CAPITULO 15
Abriendo mis ojos, parpadeé al brillante sol y cubrí mis ojos para ver a Pedro sentado a mi lado. Sus ojos estudiándome. Cualquier calor o el humor en su voz pude haberlo imaginado, porque él estaba molesto.
—Estás usando bloqueador solar, ¿o no?
Me las arreglé para asentir y luego sentarme.
—Bien. Odiaría ver que esa suave y cremosa piel se tornara rosa.
Él pensaba que mi piel era suave y cremosa. Sonó como un cumplido, pero no estaba segura de si dar las gracias fuera lo más apropiado.
—Yo, uh, me puse un poco antes de venir aquí.
Continuó mirándome. Luché con la urgencia de tomar mi camiseta y deslizarla sobre mi biquini. Yo no tenía el tipo de cuerpo de las chicas con las que él salía. No me gustaba sentirme como si me estuviera comparando.
—¿No te toca trabajar hoy? —preguntó.
Negué con mi cabeza. —Es mi día libre.
—¿Cómo va el trabajo?
Él estaba siendo amable, un poco. Al menos no me evitaba. Tan tonto como parecía, yo quería su atención. Había un magnetismo con él que no podía explicar.
Cuanto más mantenía la distancia, yo quería estar más cerca. Ladeó su cabeza y arqueó una ceja como si estuviera esperando que yo dijera algo.
Oh, esperen. Me había hecho una pregunta. Maldición, esos ojos plateados suyos. Era difícil concentrarse. —Um, ¿Qué? —Le pregunté, sintiendo mi rostro calentarse. Se rió. —¿Cómo te está yendo en el trabajo? —preguntó suavemente.
Tenía que dejar de ponerme en ridículo cerca de él. Enderecé mis hombros.
—Va bien. Me gusta.
Pedro sonrió con suficiencia y miró por encima del agua. —Apuesto a que sí.
Me detuve y pensé sobre ese comentario y luego pregunté—: ¿Qué se supones que significa eso?
Pedro dejó que su mirada siguiera la Vista abajo por mi cuerpo y luego subió.
Lamenté no ponerme de nuevo mi camiseta.
—Sabes cómo te ves, Paula. Por no mencionar tu maldita sonrisa dulce. Los golfistas te están dando buenas propinas.
Tenía razón sobre las propinas. También él me incomodaba con su mirada sobre mí. Yo quería que le gustará mirarme, pero también me aterrorizada cuando lo hacía. ¿Qué si lo hacía cambiar de opinión acerca de mantener su distancia?
¿Podía seguirle el ritmo?
Nos sentamos en silencio durante un rato mientras él mantenía su mirada fija al frente. Noté que pensando acerca de algo. Su mandíbula estaba apretada y había una línea arrugándose en su frente. Volví a pensar todo lo que yo había dicho. No podía pensar en algo que pudiera haberlo molestado.
—¿Cuánto hace que tu mamá murió? —preguntó, volviendo su mirada hacia mí.
No quería hablar acerca de mi mamá. No con él. Sin embargo, respondí ignorando que su pregunta era ruda. —Hace treinta y seis días.
Su mandíbula se apretó como si estuviera enojado por algo y su ceño se hizo más profundo.
—¿Tu papá sabía que ella estaba enferma?
Otra pregunta que no quería responder.
—Sí. Él sabía. Además, lo llamé el día en que ella murió. No me respondió. Le dejé un mensaje. —El hecho de que
nunca me devolvió la llamada me dolía mucho de admitir.
—¿Lo odias? —preguntó Pedro
Quería odiarlo. Solo había causado dolor en mi vida desde el día que mi hermana murió. Pero era difícil. Él era la única familia que tenía. —A veces —respondí.
Pedro asintió y extendió la mano y enganchó su dedo meñique con el mío.
No dijo nada, pero no tenía que hacerlo. Esa pequeña conexión decía demasiado.
Quizás yo no conocía a Pedro bien, pero él estaba metiéndose bajo mi piel.
—Habrá una fiesta esta noche. Es de Dani, el cumpleaños de mi hermana. Siempre le doy una fiesta. Puede que no sea tu lugar pero estas invitada a asistir si así lo quieres.
¿Su hermana? ¿Él tenía una hermana? Pensé que era hijo único. ¿No era Dani la chica que había sido tan grosera la noche que llegue?
—¿Tienes una hermana?
Pedro se encogió de hombros. —Sí.
¿Por qué Federico dijo que él era un hijo único? Esperé a que me lo explicara,pero no dio más detalles. Así que me decidí a preguntar.
—Federico dijo que eras hijo único.
Pedro se tensó. Luego sacudió su cabeza mientras su dedo dejaba el mío y se volvió para mirar el agua. —Federico no debería contarte mis asuntos. No importa que tan condenadamente mal quiera entrar en tus bragas —Pedro se puso de pie y no me miró, y se dirigió hacia la casa.
Algo sobre Pedro estaba fuera de mis límites. No tenía idea que era, pero estaba definitivamente fuera de estos. No debí haber sido tan entrometida. Me puse de pie y me dirigí hacia el agua. Estaba caliente y necesitaba algo que sacara
de mi mente a Pedro. Cada vez que dejaba que mi guardia bajara un poco cerca de él, me recordaba porque necesitaba mantenerme firme en mi lugar. El tipo era
extraño. Sexy, esplendido y delicioso pero extraño.
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