martes, 10 de diciembre de 2013
CAPITULO 36
Besos lentos siendo colocados en el interior de mi pantorrilla y a lo largo del arco de mi pie fueron la primera cosa que registré. Forcé mis ojos a abrirse. Pedro estaba de rodillas en el borde de la cama, besando mis pies y el costado de mi
pierna con una sonrisa maliciosa en su rostro.
—Ahí están tus ojos. Estaba empezando a preguntarme hasta qué punto iba a necesitar besar para que despertaras. No es que me importe besar más arriba, pero conduciría a un poco de más increíble sexo y ahora sólo tienes veinte minutos para llegar al trabajo.
—Trabajo. Ah, mierda. Me siento y Pedro baja mi pierna—.
Tienes tiempo. Iré a arreglar algo de comer mientras te preparas —aseguró.
—Gracias, pero no tienes que hacerlo. Tomaré algo en la sala del descanso cuando llegue allí.
Trataba de no dejar que la incomodidad de la mañana se estableciera. Había tenido sexo con este hombre. Muy buen sexo o al menos eso era lo que yo pensaba.
Ahora ya era de día y estaba desnuda en su cama.
—Quiero que comas aquí. Por favor.
Me quería aquí. Mi corazón latió más fuerte en mi pecho. —De acuerdo.
Necesito ir a mi habitación y tomar una ducha.
Pedro le echó un vistazo a su baño y luego a mí. —Estoy dividido, porque quiero que te duches aquí, pero no creo que sea capaz de irme sabiendo que estás desnuda y jabonosa en mi ducha. Querré unirme.
Sosteniendo la sábana sobre mi pecho, me senté y le sonreí. —Por más atractivo que suene eso, llegaría tarde al trabajo.
Pedro suspiró y asintió. —De acuerdo. Tienes que ir a tu cuarto.
Miré alrededor buscando mi ropa, pero no la vi por ninguna parte.
—Ponte esto. Lourdes viene hoy. Estará lavando y pondré tu ropa de anoche. —Me lanzó la camiseta que él había usado anoche. Tomé una bocanada de aire de ella ya que aterrizó en mi pecho. Iba a tener un momento difícil devolviéndosela. Modestamente traté de ponérmela sin dejar que se cayera la
sábana.
—Ahora levántate. Quiero verte —murmuró, retrocediendo. Llevaba un pantalón de pijama mientras se relajaba en el borde de la cama y esperaba a que me levantara. Dejé caer la sábana y me puse de pie. Su camisa se pegaba por
encima de mis rodillas
—. ¿Puedes reportarte enferma? —preguntó mientras sus
ojos viajaban por mi cuerpo.
Una cálida sensación de hormigueo me recorrió. —No estoy enferma — repliqué.
—¿Segura? Porque creo que yo tengo fiebre —dijo, caminando alrededor de la cama y empujándome contra él—. Anoche fue increíble —dijo en mi cabello.
No había esperado este tipo de reacción de él. Había estado preocupada de que tal vez me echara esta mañana. Pero no. Estaba siendo dulce. Y tan increíblemente delicioso que estuve tentada a reportarme enferma.
Era mi día en el carrito de las bebidas y, si no me presentaba, entonces Isabel tendría que hacer todo el camino por sí misma en un viernes. Eso sería cruel. No
podía.
—Tengo que trabajar hoy. Me están esperando —expliqué.
Asintió y dio un paso atrás. —Lo sé. Corre, Paula. Baja con tu lindo y pequeño trasero por las escaleras y alístate. No puedo prometerte que te dejaré ir si estás parada aquí luciendo así por mucho tiempo.
Riendo, pasé junto a él corriendo y bajé las escaleras. La risa divertida que dejé atrás fue perfecta. Pedro era perfecto.
***
El calor sólo estaba empeorando. Realmente deseaba que Elena me dejara recogerme el cabello. Estaba dispuesta a tomar una botella de esa agua con hielo y verterla sobre mi cabeza. Me secaría en cuestión de segundos aquí con este calor.
