miércoles, 25 de diciembre de 2013

CAPITULO 71





Paula

Qué pasa conmigo? Volví a la habitación de Isabel y cerré la puerta.
Necesitaba un minuto para calmarme. Había estado lista para suplicarle a Pedro que me follara allí mismo. Era por ese estúpido sueño. De acuerdo, quizás el sueño de anoche no fue estúpido, pero si fue extremadamente intenso. Recordarlo me hacía apretar mis piernas.
¿Por qué hacía esto ahora? Los sueños sexuales eran algo que podía controlar antes, pero ahora eran potentes y tan reales que básicamente me venía en mi cama. Era una locura. Ni una sola vez en Sumit estuve tan excitada. Pero
también Pedro no había estado en Sumit.
Me dejé caer sobre el colchón de Isa que ya había desmontado por la mudanza. Tenía que calmarme cuando él estuviera cerca de mí. Incluso cuando no había hecho un movimiento, yo ya estaba jadeando salvajemente esperando que sus dedos tocaran mi mano. Qué vergüenza. Mirarlo después de esto iba a ser difícil.
La puerta se abrió e Isabel entró con una pequeña sonrisa en su rostro. ¿Por qué sonreía ahora? Ella se había abalanzado sobre mí cuando me pilló.
—Tus hormonas de embarazada están haciendo efecto —dijo después de que la puerta estuviera firmemente cerrada detrás de ella.
—¿Qué? —pregunté confundida.
Isa ladeó su cabeza hacia un lado. —¿No has leído alguno de esos folletos que el doctor te envió? Estoy segura que uno de ellos te habla sobre esto.
Aún estaba confundida. —¿Sobre el hecho de que no puedo controlarme cerca de Pedro?
Isa se encogió de hombros. —Sí. Supongo que él ha sido el único para ti.
Pero te excitas cuando te embarazas, Paula. Sé eso porque mi primo solía hacer bromas sobre su esposa cuando ella estaba embarazada. Decía que tenía dificultades siguiéndole el ritmo y todo.
¿Excitar? ¿El embarazo estaba haciéndome excitar? Simplemente genial.
—Probablemente sólo va a ser un problema con Pedro. Me imagino que es la única persona que te atrae y quieres de esa forma. Así que sólo va a ser más intenso cerca de él. Tal vez deberías decirle y disfrutar eso. No tengo duda alguna
de que él ayudaría.
No podía decirle. Aún no. No estaba lista y tampoco lo estaba él. Daniela  estaría furiosa y yo no podría manejar a Dani justo ahora. Además, Pedro elegiría a Daniela y
no podría manejar tampoco eso otra vez.
—No. Él no necesita saberlo. No en este momento. Estaré bien.
Isa se encogió de hombros. —Bien. Esa era mi opinión. No quieres decirle, entonces no lo hagas. Pero cuando confieses y lo folles hasta dejarlo descerebrado, ¿podrías no hacerlo en público? —preguntó con una sonrisa de
suficiencia, luego abrió la puerta y salió de nuevo.
—¡Necesitan envolverlo en una sábana primero! Van a arruinar mi cojín — gritó Isabel a los chicos.
No podía enfrentarlo. Él no sabía sobre esto. Actuaría como si nada sucediera. Además necesitaba ayudar a hacer algo. Podía terminar de empacar la cocina.


