miércoles, 1 de enero de 2014

CAPITULO 87






Paula

La cara de Pedro se puso pálida. Cogí su mano, pero no reaccionó. Se quedó allí sentado escuchando hablar a la persona en la otra línea.
Cuanto más hablaban más blanco se volvía. Mi corazón estaba acelerado. Algo terrible había pasado. Me quede esperando a que él dijera algo. Cualquier cosa. Pero no lo hizo.
—Estoy en camino —dijo con una voz plana antes de dejar caer su teléfono en su regazo y moviendo su mano de mi agarre para sujetar el volante.
—¿Hay algún problema? —pregunté más asustada ahora de lo que había estado mientras él estuvo al teléfono.
—Entra a la casa, Paula. Me tengo que ir. Daniela ha tenido un accidente. Algún maldito velero —Cerró sus ojos fuertemente y masculló una maldición—. Solo necesito que salgas del auto y vayas adentro. Te llamare cuando pueda pero tengo que irme, ahora.
—¿Esta herida? ¿No puedo ir contigo?
—¡NO! —rugió, sin dejar de mirar hacia el frente—. No puedes venir conmigo. ¿Por qué siquiera preguntarías eso? Mi hermana está en la UCI y no responde. Tengo que ir a verla y necesito que salgas del auto.
Estaba herido y asustado. Entendía eso. Pero quería estar ahí para él. Lo amaba y no lo quería sufriendo solo. 
—Pedro, por favor déjame ir contigo…
—¡SAL DEL AUTO! —gritó tan fuerte que mis oídos escocieron. Busqué a tientas por el pomo de la puerta y agarré mi bolso.
Aceleró el motor y siguió mirando hacia el frente mientras sus nudillos se volvían tan blancos como su rostro, resultado de agarrar el volante tan fuerte.
Quería decir más pero él estaba tan alterado, que estaba asustada de lo que haría.
No quería oírme hablar ni tampoco quería mirarme.
No quería llorar en frente de él. Eso no era lo que necesitaba en este momento. Salí del auto tan rápido como pude. Antes de poder cerrar la puerta por completo, tiró el auto en reversa y dio la vuelta fuera del camino de entrada. Me quedé allí, viendo cómo se alejaba. No podía ayudarlo. No era necesaria.
Las lágrimas ahora corrían libremente por mi cara. Estaba sufriendo. Mi corazón se rompió por él. Una vez que llegará ahí y la viera, me llamaría. Tenía que creer eso. 
Quería llamarlo y obligarlo a hablarme pero mis oídos aún
zumbaban y mi corazón seguía herido por sus palabras.
Finalmente giré a mirar atrás en la casa. Era grande, extensa y oscura. Nada era acogedor en ella sin Pedro. No quería estar aquí sola, pero tampoco tenía un auto para manejar donde Isabel. No debería haberme mudado. Había sido demasiado pronto. Todo con Pedro se movía demasiado rápido. Ahora, todo estaba a punto de ser probado. No estaba segura sí estaba lista para esa prueba. Aún no.
Llamar a Isabel y decirle que necesitaba un aventón al trabajo y que Pedro se había ido no era algo para lo que estaba preparada esta noche. Ella encontraría algo malo con esto y me haría sentir incluso peor. Entendía el miedo de Pedro y el modo en que reaccionó y se fue, pero Isabel no lo haría. Al menos no creía que lo hiciera. Pedro había ganado algunos puntos a su favor cuando puso el anillo en mi dedo en frente de ella y quería mantenerlo de ese modo.
Abrí mi bolso para sacar las llaves cuando me di cuenta que no las había traído. Pedro me había llevado al trabajo. No había creído necesitarlas. Mirando hacia atrás a la oscura casa, estaba casi aliviada de que no tendría que estar allí sola esta noche. El club estaba tan solo a cinco kilómetros de aquí. Podía caminar.
Entonces el departamento de Isabel estaba a solo un corto paseo desde el club. La brisa de la tarde había calmado los ánimos y no estaba tan mal. Puse la cartera sobre mi hombro y comencé a bajar por el sendero de ladrillo pavimentado hacia la calle.
Tomó cerca una hora y cincuenta minutos llegar donde Isabel. Su auto no se encontraba en el estacionamiento. Había una gran posibilidad de que estuviera quedándose con Jose esta noche. Supongo que debería haber pensado en eso. Me detuve y miré a la puerta del departamento. No tenía la energía para caminar de vuelta. Mi terquedad de no llamar por un aventón estaba mordiéndome el trasero.
Me agaché y levanté el tapete. Ahí en la alfombra estaba la llave de repuesto. Debió haberla puesto de nuevo después que me mude. Solamente había dejado de esconderla allí porque yo se lo había pedido. 
Esta noche vino extremadamente útil. De todos modos, dudaba que ella fuera a llegar hasta mañana. No tenía que contarle sobre todo esto esta noche.
Llevé la llave adentro conmigo y luego me dirigí de nuevo hacia mi baño a tomar una ducha. Pedro insistió que ella mantuviera la cama que él había comprado en el segundo dormitorio en vez de quitarla cuando me mude. 
Otra cosa que podía agradecer por esta noche.

