CAPITULO 4
¿Sabes qué? Realmente no me importaba. Aunque parecía ridículamente sexy haciendo eso. Empecé a poner en marcha la camioneta, pero en lugar del rugido del motor, me encontré con un clic y un poco de silencio. Oh, no. Ahora no. Por favor, ahora no.
Moví la llave y recé estar equivocada. Sabía que el indicador de gasolina estaba roto, pero había estado viendo el kilometraje. No debería estar sin gasolina.
Tenía unos cuantos kilómetros más. Sé que los tenía.
Apreté mi mano contra el volante y le hablé a la camioneta por unos cuantos nombres, pero no pasó nada. Estaba atorada. ¿Llamaría de prisa a la policía? Tan seriamente me quería fuera de su propiedad que vino hasta aquí para asegurarse de que me fui. Ahora que no podía irme, ¿haría que me detuvieran? O peor aún, llamaría a una grúa. No tenía dinero para sacar mi camioneta de un corralón si lo
hacía. Al menos en la cárcel había una cama y comida.
Tragando el nudo aprisionado en mi garganta, abrí la puerta de la camioneta y esperé lo mejor.
—¿Problemas? —preguntó.
Quería gritar desde lo más hondo de mis pulmones en frustración. En su lugar, hice un movimiento de cabeza.
—Me he quedado sin gasolina. —Pedro dejó
escapar un suspiro. No dije nada. Decidí esperar a que el veredicto fuera la mejor opción aquí. Siempre podía rogar y suplicar después.
—¿Cuántos años tienes?
—¿Qué? ¿Estaba realmente preguntando mi edad?
Me quedé atascada en su camino, él quería que me fuera y en vez de discutir mis opciones, me preguntaba
por mi edad. El tipo era extraño.
—Diecinueve —le contesté.
Pedro alzó ambas cejas. —¿En serio?
Trataba con fuerza de no enojarme. Necesitaba que este tipo tuviera misericordia de mí. Forcé el comentario sarcástico, que estaba en la punta de mi
lengua, a retroceder y sonreí.
—Sí. En serio.
Pedro sonrió y se encogió de hombros.
—Lo siento. Simplemente pareces más joven. —Se detuvo, sus ojos se arrastraron por mi cuerpo y lo recorrió de
nuevo lentamente. El repentino calor en mis mejillas era vergonzoso
—Retiro lo dicho. Cada trozo de tu cuerpo parece de diecinueve años. Es esa cara tuya la que
parece tan fresca y joven. ¿No usas maquillaje?-
¿Era eso una pregunta? ¿Qué estaba haciendo? Quería saber que me deparaba mi futuro inmediato, no discutir el hecho de que el uso de maquillaje era
un lujo que no podía permitirme. Además, Facundo, mi ex novio y último mejor amigo, siempre había dicho que no necesitaba agregarle nada a mi belleza. Lo que
quiera que eso significara.
—Me he quedado sin gasolina. Tengo veinte dólares conmigo. Mi padre se ha marchado y me dejó después de decirme que me ayudaría a volver a ponerme
de pie. Confía en mí, él era la última persona a la que quería pedir ayuda.
—No, no uso maquillaje. Tengo problemas más grandes que lucir bonita. Ahora, ¿vas a
llamar a la policía o una grúa? Me quedo con la policía en caso de tener una elección. —Cerré de golpe mi boca al terminar el discurso. Fui demasiado lejos y no había sido capaz de controlar mi boca. Ahora, tontamente, le había dado la estúpida idea de una grúa. Maldición.
Pedro ladeó la cabeza y me estudió. El silencio era casi más de lo que podía manejar. Sólo había compartido un poco de información con este tipo. Él podía hacer mi vida más difícil si quisiera.
—No me gusta tu padre y por el tono de tu voz, a ti tampoco —dijo pensativo—. Hay una habitación que está vacía esta noche. Lo estará hasta que mi mamá vuelva a casa. No mantengo a su criada cuando no está aquí. La señora
Lourdes sólo viene a limpiar una vez a la semana cuando mamá está de vacaciones. Puedes tener su habitación bajo las escaleras. Es pequeña, pero tiene una cama.
Me ofrecía una habitación. No me echaría a llorar. Podría hacer eso más Tarde esta noche. No iba a la cárcel. Gracias a Dios.
—Mi única otra opción es esta camioneta. Te puedo asegurar que lo que
estás ofreciendo es mucho mejor. Gracias.
Pedro frunció el ceño un momento, el cual rápidamente desapareció, y entonces tenía una relajada sonrisa en su cara otra vez.
—¿Dónde está tu maleta?—preguntó.
Cerré la puerta y me dirigí a la parte trasera de la camioneta para sacarla. Antes de que pudiera alcanzarla, un cuerpo caliente que olía extraño y delicioso me ganó. Me quedé inmóvil mientras Pedro tomaba mi equipaje y lo sacaba.
Girando, alcé la vista hacia él. Me guiñó un ojo.
—Puedo llevar tu equipaje. No soy tan imbécil.
—Gracias, otra vez—tartamudeé, incapaz de apartar la mirada de sus ojos.
Eran increíbles. Las gruesas pestañas negras que los enmarcaban casi parecían delineador de ojos. Era completamente injusto. Mis pestañas eran rubias. ¿Qué no
daría yo por pestañas como las suyas?
—Ah, bueno, la detuviste. Te estaba dando cinco minutos para luego venir aquí y asegurarme de que ella no había escapado. —La voz familiar de Federico me sacó de mi estupor y me di la vuelta agradecida por la interrupción. Había estado mirando a Pedro como una idiota. Me sorprendió que no me haya enviado al diablo
otra vez.
—Va a tomar la habitación de Lourdes hasta que pueda ponerse en contacto con su padre y encontrar algo mejor. —Pedro sonó molesto. Pasó a mí alrededor y le entregó la maleta Federico—. Toma, llévala a su habitación. Tengo
compañía con la que regresar. Se alejó sin mirar hacia atrás. Tomó toda mi fuerza de voluntad no verlo alejarse. Sobre todo porque su trasero, en un par de vaqueros, era muy tentador. Él no era alguien con quien necesitaba sentirme atraída.
Wow, qué buena historia!!!!
ResponderEliminaresta buenisima la novela, espero el proximo capitulo
ResponderEliminarpor lo menos la dejo que darce lindo cap
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