¿Por qué los hombres jugaban golf con este clima? ¿Estaban locos?
Empujando el carrito de bebidas de regreso al primer hoyo, noté la cabeza oscura del cabello que le pertenecía a Antonio. Genial. No es que estuviera de humor para hoy. Jose probablemente estaba queriendo esperar a Isa para hacer sus rondas, de todos modos. Probablemente podría escapar de ellos. Antonio se dio la vuelta, me miró, y una sonrisa apareció en sus labios.
—De vuelta al carrito hoy. Por mucho que me guste tenerte adentro, esto hace al golf tremendamente mucho más divertido —dijo Antonio en un tono burlón mientras yo empujaba el carrito a lado de ellos.
No iba a animar su coqueteo. Pero era mi jefe, así que no podía hacerlo enojar, tampoco.
—Aléjate, Antonio. Eso es un poco demasiado cerca. —La voz de Pedro vino detrás de mí y me giré para verlo caminando hacia nosotros con pantalones cortos
de color azul oscuro y una camisa polo blanca. ¿Estaba jugando golf?
—¿Así que ella es el porqué de repente querías jugar hoy con nosotros? — preguntó Antonio.
No aparté la mirada de Pedro mientras caminaba hacia mí. Estaba aquí por mí. Al menos, me encontraba bastante segura de que lo estaba. Me preguntó en dónde estaba trabajando hoy durante el desayuno.
Su mano se deslizó alrededor de mi cintura. Me atrajo contra su costado e inclinó su cabeza para susurrar en mi oído—: ¿Estás adolorida?
Había estado preocupado que yo estuviera adolorida hoy y tuviera que trabajar de pie todo el día. Le dije que estaba bien. Sólo me sentía estirada.
Aparentemente, todavía estaba preocupado.
—Estoy bien —contesté en voz baja.
Presionó un beso en mi oído.
—¿Te sientes estirada? ¿Podrías decir que he
estado dentro de ti? —Asentí, sintiendo mis rodillas un poco débiles por el tono de su voz—. Bien. Me gusta saber que puedes sentir en dónde he estado —dijo, luego
se apartó de mi y levantó su mirada hacia Antonio.
—Pensé que esto pasaría —dijo Antonio en un tono molesto.
—¿Ya lo sabe Dani? —preguntó Jose. El rubio le pegó en el brazo y le frunció el ceño.
¿Por qué siempre aparecía Daniela? ¿Alguna vez lo sabría?
—Este no es asunto de Dani. O tuyo —replicó Pedro, mirando a Jose.
—Vine aquí para jugar golf. Mejor no hablemos de esto aquí. Paula, ¿por qué no consigues las bebidas de todos y te diriges al siguiente hoyo? —dijo Antonio.
Pedro se tensó a mi lado. Antonio nos estaba poniendo a prueba. Quería ver si actuaría diferente ahora que Pedro estaba haciendo un tipo de derecho sobre mí en
público. Estaba aquí para trabajar. Sólo porque había dormido con Pedro no cambiaba mi lugar en el gran esquema de las cosas. Sabía eso.
Salí de los brazos de Pedro para abrir el enfriador y comenzar a repartir la elección de bebidas de cada uno. Mis propinas no fueron tan altas como solían serlo con este grupo. Excepto, por supuesto, por Antonio. Pensé que eso cambiaría hoy, también.
Pude ver el billete de cien dólares que Antonio puso en mis manos, y estaba segura que Pedro también. Cerré rápidamente mi mano y lo metí en mi bolsillo.
Lidiaría con él luego, cuando Pedro no estuviera mirando. Pedro se acercó y puso su pago en mi bolsillo. Me besó suavemente y luego me guiñó un ojo antes de acercarse por un palo de golf del carrito.
No le di a Antonio una razón para corregirme. Rápidamente giré el carrito y me dirigí al siguiente hoyo. El teléfono sonó en mi bolsillo, alarmándome. Pedro lo había metido en mi bolsillo antes de irme esta mañana. Estaba teniendo problemas recordando que lo tenía.
Detuve el carrito y lo saqué.
