sábado, 11 de enero de 2014

CAPITULO 110




Pedro

Daniela era un desastre sollozante. Por más mala que era, mi corazón se rompía por ella. Todavía era mi hermana pequeña, le habían hecho tanto daño. Ambos padres. Había intentado toda mi vida ser la persona con la que pudiera contar, pero no había sido suficiente. Necesitaba sentirse amada y aceptada por uno de sus pésimos padres, siempre llenos de excusas.
—Ella me odia. —Daniela sorbió por la nariz, hipando—. 
Me hizo quedar como una tonta justo enfrente de Mateo. Ni siquiera le importa que esté buscando una manera de que él me quiera.
Estaba seguro de que Daniela había empujado a Paula a decir las cosas que había dicho, pero no señalé eso. Justo ahora, después de una hora, conseguía que Daniela se calmara lo suficiente para hablar conmigo. Necesitaba a alguien ahora mismo y estaba bastante seguro de que yo era la única persona en el planeta a la que le importaban sus problemas.
—Sé que la amas, pero es mezquina. Es fría y cruel. ¿Recuerdas cuando me apuntó con un arma? —Daniela sollozó y se limpió la cara empapada de lágrimas.
—Eso fue un poco diferente. Mamá y Miguel acababan de destruir su mundo. Estaba enfadada y tú estabas burlándote de ella.
Daniela dejó salir una risa dura. —Siempre vas a ponerte de su parte. Incluso si se burla de mí y de mi necesidad de tener un padre que me quiera allí mismo, delante de todos. Enfrente de Carolina. Luca. Mateo. No se preocupa por mis
sentimientos.
Paula estaba embarazada y le costaba más controlar sus emociones. Sin embargo, necesitaba hablar con ella acerca de estar tranquila entorno a Daniela.
Cuanto antes consiguiera que ella y Mateo estuvieran en buenos términos, más pronto nos podríamos marchar. No me gustaba tener que hacer malabares entre Paula y mi hermana. Era demasiado.
—Ella no debería haber dicho lo que dijo. Sin embargo, tú tampoco deberías haberle dicho nada a ella.
—Sólo estaba recordándole que tú también me amas. Me estaba mirando con odio.
Paula tenía muchas razones para odiar a Daniela. Sabía eso. Sólo deseaba que aprendiera a dejarlo ir. Cuando había insistido en venir aquí, había pensado que era su forma de perdonar a Daniela. Parecía que estaba equivocado.
—Yo trataré con Paula. Esto no sucederá otra vez. Pero tienes que empezar a encontrar formas de dejar ir esta amargura, Dani. No puedo ayudarte si sigues actuando de esta manera frente a Mateo. Él está acostumbrado a tratar con Carolina. No contigo. Caro es tranquila y cuida de sí misma. Eso es todo lo que Mateo soportará, y estoy seguro de que de niña, adivinó eso rápido. Tienes que darte cuenta que Mateo no te aceptará por ti. Es mimado y egoísta. Es una leyenda. La gente le adora y se nutre de ello.
—Odio mi vida. Yo… a veces pienso que sería más fácil para todos si simplemente termino con ella.
Sentí un fuerte dolor en mi pecho, y extendí una mano y tiré de ella hacia mis brazos. —No puedes hacer eso porque te amo. Te quiero alrededor. Necesitas un cambio para encontrar la felicidad, Daniela. No te hagas esto a ti misma. Y nunca, y quiero decir NUNCA, digas algo así de nuevo.
Asintió contra mi pecho y empezó a llorar suavemente. Me pregunté si mi herida hermana nunca sanaría.


***


Pasaron varias horas más antes de que volviera a la casa. Daniela estaba en su hotel. Se negó a quedarse con Mateo y Caro. Le había escrito mensajes a Paula dos veces y no había oído nada de ella. Estaba preocupado. Seguí diciéndome a mí mismo que estaba dormida.
Corrí a nuestra habitación y abrí la puerta para encontrarla acurrucada en la cama, dormida. Todavía llevaba su vestido y parecía tener frío. Caminé hacia ella y empecé a desvestirla con delicadeza. No quería despertarla, pero tampoco quería que estuviera incómoda mientras dormía.
Una vez que la desnudé, retiré las mantas y la metí dentro. No podía creer que le hubiera dicho algo hiriente a Daniela. Pero Dani había sido firme respecto a que Paula había arremetido contra ella. Probablemente eran las hormonas del embarazo. Me incliné y besé la cabeza de Paula antes de levantarme y dirigirme a la ducha. Ni siquiera habíamos estado aquí durante un día y ya estaba estresado y listo para irme.


***


Los golpes en la puerta comenzaron justo después de que mi cabeza tocara la almohada. O al menos se sintió de esa forma. Paula se agitó en mis brazos y me di cuenta del sol que entraba por las ventanas. Tal vez sí había conseguido dormir algo.
—¿Quién es? —preguntó Paula en un susurro somnoliento.
No lo sabía, pero no quería que Paula se despertara de esta manera. Sabía que se había quedado hasta tarde esperando por mí. —No estoy seguro. Quédate
aquí —respondí y la besé en la frente antes de salir de la cama y ponerme mis pantalones vaqueros desechados.
Abrí la puerta de la habitación de un tirón para encontrar a mi padre con aspecto de tener resaca y estar enfadado. 
—Tienes mierda con la que tratar. Lo que sea que le dijiste ayer a Daniela, no ayudó. Su culo se va a mudar aquí —gruñó Luca.
Ese era un paso en la dirección correcta. Ella necesitaba una oportunidad de acostumbrarse a Mateo. Esto sería bueno para ambos. —Entonces mi charla ayudó.Es hora de que Mateo la acepte y recupere el tiempo perdido.
Luca dejó salir una risa dura. —Eso no sucederá, Pedro. Estás haciendo que se haga falsas esperanzas si eso es lo que le estás diciendo. Mateo es Mateo. No es una maldita figura paterna y eso es lo que ella quiere.
Tal vez. Pero al menos tenía que ayudarla a intentarlo.
—Simplemente ve abajo y ayuda antes de que todo el infierno se desate — dijo Luca antes de darse la vuelta y marcharse.
Cerré la puerta antes de volver junto a Paula. Estaba sentada en la cama con su cabello desordenado por el sueño y la sábana frente a su pecho desnudo. 
Lo que realmente quería era volver a meterme en la cama con ella y olvidar toda esta mierda con Daniela.
—Lo siento —le dije mientras caminaba de regreso a la cama. Frunció el ceño. —¿Cuándo volviste anoche?
—Tarde. Daniela fue difícil.
Paula asintió con rigidez y luego dejo caer su mirada de la mía. Me acerqué a su lado de la cama y me senté junto a ella, luego deslicé un dedo bajo su barbilla y le levanté la cabeza para que me mirara. 
—Oye, ¿qué pasa? Dejó escapar un profundo suspiro de cansancio. —Podrías haber llamado. Esperé por tu llamada. Me quedé dormida preocupándome por ti.
—Llamé —le aseguré—. No respondiste.
Paula alcanzó su teléfono y lo miró. —Me llamaste después de las once. Me había quedado dormida para esa hora. Quiero decir que podrías haber llamado antes que eso.
Tenía razón. Debería haberlo hecho. Malditos Daniela y Mateo. No iba a poner a Paula en segundo lugar de nuevo. Había jurado que ella venía primero y lo decía en serio. Sin embargo, ayer por la noche, la decepcioné.

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