lunes, 1 de diciembre de 2014

CAPITULO 147




No había dormido. En toda la maldita noche. Caminé kilómetros por la oscura playa y luego fui a mi habitación y caminé por la planta. La ducha fría tampoco fue de ayuda. 


Cada vez que cerraba los ojos veía esas bragas rosas y escuchaba los dulces sonidos de Paula. Tenía que sacarla de mi cabeza.


Necesitaba tener sexo. No había dormido con nadie desde el incidente con Anya.


Yo no era así. Esta noche tenía que sacar esto de mi sistema. Mantener a Paula a distancia era todo lo que podía hacer para evitar que saliera lastimada. Sólo era cuestión
de tiempo antes de que lo supiera y me odiara.


Tomé mi celular y escaneé los números que tenía guardados hasta que encontré uno que sabía era seguro para una noche sin ataduras. Requeriría una cena y un poco de atención al principio, pero Bailey había estado intentando llamar mi atención desde que vino a una de las fiestas de Daniela. Tomé su número y dije que alguna vez llamaría.


Una vez que dispuse de una cita para esa noche, me preparé para mi día con Daniela. Hoy íbamos a jugar golf, su petición de cumpleaños. Esperaba que no nos encontráramos a Paula, pero si lo hacíamos, podía manejar comprarle una bebida. Sólo no inhalaría su aroma cuando estuviera cerca de mí. Ni la miraría. Y no pensaría en sus bragas. Mierda. Necesitaba otra ducha fría.


***


Daniela se encontraba de pie, con los brazos cruzados sobre el pecho y un puchero en su rostro cuando llegué al club diez minutos tarde. —Lamento llegar tarde —le dije y
me incliné, dándole un beso en la mejilla para endulzarla un poco.


Empujó mi hombro. —No es por eso que estoy molesta. Acabo de llegar —dijo, rodándome los ojos—. ¿Por qué tuve que oír de Bailey que la invitaste a salir esta noche y no de ti? —me preguntó, viéndose enfadada.


Porque esta noche se trataba de follar hasta sacarme a Paula de la cabeza. Nada más. —No sabía que te importara saber a quién planeara follar esta noche —respondí con un guiño, mientras sacaba la mochila de mi Range Rover y se la alcanzaba al caddy que se apresuró a recibirme cuando llegué.


—Pedro, ¿en serio? —espetó Daniela.


—Cuando me dio su número sabía lo que hacía. Pero si quieres llamarla y advertirle sobre mis planes, entonces adelante. Preferiría mucho más si me cancelara ahora para poder encontrar un remplazo.


Daniela sacudió la cabeza y dejó escapar un suspiro. —Eres horrible.


—Me amas —le dije, luego la tomé de la mano, tirando de ella hacia el carrito de golf—. Quiero manejar y no necesito alguien que lleve mis cosas por mí. ¿Estás bien sólo conmigo o necesitamos un caddy? —le pregunté.


Subió regiamente en el asiento del pasajero y se encogió de hombros. —En tanto tengas la intención de cargar mis cosas y limpiarlas, no me importa.


—Diva —murmuré y le entregué un billete de cien al caddy por su tiempo, luego me subí y nos conduje al primer hoyo.


—Princesa,Pedro. Soy una princesa —me recordó.


—No, hermanita, no lo eres. Eres una diva malcriada. Casarte con alguien de la realeza sería la única forma en que podrías ser llamada princesa —bromeé.


Daniela me golpeó en el brazo y se rio. Esta era la hermana con la que era fácil lidiar.


La que era mi amiga, con la que podía ser yo mismo. La que no me demandaba cosas que no podía hacer.


—Bailey es muy agradable. Su papá es cirujano del corazón y ella está diseñando su propia línea de ropa. Creo que te agradaría si le dieras más que una noche en tu cama.


Aparqué el carrito y salí. —No estará en mi cama. Nunca las llevo a mi cama. Mi sofá, tal vez, posiblemente la mesa de mi cocina. Infiernos, tal vez intente en la lavadora esta noche. Una vez que descubra en dónde demonios está. ¿Alguna vez has lavado algo en mi casa? —Intentaba cambiar el tema. No quería escuchar sobre Bailey y sentirme culpable por usar su cuerpo esta noche.