***
Me las arreglé para llegar al trabajo sin que Isabel supiera que había necesitado pasar la noche en su departamento. No era que pensara que le importaría, pero no estaba preparada para responder sus preguntas o escuchar sus opiniones.
Después de ponerme un uniforme limpio del cuarto de suministros me dirigí hacia la cocina. Justo antes de llegar a la puerta, Antonio salió y apunto su mirada hacia mí.
—Estaba esperándote —dijo y movió su cabeza hacia el pasillo que conducía a su oficina—. Necesitamos hablar.
Lo más probable es que supiera sobre Daniela. Estaba segura de que todos en su círculo ya sabían. 
¿Iba a preguntarme sobre ella? Realmente esperaba que no lo hiciera. Admitiendo eso sabía que nada me haría sonar como si no me preocupara.
¿Pedro pensaba que no me preocupaba? 
¿Era mi responsabilidad llamarlo? Él era el herido. Su reacción la noche anterior me había asustado, pero si me necesitaba tendría que olvidarme de eso.
—¿Has dormido? —preguntó Antonio mirando atrás hacia mí.
Asentí. En verdad no había dormido muy bien pero había logrado dormir un poco. La caminata de cinco kilómetros había ayudado a agotarme a tal punto que no pude mantener mis ojos abiertos una vez que me acosté.
Antonio abrió su puerta y la sostuvo para que yo pudiera entrar. Ingresé y caminé hasta ubicarme al lado de las sillas frente a su escritorio. Él se paró frente a éste y se sentó en el borde mientras cruzaba los brazos sobre su pecho.
Un ceño arrugó su frente mientras me estudiaba. Estaba empezando a preguntarme si esto era acerca de otra cosa. Había pensado que era sobre Daniela, pero quizás no lo era. ¿Había hecho algo mal?
—Recibí una llamada de Federico esta mañana. Está en el hospital y está preocupado por ti. Dijo que Pedro apareció en medio de la noche y estaba furioso.Viendo como por primera vez en su vida Daniela y Pedro no están en buenos términos y ahora ella está en ese estado, Pedro no se lo está tomando bien. Federico estaba preocupado en cuanto al modo en que te dejo y se preguntaba si estabas bien.
Mi corazón dolió. Odiaba saber que Pedro sentía tanto dolor y no había nada que pudiera hacer. No me llamaba y eso solo me hacía creer que no quería hablar conmigo. Yo era el motivo de su distanciamiento con Daniela. 
Era el motivo por el cual él no había hablado con ella en semanas. Yo era el motivo por el cual él pasaba por esto. Lágrimas picaron mis ojos. Por mucho que no quisiera admitirlo, yo era el motivo de que esto fuera aún más duro para Pedro. Si no hubiera causado su pelea entonces él no estaría viviendo con la culpa en la que sabía estaba nadando en estos momentos.
Esto era porque Pedro y yo nunca funcionaríamos. Pretender que los cuentos de hadas eran reales había sido increíble. Pero no había sido real. 
Habíamos estado aguardando hasta el momento que el hecho de que no encajábamos en este mundo nos desmoronará. Necesitaba a su familia en estos momentos. Yo no era su familia.
Ni siquiera era aceptada por su familia. ¿Cómo encajaba yo en todo esto?
—No… no sé qué hacer —Me ahogué, odiando que Antonio fuera a verme llorar. No quería que me viera llorar. No quería que nadie me viera.
