domingo, 5 de enero de 2014

CAPITULO 95




Pedro

Si no estuviera tan capturado por Paula y la forma en que iluminaba la habitación, lo habría visto entrar. 
Pero no lo hice. No fue hasta que cesó el ruido a
mi alrededor y todos miraron a la puerta a mis espaldas. Observando a Paula, que seguía hablando con Antonio y no había notado el cambio en la habitación, la puse detrás de mí en modo de protección antes de girar para ver quién había capturado la atención de todos.
Los mismos ojos color plata gris que miraba todos los días en el espejo se encontraban fijos en mí. 
Había pasado bastante tiempo desde que había visto a mi
padre. Normalmente nos manteníamos más en contacto, pero con la llegada de Paula a mi mundo y completamente girándolo en su eje, no me había tomado ni el tiempo ni la energía para buscar a mi padre y hablar con él.
Al parecer, él vino a buscarme esta vez.
—Ese es tu padre —dijo Paula calladamente a mi lado. Se había movido de donde la había puesto a mi espalda, y ahora sostenía mi brazo.
—Sí, lo es.


Paula



Sin maquillaje escénico y la ropa de cuero negro, parecía una versión mayor de Pedro. Tuve que caminar con rapidez para mantenerle el paso a Pedro, quien tenía mi mano fuertemente estrechada en la suya mientras caminaba para alejarse de los otros invitados en el bar. Su padre guió el