Pedro: Lamento lo de Antonio.
¿Por qué se disculpaba? No tenía razón para sentirlo.
Yo: Estoy bien. Antonio es mi jefe. No es la gran cosa.
Deslicé el teléfono de vuelta a mi bolsillo y me dirigí a mi siguiente parada.
un camino lleno de coches no era lo que me esperaba cuando entré a la cuadra de Pedro después del trabajo. El campo de golf estaba tan ocupado que sólo había parado para darles tragos una vez más en el hoyo dieciséis. Él no me había mandado mensajes de nuevo en todo el día. Mi
estómago se anudo nerviosamente. ¿Era esto? ¿Tuvo su breve momento de dulzura después de haber tomado mi virginidad y se desvaneció tan pronto?
Tuve que aparcar afuera en el borde de la calle. Cerrando la puerta de mi camioneta, comencé la caminata hacia la puerta.
—No quieres ir allí —dijo la familiar voz de Federico en la oscuridad. Miré alrededor y vi un pequeño resplandor naranja caer en el suelo que luego se apagó bajo una bota antes de que Federico saliera de su escondite.
—¿Vienes a estas fiestas a pasar el rato afuera? —pregunté, ya que esta era la segunda vez que había llegado a una fiesta para encontrarme a Federico solo afuera.
—Me parece que no puedo dejar de fumar. Pedro cree que paré. Así que me escondo aquí cuando necesito un cigarrillo —explicó.
—Fumar te matara —dije, recordando todos los fumadores que había visto morir lentamente cuando lleve a mi madre a los tratamientos de quimioterapia.
—Eso es lo que ellos me dicen —respondió con un suspiro.
Observé de vuelta a la casa y oí la música saliendo de ella. —No sabía que había una fiesta esta noche —dije, esperando que la decepción en mi voz no se notara.
Federico se rio e inclinó la cadera contra el Volvo. —¿No hay siempre una fiesta aquí?
No, no la había. Después de la última noche, pensé que Pedro me llamaría o me mandaría un mensaje de texto. —Supongo que no me lo esperaba.
—Creo que Pedro tampoco. Esta es una fiesta de Dani. La chica siempre ha logrado salirse con la suya en lo que a Pedro se refiere. Pedro pateó mi trasero más de una vez al crecer porque no caí en la mierda de ella de cachorro herido.
Me acerqué para apoyarme en el Volvo a su lado y crucé mis brazos. —¿Así que tu creciste con Daniela, también? —Necesitaba algo. Cualquier tipo de explicación.
Fede posó sus ojos en mí. —Si. Por supuesto. Georgina es su mamá. El único pariente que tiene. Bueno… —El se apartó del Volvo y negó con la cabeza— Nop. Casi me tenías. No te puedo decir ni mierda, Paula. Honestamente,
cuando alguien lo hace, no quiero estar alrededor de nadie.
Federico caminó de nuevo hacia la casa.
Lo miré hasta que estaba de vuelta en el interior antes de dirigirme hacia la casa. Oré para que no estuviera nadie en mi habitación. Si lo estaban, iría a la despensa. No estaba de humor para Daniela. O los secretos rodeando a Ella que todo el mundo conocía menos yo. Estoy segura que no estaba para el humor de Pedro.
Abrí la puerta y me alegré de que no hubiera nadie alrededor para verme llegar. Me dirigí directamente hacia las escaleras. Risas y voces llenaban la casa. Yo no encajaba con ellos. No tenía sentido ir allí y actuar como si lo hiciera.
Miré hacia la puerta que daba a las escaleras de Pedro y dejé que los recuerdos de la noche anterior me recorrieran. Estaba empezando a pensar que sería una cosa de una sola vez. Abrí mi puerta y entré antes de encender la luz.
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me intriga saber que pasara en el sigueiente besos me encantaron
ResponderEliminarLindisimos capitulos !! gracias Carmelina, la primera vez de Pau ja ja ja !!
ResponderEliminarQUé intrigante esta historia!!!! Qué pasa con Daniela??? Me mata la ansiedad!!!!
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