daniela para ayudarla y luego iría por Paula para llevarla fuera de L.A, de nuevo a Rosemary. Tenía que llamar a mi madre. Ella debería estar lidiando con esto. No yo.
Mateo no iba a hacer nada al respecto.Daniela quería algo que nunca tendría. Era hora de que lo dejara ir. Una enfermera abrió la puerta y caminó hacia mí. La miré y decidí que era el momento que dejara de tratar de ser todo para Daniela porque me estaba absorbiendo.
—Tengo que hablar con el médico. Cuando esté lista, la quiero admitida en un centro que le pueda ayudar a conseguir un control sobre las cosas. Necesita ayuda que yo no le puedo dar —dije en voz alta por primera vez en mi vida.
Estaba admitiendo que le había fallado a mi hermanita. En lugar de sentirme culpable, sentí una enorme liberación de la carga sobre mis hombros.
—El doctor Jones estará aquí en breve. Querrá admitirla, también. Necesita ayuda, me alegro de que esté de acuerdo.
Eso siempre hace que estas cosas sean más fáciles.
Nada de esto sería fácil, pero era lo mejor para todos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
espero que pau este bien pepe hiso mal en no atender , besos espero el siguiente
ResponderEliminarMuy buenos los 2 caps, pero ya quiero que PP se ocupe de Pau un poco + en serio, siempre le promete que va a estar y en los peores momentos le surge algo nuevo.
ResponderEliminar