camino. No estaba segura si Pedro estaba feliz de verlo o no. 
La única interacción que habían tenido fue cuando Pedro le había indicado la puerta con un movimiento de cabeza. 
Era evidente que no quería que esta presentación tuviera una audiencia.
Luca Alfonso, el baterista más famoso del mundo, se detuvo varias veces durante el camino para firmar autógrafos. 
No sólo eran mujeres. Incluso un chico se había puesto en su camino para pedirle que firmara una servilleta del bar. 
El brillo amenazador en los ojos de Pedro mientras trataba de sacar a su padre del local mantuvo al resto de los admiradores alejados. En su lugar, todos permanecieron en silencio mientras el baterista de Slacker Demon se dirigía hacia la puerta.
La brisa de la noche era fría. Inmediatamente me estremecí y Pedro se detuvo y envolvió sus brazos a mi alrededor. 
—Tenemos que ir a la casa. No voy a permitir que ella esté de pie aquí mientras hablamos. Hace demasiado frío —le dijo Pedro a su padre.
Luca finalmente se detuvo y me miró. Sus ojos lentamente me observaron y pude ver el momento exacto cuando notó mi estómago.
—Luca, ésta es Paula Chaves. Mi prometida. Paula, él es Luca Alfonso, mi padre —dijo Pedro con voz tensa. No parecía querer presentarnos.
—Nadie me dijo que iba a ser abuelo —dijo Luca en un acento lento. No estaba segura de cómo se sentía al respecto porque no había ninguna emoción en su rostro.
—He estado muy ocupado —fue la única respuesta de Pedro. 
Eso era extraño. ¿Estaba avergonzado de decirle a su papá? Sentí mi estómago contraerse y comencé a alejarme de él.
Sus brazos se apretaron a mi alrededor y pude sentir su atención en mí. —¿Qué pasa? —preguntó, dándole la espalda a su padre y agachándose un poco para poder mirar directamente a mis ojos.
No quería tener esta conversación delante de Luca. 
Podía sentir los ojos de su padre en ambos. Negué con la cabeza pero mi cuerpo aún estaba tenso. 
No podía evitarlo. El hecho de que no le había dicho a su padre me estaba molestando.
—Voy a llevarla al coche. 
Nos vemos en casa— dijo Pedro por encima de su
hombro, pero manteniendo sus ojos fijos en los míos. 
Dejé caer mi mirada, deseando no haber reaccionado. Estaba haciendo una escena. Luca iba a pensar que era una princesa llorona.
Abrí la boca para discutir cuando Pedro envolvió su brazo alrededor de mi cintura y me guió hacia la Range Rover. 
Estaba inquieto. No le gustaba verme molesta, algo en lo que teníamos que trabajar. Me iba a enojar. Él no podía
controlarlo.
Pedro abrió la puerta del lado del pasajero y me levantó para subirme como si tuviera cinco años. Cuando él pensaba que estaba molesta, comenzaba a tratarme como si fuera una niña. Realmente necesitábamos trabajar en eso,
también.
Ni siquiera había cerrado su puerta antes de mirarme. 
—Algo anda mal. Necesito saber qué es para poder arreglarlo.
Suspiré y me recargué contra el asiento. Era mejor terminar con esto aunque estaba siendo un poco quisquillosa al respecto. —¿Por qué no le has dicho a tu padre sobre el bebé?
Pedro se acercó y puso su mano sobre la mía. 
—¿Ese es el problema? ¿Estás molesta porque no le he dicho a Luca?
Asentí con la cabeza y mantuve mis ojos en nuestras manos apoyadas en mi pierna.
—No he tenido tiempo para buscarlo. Y sabía que iba a venir cuando se lo dijera porque él querría conocerte. Aún no estaba preparado para compañía. Especialmente la suya.
Estaba siendo tonta. Últimamente mis emociones estaban en alerta máxima.
Alcé los ojos y me encontré con su mirada preocupada. 
—Está bien. Lo entiendo.
Pedro se inclinó y me besó en los labios suavemente. 
—Lamento haberte molestado —susurró antes de presionar un beso más en la esquina de mi boca para después echarse para atrás. En momentos como estos era cuando me volvía gelatina.
—Él está aquí ahora. Por lo tanto, vayamos a ver qué lo trajo antes de que mi madre se entere. Te quiero para mí solo. No me gusta tener a mi jodida familia por aquí.
Pedro  no soltó mi mano mientras encendía el motor y se dirigía hacia la calle. Apoyé la cabeza en el asiento y di la vuelta para poder mirarlo. 
Su mandíbula sin afeitar lo hacía parecer mayor y salvaje. Demasiado sexy. Me gustaría que no se afeitara más a menudo. También me gustaba cómo se sentía. 
Se había quitado su arete y casi nunca lo usaba.
—¿Por qué crees que está aquí? —le pregunté.
Pedro me miró. —Tenía la esperanza de que fuera para conocerte. Pero no creo que supiera sobre ti. Parecía sorprendido. Lo que significa que esto podría tratarse de Daniela.
Daniela. Su hermana no había vuelto a Rosemary desde su salida del hospital.
Pedro no parecía estar preocupado por ella, pero la amaba. Odiaba ser yo la razón por la que se mantenía alejada. Ahora que sabía quién era su verdadero padre y que yo nunca le había quitado nada, esperaba que pudiéramos ser amigas por el bien de Pedro . No parecía que fuera a suceder.
—¿Crees que Dani fue a ver a Mateo? —le pregunté.
Pedro se encogió de hombros. —No lo sé. Ella parece diferente desde su accidente.
El coche se detuvo enfrente de la gran casa de playa que fue comprada para Pedro por su padre cuando él apenas era un niño. 
Pedro apretó mi mano. —Te amo, Paula. 
Estoy malditamente orgulloso de que vayas a ser la madre de mi hijo. Quiero que todos los sepan. Nunca dudes de eso.
Mis ojos se llenaron de lágrimas y asentí con la cabeza antes de levantar su mano y besarla. 
—Me pongo emocional. Tienes que ignorarlo cuando eso me
sucede.
Pedro negó con la cabeza. —No puedo ignorarte. Quiero tranquilizarte.
La puerta del lado del pasajero se abrió y volví mi cabeza para ver a Luca Alfonso de pie allí con una sonrisa en el rostro. —Deja salir a la mujer del coche, hijo.Es hora de que conozca a la madre de mi nieto.
Luca tendió su mano y puse la mía en la suya sin saber qué más hacer. Sus dedos largos se cerraron alrededor mío y me ayudó a bajar del Range Rover. 
Pedro estaba allí inmediatamente para quitar mi mano de la de su padre y acercarme a él.
Su padre se echó a reír y sacudió la cabeza. 
—Que me condenen.
—Vamos adentro —respondió Pedro.

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