—Él te ama —dijo Antonio suavemente. No estaba segura siquiera si él creía esas palabras. No ahora. Tal vez Pedro había pensado que me amaba pero ¿Cómo podría seguir amándome? Lo había provocado a volverse en contra de Daniela y ahora él podría perderla.
—¿En verdad es así? —Era una pregunta que yo necesitaba responder, no Antonio.
—Sí, nunca lo había visto de la manera que es contigo con alguien más.
Ahora mismo… No obstante, los próximos días o semanas, el tiempo que esto dure, es probable que no lo parezca. Pero lo hace. No estoy diciéndote esto por Pedro. Él es un imbécil y no le debo nada. Estoy diciéndote esto por ti. Es la verdad y necesitas oírla en este momento.
Sacudí la cabeza. No necesitaba escucharlo. Pensar claramente y decidir qué era lo mejor para mí y mi bebé era lo que necesitaba hacer. ¿Podía traer un bebé a una familia que podría nunca aceptarlo? ¿Si yo nunca encajé entonces como lo haría mi bebé?
—No puedo decirte que creer. Pero si necesitas cualquier cosa, estoy aquí. Sé que Pedro tiene un garaje lleno de autos pero si no puedes manejar uno entonces puedo llevarte al médico o a la tienda. Solo llámame si me necesitas.
Mi próxima cita con el medico era en 5 días. ¿Cómo iba a lograr entrar a la casa? Y él nunca me había mostrado donde estaban las llaves de su auto o dado permiso para manejarlos.
—Me quede fuera de la casa. Él pensó que tenía mi llave cuando se fue —Le dije.
—¿Dónde te quedaste anoche? —Me preguntó bajando sus manos de su pecho y poniéndose de pie. Parecía enfadado. No tenía intención de hacerlo enojar.
Solamente estaba exponiendo que tenía un problema. Todas mis ropas estaban en la casa de Pedro.
—Donde Isabel.
—¿Cómo llegaste ahí?
—Caminé.
—¡Mierda! Paula, eso son al menos cinco kilómetros. Estaba oscuro anoche cuando Pedro te dejo. Tienes un teléfono ahora, úsalo —Estaba gritando.
—Quería caminar. Necesitaba caminar. No me grites —Levanté la voz y le di una mirada enojada.
La tensión en los hombros de Antonio se fue y suspiró. 
—Lo siento. No debería haberte hablado de ese modo. Es que estas tan jodidamente determinada a ser independiente. Déjame explicarme. Llámame si alguna vez necesitas un
aventón. Me gusta pensar que somos amigos. Ayudo a mis amigos.
Necesitaba amigos. —También me gusta pensar que somos amigos —contesté.
Él asintió —Bien, pero como tu jefe no te voy a dejar trabajar hoy. Te quiero en la casa de Pedro dentro de una hora. Te llevaré allí.
Antes de que pudiera preguntarle cómo, ya tenía su teléfono en su oreja.
—La tengo en mi oficina. No puede entrar a la casa —Hizo una pausa.
—No, mierda. Camino hasta el departamento de Isabel anoche. Voy a llevarla allí si puedes conseguir que la empleada de la limpieza vaya a abrir el lugar —Hizo una pausa otra vez.
—No hay problema. Feliz de ayudar. Mantenme informado. Estoy pensando en todos —Colgó y me miró—. 
Fede mandará a la empleada a abrir la casa. Ve a buscar algo para comer de la cocina y luego podemos dirigirnos hacia allá. Dijo que le daría cerca de veinte minutos.
No tenía hambre pero asentí.
 —Está bien—Emprendí camino hacia la puerta, entonces paré y me giré para volver a mirarlo—. Gracias.
Antonio hizo un guiño. —Es un placer.

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