—¡Eres imposible! —Daniela caminó hacia el soporte, esperando que yo llevara sus cosas. Hablaba en serio sobre eso. Le gustaba jugar, pero no tenía idea qué palos usar para cada tiro.


—Estoy caliente, y Bailey tiene unas buenas tetas —le dije.


Daniela me frunció el ceño. —Le voy a advertir que eres un perro. Necesita saberlo.


Le entregué a Daniela su palo y sonreí maléficamente. —Lo sabe, hermanita. Lo sabe o no me habría dado su número.


Daniela me hizo un gesto con la mano y tomó su palo.


Me había volteado para agarrar mi propio palo cuando el carrito de golf que venía en nuestra dirección llamó mi atención. Noté el cabello rubio de Paula. Sus ojos se hallaban enfocados en mí. Mierda. Sabía que había una fuerte posibilidad de que la viera, pero esperaba que hablar sobre el sexo que esperaba tener con Bailey esta noche
me enfriaría.


Alejé la mirada de ella. No iba a dejarla llegar a mí. Podía ignorarla. Comprar una bebida y actuar como si fuera la chica del carrito promedio.


Isabel, otra de las muchachas de los carritos, se encontraba en el asiento delantero con Paula. Miraba a Daniela mientras hablaba. Hice una mueca, pensando en lo que Isabel podría saber para decirle a Paula. No sabía cuán cercanas eran. 


Seguramente no muy cercanas. Isabel no era nada parecida a Paula. La inocencia dejó a Isabel hace mucho.


—Me estás tomando el pelo. ¿Antonio la contrató? —siseó Daniela. Miré hacia mi hermana y vi que había notado el carrito de bebidas que se acercaba.


—No —le advertí y me acerqué lo suficiente a Daniela para controlarla si era necesario.


—¿Van a querer algo de beber? —La dulce voz de Paula envió escalofríos por todo mi cuerpo.


—Por lo menos sabe su lugar —dijo Daniela. Estaba siendo cruel y necesitaba detenerla, pero eso sólo haría que Paula pensara que yo era bueno. No era bueno. 


Ella tenía que ver eso.


—Voy a tomar una Corona. De limón, por favor —dije en vez de eso.


La mirada de Paula voló hacia la mía, pero rápidamente la aparté de ella—. Pide una bebida. Está haciendo calor —le dije a Daniela.


A Daniela le gustaba que estuviera ignorando a Paula como si fuera alguien que no conociera.


—Agua con gas. Límpialo bien porque no me gusta la forma en que sale todo mojado por el hielo —indicó Daniela.


Isabel se movió para agarrar el agua antes de que Paula pudiera hacerlo. Qué interesante. Parecía estar protegiendo a Paula —No te he visto por aquí últimamente, Daniela —dijo Isabel mientras limpiaba la botella con una toalla 


—Probablemente porque estás muy ocupada en los arbustos, abriéndole las piernas a Dios sabe quién en vez de trabajar —dijo Daniela.


Podía sentir la tensión saliendo de Paula mientras abría mi Corona. Sus hombros estaban rectos, y su espalda lucía tensa como una pizarra.


—Ya es suficiente, Daniela —le dije, esperando terminar esto para que pudieran irse.


Paula me alcanzó la botella y entonces no pude ignorarla. Se enfocaba en cualquier cosa excepto en mí en ese momento, pero sólo por un segundo, quería que me viera. Que me mirara. Sus ojos se levantaron y encontraron los míos, y me golpeó fuerte.


—Gracias —dije, entonces deslicé un billete en su bolsillo. Era una excusa para tocarla y esconder de Daniela lo mucho que le daba de propina.


Me alejé y tomé el hombro de mi hermana. Hora de alejarla de ellas. —Ven y muéstrame cómo aún puedes patear mi trasero jugando —bromeé.


Ella cayó en mi juego. —Estás acabado —dijo y se alejó de las chicas.


Escuché a Isabel murmurarle algo a Paula y miré hacia atrás para verla mirándome. Una sonrisa tocó mis labios. No pude evitar sonreír cuando la miré. Alejé la mirada de ella y regresé a hablar con Daniela. Discutía sobre el palo que le di.


Me gustaba una bebida fría mientras jugaba al golf, pero por primera vez en la vida, esperaba que el carrito de bebidas no nos encontrara de nuevo en esta ronda.

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