***


Pedro estaba observándome. Todo el tiempo volvía al apartamento para mover algo más, sus ojos me encontraban. Dejé caer un tazón, derramé una caja de
cereal y tiré una caja de cubiertos debido a esas miradas intensas. ¿Cómo se suponía que iba a concentrarme y no ser una idiota desastrosa con él mirándome así?
Cuando entró de nuevo al apartamento, esta vez decidí que mejor iría a empacar las cosas del baño. Ellos estarían moviendo la mesa de la cocina y después las sillas y no podía lidiar con eso. Probablemente quebraría cada vaso que tenía Isa.
Me metí dentro del baño y repentinamente había un cuerpo detrás de mí, moviéndome más adentro. El calor del pecho de Pedro pulsando contra mi espalda me hizo temblar. Demonios. No iba a ser capaz de manejar esto.
La puerta del baño se cerró y el familiar sonido de la cerradura haciendo clic en su lugar sólo hizo que mi corazón latiera más rápido. Él quería más de lo que había pasado afuera y yo estaba tan excitada por estar cerca de él que no iba a ser capaz de pensar con claridad.
Su mano apartó el cabello en mi cuello y lo movió sobre mi hombro. Cuando el calor de sus labios tocó mi piel desnuda, gemí. Sus dos manos descansaban sobre mis caderas y me jaló contra él aún más.
—Me estas volviendo loco, Paula Totalmente loco, nena. Jodidamente loco —susurró en mi oído. Tomó toda mi fuerza de voluntad no dejar caer mi cabeza hacia atrás sobre su pecho.
—¿Qué fue eso de afuera? Me tenías tan malditamente excitado que no podía pensar claramente. Todo lo que podía ver era a ti.
Sus manos ascendieron a mis costados y luego se movieron sobre mi estómago. Sus manos cubriéndome, a pesar de que él no tenía idea de lo que estaba protegiendo, me llenó de lágrimas los ojos. Quería que lo supiera. Pero también
quería que me eligiera… y a nuestro bebé. No creía que él pudiera hacer eso. Él amaba a su hermana. Estaba aterrorizada de esa clase de rechazo y me rehusaba a
dejar a mi bebé ser rechazado.
Comencé a salir de su abrazo cuando sus manos se movieron hasta ahuecar mis pechos y su boca comenzó a mordisquear la curva de mi cuello. Oh, diablos.
No podía confiar en él con mi corazón ,pero realmente quería confiar en él con mi cuerpo. Incluso si era sólo esta vez.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté sin aliento.
—Rezándole a Dios que no me detengas. Soy un hombre hambriento, Paula.—Hizo una pausa esperando mi respuesta. Cuando no lo hice, levantó el brazo y
bajó los tirantes de mi vestido sin mangas hasta que mis pechos estuvieron desnudos. Se sentían hinchados todo el tiempo y los sentía tan sensibles. Andaba
sin un sujetador cada vez más. Mi sujetador no me quedaba bien ahora y no había querido gastar dinero en uno nuevo si estos grandes senos no duraban por mucho tiempo.
—Demonios, nena. Se ven más grandes —dijo mientras sus manos los cubrían.
Humedad inmediatamente se acumuló en mis bragas y mis rodillas se debilitaron. Agarré la pared para apoyarme. Nada se había sentido alguna vez así de bien. Un sonido necesitado salió de mi boca, no estaba segura de qué era.
De repente estaba siendo levantada y volteada. Luego mi trasero estuvo sobre el tocador antes de que la boca de Pedro cubriera la mía y sus manos fueran directo de nuevo a mis pechos. No sería capaz de detener esto. Quería eso como a mi siguiente respiración. Nunca necesité sexo de ninguna clase antes, pero esto era algo que no podía controlar.
El beso de Pedro era salvaje y tan descontroladamente hambriento como yo me sentía. Mordió mi labio inferior y jaló mi lengua dentro de su boca y la succionó. Luego tiró de mis pezones y perdí el control. Necesitaba su camisa fuera
ahora. Tratando de agarrarla, tiré hasta que retrocedió un centímetro y la jalé bruscamente por encima de su cabeza. Después él devoró mi boca otra vez.
Sus manos estaban haciendo cosas deliciosas a mis pechos y no podía acércalo lo suficiente.
Un golpe sonó en la puerta y Pedro me acercó contra su pecho hasta que mis pechos estuvieron presionados contra él. Me estremecí y cerré mis ojos por el placer. Él giró su cabeza hacia la puerta.
—Vete al demonio —gruñó a quienquiera que estaba ahí afuera.
Un risa ahogada fue todo lo que oímos antes de que Pedro estuviera besando un rastro hacia abajo de mi cuello y a través de mi clavícula, hasta que su boca merodeaba sobre mi pezón derecho. El calor de su aliento me hizo temblar y agarré su cabello y obligué a su cabeza a acercarse más con mi suplica silenciosa. Él se rió entre dientes, luego tiró mi pezón dentro de su boca y comenzó a chupar. La
humedad en mis piernas se encendió o al menos se sintió como si lo hubiera hecho.
Si no hubiera estado abrazándome con su cuerpo, yo podría haberme disparado hasta el techo.
—¡Oh, Dios! —grité, sin importarme si alguien me escuchaba. Sólo necesitaba esto. Mi reacción volvió a Pedro más codicioso. Se movió a mi otro pezón y comenzó a darle el mismo tratamiento mientras su mano se movía al
interior de mi muslo. La idea de que él estaba apunto de tocar mi mojada e hinchada área me asustó y excitó al mismo tiempo. ¿Se enteraría de algo que no sabía? ¿Podría saber que yo estaba diferente allí abajo también? Entonces, sus dedos corrieron a lo largo del exterior de mis bragas y simplemente ya no me importó.
—Mierda. Estás empapada —gimió y escondió su cabeza en mi cuello. Su respiración era fuerte y erótica—. Tan empapada. —Sus dedos se deslizaron dentro de la entrepierna de mis bragas hasta mis hinchados pliegues, causando que fuegos artificiales encendieran mi cuerpo. Me agarré de sus hombros. Mis uñas enterrándose dentro de su piel, pero no podía evitarlo.
—Un coño tan dulce. Es mi coño, Paula. Siempre será mío. —Sus pícaras palabras mientras que sus dedos se deslizaban dentro y fuera de mí me enviaron cerca del borde otra vez.
—Pedro, por favor —imploré, arañándolo.
—¿Por favor, qué? ¿Quieres que bese ese dulce coño? Porque se siente tan jodidamente caliente y jugoso que necesito una probada. —Estaba quitándome mis
bragas y yo levanté mi trasero para permitírselo. Luego, levantó mi vestido y yo alcé mis manos para dejar que lo sacara.
—Recuéstate —ordenó, moviéndome al mismo tiempo hasta que mi espalda tocó la pared. Después tomó mis dos piernas y las dobló hacia arriba hasta que mis pies estuvieron sobre el tocador y yo estuve completamente abierta a él
—.Demonios, esa es la cosa más caliente que he visto en mi vida —susurró antes de caer de rodillas y cubrirme con su boca. La primera lamida de su lengua y ya estaba viniéndome otra vez.
—Oh, Dios, Pedro por favor, oh Dios, ahhhhh —grité mientras retenía su cabeza, incapaz de dejarlo detenerse. Era demasiado bueno. El movimiento de su lengua sobre mi clítoris era increíble. Necesitaba más. Quería que nunca terminara.
Su dedo se deslizó a través de mi apertura y después la mantuvo abierta mientras lamía y me besaba allí.
—Mío. Es mío. No puedes dejarme otra vez. Necesito esto. Hueles tan jodidamente perfecto. Nunca nada va a ser tan malditamente perfecto para mí —murmuró mientras me probaba. Estaría de acuerdo con cualquier cosa que él
quisiera.
—Necesito estar dentro de ti —dijo, levantando sus ojos para mirarme. Sólo asentí.
—No tengo un condón —Se detuvo y cerró sus ojos severamente—, pero lo sacaré.
No importaba ahora. Pero no podía decirle eso. Sólo asentí otra vez.
Pedro se levantó con sus pantalones abajo al instante. Agarró mis caderas y me regresó al borde del tocador hasta que la cabeza de su erección estuvo tocándome. La pregunta en sus ojos era inconfundible, incluso si no lo decía en voz alta. Alcancé y guié su erección dentro de mí.

