sábado, 18 de enero de 2014

CAPITULO 125




Paula

Todavía no puedo asimilar que me cantaste una canción y tocaste la guitarra. Simplemente, guau, Pedro. Guau. —Estaba todavía aturdida de haber visto a Pedro esperándome con una guitarra en sus brazos. Entonces, en lugar de Jason Mraz, él había cantado una canción que había escrito para mí. Después de los diversos regalos y cartas enviadas a mi habitación me pareció que no podría superarse a sí mismo. Me había equivocado.
—Dejé de cantar cuando estaba en la universidad. Decidí que estaba cansado de las chicas estuvieran interesadas en mí por Luca. Si cantaba, sólo empeoraba mi conexión con Slacker Demon. Así que lo dejé. Pero para ti… Quería
que caminaras por el pasillo hacia mí con mis palabras y mi voz cantando algo escrito para ti. No un tema genérico que se pone en un millón de otras bodas. —Pedro besó el lugar justo debajo de mi oreja—. No hay otras bodas como ésta y
nunca las habrán —susurró en mi oído.
Me acurruqué más cerca de él mientras bailábamos la versión de nuestra banda en vivo de la canción de Ed Sheeran, "Kiss Me". Luca se había ofrecido a conseguir una "banda de verdad", pero yo no quería eso. No quería que nuestra boda fuese más que una pequeña reunión íntima. No quería hacerla un concierto para la banda. 
Pedro había acordado conmigo y habíamos encontrado la mejor banda de covers que el dinero podía comprar.
—Me gustaría que no tengamos la casa llena de gente esta noche —dije en su pecho.
—Eso no importa. No vamos a estar ahí —respondió Pedro.
Me aparté y lo miré a los ojos. —¿Qué quieres decir?
Él sonrió. —¿De verdad crees que voy a compartir una casa con todas esas personas en mi noche de bodas? Por supuesto que no. 
Tenemos el apartamento pent-house en el club esperando por nosotros cuando nos vayamos de aquí.
Me alegré de que hubiera pensado en eso. No quería pensar en su padre y mi padre en la misma casa que nosotros esta noche. —Bueno —contesté.
Su pecho vibró por su risa. Miré por encima a los otros huéspedes. Todos nuestros amigos estaban aquí. Todo el mundo nos felicitó. 
Excepto su hermana… y su madre. Pero no lo habrían aprobado. Ambas me odiaban. 
Aún así, me sentí mal de que se hubiesen perdido este día por el bien de Pedro
Sólo esperaba que algún día fueran a ser parte de nuestras vidas, por Pedro. Sabía que, a pesar de que no las mencionó, las extrañaba.
—¿Dónde pusiste el satén? —preguntó.
Sonreí mordiéndome el labio inferior. —No tenía bolsillos —respondí.
—Lo sé. Entonces, ¿dónde está?
—Escondido en mi sujetador —admití.
—Supongo que tendrá un nuevo significado para mí de ahora en adelante —dijo, tocando el frente de mis pechos con los pulgares.
—Gracias por todo. El collar, la pulsera para el tobillo, el anillo, y voy a dejar que te quedes con el satén. Aunque me encantó tenerlo allí con nosotros.Sabiendo que había tocado la vida de ambos. Fue perfecto.
Pedro apretó sus brazos alrededor de mí. —Sí, lo fue. —El momento en que su cuerpo se puso tenso, lo sentí. Mirando hacia él vi sus ojos enfocados en algo por encima de mi hombro. 
Miré hacia atrás para ver a Facundo de pie mirándonos—.
Probablemente debería dejarlo bailar contigo —dijo Pedro, aún sosteniéndome firmemente.
Le sonreí y su expresión se suavizó. —Si no quieres que baile con Facundo, entonces yo tampoco quiero. Necesito ir a hablar con él y, si quieres ir conmigo y aferrarte a mí cuando haga eso, puedes hacerlo. Relájate. 
Soy Paula Alfonso ahora.
La chica a la que él amaba era Paula Chaves.
Al usar mi nuevo nombre todo su cuerpo se relajó y me abrazó más fuerte.—Dilo de nuevo. Al menos la parte en que dices tu nombre —dijo con voz ronca.
—Paula Alfonso —repetí.
—Maldita sea, eso suena bien —dijo, dándome un beso en la frente—. Ve a hablar con él. Pero si no te importa… nada de baile. No quiero sus manos sobre ti.
—¿Así que tampoco abrazos? —pregunté antes de caminar hacia Facundo.
Pedro frunció el ceño y sacudió la cabeza. —No, si quiere mantener los brazos atados a su cuerpo —respondió, haciéndome reír. Mi hombre posesivo.
Me acerqué a Facundo, que estaba allí esperando por mí, con las manos metidas en los bolsillos y una expresión de dolor en su rostro. Esto no podía ser fácil para él. En su mente habíamos sido algo eterno. Realmente no había pensado que Pedro estaría allí para mí al final. 
Se había equivocado.
—Me alegro de que hayas venido —le dije mientras me detenía a pocos metros de él, manteniendo una distancia suficientemente cómoda.
—No voy a mentir. No quería hacerlo. Carmen me obligó —respondió—.Pero te ves hermosa. Tan impresionante que duele mirarte.
—Gracias. No sabía que Pedro te había enviado las entradas e invitaciones hasta que Carmen entró en mi cuarto hoy.
Facundo asintió. —Sí, me lo imaginé, un poco. 
Ya que fue Pedro el que nos invitó y no tú. Carmen estuvo decidida en que vendríamos una vez que la recibió.
—Estoy feliz, Facundo.
Él me dio una sonrisa triste y asintió. —Puedo ver eso. Es difícil pasarlo por alto. Él está malditamente gritando de alegría.
No había mucho más que decir. Nuestro tiempo estaba en el pasado. Había sido mi mejor amigo una vez, pero ahora Pedro era mi todo.
—Cuídate —le dije, sabiendo que tenía que volver a Pedro antes de que decidiera que habíamos hablado mucho tiempo.
—Tú también, Paula. Envía fotos del bebé. Carmen querrá verlas —respondió.
Di media vuelta y me dirigí a Pedro, que estaba de pie en el borde de la pista de baile, con los ojos fijos en mí.

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