—Mierda —gimió mientras empujaba el resto del camino hasta que estuve llena. Completamente llena de Pedro. Envolví mis brazos alrededor de su cuello y lo retuve. Por sólo un segundo, necesitaba retenerlo. Esto ya no se trataba sobre mis locas hormonas. Ahora que estaba dentro de mí me sentía en casa. Completa, y yo estaba a punto de echarme a llorar.
Antes de que pudiera avergonzarme a mi misma y confundirlo, levanté mi cabeza y susurré en su oído—: Fóllame.
Era como si hubiera apretado el gatillo de un arma cargada. Pedro tomó mis caderas con sus dos manos y dejó salir un gruñido, empujando dentro y fuera de mí. La subida hacia la espiral que yo sabía que vendría inició de nuevo y me aferré.
Disfrutando su momento de rendición y el completo desenfreno en su rostro mientras nos acercábamos cada vez más al clímax que necesitábamos.
—Te amo, Paula. Te amo tanto que duele —jadeó, luego bajó su cabeza para chupar mi pezón. Mi cuerpo explotó y grité su nombre. Pedro levantó su cabeza, y mirándome a los ojos, comenzó a retirarse y sujeté mis piernas alrededor de su cintura. No quería que se retirara. La comprensión de lo qué quería lo golpeó y dijo mi nombre en un susurro antes de echar la cabeza hacia atrás mientras bombeaba
su liberación en mí.

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